domingo, 31 de julio de 2022

Las 4 etapas del artículo de Almagro

Por Luis Manuel Aguana

English version 

El impacto que ha producido el artículo publicado por el Secretario General de la OEA, Luis Almagro el pasado 29 de julio, entre quienes aún continuamos resistiendo la tiranía abierta y criminal de Nicolás Maduro Moros en Venezuela, podría tal vez considerarse de una escala tal que deba estudiarse y tratarse como lo fue en su momento el estudio del duelo (ver Crónicas, Luis Almagro, El infierno del sendero que jamás se bifurca, 29 de julio de 2022, en https://www.cronicas.com.uy/contratapa/el-infierno-del-sendero-que-jamas-se-bifurca/).

En efecto, en 1969 la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross, revolucionó el tratamiento del duelo por la pérdida de algo o alguien apreciado al presentar en su libro “Sobre la muerte y el morir”, un modelo general de 5 etapas de duelo para explicar el comportamiento de las personas al procesar un duelo ante el luto y la pérdida. El famoso modelo negación-ira-negociación-depresión-aceptación es ahora de uso común entre los profesionales de la salud mental.

Y no se equivoquen en la interpretación. No es que hayamos perdido a un amigo como Luis Almagro y vayamos a interpretar su nota como la pérdida de alguien apreciado. Todo lo contrario. Deseo utilizar el modelo como una construcción conceptual para analizar el porqué el mejor amigo de carácter internacional que hemos tenido en nuestra lucha en contra del régimen termina concluyendo como concluye en esa nota.

Cuando leí la primera vez el artículo (porque tuve que leerlo varias veces para comprender bien el punto de Almagro) mi primera reacción fue la misma que tiene alguien cuando le dice a un amigo que no se comporta como usualmente lo hace, preguntándole: “¿Y quién eres tú y que hiciste con Almagro?”. Esta fase la podríamos llamar Etapa de shock o impacto inicial.

En esta etapa la primera reacción siempre suele ser la misma: Almagro fue convencido por las fuerzas de la oposición oficial, convencidas que una cohabitación con el régimen es lo que más le conviene a los venezolanos, conformándose en las sobras que Maduro o quien haga sus veces, les arroje para sobrevivir. Triste final de una lucha donde han quedado muchos muertos y torturados en el camino.

Por supuesto, en el medio de esa etapa debemos pensar que si así cree el más aguerrido de nuestros defensores internacionales por un país libre, ¿qué nos queda a los demás? Dejemos esto así y aceptemos la siguiente fase que bien podríamos llamar Etapa de los bodegones, donde existe una paz fingida de normalidad mientras las mayorías mueren de mengua.

¿Qué viene después de eso en esa etapa? El encuentro del hambre con las ganas de comer. Un país entregado a un régimen destructor, asociado a su oposición cómplice, tan corrupta como ellos. Vendrán generaciones de esclavos malnutridos que jamás podrán levantar la cabeza, como lamentablemente aún siguen siendo los cubanos, protagonistas de la esclavitud del siglo XXI, negociados como médicos a quien quiera comprarlos. En cierta medida ya nos encontramos allí.

Pero como en todo lo que escribe Almagro hay allí una gran verdad: si el objetivo de un diálogo con ellos es sacar a Maduro, desde su propia concepción el objetivo está destinado al fracaso, porque como bien indica “…como objetivo estratégico probablemente no fuera el más viable, ni realizable ni realista”. Nadie aceptaría a ir a un proceso limpio si el resultado es que sean excluidos del poder. Eso no existe para ellos y tiene razón.

Y ciertamente, El objetivo de la salida de Maduro transformó a cada negociación en un juego de suma cero que terminaba siendo imposible: ni la salida de Maduro en una negociación ni una elección que pudiera significar su salida”. ¿Y por qué? Porque ¡NO SE ESTÁ NEGOCIANDO LO CORRECTO! Y allí es donde el argumento de Almagro acierta, pero al mismo tiempo falla. El objetivo NO PUEDE SER SACAR A MADURO. Pero tampoco puede ser uno que termine cohabitando con su régimen. Eso iría en contra de todo, por lo que el mismo Almagro ha luchado -y todos con él- durante tantos años de sufrimiento ininterrumpido.

Almagro propone una cohabitación CON contrapesos que impidan la complicidad con el régimen. En un contexto de diferencias entre políticos, yo le daría la razón. Pero en el contexto de una negociación con unos delincuentes que han secuestrado la institucionalidad del país para su propio beneficio, la cosa es completamente diferente.

Almagro en su condición de garante de la Carta Democrática de la OEA no puede proponer la cohabitación con delincuentes, aun con el elevado y sublime propósito de proteger el futuro de los venezolanos. Esta fase yo la llamaría Etapa de desesperación. La nobleza de alguien que ante el cierre de todas las salidas prefiere el mal menor. Sin embargo, sería un mal menor entre políticos, pero uno infinitamente mayor entre delincuentes, tanto de la oposición como del régimen.

Entonces, ¿si no son unas elecciones, que se debería negociar con ellos? No es la primera vez que respondo esa pregunta, y mi respuesta sigue siendo la misma: un proceso en el que TODOS los venezolanos participen fuera del perímetro de la institucionalidad corrupta del régimen y que les dé a ambas partes exactamente la misma participación, no para sacar a Maduro, sino para reiniciar la institucionalidad de Venezuela. Eso está en nuestra Constitución y se llama ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE.

Y algunos me preguntarán, incluyendo Almagro, ¿pero eso no sería lo mismo que elecciones? Y mi respuesta seguiría siendo la misma: NO. En unas elecciones existe la disputa del quítate tú para ponerme yo, generando el mismo juego suma cero mencionado por Almagro. En el contexto Constituyente, Maduro se quedaría en su puesto hasta que los Constituyentes –partidarios y no partidarios del régimen- DECIDAN qué hacer con su gobierno, para luego proceder a reparar la institucionalidad del país, porque ellos serían la máxima representación legítima de los venezolanos, en la más avanzada expresión de Autodeterminación de los Pueblos.

Se estarían negociando también las bases de esa elección Constituyente (Bases Comiciales) y lo que pasaría después sería materia de la representación legítima de los venezolanos. No se trata de negociar unas elecciones para un cargo que no representa ya nada para los venezolanos y menos aún si Maduro continúa en el poder durante ese proceso electoral. En pocas palabras, se estaría negociando que se le permita al pueblo venezolano decidir qué hacer con su futuro; y la salida o no de Maduro del poder, que sea una consecuencia de esa decisión.

La Comunidad Internacional, como la OEA, colaboraría en ese contexto a proporcionar las garantías electorales suficientes para que el mandato popular de los venezolanos se materialice, a través de un Tribunal Electoral Ad-Hoc donde participarían todas las partes, los países interesados en apoyar al pueblo venezolano, la oposición oficial, el régimen, y la sociedad civil. Asimismo, ella aportaría la fuerza necesaria para lograr que el régimen acepte esa negociación (presión creciente de sanciones) y garantizar que se cumpla lo que el pueblo decida. Esta fase la llamaría Etapa del apoyo internacional, y a la que todavía no hemos llegado. En el año 2020, más de 300 personalidades de la Sociedad Civil venezolana, le dirigimos al Dr. Almagro una carta abierta fechada el 16 de junio de 2020, donde describimos esta fórmula electoral como Solución Humanitaria de Carácter Electoral (ver Comunicado ANCO, 25-06-2020, https://ancoficial.blogspot.com/2020/06/comunicado-anco-nuevas-adhesiones-la.html).

Es en esa etapa de apoyo internacional donde la Comunidad Internacional, incluyendo al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, terminan plenamente de comprender que este grave asunto, que involucra a todos los pueblos del continente americano, escapa a una solución entre políticos o delincuentes. La solución la tiene el pueblo de Venezuela y lo que hay que lograr es poner en funcionamiento el mecanismo idóneo para que ese pueblo pueda expresarse limpiamente a través de su representación legítima. Solo hay que darle la oportunidad al pueblo para que sea el que finalmente decida su destino, haciendo que sea este, y no otro sin representación, el que logre que se bifurque el sendero hacia su libertad.

Caracas, 31 de Julio de 2022

Blog: https://ticsddhh.blogspot.com/

Email: luismanuel.aguana@gmail.com

Twitter:@laguana

Instagram: @laguana01

Telegram: https://t.me/TICsDDHH

Linkedin: www.linkedin.com/in/luis-manuel-aguana-bb9231

Facebook: https://www.facebook.com/TICs-Derechos-Humanos-102169239041065

martes, 26 de julio de 2022

Presidente Guaidó, Maduro es simplemente un tirano

Por Luis Manuel Aguana

English versión

Tiene mucho sentido la campaña iniciada en las redes sociales por el Presidente Encargado Juan Guaidó, en un intento de calificar por el adjetivo correcto, y que le corresponde, a Nicolás Maduro Moros (ver campaña en Change.org, “No lo llames Presidente, llámalo Dictador”, en https://www.change.org/p/no-lo-llames-presidente-ll%C3%A1malo-dictador-jguaido-asambleave). Efectivamente, a Maduro no se le puede llamar Presidente de la República, de acuerdo a los hechos ocurridos alrededor de su acceso al poder de manera ilegítima, que hemos presenciado todos los venezolanos a partir de 2018, razón por la cual no es reconocido por nosotros, ni por la mayoría de países que componen la Comunidad Internacional.

Sin embargo, Maduro tampoco es dictador, tanto por la definición clásica, como en la moderna. De acuerdo a la definición clásica, “Un dictador era un magistrado de la República romana al que se le confería la plena autoridad del Estado para hacer frente a una emergencia militar o para emprender una tarea específica de carácter excepcional” (ver Dictador (Antigua Roma), en https://es.wikipedia.org/wiki/Dictador_(Antigua_Roma)).

Según esta definición, ningún poder colegiado o Parlamento legítimo se ha reunido para conferirle poderes dictatoriales a Nicolás Maduro Moros, como si lo hizo el Senado romano varias veces, hasta la eliminación de la figura tras la muerte de Julio César. Esta definición se corresponde con la tercera acepción del DRAE de la palabra dictador: “3. m. Entre los antiguos romanos, magistrado supremo y temporal, que se nombraba en tiempos de peligro para la república” (ver DRAE, Dictador, en https://dle.rae.es/dictador?m=form).

Tal vez el caso más cercano de nuestra historia latinoamericana que asemeja a esa definición clásica de dictador, se corresponde a la dictadura de El Libertador en 1824 en Perú, cuando el Congreso peruano, mediante Decreto, lo designa dictador en 1824: “Considerando...que sólo un poder dictatorial depositado en una mano fuerte, capaz de hacer la guerra, cual corresponde a la tenaz obstinación de los enemigos de nuestra independencia, puede llenar los ardientes votos de la representación nacional...Decreta: La suprema autoridad política y militar de la República queda concentrada en el Libertador Simón Bolívar” (ver Congreso del Perú, 17 de febrero de 1824, Decreto disponiendo que el Libertador Simón Bolívar asuma la suprema autoridad política y militar de la República, en https://www.congreso.gob.pe/Docs/participacion/museo/congreso/files/mensajes/1822-1840/mensaje-1824-1.pdf).

La definición moderna de dictador, establecida en el DRAE, no es lo suficientemente amplia para definir el caso de Maduro. Allí en las dos primeras acepciones se define dictador como: 1. m. y f. En la época moderna, persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica.” “2. m. y f. Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás”.

En Venezuela, Nicolás Maduro Moros no se arrogó ni recibió todos los poderes políticos (1ra acepción), y ha ido muchísimo más allá de abusar de su autoridad (2da. acepción). El poder lo usurpó a la fuerza, obteniéndolo  mediante un fraude a la Constitución, por lo que la definición de tirano, en sus dos acepciones, se ajusta más extensamente a su caso y la situación de los Derechos Humanos en Venezuela.

El DRAE define tirano como: “1. adj. Dicho de una persona: Que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad. U. t. c. s.” y “2. adj. Dicho de una persona: Que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que, simplemente, del que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario. U. t. c. s.” (ver tirano, en https://dle.rae.es/tirano?m=form).

En este caso, los hechos demuestran que el usurpador Nicolás Maduro Moros ha obtenido contra derecho el gobierno de Venezuela, rigiéndolo especialmente sin justicia y a la medida de su voluntad (1ra. acepción). Por otro lado, ha abusado e impuesto ese poder y superioridad obtenida ilegítimamente, en grado extraordinario (2da. acepción), al punto de provocar un éxodo masivo de la población, encarcelamiento y torturas, tanto a civiles como militares, para su sostenimiento en el poder. Eso excede de largo la definición moderna de dictadura, por lo que la petición del Presidente Encargado de llamar dictador a Nicolás Maduro Moros se queda corta y no se ajusta a la actual realidad política de Venezuela.

La costumbre de llamar dictaduras a aquellos gobiernos que no han nacido del voto popular se encuentra enraizada en nuestros países desde hace mucho tiempo. Yo mismo he usado erróneamente ese término de manera corriente en mis notas, pero es un error y hay que precisarlo en su justa medida. Al final, todo se reduce a que esos gobiernos se sostienen mediante el uso de la fuerza, con el apoyo de las armas que los ciudadanos una vez confiaron a sus Fuerzas Armadas, y de allí que simplemente les llamemos dictaduras, cuando la definición correcta es tiranía, que es el gobierno ejercido por un tirano (ver Tiranía, en DRAE, en https://dle.rae.es/tiran%C3%ADa?m=form). Es el cómo se aplica a la población esa fuerza por parte de los delincuentes que ejercen el poder, lo que hace la diferencia. Las palabras y precisión en el lenguaje son importantes, como lo indica el Presidente Encargado en su petición:

“…No lo llames “mandatario”, ¡llámalo dictador!

Llamar a Maduro “mandatario” es un eufemismo que se aleja de la meta principal del periodismo: la búsqueda de la verdad.”

Pero Nicolás Maduro Moros tampoco es un “mandatario”, porque no ha recibido el MANDATO del pueblo en elecciones justas, libres y verificables, para ejercer como Presidente de la República. En este contexto, donde Maduro por ningún lado calza las definiciones corrientes, si el Presidente Encargado y los venezolanos desean precisar el lenguaje, y ajustarse a la dolorosa realidad, conservando la verdad histórica de nuestro país, simplemente llámenlo tirano

Caracas, 26 de Julio de 2022

Blog: https://ticsddhh.blogspot.com/

Email: luismanuel.aguana@gmail.com

Twitter:@laguana

Instagram: @laguana01

Telegram: https://t.me/TICsDDHH

Linkedin: www.linkedin.com/in/luis-manuel-aguana-bb9231

Facebook: https://www.facebook.com/TICs-Derechos-Humanos-102169239041065