domingo, 5 de julio de 2015

La República Civil

Por Luis Manuel Aguana

Nos han metido tanto el militarismo en el ADN que no hay fecha patria en que no haya un desfile militar. ¡Todas destacan una batalla o alguna hazaña militar! Muchos venezolanos están convencidos que todas las fechas a las cuales debemos algún recuerdo conmemorativo son producto de alguna intervención de los militares al punto que no nos dejan olvidarla. Eso atornilla y condiciona la mente de los ciudadanos.

Deseo expresar aquí que eso no es así. Particularmente hoy, 5 de Julio de 2015, no solo quiero recordar sino exigir que se rinda homenaje a la civilidad y a los héroes civiles que fundaron este país y que para ello no necesitaron más que su inteligencia y su determinación, sin portar más armamento que una pluma para escribir y unas ideas claras de libertad en su mente. Incluso, que esta fecha epónima en la cual se reparten los sables de los nuevos oficiales de la Academia Militar, es profundamente civil.

¿Quiénes fueron los firmantes del Acta de la Independencia el 5 de Julio de 1811? Veamos: En una extraordinaria intervención en un Foro de El Nacional, el Dr. Asdrúbal Aguiar (ver https://soundcloud.com/laguana-1/intervencion-del-dr-asdrubal-aguiar-foro-el-nacional-21-07-2014) indicó: " No debemos olvidar que el Congreso de 1811 cuando se construye, se integra, el 78% de sus miembros eran egresados de la Universidad Santa Rosa de Lima y Tomas de Aquino, que era como se llamaba, y todos ellos en conjunto Doctores en Letras, Doctores en Canon, Doctores en Derecho Civil…". En otras palabras, allí se encontraba la más esclarecida representación civilista de nuestra sociedad. ¿Había acaso allí algún grupo militar por el que se pudiera decir que este acto tuviera ese sesgo histórico militarista? Obviamente que no, el acto fue civil. Por supuesto, quienes la respaldaron, peleándola en una guerra para hacerla realidad, debían y tenían que ser nuestros militares. Pero primero, lo primero. El acto político fundamental de firmar un Acta declarando independiente a una nación, ES UN ACTO FUNDAMENTALMENTE CIVIL Y POLÍTICO.

Los héroes del 4 de Julio en los Estados Unidos fueron Thomas Jefferson, John Adams, James Madison, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, todos civiles. Y aunque George Washington, firmante de la Declaración de Independencia fuera posteriormente Comandante en Jefe del Ejercito Continental, ...solo había sido coronel de regimiento en la frontera virginiana y tenía poca experiencia en combate. No sabía nada de mover grandes masas de soldados y nunca había dirigido un asedio a una posición fortificada. Muchos de sus oficiales habían salido de las capas medias de la sociedad: había posaderos convertidos en capitanes y zapateros en coroneles…” (ver https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Independencia_de_los_Estados_Unidos). Quienes forjaron la Independencia de los Estados Unidos fueron civiles y algunos posteriormente se obligaron a ser militares por fuerza de las circunstancias. Fueron esos civiles los que pensaron ese movimiento que cambio la historia de ese país.

No es ninguna pendejada que luego de ganarse esa o cualquier guerra los vencedores reclamen el botín. Venezuela no fue, es, ni será una excepción de esa conducta que ha prevalecido desde el inicio de los tiempos. Sin embargo lo que precisamente separa a las naciones civilizadas y desarrolladas de aquellas que no lo son, es precisamente eso, que luego de los conflictos se regrese a la civilidad y que aquellos que pelearon esas guerras se sometan a la autoridad civil y al imperio de la ley y el Estado de Derecho.

Tamaña diferencia hace a las naciones. Sin embargo, Venezuela tiene solo alrededor de un quinto de su tiempo republicano gobernada por civiles. ¿Como entonces le podemos pedir a la gente que no se alumbre por una charretera? Lo tenemos cableado en nuestra idiosincrasia. Cuando nuestro incipiente ensayo democrático empezó a boquear después de 40 años, no se le dio una oportunidad para enmendarse, la gente salió corriendo a buscar un militar golpista. Y aun estamos entonces en período de maduración.

Sin embargo, Restituto “Tuto” Calvo Fuentes, nos promete en su libro “Nace la Segunda República Civil de Venezuela”, en palabras de su prologuista Don Rafael Grooscors Caballero, que estamos “presenciando los últimos avatares de la Primera República Civil de Venezuela, insistiendo en cuanto a que todo el pasado, todo lo anteriormente vivido por los venezolanos, desde la Independencia, había sido una desorganizada prolongación de la cultura colonial, eminentemente episódica, repitiendo, una y otra vez, la aparición casi fantasmal del monarca absoluto y de una corte de interesados, graduados en las artes de la adulancia y la inmoralidad.” (ver Prólogo del libro Nace la Segunda República Civil de Venezuela en http://ticsddhh.blogspot.com/2015/07/nace-la-segunda-republica-civil-de.html. El libro será publicado, de acuerdo a su autor, a finales del mes de Julio 2015).

De acuerdo a este planteamiento, Don Rafael Grooscors Caballero indica que esta Primera República Civil, “tras la llamada “Revolución de Octubre” y consolidada luego del 23 de Enero de 1958, a la caída del Dictador--  tenía la obligación de evolucionar en relación con las nuevas tendencias federativas del mundo y de no hacerlo, caería en una debacle decadente,  lo que exigiría su suplantación histórica por un proceso más acorde con la realidad mundial.”. Esto es, transformarnos en una Segunda República Civil, federal y evolucionada.

¿Podremos hacer eso? Son muchísimos años de militarismo pero es una obligación histórica de nuestra sociedad llegar a esa Segunda República Civil, si deseamos que Venezuela entre en la modernidad del Siglo XXI. El rescate de la civilidad lograría, como en 1811, que quienes tienen la obligación de combatir para defender lo que los ciudadanos civiles decidan, lo hagan como lo hicieron sus antepasados en los años de la Independencia.

De eso hablamos precisamente cuando proponemos una nueva convocatoria del Constituyente para restituir la civilidad y el imperio de la Constitución y el Estado de Derecho, poniendo orden donde ahora hay desorden e intervención extranjera. Solo convocando limpiamente a los legítimos representantes del pueblo, la quintaesencia de la civilidad, el Poder Originario, cualquier poder en armas deberá subrogar su voluntad a él, corrigiendo el desorden que ha intercambiado a quien debe estar por encima de quien en el ejercicio del poder.

Cuando llegue el momento-que tarde o temprano llegará-, en que los militares reconozcan que no puede haber República en el sentido que la diseñaron nuestros fundadores CIVILES en 1811, que primero son los civiles quienes marcan la pauta de su accionar como militares, entonces, solo entonces, no solo tendremos paz, sino que seremos testigos excepción de los primeros pasos que recorrieron las mejores naciones para emprender su largo camino hacia el desarrollo.

Caracas, 5 de Julio de 2015

Twitter:@laguana

Nace la Segunda República Civil de Venezuela - Prólogo





 
PRÓLOGO
(Reivindicando la CUENCA DEL ORINOCO)
          
Recuerdo el momento cuando estreché, por primera vez, la mano del autor de este libro. Incursionaba en el mundo de la creatividad publicitaria y ambos solíamos hablar, por horas, de las características del mercado, de la oferta y la demanda y de cómo formar criterio en el consumidor, para alentarle a tener éxito en su decisión final para la selección de un producto acorde con sus necesidades. Desde el primer contacto, me impresionó, muy favorablemente, la visión adelantada del amigo “Tuto” Calvo sobre la relación de la política y la economía, dentro del contexto cultural. Para él, hace más de cuarenta años, ya el mundo andaba asumiendo, sin vacilaciones, el hondo alcance de transformaciones en sus valoraciones humanísticas, como para desterrar de su cuerpo histórico todo lo que no le fuese realmente conveniente. Por eso no me sorprendí cuando lo escuché hablando un lenguaje que me era familiar. “Por el camino que vamos, inevitablemente, caeremos en el abismo”. Y sin desconocer que vivíamos en una sociedad con una democracia bien formada, al menos en cuanto a su perfil político, me habló, insistentemente, de que estábamos presenciando los últimos avatares de la Primera República Civil de Venezuela, insistiendo en cuanto a que todo el pasado, todo lo anteriormente vivido por los venezolanos, desde la Independencia, había sido una desorganizada prolongación de la cultura colonial, eminentemente episódica, repitiendo, una y otra vez, la aparición casi fantasmal del monarca absoluto y de una corte de interesados, graduados en las artes de la adulancia y la inmoralidad.  Decía “Tuto” que esa Primera República Civil –implantada en 1945, tras la llamada “Revolución de Octubre” y consolidada luego del 23 de Enero de 1958, a la caída del Dictador--  tenía la obligación de evolucionar en relación con las nuevas tendencias federativas del mundo y de no hacerlo, caería en una debacle decadente,  lo que exigiría su suplantación histórica por un proceso más acorde con la realidad mundial. Son los prolegómenos de su propuesta, formalizada en este libro, para la fundación de la Segunda República Civil de Venezuela, como escenario capaz de admitir la conveniencia de incorporar al país al nuevo idioma de los nuevos tiempos: la sociedad de los productos; la sociedad cliente; la sociedad de la eficiencia y el rasgo federativo fundamental de la organización territorial, abriendo desde ya las puertas al futuro.
          
¿Conocemos los  venezolanos el potencial verdadero de la Cuenca del Orinoco? Mucho más allá de la Faja Bituminosa o Faja Petrolera, de costosa explotación, ¿sabemos cómo establecer al Gran Río, el segundo en caudal de aguas en el mundo, como sustento esencial para un desarrollo macro-industrial que nos permita generar una Renta Externa sustitutiva a la esclavizante del Petróleo?  Hay que leer las reflexiones contenidas en este libro-propuesta, para entender hasta qué punto nos hemos olvidado, despreciándolo, de nuestro propio país. Hasta qué punto una cultura imitativa nos ha obligado a permanecer como una colonia, casi miserable, del mundo desarrollado y sumirnos, por contrario imperio, en el más lamentable subdesarrollo funcional. Calvo retrata a Venezuela desde su óptica reflexiva y nos invita a preguntarnos cómo es que hemos dejado a nuestra Nación perecer en manos de un decadente centralismo colonial, esencialmente militarista y no civil. Nos habla de lo que fue, en su momento, el anhelo de la Guerra Federal del Siglo XIX, la Autonomía de los Estados, su cualidad productiva y auto-gestionaria  y, a propósito, la necesidad imperiosa de establecer en Venezuela un  nuevo régimen, con una  Democracia Parlamentaria que haga vibrar de entusiasmo a todo el país, convirtiéndolo en una gran unidad económica, participativa del Primer Mundo desarrollado. De cómo es que tenemos que enseriarnos en la producción de “Constituciones”, hasta ahora surgidas, casi siempre, del capricho personal de los autollamados “revolucionarios” en función de poder,  más que de un propósito de cambio histórico en un país que nació para ser faro de luz y no rincón de tinieblas en el nuevo Continente. Todo ello para convencernos de que no es posible que aceptemos, sin rebelarnos, el inconveniente mandato de una pésima Constitución Monopólica, que nos obliga a depender de factores extraños a nuestra realidad nacional. El autor se pregunta, ¿Venezuela tiene marcas y patentes de inventos y productos propios? ¿Podemos hablar de que tenemos acceso a los mercados del mundo? ¿O es que estamos destinados a ser simples ensambladores de bienes finales fabricados en el exterior y consumidores de sus desperdicios? ¿Tenemos que seguir esclavizados a una política distraccionista, sin objetivos económicos liberadores, heroicista y ambigua, ocupada continuamente en repetir fracasos enterrados por la historia? ¿Qué es el Socialismo? ¿Qué es el Capitalismo? ¿Qué es ser de derecha o de izquierda? ¿Qué son tantos slogans inútiles utilizados para defender e identificar falsamente la insurgencia de movimientos y gobiernos primitivos? Un verdadero compendio de ideas que “Tuto” Calvo pone a disposición de nuestra capacidad reflexiva, como una contribución de primer orden para la generación de una nueva cultura que inspire al venezolano a buscar vías inéditas para encontrar a la Venezuela históricamente legítima, hoy perdida y minimizada y que nació para ser grande.
         
 Cuando retrata al país político, Calvo denuncia lo que no son pocos los que lo ignoran. En Venezuela no hay democracia, al menos en  cuanto al ejercicio de las libertades esenciales que la caracterizan. Los operadores políticos, los clásicos Partidos, intérpretes de ideologías importadas, prácticamente coinciden en un pacto tácito para engañar al país. De hecho, no hay pluralismo y a través de una opinión abiertamente manipulada, se hace ver una contienda que sólo existe en los juegos de palabras, más o menos elegantes. Nadie propone nada. Se auto-acusan de promover “modelos” cuyos protocolos son inexistentes. Unos y otros, al supuestamente enfrentarse, se suman, en un todo de ignorancia y de incongruencia que a todos perjudica. Las elecciones, casi anuales, son, todas, una farsa, con un mega-registro de votantes imposible de convalidar. Una maquinaria sofisticada, precisamente concebida para esconder el fraude y un código de normas abiertamente favorables al régimen, para su perpetuación indefinida. La “Oposición” brilla por su ausencia y la libre opinión está limitada por unos medios de expresión que aceptaron la auto-censura para ganar indulgencias con el “dueño del país”. ¿Se puede avanzar sin libertad? ¿Sin debate de ideas? ¿Sin opinión pública democrática? ¿Qué es Venezuela sino otra Cuba, con distinto disfraz? Calvo llama la atención sobre lo que podría suceder, en breve, en otros países de Iberoamérica, si no se descubre con firmeza lo que está ocurriendo en Venezuela. Mucho más, en tanto que el verdadero soporte de esta realidad criminal, el petróleo, sigue y seguirá encandilando los ojos de los principales líderes de los grupos con opción de poder en los países vecinos al nuestro. ¡Tremenda advertencia cuando todos aplaudimos la caída del prestigio de la OEA y los bolivarianos asoman, en su lugar, un peligroso CELAC que puede resultarnos un verdadero “Caballo de Troya” para atosigarnos de imposiciones atrasadas!
          
En su parte final, “Tuto” Calvo desarrolla sus puntos de vista concernientes a una educación y a una política de salud y sanidad públicas, concordantes con las nuevas tendencias del mundo desarrollado. Nos habla de la Universidad Corporativa, concepto que involucra una asociación del Estado y la sociedad, para promover una educación promotora del avance hacia nuevas tecnologías, hacia la innovación en el conocimiento y hacia la expansión de las ciencias para cambiar radicalmente la cultura del venezolano, sobre todo, el de las nuevas generaciones. Una Universidad pragmática y productiva, sin dejar de ser científica y capaz de generar renta pública, a través de su inmersión en el mundo del desarrollo. La otra idea que Calvo nos coloca en la parte final del libro que prologamos, es la relativa a un cambio sustantivo de la salud, vinculada a la investigación científica a partir de la atención de los pacientes. Las mismas Universidades aún en funcionamiento, las públicas principalmente, concibieron Hospitales Clínicos dentro de sus “campus”, como obligada herramienta para sus Escuelas de medicina. Pero “Tuto” sugiere la promoción de los Hospitales Científicos, centros de primer orden para revolucionar el mundo de la investigación y dar nuevas e importantes revelaciones para el oficio de la medicina moderna. ¡Todo un programa que justificaría cualquier pretensión de acceso al control completo de una Nación!.
          
Restituto Calvo Fuentes, “Tuto” para todo el mundo, escribió otros trabajos que parecen anticiparse al presente. Los recuerdo: “Generadores de Opinión en una Campaña Electoral”; “Lanzamiento de Productos al Mercado”; “El Marketing y el Cuento”; “Las Clases Dominantes” y, el más impactante ensayo de su autoría: “La Psicología Social y la Sociología, ¿para qué sirven?”. Cuando se adentren en los Nueve Capítulos de esta obra que prologo con orgullo y adhesión, los lectores serán a cada rato sorprendidos por verdades que no les costará comprobar, al pasear su mirada por el medio ambiente, físico y humano, en el cual se mueven. Por eso, concluyo afirmando que, sin duda alguna, este es un libro sorpresa, orientador para quienes quisieran organizar un nivel, una instancia hasta ahora ignorada o desconocida, para las tomas de aquellas decisiones impostergables que la política, la mala política, ha dejado afuera. Por lo menos, en el caso específico de Venezuela.

Rafael Grooscors Caballero
Caracas, febrero del 2015

viernes, 3 de julio de 2015

AN: El ingrediente secreto de la institucionalidad

Por Luis Manuel Aguana

Comencé mis notas del año 2012 con el tema de la Institucionalidad (ver La Institucionalidad: ¿cómo se come eso? http://ticsddhh.blogspot.com/2012/01/la-institucionalidad-como-se-come-eso.html) en ocasión de las ofertas electorales de los precandidatos de la oposición que participarían en las primarias que ocurrirían pocas semanas después para la elección del candidato de la MUD al 7-O/2012. Y lo hice porque me llamó mucho la atención el lamentable discurso de algunos de ellos, particularmente los de los partidos tradicionales, en las ofertas que hacían a los electores.

Y en el 2015 siento que es importante, ahora más que nunca, comprender a cabalidad lo que significa la reconstrucción institucional de la Asamblea Nacional, ahora que empezamos a ver candidatos a diputados prometiendo cosas que no tienen nada que ver con los puestos a los cuales aspiran, sin comprender bien el rol que estos deberían jugar en una institución como esa.

De acuerdo a Juan Ignacio Jiménez la responsabilidad del Congreso (Asamblea Nacional en nuestro caso) va más allá del conocido asunto de las leyes. Su verdadero papel es el control del Poder del Ejecutivo: “En su concepción teórico-empírica más connotada, el Congreso representa al pueblo; el Ejecutivo es su fideicomisario y, como tal, sujeto a la rendición de cuentas por su gestión; todos los demás aditamentos que se añadan a la labor del Congreso son casuísticos y circunstanciales, por más que algunos a fuer de repetidos, parezcan haber alcanzado el rango de consustanciales. El primero de estos rasgos es el poder de legislar. Dar leyes no es atributo indeclinable del Congreso, por más que, a fuerza de darlas haya venido a llamársele Poder Legislativo. Nada obsta al análisis que el poder de legislar se entregue al gobierno como parte del paquete en fideicomiso, y prueba de ello es que la función de dar normas  de carácter reglamentario se considera casi universalmente función de Gobierno…”. (1) De esto último tenemos un rollo larguísimo en Venezuela…

Entonces, si esto es así, los aspirantes opositores al legislativo no deberían enfocar sus campañas a ofrecer "sacar a Maduro", o hacer ofertas que no están al cabo de poder cumplir, sino a decirnos cuales deberían ser las soluciones para controlar a los delincuentes que nos desgobiernan, si es que llegan a ser la mayoría como lo pregonan. Ese debería ser el enfoque, si tomamos al parlamento como el sitio donde está representado "el pueblo" y el lugar político por excelencia donde se deberían formular las políticas que corrijan u orienten la acción del gobierno.

El Ex Procurador General de la Republica, Jesús Petit Da Costa, profundo conocedor del Derecho, en un reciente artículo nos indica claramente que aunque llegaran a esa mayoría poco o nada podrían hacer con ella (ver Jesús Petit Da Costa, Salirse de la encerrona parlamentaria http://jesuspetitdacosta.blogspot.com/2015/06/salirse-de-la-encerrona-parlamentaria.html), al menos en eso que están equivocadamente ofreciendo a los venezolanos.

Entonces, mas allá de poder "hacer algo" para salir del rumbo al  despeñadero al cual nos lleva el régimen, la cabal comprensión del rol que deberán jugar los actuales candidatos y futuros diputados opositores, no solo por parte de ellos mismos-que es bastante pedir- sino de aquellos que los elegimos, debe pasar por conocer la naturaleza de la institución de la estamos hablando y exigir lo que se necesita para que esta mejore sustantivamente.

El solo hecho de considerar a esa institución como un trofeo de caza que debe ser capturado, y que debería representar los intereses de todos los venezolanos, es decir al “pueblo”, pone a dudar si realmente se entiende realmente cual es su naturaleza. Y aunque se lograra esa mayoría, es natural poner en tela de juicio si las personas que lleguen a ejercer su conducción, lo hagan de manera cabal. Solo basta ver que aun teniendo una representación importante AHORA, poco o nada hemos obtenido los venezolanos de eso, ya sea por acción u omisión de sus integrantes.

Entonces, las Instituciones no son solo organismos muertos que se crean por una Constitución o una Gaceta Oficial, la cosa es mucho más complicada que esa. Es entender cabalmente que ellas son los instrumentos de los que dispone del Estado para ejercer la acción de gobernar. En palabras de Jiménez : “La acción de gobierno no es función administrativa, sino intrínsecamente política, en el sentido más vulgar del arte de lo posible y en el más técnico de asignación autoritaria de prioridades, de acuerdo a la captación por el gobernante de las demandas del grupo gobernado.”(1). Y en el caso de la Asamblea Nacional, esa asignación de prioridades debe forzar al Ejecutivo en una línea de dirección de acuerdo a las demandas de sus representados, “el pueblo”, ejerciendo cabalmente el rol que le corresponde.

Pero eso requiere de un ingrediente secreto (que en realidad no lo es tanto pero en la Venezuela actual podría considerársele como tal) que hace que todas las instituciones, incluyendo esa que se elegirá el 6D, haga lo que debe hacer, y que se explica muy bien en la reciente nota homenaje de Gustavo Coronel en ocasión del fallecimiento de Julio Cesar Arreaza, a los 92 años (Gustavo Coronel, Julio César Arreaza, 1924-2015 http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2015/03/julio-cesar-arreaza-1924-2015.html).

“Julio César no era un petrolero ni había tenido extensa experiencia gerencial pero era un hombre de mucho sentido común y de una honestidad a toda prueba”, nos explica Coronel. Y la función encargada  a Arreaza por el Presidente de la nacionalización petrolera, de acuerdo al relato, era evitar que la empresa se contaminara de los apetitos políticos: “si ustedes reciben alguna vez una recomendación para emplear a alguien por conexiones políticas, hagan esto. Y tomó un papel, lo arrugó entre sus manos y lo botó en el cesto de la basura. El Dr. Arreaza sabe que ese es mi propósito y estará pendiente de que ello se haga así.”. Y si todos conocimos a la PDVSA de antes del pito de Hugo Chávez, sabemos que Julio César Arreaza cumplió cabalmente su tarea, por la que los venezolanos le debemos un reconocimiento póstumo por su honestidad y porque comprendió cabalmente la importancia de esa misión en esa institución clave de la nación, y la realizó con muchísimo éxito.

Las Instituciones se construyen con personas honestas, no es de otra manera. Y no solo de la honestidad moral sino ética y profesional. Ese es el ingrediente secreto que hace que no distorsionen su propósito. Sin él, cualquier esfuerzo que se haga se perderá, así sean las mejores mentes quienes lo hagan, porque solamente los honestos saben para que están allí-propósito-, y poseen la fuerza necesaria para encausar la labor por el camino correcto. La gran pregunta que entonces debemos hacernos los venezolanos es: ¿es ese en su mayoría el material por el que votaremos el 6D? Si la respuesta es negativa, no esperemos cambios significativos aunque tengan la mayoría. Pero si la respuesta es positiva, aunque sean minoría, tal vez veamos cambios importantes en el destino del país.

Y así sea que tengamos todos que convertirnos en el filósofo griego Diógenes de Sinope, buscando al hombre honesto con una linterna a plena luz del día, no nos quedará otra sino conseguirlas, si deseamos que las instituciones hagan lo que deben hacer cuando les toque hacerlo…

Caracas, 3 de Julio de 2015

Twitter:@laguana

(1)   Juan Ignacio Jiménez, Política y Administración, Cap 2-3, 1970.