jueves, 15 de enero de 2015

Necromonas opositoras


Por Luis Manuel Aguana

Es impresionante notar desde hace unos días el “sorprendente” descubrimiento de la oposición oficial de que ahora si hay que salir a la calle para combatir al régimen. Que ahora si se justifica porque “no se consiguen los productos” o hay super colas en los mercados, tanto privados como los del régimen, para comprar lo poco que queda para comer. Al parecer no lo pensaron así cuando otro derecho muchísimo más importante, el derecho a la vida, había sido violentado por el régimen al masacrar 43 jóvenes en las calles el año pasado. ¿Preocupante, verdad?

Pues bien, de eso es que han vivido por décadas quienes ahora si descubrieron que estamos delante de un régimen delincuente, pero solo porque se le acabaron los reales que lo sustentan. Ahora si es que hay que llamar a marchas para ponerse ellos por delante y así liderar “la lucha por la libertad y la democracia”. Incluso se le da cabida en los noticieros de las estaciones de televisión que hasta ahora solo pasaban comiquitas, novelas y concursos de belleza. Algo está pasando allí.

Los reales no solo se le acabaron al gobierno para importar alimentos, sino para mantener a mucha gente que lo sustenta, incluyendo a quienes dicen hacer oposición. Y así como los cubanos están viendo como se posicionan desde ahora en aquello que de una manera u otra vendrá, nuestra oposición bonita está haciendo lo propio, levantando unas banderas en las que NUNCA creyeron porque pensaron que el barril no bajaría de 100 dólares. Es un análisis crudo pero realista.

La recomposición esta a la orden del día. Todos, a su manera, están analizando cual será su posición “después”. Es por eso que nadie quiere perder sus puestos. Pero, ¿como saben que el régimen está caído? ¿En que basan esas premisas? Debe ser que la oposición oficial debe haber aprendido a oler la muerte. Y eso no sería extraño, existe una teoría científica según la cual la muerte tiene un olor especial (ver el interesante trabajo de Riquelme, “Necromonas: el olor de la muerte” http://www.ejournal.unam.mx/cns/no63/CNS06309.pdf).

¿Ustedes se hubieran imaginado a la MUD, que fue a sentarse con el régimen a un dialogo que enfrió la protesta cívica del año pasado, llamando a la calle en ese momento como lo hacen ahora para protestar, como debió ser, por el asesinato de los 43 muchachos? Si no se hubieran sentado “a dialogar” en ese momento crucial, estuviéramos contando otra historia ahora. Pero al parecer se le ha desarrollado el olfato para las necromonas, el aroma que despide un organismo a punto de morir, y están actuando en consecuencia.

Pero ellos no están actuando como el gato “Oscar” que predecía la muerte de los pacientes en una residencia de enfermos terminales (ver  http://nitecuento.es/blog/2011/02/14/el-olor-de-la-muerte-antes-de-que-ocurra/) dándoles confort. No. Se están apurando para tomar las posiciones y acciones previas necesarias para establecer con anticipación “como quedo yo allí” después de esa muerte, frente a una población sumamente arrecha con el gobierno y con su oposición.

 Los venezolanos no podemos ser, precisamente en esta hora y en este tiempo, objeto de nuevos engaños por aquellos que claramente nos abandonaron en las horas más negras del 2014. Es cierto que se dice que el venezolano es olvidadizo pero, así como no olvidan las familias de aquellos que murieron y de quienes todavía sufren las persecuciones del régimen, que aun no han cesado; con estudiantes vejados que todavía se encuentran desde el año pasado en régimen de presentación en los tribunales, es preciso que el resto de los venezolanos, por un mínimo de respeto hacia ellos, tampoco olvidemos.

Es impresionante el cinismo y la desvergüenza. Desde aquellos que insisten con el mayor desparpajo, sin exigir un mínimo de condiciones electorales y aceptando el mismo CNE, que seremos “mayoría” en las próximas elecciones parlamentarias (como si en el 2010 no se hubiera logrado una mayoría en votos para esa Asamblea Nacional), hasta aquellos que sin ninguna autoridad moral nos llaman a la calle cuando no tuvieron el coraje-por no decir la palabra apropiada-, en el tiempo que tenían la obligación moral y ética de hacerlo. Pero ahora sí, porque de alguna manera huelen la muerte del régimen antes de que ocurra.

Venezuela está condenada a cambiar. De los venezolanos depende de cómo se hará. Si es “cambiar” para seguir en lo mismo que nos condujo a un autócrata megalómano en 1998, o a reformular el sistema que nos llevó allí. El Proyecto País Venezuela Reconciliada Vía Constituyente (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/) plantea una manera. Obviamente no es una receta ni una panacea, pero es una propuesta seria, estudiada y profunda que podemos discutir para la reconciliación y reconstrucción del país.

Sin embargo de quienes ya olieron las necromonas no oímos sino consignas y la nueva es “esto se acabó”. ¡Por favor! Si queremos que el país se enrumbe por caminos ciertos de desarrollo y paz hace falta trabajo y estudio, no politiquería oportunista. El reto de los liderazgos de ahora en adelante no será ver “como quedo yo allí” después de la catástrofe sino ser los conductores de las grandes transformaciones que requiere el país ante una población que ahora más que nunca necesita respuestas y propuestas serias. Por eso es que en los países que surgen de sus cenizas, los liderazgos que los reconstruyen nacen de ellas, no de aquellos que de alguna manera olieron la muerte de lo que se derrumbó porque precisamente de ellos son esas cenizas…

Caracas, 15 de Enero de 2015

Twitter:@laguana

domingo, 11 de enero de 2015

El lugar de la incertidumbre


Por Luis Manuel Aguana

El DRAE define “incertidumbre” como “1.f. Falta de certidumbre”, y a su vez define “certidumbre” como “1.f. Certeza”. Esa cadena nos lleva a la definición de “certeza” como “1.f Conocimiento seguro y claro de algo” y “2.f. Firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor a errar”. Entonces, de acuerdo a esa primera acepción del DRAE podemos indicar que todos los venezolanos nos encontramos en una falta de “conocimiento seguro y claro” de lo que pasará en el país, y en la segunda nos lleva a pensar que una situación en la cual nuestra mente no se pueda aferrar a “algo conocible” nos debe llevar a un estado claro de desesperación.

Cuando ocurre lo que claramente está sucediendo en el país, las personas no piensan, y se dejan llevar por sus instintos. Es como cuando ocurre un incendio. La situación de pánico hace que la gente haga las cosas menos sospechadas, incluso hasta correr sin saber, en la dirección de las llamas. En esos momentos, la mente es un papel en blanco para que alguien ponga ideas. Cualquiera que grite “¡vamos por aquí!” hace que una multitud de personas vaya por “allí”. Y eso es lo que está pasando en Venezuela, donde hay gente interesada que la multitud corra de acuerdo a sus intereses aprovechando el incendio, por lo que hay que identificar el momento cuando eso ocurre.

Y volviendo al DRAE, la incertidumbre es, si no la causa principal, una de las más importantes de esos estados de desesperación. El común de las personas necesita certeza para sus vidas, estando claramente establecido quien la debe suministrar, entre otras razones, porque es su responsabilidad. Eso lo he entendido y comprobado desde los días en que me tope por primera vez con el constructo expresado del Modelo de Parsons, que deseo introducir aquí porque creo que nos podría ayudar para entender un poco a lo que nos está pasando ahora.

Según Parsons, a medida que ascendemos desde los niveles más bajos hasta los niveles institucionales más altos de la pirámide social, empresarial, o simplemente humana que se organice para conseguir objetivos sociales, empresariales o simplemente humanos, vamos presenciando una continua degradación de la certidumbre en la cual se encuentran los individuos.

Los trabajadores en la base deben tener completa certidumbre para poder realizar sus labores. Un ejemplo: un obrero de la construcción al llegar diariamente a su trabajo debe saber con total certeza lo que va a realizar ese día. Si va a levantar una pared de 2x3 m2 con X ladrillos y Y cantidad de cemento, que deben estar disponibles; o si pondrá las ventanas del piso X del edificio que se está construyendo, para lo cual debe disponer de esas ventanas cuando llegue. A eso lo llamamos un sistema cerrado porque no están expuestos a las variaciones que pueden ocurrir en su entorno, con lo cual estamos en presencia  de certidumbre completa.

En la medida que subimos en la pirámide, en los niveles gerenciales, la certidumbre disminuye. Siguiendo en el ejemplo, los ingenieros a cargo de la obra deben garantizarles a los obreros y sus maestros de obra que es lo que hay que hacer y con qué. Ya allí la cosa se pone más difícil. Deben coordinar logística, proveedores con los que se firmaron los contratos para suplir materiales y un sin fin de detalles más. Habrá cosas que les será difícil garantizar pero es su trabajo y su responsabilidad hacerlo. Y si no consiguen algo, deberán parirlo porque si no será imposible garantizar certidumbre al nivel inferior. Ese es precisamente su trabajo como gerentes. Sin embargo, en algún punto las cosas no funcionarán y la solución saldrá más complicada. En ese nivel de la pirámide el sistema es semi-cerrado, pues habrán cosas que pasaran fuera del control de los responsables ya que se está expuesto a las variaciones externas por lo que su certidumbre es incompleta.

Al nivel de la alta gerencia, en el tope de la pirámide, la incertidumbre es el trabajo de todos los días. Desde que el gobierno los expropie hasta las fuentes de financiamiento y los costos definitivos de la obra en un ambiente bajo inflación. Aquí lo seguro es que no hay nada seguro. Hay certidumbre cero, eso es precisamente con lo que hay que lidiar todos los días. Desde que el gobierno cambie las reglas laborales hasta que el negocio deje de ser negocio por causas desconocidas. En este punto el sistema es completamente abierto, está completamente expuesto. Entonces, no puede haber algo como incertidumbre en la base de sustentación de la pirámide porque si no, significa que el sistema dejo de ser viable.

Si trasladamos ese modelo a la pirámide social del país, pueden imaginarse quien es la base: todos nosotros que no tomamos decisiones y que la certeza debe ser nuestro pan de cada día. Saber que hay un trabajo cierto por el que cobramos quince y ultimo; que existen los productos que necesitamos para llevar una vida estable; que sabemos cómo llegamos todos los días a ese trabajo, y que hay un lugar donde llevar a nuestros hijos para que se eduquen, así como todas las cosas que ustedes puedan pensar que espera como ciertas un individuo en cualquier sociedad.

Al nivel medio de esa pirámide, podemos poner a las organizaciones que nos contratan para hacer un trabajo, así como el resto de las que conjuntamente hacen vida en la sociedad y que nos garantizan eso que complementa nuestro diario vivir. Ellas viven constantemente en ese sistema semi-cerrado donde hay que garantizar sueldos a costa de incertidumbre.

Y por último, en el tope de esa pirámide, ponemos al Estado y al gobierno que lo administra. Ese es el que debe vivir en la completa incertidumbre, no nosotros ni los niveles medios, precisamente porque ese es su trabajo, generar certidumbre para toda la sociedad.

De todo lo anterior derivamos quien tiene la responsabilidad de qué y porqué, y las razones por las cuales cuando la incertidumbre se generaliza en un país entero, el sistema como un todo es inviable. La base y los niveles medios no pueden detener su actividad porque crean más incertidumbre. Lo que hay que hacer es protestar para exigirle certidumbre a quien por obligación debe garantizarla. Sin embargo el país se encuentra envuelto en un estado tal de desesperación, producto de una incertidumbre que no le corresponde tener, que está operando una suerte de escenario de incendio donde se le está haciendo caso a aquellos que prendieron el fuego.

Para volver a colocar las cosas en su lugar, es preciso elevar la certidumbre de abajo hacia arriba. Y eso solo lo puede hacer la pirámide con un nuevo tope que entienda este concepto para  restituir la viabilidad perdida. Tenemos muchos años sin disfrutar certidumbre. Ya es hora de cambiar el sistema a través del cual los gobiernos han administrado certidumbre a la población desde hace más de 200 años, por uno que nos la garantice, pero esta vez de una manera definitiva. Ya es hora de colocar la incertidumbre en su lugar.

Caracas, 11 de Enero de 2015

Twitter:@laguana

martes, 6 de enero de 2015

No vendemos políticos



Por Luis Manuel Aguana

Entre las reflexiones de fin de año que hice en referencia al Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/) hay una en especial que deseo compartir este año que comienza. ¿Recuerdan esos carteles que ponen las librerías para indicar que no sacan fotocopias? O mejor aún, aquel que ponen algunos kioscos de periódico para evitar contestar preguntas: No vendemos tarjetas telefónicas. Y eso pasa porque es tan fácil confundirse cuando uno va a sacar copias o buscar tarjetas para el celular, como cuando nos preguntan cuál es la oferta política del Proyecto País Venezuela, comparando la Constituyente que proponemos con lo que ofrecen los partidos políticos. Por eso en el PPV debemos colocar un cartel grande que diga "No vendemos políticos".

Los partidos son los que venden políticos.  Reclutan militancia, y a veces-solo a veces-, los forman en una ideología, luego los sacan a la calle a ver que hacen por el partido, y finalmente, si son buenos, tratan de venderlos a los electores en las carreras por los votos a ver quien se desenvuelve mejor. De allí, vuelta al comienzo. Por supuesto, si pegan algún candidato, eso refuerza el objeto del partido, creando solidez a su base de sustentación. Es un sistema que en realidad funciona si quienes participan de él, no solo lo hacen a favor de la población que representan, sino que sus ejecutorias verdaderamente representen un cambio en la calidad de vida de la gente, y en términos generales, del país entero. De eso se trata la representación popular.

Pero lamentablemente ese sistema dejo de funcionar. Para entender mejor que es lo que intento decir con eso de que “el sistema dejó de funcionar”, debo antes explicar que es lo que entiendo yo por “sistema” para que todos estemos hablando y comprendiendo lo mismo.

Un sistema es un conjunto de unidades recíprocamente relacionadas, unidas por alguna forma de interacción o interdependencia que realizan una actividad para alcanzar un objetivo. Si consideramos a un automóvil como un sistema de transporte, todas sus partes están interrelacionadas para producir un resultado que no es otro que transportar a sus ocupantes de un sitio para otro. Pero ese sistema está a su vez interrelacionado con un sistema mayor que lo alimenta que hace que sea posible su funcionamiento.

Por ejemplo, en ese “sistema automóvil” es necesario que existan bombas de gasolina, para que el motor de combustión que tiene pueda funcionar, deben existir carreteras por donde este pueda desplazarse, estacionamientos para poderlos guardar, mecánicos para poderlos reparar, y un sinfín de bienes y servicios alrededor de ese sistema que llamamos “automóvil”. Incluso podríamos pegarle a eso una escala mayor adicional como lo son los sistemas mundiales de refinación para poder fabricar el combustible que usa el automóvil, que como sabemos es un derivado del petróleo.

Si un solo componente de ese sistema cambia por cualquier razón, como en efecto se está hablando ahora del cambio de los motores de combustión interna por motores eléctricos para la salvaguarda del ambiente, entonces TODO el sistema cambia y los sistemas asociados, desde la más baja escala, el automóvil mismo, hasta la más alta, como por ejemplo la manera en que se le dotará de la energía al automóvil para que pueda funcionar. Desaparecerían las bombas de gasolina-y los empleos que produce-, toda la industria de partes y piezas de motores de combustión interna desaparecería (motores, bombas de gasolina, bujías, pistones, etc., etc., etc...) y todo aquello relacionado con esa manera de hacer las cosas. Pero por otro lado nacería algo nuevo, otra industria que girará alrededor de lo que llegó para poder hacer funcionar el sistema.

Entonces, cuando hablamos que un sistema no funciona y debemos cambiarlo por otro HAY CONSECUENCIAS en todo aquello que vivía relacionado con la anterior manera de hacer las cosas. Hagamos ahora un ejercicio de imaginación.

Supongamos que cambiamos el sistema de subsistencia financiera regional establecido en la Constitución a través del Situado Constitucional (Art.167) que indica “un máximo del 20% de los ingresos ordinarios estimados anualmente por el Fisco Nacional” (que para el presupuesto 2014 fue de menos del 16%) por un sistema que entregue por ejemplo un mínimo del 80% a los Estados y Municipios y le quite el control de la chequera (la Hacienda Pública) al Presidente de la República, dejando el gobierno central bajo el control de un Parlamento, como ocurre en un sistema parlamentario. Eso sería como cambiar el motor del actual sistema.

Aun cuando en la actualidad es competencia EXCLUSIVA de los Estados “dictar su Constitución” (Art. 164.1), “y organizar sus Municipios y demás entidades locales y su división político territorial…” (Art. 164.2), los partidos políticos no se interesan por hacer eso en los Estados más allá de contar con una presencia política obligada que les de sustento para hacer uso de los pocos recursos regionales para sobrevivir. Allá no controlan los contratos de grandes obras, ni pueden influir en las grandes decisiones de política y de inversión pública. Eso se hace en Caracas y en Miraflores. Caracas no produce ni lo que come pero se lleva constitucionalmente la administración de al menos el 80% de los ingresos ordinarios estimados anualmente por el Fisco Nacional.

Es por eso que cualquiera que pueda dejar de vivir en el interior en la primera oportunidad sale corriendo para Caracas, dejando su pueblo para ver como se pone en algo en la capital. ¿Dónde creen que estaría el principal interés político de los partidos? ¿En buscar controlar la Presidencia de la República y los escaños de la Asamblea (como antes en el Congreso) o lograr el bienestar de la gente con los escasos recursos en cada uno de los Estados? Respuesta obvia.

Y esa situación se ha repetido y repetido en nuestra historia republicana. Solo vean las biografías de los Presidentes de la Republica y revisen donde nacieron. Del siglo pasado al presente todos son del interior del país (con la excepción de Gallegos), sin contar el actual que no es venezolano, salvo que presente su Partida de Nacimiento. Con ese cambio en el incentivo fundamental, la política se haría principalmente regional, no nacional y obviamente el interés de los partidos y su dirigencia se volcaría hacia las regiones. Pero eso no vendría solo. 

Si los ciudadanos de un Estado saben que al elegir a alguien de su propia localidad le están dando el poder para cambiar su calidad de vida, porque tiene como hacerlo ya que  sus impuestos se quedan allí y son producidos por ellos mismos con el sudor de su trabajo y lo administra alguien cercano, que no vive en Caracas sino en su propia región, los administradores regionales deberían pensarlo muchas veces para robárselo o malbaratarlo. La gente los iría a buscar muy cerca. Habría 24 Estados que tendrían la misma oportunidad y la movilidad laboral- y política-, no se haría hacia Caracas sino hacia la región que lo haga mejor y produzca mayor calidad de vida.

Cada Estado, en ese escenario, si podría con base cierta realizar una Constituyente Regional y “dictar su Constitución” para establecer su propio plan de desarrollo de acuerdo a sus potencialidades y comprometerse a producir para su gente lo que mejor pueda producir, aportando un diezmo para el mantenimiento de un gobierno Federal, por decir un ejemplo. Un Estado así si podría organizar, como dice la Constitución actual, sus Municipios y demás entidades locales conforme a ese plan de desarrollo, generando riqueza para su región, organizándose adecuadamente para los fines de ese Estado.

Pero una consecuencia importante de ese cambio en el sistema sería que los Diputados y los Senadores (porque también los habría) que sean electos en los Estados conforme a esa nueva distribución del poder, no irían a un Parlamento en Caracas para ocupar puestos para el partido que los puso allí, como ahora, sino para exigir como representantes verdaderos de los ciudadanos de su Estado, de acuerdo a lo que este sea capaz de generar, imponiendo un rumbo diferente al poder central; que de acuerdo a ese nuevo estado de cosas, tendría que someterse a la verdadera soberanía de un pueblo que produce. No podría actuar más como un poder central repartidor y extorsionador de lo que pertenece a todos los venezolanos, como ocurre ahora con con el actual sistema, sino como un coordinador de regiones con poder y riqueza propias.

Pues bien, nuestro cartel en el Proyecto País Venezuela dirá “No vendemos políticos”. Ese es el trabajo de los partidos. Nosotros estamos en una cosa muy diferente. Estamos vendiéndoles a los venezolanos un nuevo sistema político donde quepan nuevos partidos y los actuales se amolden a las consecuencias que ese cambio traería. Cierro este ejercicio de la imaginación sustentando que si le cambiamos la tecnología al motor político de Venezuela eso traerá como consecuencia que el resto de los sistemas que viven de él cambien. Cambiarían las formas y los protagonistas, así como la responsabilidad ciudadana de exigir a los gobernantes. Tal vez esa sea la única manera de hacer viable esa Venezuela sentada sobre una riqueza que precisamente no es petrolera…

 Caracas, 6 de Enero de 2015

Twitter:@laguana