martes, 10 de abril de 2018

Hablemos de intervención

Por Luis Manuel Aguana

¿O de injerencia? Ambos términos han sido utilizados como sinónimos por la dirigencia política opositora para significar lo mismo: como no existe posibilidad democrática para desplazar del gobierno a unos delincuentes que han secuestrado la institucionalidad del país, entonces es necesaria la ayuda extranjera para hacerlo.

A simple vista luce fácil, así como nos gusta culturalmente a los venezolanos resolver los problemas. Un día llega alguien, que obviamente no somos nosotros, y lo resuelve todo. Y por eso también resulta muy fácil vendérselo a los venezolanos. Pero es muy difícil venderlo a la comunidad internacional, donde uno de los pilares de la convivencia pacífica mundial es precisamente el principio de la no intervención de los pueblos. Esto es, que el resto de los países no se mete en los problemas de ninguno.

Ese principio ha sido ciertamente revisado a instancias de lo que ahora se denomina el Derecho Internacional Humanitario donde las barreras de la intervención de unos países en otros dependen del respeto que debe tener cada pueblo a los Derechos Humanos de sus ciudadanos. La humanidad tampoco puede dar la espalda cuando dentro de unas fronteras se masacran personas aduciendo en su defensa otro principio fundamental, el de la soberanía.

El recorrido que ahora hace la oposición por el mundo está basado fundamentalmente en que se está masacrando al pueblo venezolano, y al no tener manera de evitar eso democráticamente -léase votos- se requiere de una intervención (o injerencia) humanitaria de la comunidad internacional. Y cuando se sientan a explicar eso, la cosa se pone muy difícil porque las preguntas surgen de inmediato: ¿Cómo es eso que el sistema electoral está secuestrado cuando ustedes participaron con ese mismo sistema hace menos de un año? ¿Cómo es eso que el gobierno de Maduro mata a la gente de hambre cuando hemos visto que entregan cajas de comida a la población más necesitada?  ¿Cómo es eso que sus Fuerzas Armadas aun no han intervenido y porque debemos hacerlo nosotros? ¿Cómo es eso que hay algunos de ustedes en la oposición que si acudieron al llamado a elecciones con ese gobierno que al mismo tiempo dicen que es una dictadura? Ante semejante mar de contradicciones ¿quién de afuera va a sacrificar algo por nosotros?

Y aunque cada una de esas preguntas tiene una respuesta –donde por cierto la oposición queda muy mal parada- explicarle a alguien que no es venezolano siglos de nuestras contradicciones históricas en el marco de la urgencia de muerte que tenemos, es de cierto sumamente desesperante y difícil. Pero esa es la solución que nos está dando la única oposición que finalmente entendió que Maduro no sale con votos. Pero es todavía una solución incompleta porque aun entendiendo que parte de esa solución debe venir de afuera, se promete al venezolano como única e instantánea salida al problema, generando una esperanza de difícil materialización, y con una alta probabilidad de frustración y fracaso, porque entre otras razones no depende de nosotros; y mientras más tiempo pasa, el régimen gana tiempo para consolidarse, buscando bloquear esa estrategia con sus aliados internacionales, cosa que hasta ahora han logrado.

Cuando estaban exterminando a los musulmanes en Srebrenica, Bosnia Herzegovina, a los ojos de todo el mundo, la comunidad internacional no se movió un milímetro, ni aun después de un informe de quien fuera Presidente de Consejo de Seguridad de la ONU, Diego Arria, quien bautizó eso como un “Genocidio en cámara lenta” (ver Diego Arria, En camino a Srebrenica, en https://diariodecaracas.com/blog/diego-arria/en-camino-srebrenica). Ni siquiera la humanidad se conmovió de las miles de personas masacradas posteriormente allí. Saquen ustedes sus propias conclusiones y piensen seriamente si se moverán por los que han muerto en Venezuela en comparación con eso.

Más recientemente, el caso de Siria con el régimen de Bashar Al-Assad nos demuestra que años de exterminio y muerte dentro de unas fronteras, independientemente por las razones que sean, y aun con ataques abiertos en contra de la población civil, no han determinado una intervención activa de la comunidad internacional mas allá del repudio global. Es ahora cuando el gobierno norteamericano está “considerando” una intervención militar en Siria después del ataque químico ocurrido hace pocos días en la ciudad de Duma, que deja más de 150 muertos y más de 1000 heridos. Así es que se mueven estas cosas en la comunidad internacional.

Hemos argumentado en favor de esa intervención que este régimen es un cáncer viviente para la democracia en Latinoamérica y debe ser atendido, so pena de que se extienda como un incendio sobre toda la región. Esa es la metástasis escondida de algo que no se terminó de caer por estos lados acompañando al Muro de Berlín, y que fue alimentado por décadas de olvido a nuestras incipientes democracias; y que ahora hay que extirpar cual tumor sin matar al paciente. Pero es claro que eso no lo podemos hacer solos ni tampoco se puede realizar sin nuestra participación. De allí que el planteamiento debe ser el correcto.

Nuestro problema efectivamente está siendo considerado en los escenarios internacionales, y como se ha visto se están tomando medidas indirectas para sancionar a quienes han causado la ruina de Venezuela. Pero en lo que no podemos equivocarnos como venezolanos es en que la solución total de este grave problema que tenemos no saldrá de una oficina en Washington o en cualquier otra parte fuera del país. Una parte de esa solución tendrá que salir -así no lo queramos ver ahora- primero de Venezuela. Y eso es lo que precisamente están esperando los países de la comunidad internacional para que efectivamente la puedan respaldar. Esa parte venezolana no es visualizada por aquellos a quien solicitamos su apoyo, y lo único que han visto hasta ahora es la participación en un fraude electoral con el régimen. Creo que los venezolanos podemos hacer algo mucho mejor que eso.

La estrategia opositora basada en la intervención internacional para sustituir el régimen de Maduro debe ser revisada y corregida. La intervención debe y tiene que ser una variable importante de la fórmula para salir del régimen pero no la única, con una combinación de acciones dentro de un todo global estratégico que obligue al régimen a ver que no existe otra solución que su salida negociada del poder.

El planteamiento basado en que Venezuela se ha convertido en un problema geopolítico para nuestros vecinos y para Latinoamérica en general, hace más probable para la comunidad de naciones, en especial para el gobierno de Donald Trump, la toma de decisiones directas en contra del régimen, más allá de lo que han hecho hasta ahora. Pero la oposición debe presentar una estrategia cuyo desarrollo sea primero dentro de Venezuela; y lo que se haga aquí sea lo suficientemente contundente en lo político para que el mundo lo apoye.

En la Alianza Nacional Constituyente creemos que un paso fundamental dentro de ese cuadro estratégico de acciones en Venezuela pasa por consultarle al pueblo venezolano los términos en que desea un cambio para el país. Hemos propuesto unos términos que perfectamente pueden ser revisados por todos y que con ello se logre el respaldo fundamental del soberano para cualquier accionar que se realice desde fuera del país. Un pronunciamiento definitivo del pueblo venezolano que indique sin asomo de duda la ruta de salida del régimen puede ser la pieza que esté esperando la comunidad internacional, no para intervenir y sacarnos de encima un gobierno ilegitimo, sino para ayudar a que definitivamente seamos nosotros quienes lo saquemos.

Caracas, 10 de Abril de 2018

Twitter:@laguana

miércoles, 4 de abril de 2018

Ciudadanía o militarismo

Por Luis Manuel Aguana

Los puentes humanos inter generacionales nos conectan con la historia y con nuestro pasado. Tal vez de allí debamos extraer enseñanzas que nos ayuden a encontrar la ruta para salir de esta pesadilla que utiliza lo peor de nuestro gentilicio para perdurar y fortalecerse, en una suerte de círculo vicioso interminable que al pasar el tiempo empeora cada vez más.

Don Rafael Grooscors Caballero es uno de esos puentes humanos. Me refiere una anécdota de Guido Grooscors Caballero, su hermano mayor, cuando se desempeñaba como secretario del entonces candidato Rómulo Gallegos antes de las elecciones de diciembre de 1947. En un recorrido en mula por Humocaro Alto, en el Estado Lara, un campesino le gritaba en la muchedumbre al entonces candidato presidencial en campaña,  “¡General, General!” tratando de llamar su atención. Don Rómulo, en su conocido vozarrón le espetó con firmeza: “¡Yo no soy General!”, como indicando que Venezuela estaba en elecciones donde serían los civiles quienes cambiarían la historia del país. El campesino, con esa clara inteligencia socarrona del pueblo venezolano le contesto: “No, pero lo será…”.

En esa pequeña anécdota se resumen 200 años de historia republicana. Ese campesino no le hablaba a Rómulo Gallegos, civilista y candidato presidencial para unas elecciones. Le hablaba a una figura de poder, que es la que ha conducido siempre el destino de los venezolanos: los militares. Pero más allá de eso, la anécdota nos revela que aunque Don Rómulo Gallegos cabalgara en lomo de mula hasta lo más recóndito de Venezuela, el pueblo llano no creería realmente –y a mi juicio todavía no cree- en lo que esa figura ciudadana de las letras venezolanas encarnaba. Solo creía en el poder fáctico que solo estaba en lo militar y peor aún, que esa ciudadanía buscaría transformarse en eso porque estamos en Venezuela.

Para el dolor de todos nosotros eso es lo que al final ha pasado, quizás porque el militarismo ha estado en el ADN del pueblo desde la independencia. Y tal vez esa fue la razón por la cual los venezolanos creyeron que un militar sería la solución de sus males en 1998. Ese es el reto cultural –y más aún, estructural- más importante que debemos enfrentar: que se imponga el pensamiento ciudadano sobre la impronta militarista de nuestro pasado.  Sin embargo hemos retrocedido en lo civil más de 60 años –o tal vez más- y particularmente en estos últimos 20 para hacerlo. Necesitamos entonces un plan, más que de retorno a lo civil -que en realidad nunca hemos tenido- para acometer la construcción de una nueva y genuina ciudadanía. Lo que hemos disfrutado hasta ahora es un espejismo de ella, y enfrentar su gestación después de este retroceso será todo un reto político.

Pero si a todo esto le agregamos la destrucción sistemática de la institución militar tal y como la conocíamos antes del año 2002 realizada por Hugo Chávez, para construir en su lugar un aparato militarista y comunista para sostener este sistema en el poder, la cosa se pone mucho mas cuesta arriba. Del excelente trabajo de Federico Boccanera (ver , El negocio de la conspiración en Venezuela, en http://www.lacabilla.com/ContenidoOpinion/opinion/el-negocio-de-la-conspiracion-en-venezuela-por-federico-boccanera/991) extraemos lo siguiente: La fuerza armada nacional bolivariana es la obra más acabada de Hugo Chávez, la que verdaderamente pudo concluir antes de morir, es su verdadero legado, y es la culminación histórica de un largo proceso de convergencia -que el chavismo encuentra natural- entre el militarismo político venezolano y el sistema político militarista por antonomasia, el comunismo, el cual transforma a sus líderes en comandantes, a las sociedades en ejércitos, a los ciudadanos en tropa, y consagra un estado de guerra permanente.”

Y lo peor de todo es que esa construcción militarista está estructurada en la Constitución de 1999. Boccanera nos confirma en su artículo algunas de las razones por las cuales en ANCO creemos que es necesario cambiar esta constitución inmediatamente: “Estas mafias militares son intocables y han acumulado riqueza y poder no por abuso, sino por designio supremo del estado chavista, cuya constitución de 1999, eliminó el requisito de la autorización civil para los ascensos a oficiales superiores y les otorgó el privilegio del antejuicio de mérito, eliminó la prohibición del ejercicio simultáneo de la autoridad militar y civil, eliminó el carácter apolítico y no deliberante de la institución militar, concedió a los militares el derecho al sufragio, y lo más importante, estableció una doctrina de seguridad de la nación y defensa integral, que debe regirse por el principio de “corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil”, el cual debe ejercerse sobre “los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, capítulo II de los principios de Seguridad de la Nación, art. 326)” (subrayado nuestro).

De acuerdo a esto, las mafias militares abusan del poder no porque pueden hacerlo por la fuerza, sino porque ¡están constitucionalmente habilitadas para ello! ¿Cabría entonces esperar que algún oficial surgido de esa misma superestructura distorsionada, especialmente construida por Chávez para profundizar el Estado militarista en Venezuela, insurja para cambiar el estado de cosas, con la finalidad de colocar al país en un camino donde impere el poder civil y constitucional en el marco de un Estado de Derecho? Obviamente que no.

Y eso es lo que sorprendentemente está esperando el país y de lo que se aprovechan aquellos que trafican con la conspiración como un negocio, tal y como lo describe Boccanera muy bien en su artículo. Y pensar que todavía existen venezolanos que de buena fe rechazan una nueva Constituyente precisamente para cambiar eso, en la creencia del mensaje miles de veces repetido por el régimen de que esta es la mejor constitución del mundo.

Sin embargo y para fortuna de todos, paradójicamente la Constitución de 1999 funciona en dos sentidos opuestos, 1) garantizando la permanencia de los militares en el gobierno, con un poder ilimitado que jamás ha tenido grupo alguno en el pasado, como efectivamente se ha descrito; y 2) dejando la puerta abierta para que el mismo pueblo, con su prerrogativa de participación civil, ciudadana y constitucional cambie esa situación (Artículos 347, 348, 349 y 350 de la Constitución).

Dicho de esta manera, la situación militar descrita como un designio fatal gravitando sobre la República solo puede ser abordada en su condición ciudadana por el pueblo, no solamente pronunciándose civilmente en contra de esa superestructura militar a través de una Consulta Popular, sino convocándose para cambiarla en el marco de una nueva Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario por iniciativa popular.

No podríamos esperar nunca, dadas las prerrogativas constitucionales de las mafias militares, que una situación de secuestro de la población sea resuelta por aquellos que la originaron. Si el pueblo no se pronuncia y se levanta como un todo, logrando civilmente un cambio de lo que fue distorsionado deliberadamente por “el designio supremo del estado chavista”, no habrá ninguna modificación en el actual estado de cosas en Venezuela. Así de grave e importante es la inmediata consideración de una Consulta Popular por parte de la población.

Y de eso se trata dejar que el pueblo venezolano decida. O el pueblo se pronuncia a favor de lo ciudadano, o ya nos venció el militarismo…

Caracas, 4 de Abril de 2018

Twitter:@laguana

viernes, 30 de marzo de 2018

Trilogía Oposición-Disidencia-Resistencia

Por Luis Manuel Aguana

De la clasificación sugerida por el analista político Laszlo Beke en su Resumen de hechos políticos del 29-3-2018, “Dimisión vs. Elección”, y difundida ampliamente en las redes sociales, extraemos la primera parte:

“…Un conocido clasifica los opositores en los siguientes grupos, dónde no incluye a Henry Falcón y su equipo ya que los considera colaboracionistas:

·         Oposición – Los que siguen considerando que con elecciones se puede lograr un cambio de gobierno. Con mayor o menor vehemencia se siguen manifestando algunos líderes y partidos del Frente Amplio por esta opción, jugando con fechas desde Mayo hasta Diciembre 2.018. Sorprendentemente dentro de sus exigencias y expectativas electorales nunca está la desaparición previa de la ANC, incluso proponiendo otro diálogo más ahora en Puerto Rico.  La opción del Frente Amplio como respuesta única se ha debilitado, por cuanto los elementos claves de la Sociedad Civil que hicieron ese extraordinario acto en la UCV han manifestado su descontento con el manejo posterior de los componentes de la MUD a partir del acto de Chacao.

·         Disidencia – Los que buscan la Dimisión del Presidente a través de la Presión, apoyan las acciones internacionales, desconocen a la ANC y apuntan a elecciones después de una transición. Su gran reto es lograr conectar con la protesta social. Aquí el grupo más conocido lo representa SoyVenezuela.

·         Resistencia – Lo conforman grupos que quedaron muy disminuidos después de la brutal represión de las protestas del año pasado y otros grupos similares al de Óscar Pérez. Seguramente siguen existiendo en la clandestinidad y están dispuestos a usar la fuerza para lograr su objetivo de cambio de gobierno.

Dentro de este momento tan duro y tan difícil para Venezuela lo más lógico que debería ocurrir es un acercamiento entre la Disidencia y los partidos de la Oposición que finalmente se unan a la idea de la Dimisión en lugar de la Elección como exigencia hacia el futuro.”

Las clasificaciones grupales son constructos teóricos que permiten realizar análisis para explicar una realidad difícil de abordar. Sin embargo, lamentablemente como en cualquier otro modelo, a veces no abordan algunas realidades que no se ajustan a la clasificación.

En la clasificación de la trilogía apuntada por el conocido del analista Beke no entramos aquellos que no proponemos una “Dimisión” de Nicolás Maduro ante una oposición entregada al régimen, ni tampoco aquellos que no estamos de acuerdo con buscar unos fusiles para “sacar a la fuerza” a Maduro, que no sea otra que la que entraña la fuerza de la voluntad popular. De allí que esa trilogía no explique completamente la realidad política venezolana.

La clasificación no está, a nuestro juicio, entre aquellos que buscan imponerse a una dictadura a través de unas elecciones imposibles de ganar, o que Maduro renuncie (entre otras cosas porque eso es pedirle manzanas a una mata de mangos), ni buscar una violencia generalizada donde la población desarmada tiene todas las de perder.

A nuestro juicio la situación debe contemplarse desde la perspectiva de resolver el problema de lograr que triunfe la verdadera voluntad de los venezolanos por encima de un régimen que se ha impuesto por la fuerza, porque ha comprado la participación de la “oposición” oficial venezolana; y en la medida que esa compra se ha hecho evidente, parte de esa misma oposición se ha ido apartando, ya bien sea por razones de honestidad o por claros intereses políticos, generando en el camino focos de resistencia, debido a que en el medio de ese tránsito el régimen ha producido destrucción y muerte.

Desde mucho antes de las elecciones presidenciales de Octubre de 2012 y posteriormente, ante las elecciones de Capriles-Maduro del 14 de Abril de 2013, un grupo de venezolanos denunciamos públicamente al sistema electoral venezolano y pedimos condiciones a esa oposición que ahora se rasga las vestiduras por “condiciones electorales” (ver A la sociedad democrática venezolana ante el llamado a Elecciones el 14 de abril de 2013, en http://declaraciondecaracas.blogspot.com/2013/03/ante-las-elecciones-del-14-de-abril.html).

No existía entonces esa “Disidencia” ni tampoco los grupos de “Resistencia” –todos eran parte de los mismo- solo una oposición electoralista que ignoró abiertamente las advertencias que hicimos de ir sin condiciones a ese matadero electoral que representó el 14A-2013, donde Henrique Capriles, ante el inmenso fraude perpetrado por Maduro, nos llamo a tocar cacerolas y bailar salsa bajo la excusa que deseaba evitar muertes con el régimen. Pues bien, al final tuvimos no solo un fraude sino varios y cientos de muertes.

Poco a poco los venezolanos de tanto golpe y decepción electoral han ido entendiendo por las malas que el sistema de contar votos está corrompido y es una trampa. ¡Qué lamentable que no nos hayan creído entonces! Sin embargo, el régimen y sus agentes “opositores” insisten en llevarnos por ese camino sin garantías, pretendiendo que vayamos a elegir un nuevo Presidente con una Constituyente inconstitucional en plena actividad, haciendo lo que le viene en gana.

De ese grupo de venezolanos que ya entendieron a los golpes y después de muchos años de haberles advertido que el camino electoral estaba viciado, y que ahora también concuerdan que la Constituyente de Maduro es ilegitima, salen aquellos que la clasificación anterior llama “Disidencia”. Pero como estos no pueden sugerir el camino electoral, se saltan esa parte importante del discurso político sin explicar cómo se llega a esa transición, más allá de pedir la renuncia del régimen. Eso tal vez funcionará como discurso político de opositor radical pero muy poco como una propuesta para salir de este gravísimo problema de una manera pacífica y constitucional.

La “Resistencia” no es más que una consecuencia de toda esta tragedia y es más que lógica cuando hay un régimen que atropella Derechos Humanos y asesina venezolanos. Sin embargo no será de allí donde salga la respuesta política necesaria para que ocurra el desplazamiento de estos delincuentes.

Entonces la clasificación de la oposición en la trilogía Oposición-Disidencia-Resistencia no sería la más adecuada porque el agrupamiento se basa en mecanismos que han demostrado su inviabilidad para el cambio del régimen: La “Oposición” a través de elecciones, la “Disidencia” a través de la dimisión de Maduro, y la “Resistencia” a través de la fuerza, retrotrayéndonos veladamente a la discusión del 2014 cuando para cambiar al régimen, un grupo político insistía en elecciones (la MUD) y el otro que no veía otra solución que irse a las calles a exigir una “salida” hasta que el régimen cediera. De estos se han separado en estos últimos 3 años aquellos que aun piensan en una oposición más dura, autodenominándose “Resistencia”.

¿Cuál debería ser entonces el criterio de clasificación? A estas alturas y dada la gravedad de la situación venezolana, los opositores deberían agruparse de acuerdo a la descripción detallada que hagan para lograr la sustitución del régimen. La “Oposición” nos está vendiendo que través de unas elecciones “con condiciones” podremos vencer al régimen con este CNE. Dicen que ganarán por el rechazo mayoritario de la población al gobierno; y luego que ganen se “encargarán” de la Constituyente inconstitucional del régimen. Por mas descabellado que nos parezca, ese es el plan que sostienen.

En una nueva clasificación, tanto lo que llaman “Disidencia” como “Resistencia” sostienen el mismo plan: presionar -uno más “light” que el otro- para que Maduro se vaya por cualquier vía, incluyendo un pronunciamiento militar interno o una injerencia humanitaria, por presión nacional e internacional. Es claro que eso pasaría por el nombramiento de un gobierno de transición que ninguno de ellos explica de donde saldrá, pero ese es su plan. Por otro lado, sugerir que la “Oposición” electoralista se una a la “Disidencia” para lograr una “Dimisión” de Maduro y sus delincuentes, tal y como se sugiere arriba, es una aspiración que pasa por la extinción de los dinosaurios políticos “opositores” que todavía están vivitos y coleando en ese nuevo disfraz de la MUD.

Pero por último se halla un grupo no mencionado en el análisis, la Alianza Nacional Constituyente-ANCO con su Agenda Alternativa para Venezuela que propone una Consulta Popular que obligue a un gobierno de transición desde el seno de los representantes del pueblo electos en una legítima Asamblea Nacional Constituyente Originaria por Iniciativa Popular, previo al desmantelamiento de la Constituyente inconstitucional del régimen. El Gobierno de Transición nacería de las manos de unos Constituyentes electos SIN EL CNE, a través de un Consejo Electoral Ad Hoc específicamente ordenado por el pueblo para esa función en la Consulta Popular.

Resumiendo, solo existirían 3 grupos de opositores en una nueva clasificación: a) los que creen en elecciones con el CNE de Tiby; b) los que creen en la renuncia de Maduro como consecuencia de un pronunciamiento militar interno y/o injerencia humanitaria; y c) los que creemos que una Consulta Popular generará la fuerza política nacional e internacional para que se produzca un cambio en el estado de cosas –incluyendo el escenario militar- (por eso la llamamos Agenda Alternativa) por la manifestación popular que se genere. Esa sería la verdadera clasificación opositora, pero lamentablemente no es muy conocida para debatirla públicamente. Entonces démosle la difusión necesaria y comencemos hoy…

Caracas, 30 de Marzo de 2018

Twitter:@laguana