Por Luis Manuel Aguana
Es difícil entrarle a un tema que podría catalogarse como escabroso y difícil en la actualidad. ¿Y porque difícil? Porque en las actuales circunstancias podría distinguirse como anti político que los ciudadanos le reclamen a los partidos políticos acciones y responsabilidades que en cualquier sociedad democrática civilizada del mundo sería de lo más común y hasta considerado como un deber e incluso un derecho.
Sin embargo, es importante hacer previamente algunas apreciaciones. Desde antes de asumir Hugo Chávez como Presidente de la República se desató en la Venezuela contemporánea un feroz ataque a los partidos políticos por parte de muchos sectores considerados como de la “sociedad civil”, los medios de comunicación, personalidades influyentes provenientes de los más diversos círculos, académicos, culturales e intelectuales. Inclusive, uno de los líderes de la democracia puntofijista, Rafael Caldera, hizo como Saturno devorando a sus hijos, cavando así la fosa de su partido político, a favor de lo que el mismo llamó “el chiripero”, que no era otra cosa que una masa descontenta del actuar de los partidos aglutinada alrededor de este liderazgo que fue precisamente el último de la democracia cuartorepublicana.
¿Que nos dejó esta actuación? La terrible herencia del actual régimen, cuyos inicios se sustentaron en la eliminación de toda estructura partidista en el país. La gente no votó por Chávez en 1998, votó en contra del actuar de los partidos que habían socavado todo rasgo de institucionalidad. La reconstrucción del tejido partidista ha sido una labor muy difícil dada la pérdida de la necesaria credibilidad y el error de la población que no supo que al matar la alternativa partidista estaba también matando la democracia. El remedio llamado Hugo Chávez fue peor que la enfermedad.
Pero hubo otro subproducto macabro de ese fenómeno: el temor irracional a que la sociedad civil ponga en tela de juicio la actuación de los partidos y sus desviaciones. O dicho de otro modo: la falsa creencia que la crítica fundamentada a la actuación de los partidos por su comportamiento, puede perpetuar el régimen, o peor aún, acallar a aquellos quienes reclamamos comportamientos como los que precisamente nos llevaron a él. Entonces nos encontramos en el peor de los dos mundos: aquellos quienes no pertenecemos a ningún partido y que como sociedad civil organizada exigimos una mejor y más transparente actuación de los partidos políticos, no podemos levantar la voz porque nos señalan como destructores de la democracia y favorecedores del régimen. De acuerdo a ese criterio no nos encontramos en ninguno de los dos bandos. Es decir, nos encontramos en lo que llamo un Limbo Democrático.
Esta condición hace que los partidos políticos ignoren completamente muchas exigencias consideradas justas por un grueso segmento de la población, concediéndoles una clara patente de corso para realizar cualquier cosa que ellos consideren conveniente a sus intereses. Y en algunos muy importantes casos, muy distantes de los de la mayoría. Un ejemplo claro de esta situación es la que se está presentando con la transparencia exigida en el venidero proceso electoral del 7 de Octubre. Organizaciones de la sociedad civil especializadas en el tema electoral, como ESDATA, han señalado con conocimiento de causa y respaldo técnico la existencia de graves discrepancias en el Registro Electoral. Se ha denunciado la presencia en el RE de más de 5 millones de votos “virtuales” que estarían listos para ser puestos al servicio del régimen castrochavista para su perpetuación. ¿Y los partidos políticos? Bien gracias. Cero exigencias a la depuración del REP, serias irregularidades denunciadas en relación a los representantes de la MUD en el CNE (ver Informe Guácharo en http://venezuelavetada.blogspot.com/2011/11/ludwin-moreno-informe-guacharo.html), desconocimiento del país acerca del nuevo sistema electoral, su contratación e implicaciones técnicas. La política del aquí no pasa nada y después resolvemos, ha privado en los partidos, con el grave riesgo de que el candidato que resulte de las primarias del 12F, quien quiera que este sea, le levante la mano a Hugo Chávez como vencedor, como sucedió en las anteriores elecciones del 2006. Esto nos ha llevado a muchos muy justamente a pensar en la existencia de intereses subterráneos muy fuertes que involucran a los partidos en una conveniencia para ellos de la continuidad del régimen que actualmente azota a los venezolanos, más allá de lo que indican públicamente.
Desde aquí no levantamos las banderas de la anti política. Los partidos son necesarios para que la democracia funcione. Pero necesitamos más y mejores partidos, porque ya es imposible acallar la urgencia de la gente que estos no vuelvan a sus viejas prácticas y a las andadas del pasado. La gente desea un cambio verdadero. Sin embargo ya existe el convencimiento general que los partidos no cambiarán solos y seguirán sus prácticas pasadas si no existe una fuerza desde adentro y desde afuera que los haga cambiar.
Participo, como muchos otros, de la creencia que una sociedad civil muy fuerte es capaz de cambiar el curso de la historia. Lo demostró el 11 de Abril de 2002 cuando puso su sangre en las calles, pero fue manipulada por intereses subalternos. Lo está demostrando el Movimiento de los Indignados en Europa, obstinado de que la claque institucionalizada siga ignorando sus necesidades. Desde este momento la sociedad civil ha aprendido que además de fuerte debe estar organizada y luchar por sus intereses sectoriales para poder tener éxito en sus exigencias sociales. Los estudiantes, los médicos, los maestros, los comerciantes informales, los gremios profesionales en general, solo por mencionar algunos, ya desde hace mucho rato se convencieron que los partidos políticos no resolverán sus problemas. Lo harán ellos mismos haciendo la presión social necesaria, eligiendo naturalmente a sus propios liderazgos. Esto ha traído como consecuencia que a esa lucha se sumen los partidos de acuerdo a sus intereses. Pero en esta oportunidad, las condiciones no las impondrán ellos. Y esto no es un fenómeno que terminará con el régimen de Hugo Chávez. Seguirá consistentemente y con más razón para cualquier cosa que venga para el futuro, ya bien sea que Chávez se quede o se vaya. El único anticuerpo que ha demostrado tener la democracia para protegerse de los desmanes del poder es una sociedad civil fuerte y organizada.
De esta manera la anti política del pasado la convertimos en un movimiento positivo, no en un instrumento para acabar con los partidos, como en el pasado, sino para reconducir su comportamiento a favor de lo que en realidad son las aspiraciones de la mayoría. Si los partidos creen que las críticas que hacemos desde la sociedad civil están dirigidas a desmontar el sistema de partidos, desde ya les digo que están equivocados; así como también lo están si creen que nos quedaremos tranquilos ante su indiferencia. No deseamos estar en un Limbo Democrático, lo que deseamos es más y mejor democracia, representatividad y transparencia de parte de ellos. Que exigimos respeto y que se oigan seriamente los planteamientos en relación a la cuestión electoral y se den los correctivos necesarios. En la medida que la sociedad civil y los partidos estén sintonizados en relación a las exigencias sociales, mayor será la probabilidad de salir con bien de este régimen oprobioso. Pero lo contrario es peor y muy valido también: en la medida en que estemos más alejados no saldremos del atolladero. En todo caso, para cualquier decisión que tomen, encontrarán a una sociedad civil fortalecida y consciente del momento histórico en que nos encontramos.
Caracas, 27 de Enero de 2012
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