GUSTAVO LINARES BENZO
EL UNIVERSAL
domingo 24 de julio de 2011
Como demuestra Roberto Casanova en su reciente libro Bifurcación, uno de los componentes esenciales del neomarxismo es su fe en la tecnología. Los fallos garrafales de las economías de planificación centralizada se habrían debido a la falta de tecnologías capaces de acopiar y procesar la información necesaria para que el Estado dirigiera la economía, no a que tal centralismo socialista fuese malo e inoperante en sí mismo. Ahora, el propio capitalismo ha puesto en las manos de los revolucionarios la herramienta para controlar la economía hasta sus últimos detalles: la computación.
El decreto Ley de Costos es muestra privilegiada de esta idolización de los bits y del Internet. Se pretende, literalmente, fijar los precios y costos de todas las transacciones económicas que ocurren en Venezuela, desde la harina de maíz hasta los diamantes. ¿Imposible, impracticable? Mao no pudo, Chávez sí podría, la diferencia la hacen Microsoft y Linux. Con computadoras, el Estado socialista será eficiente, manejará suficiente información y podrá procesarla, el totalitarismo cibernético es el único posible.
Dos proyectos ya hechos realidad han demostrado que el Estado venezolano puede ser muy hábil con la tecnología: los servicios de identificación y el control de cambios. Ambos manejan información sobre casi todos los venezolanos, el primero sobre efectivamente todos, a través de portales y correos electrónicos cada vez más eficientes. Pero se trata de la eficiencia del Gran Hermano, de algo muy semejante al Panóptico de Bentham, esa cárcel diseñada para que un solo centinela pudiese vigilar a todos los presos simultáneamente: el Gobierno lo quiere saber todo de nosotros, y lo está logrando.
Los nuevos símbolos del comunismo serán entonces la computadora y el teléfono inteligente. La tecnología se vuelve enemiga de la libertad, como demuestra la lucha de los activistas de derechos humanos por la privacidad de la data de los ciudadanos. Aquí, de un plumazo, el Gobierno pretende saber todo sobre nuestras finanzas y sobre esa base controlarnos. Ya es hora, pues, de pensar en venezolano sobre los grandes peligros de la técnica, no solamente de la que permite fabricar bombas atómicas o ensuciar el planeta, sino la que es capaz de hacer posible, real y terroríficamente, el Estado total que anhelaba Hitler, quien gracias a Dios no contaba con computadores.
glinares@cjlegal.net
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