jueves, 11 de abril de 2019

El caso Arria y el cambio del paradigma político

Por Luis Manuel Aguana

No deseo que se interprete esta nota como una “defensa” a la candidatura del Embajador Diego Arria a representar a Venezuela ante la ONU. No lo es. Entre otras razones porque el Dr. Arria no la necesita. Quienes realmente necesitamos que el Embajador Arria sea nuestro representante allí somos los venezolanos, no el. Quien es una Institución en esa organización de Estados es él, no nadie que se le pueda siquiera ocurrir a la mezquindad del G4 de la Asamblea Nacional, quienes están nombrando gente sin preparación en el terreno diplomático. Y Guaidó es el que aparece al frente pagando los platos rotos. Tiene que haber un culpable y él es el Presidente Encargado.

Por eso es al revés la cosa. Nosotros, los venezolanos, necesitamos de Arria, no él de nosotros. Arria es el venezolano internacionalmente más reconocido del país. Sus logros internacionales trascienden a un mero puesto burocrático en la ONU o cualquier otro lugar. Sin embargo, sin necesitarlo estaría dispuesto a hacerlo, y lo único que hace falta para que el se ponga al frente es que se lo pidan, pero eso si, con absoluta independencia en el actuar a favor de Venezuela, no de los partidos de la Asamblea Nacional.

Y estoy seguro que lo haría no solo por el venezolano insigne que es, sino porque no le importaría hacer un puesto que ya hizo por la sola vocación de ser útil a Venezuela en el peor momento de su historia. Pero allí está el detalle, Cantinflas dixit. No necesitan a alguien que trabaje para Venezuela, necesitan a alguien que trabaje para ellos, no con ellos. Y por eso no lo designarán. Preferirán a alguien que “no los opaque”, que “siga línea”, que “no quite el protagonismo”. Eso es muy propio de gente insignificante, de la cual está muy plagada por cierto la Asamblea Nacional.

Lo que quiero poner de relieve en esta nota es que eso que está sucediendo con el caso del Dr. Arria en la ONU es tal vez la quintaesencia del problema que estamos padeciendo como pueblo y que de continuar, no habrá intervención militar extranjera que valga para resolver el fondo de este problema que llevamos por dentro los venezolanos.

Los venezolanos tenemos que cambiar, y si esta tragedia que nos ha pasado no lo logra, no lo logrará absolutamente nada. Los detalles del porque Arria no ha sido designado Embajador de Venezuela en la ONU están mucho mejor expuestos de lo que lo que este escribidor podría describir aquí, en el artículo del periodista Orlando Avendaño en PanamPost (ver ¿Por qué Guaidó ha olvidado a las Naciones Unidas?, en https://es.panampost.com/orlando-avendano/2019/04/10/por-que-guaido-ha-olvidado-a-las-naciones-unidas/). Pero el problema tiene unas raíces más profundas.

Los venezolanos le tienen una aversión muy honda a la independencia de criterio, a la competencia, a la excelencia, a que la gente destacada en cualquier campo, aporte y brille con luz propia. Es por eso que ustedes ven que los venezolanos alcanzan los mejores puestos fuera del país, y no en Venezuela. Ejemplos sobran. Tengo la teoría que como es tan extraordinariamente difícil hacer una carrera sorteando mezquindades, zancadillas y bloqueos en Venezuela, cuando sales al exterior -que también hay bastantes mezquindades, zancadillas y bloqueos- el grado es tan comparativamente inferior que hace que un venezolano logre, con cientos de veces mayor probabilidad, cualquier cosa que se proponga fuera de Venezuela. De allí que veamos venezolanos brillando en todo el planeta dándonos orgullo. Pero ni de casualidad que son respaldados después en su propio país. Por eso no regresan y todos ellos fallecen afuera deseando hasta el final de sus vidas hacer algo por su país. Y paradójicamente, sus propios compatriotas, por mezquindad, no los dejan. ¡Qué increíble! Por eso escribí hace 5 años una nota especialmente dedicada al caso de Diego Arria (ver La Fórmula Arria o cuando en la casa del herrero los cuchillos son de palo, en  http://ticsddhh.blogspot.com/2014/03/la-formula-arria-o-cuando-en-la-casa.html).

Pero en el campo político la cosa toma matices exponencialmente brutales. Allí campean y florecen las mezquindades, zancadillas y bloqueos, por razones del muy bajo nivel, personal, cultural, educativo, etc., de la mayoría de los protagonistas de la política venezolana. ¿Reconocerle a alguien algo en política en Venezuela? ¡Nunca! Si los políticos venezolanos de la época no le reconocieron nada al mismísimo Generalísimo Francisco de Miranda hasta siglos después de su muerte, nada más ni nada menos que al único americano (¡no digo venezolano!) cuyo nombre está grabado en piedra en el Arco de Triunfo de París, y a quien Francia otorgó el título de héroe de la Revolución Francesa y Mariscal de Francia, ¿ustedes creen que los políticos de ahora le van a reconocer algo al Embajador Diego Arria? Eso es un comportamiento al que tenemos la obligación histórica de sobreponernos ahora mismo porque está en juego la supervivencia de nuestro país.

Pero esto debe venir aparejado con la mejora sustantiva de la calidad de quienes hacen política en Venezuela. Ustedes ven que en otros países, como en el caso de los Estados Unidos, personalidades que luego de hacer una larga carrera en la empresa privada (como el caso de Rex Tillerson, ex Secretario de Estado, ex Presidente de la transnacional Exxon Mobil), o después de haber ejercido la práctica de su profesión por muchos años (como en el caso del ex Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, profesor en la Universidad de Chicago y abogado de derechos civiles en la firma Davis, Miner, Barnhill & Galland) se aprestaron para hacer servicio público a través de carreras políticas en partidos que buscan los votos de los electores. No llegan a ser políticos para servirse sino para servir. Es el justo término de una carrera en la que ya han conseguido su estabilidad profesional y se aprestan ahora a dar de lo que han aprendido a la sociedad.

Pero así no se plantean las cosas en la política venezolana. Es justamente al revés. El sistema está basado en servirse de la política, no en servir a la gente. En usarla para beneficio, primero del partido y luego en el propio, para luego dejar lo que quede de eso a la población. Hay gente que hace carrera en los partidos, comenzando por pegar afiches en las calles, pasando por cargarle los maletines a los jefes, hasta avanzar a punta de “viveza”, zancadillas y bloqueos a las más altas posiciones políticas. Si no que se los diga Nicolás Maduro, que de chofer de Metrobus llegó a Presidente de la República, sin tener ninguna calificación para eso, bajo la sombra de un golpista. Y eso es exactamente el mismo comportamiento de la oposición oficial que ahora maneja decisiones de la importancia de las que hay que tomar ahora con la ONU. ¿Cuál creen ustedes que será la respuesta? ¿Una persona del calibre del Embajador Diego Arria? Eso es como pedirle cambures a una mata de mango.

Lamentablemente la política en Venezuela es el campo de acción de oportunistas y filibusteros. Cuando los muchachos de la generación universitaria del 2007 integraron los partidos, entre ellos el Presidente Encargado Juan Guaidó, algunos pensamos que ellos podrían representar algún cambio en la manera de hacer política en Venezuela. Nos equivocamos. Fue todo lo contrario. Ellos fueron mimetizados en la manera tradicional de los viejos políticos de “hacer política”, hasta el punto que en este momento están convencidos que es la única manera de hacerla. ¡Qué desperdicio de juventud política!

Muchos de esos jóvenes en la Asamblea Nacional son seguidores ciegos de las prácticas y el pensamiento de personajes como Henry Ramos Allup y el resto de toda esa gente que fueron testigos y responsables, por acción u omisión, de lo que ocurrió en el país antes de la aparición del golpista Hugo Chávez. Es por eso que la trampa en la que se encuentran es muy grave porque no saben hacer otra cosa. No cuentan con la experiencia profesional que solo dan los años y la práctica en el ejercicio de una profesión, que al menos les pueda dar una orientación de hacia dónde proyectar soluciones. Es lo que llamo haber tenido jefe. Ven por los ojos de esos viejos que lo que quieren es terminar sus días con poder. Es verdaderamente triste desperdiciar así una juventud.

Tenemos que voltear el paradigma político de Venezuela. Eso tal vez pueda tardar una o dos generaciones si comenzamos ahora, después que políticos como Ramos Allup, Barboza, Borges, Rosales y muchos más hayan pasado a mejor vida dejando en paz a Venezuela. Pero requiere también entender que tenemos que hacer de la política una actividad digna de ser realizada y que gente capaz la entienda como en países más desarrollados. Será tal vez por eso que la Comunidad Internacional no entiende porque los venezolanos no han nombrado al Embajador Diego Arria como nuestro representante en la ONU, cuando todos nos envidian que tengamos semejante gigante de la diplomacia, un personaje extraordinario que se enorgullecerían por tener, dispuesto a servir a nuestro país, y no lo pongamos al servicio de Venezuela en la hora mas oscura de nuestro país. Más patético e indignante, imposible...

Caracas, 11 de Abril de 2019

Twitter:@laguana

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