Por Luis Manuel Aguana
Solía
reunirme con algunos de mis ex compañeros del IESA para reflexionar acerca del
país, del mundo, de la política y de las grandes verdades. Nunca dejamos en
realidad de hacerlo porque fueron muy gratos los momentos pasados en el
Instituto y que nos dejo muchísimo, en especial amistades solidas con
compañeros y profesores. En una de esas oportunidades llegamos a una conclusión
lapidaria cuya autoría me atribuyen cuando en realidad la reflexión salió de
todos. Lo que hice yo fue darle un enunciado: “más vale un conuco bien montado que un postgrado mal habido”.
Recuerden eso.
Podríamos
interpretar esta expresión como un reconocimiento al trabajo duro y del día a
día en contraposición a los galones que a veces se lucen y que en el fondo no
son más que una manera de cubrir deficiencias de origen. De ninguna manera se
debe interpretar como una sub valoración a lo educativo, sino todo lo
contrario: cuando se hace un trabajo arduo y los valores básicos son parte de
tu esencia es cuando entonces una mejor educación refuerza esos valores. El
“postgrado mal habido” no se refiere al que compras u obtienes de manera ilegal
sino al que haces para tapar deficiencias en tus valores esenciales.
Pero
funciona también al contrario. Cuando hay una educación con valores morales y del
trabajo deficientes, pasa lo que dijo El Libertador: “El talento sin probidad
es un azote”. Allí cualquier cosa que hagas después se transforma en “postgrado
mal habido”, en un azote. Tal vez el enunciado no es más que un corolario de
esta famosa ley social y llegamos a ella sin darnos cuenta.
Traigo a
colación este recuerdo que se me activó al recibir las diferentes reacciones a
mi anterior nota “Lo que parece no es” (ver http://ticsddhh.blogspot.com/2013/05/lo-que-parece-no-es.html)
y que aprovecho para agradecerles encarecidamente.
Y ustedes
me dirán ¿y qué tiene que ver un conuco con eso? Mucho. Porque esto es un
problema de valores. El conuco representa en ese constructo (utilizo la palabra
usada por los investigadores para darle un modelo al concepto) para señalar la
fuerza de los valores morales y del trabajo primero y luego de tener eso,
apreciar en toda su extensa magnitud los valores superiores de la educación.
Un conuco
es la representación básica de lo que en Venezuela se conoce como el trabajo
con las manos para poder obtener el sustento. Sudarte el sustento, pues. Saber
que significa como se bate el cobre, como se consigue el real y medio para
vivir. Y luego de que lo sepas tendrás la legitimidad para darme una clase de
cómo se hace mejor. Ese es el conuco.
Recuerdo
que los viejos, en especial los de los pueblos del interior le daban una
importancia superior a la educación de la casa, a la de papá y mamá, a la de la
familia, sobre la que se construía el edificio de la educación. Cuando vemos la
historia de nuestros liderazgos fundamentales que se cocinaron a principios del
siglo pasado no ves sino eso primero. Lean sus biografías y se darán cuenta.
A nadie
se le ocurría pensar que ese liderazgo fundacional utilizaría sus posiciones
públicas para hacerse con una empresa, ganar dinero o utilizar sus posiciones
para el beneficio propio. A nadie se le ocurrió ver a Gallegos, a Villalba, a Caldera
o a Betancourt en eso. Ellos tenían claro los conceptos de quien era quien. No
en vano la mayoría de ellos vinieron del interior de una Venezuela pobre.
Ahora
bien, muchos líderes quieren decirles a los venezolanos que van a vivir mejor
sin haber pasado por el conuco pero sí por el “postgrado mal habido”, dándose
un portazo en la cabeza. No pretendo aquí aparecer como un fanático salido de
las cavernas del siglo diecinueve. Simplemente tratar de entender porque la
gente sigue a quien sigue y porque aun después de muerto, un individuo como
Chávez aun sigue siendo la esperanza de miles de venezolanos.
Recuerdo
que ese 4 de Febrero de 1992 la gente decía y murmuraba abiertamente en todas
partes (y esto es información para las nuevas generaciones) que por fin salía
en Venezuela alguien que se responsabilizaba por sus acciones; y la gran
mayoría le dio su simpatía escondida al insurgente-y completo desconocido-, del
“por ahora” por haber intentado al menos algo a favor de la decencia pública,
al margen de la forma utilizada de un violento golpe de estado e intento de
magnicidio.
Nadie se
acordó de las personas que murieron ese día, ni que habían intentado asesinar
al Presidente de la República y a su familia en la propia residencia
presidencial. Solo se acordaron de un
individuo reducido pero altivo que dijo que “por ahora” la lucha que
había comenzado no había alcanzado sus objetivos y “el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor…y
ante el país y ante ustedes asumo la responsabilidad de este movimiento militar
bolivariano…”. De esta manera se dejó construir un liderazgo que luego de
más de 20 años aún tiene al país de cabeza y cuyos herederos todavía se
aprovechan de él.
¿Cuál es
la moraleja de toda esa historia? Que a lo que se le dio importancia real allí
fue a los valores, más allá de cualquier consideración y que están presentes en
lo más profundo de la psiquis del venezolano. Las últimas palabras de esa
alocución se grabaron como en un molde de concreto porque constituyen la
esencia real de este caso: intenté algo para acomodar el desastre, fallé, asumo
la responsabilidad, pero no desisto (la razón del “por ahora”). Allí lo que
valió fue la percepción de la gente que inmediatamente compró el mensaje: ¡Este
es el hombre!
¿Porque traigo este ejemplo a colación luego de la
explicación del conuco? Porque primero son los valores que funcionan como las
bases de toda edificación, lo que hace a la gente legítima como persona primero
para luego darle la confianza de la conducción. Chávez logró eso el 4F de 1992
a pesar de todo lo que sabemos hizo después.
¿Porque insisto tanto en que nuestro liderazgo debe pasar
por esa prueba insoslayable? Porque las personas deben percibir esa coherencia que
solo nace de este tipo de acciones que reflejan algún valor que conecte con lo
más profundo de la gente.
No puede ser que luego que inicias una lucha el 14A, pase
el 15A y el 16A con toda la intensidad de la represión en las marchas hacia los
CNE del interior, y luego el liderazgo diga que suspendemos la marcha el 17A en
Caracas porque creemos que el gobierno nos reprimirá. Citando a mi amigo Luis
Betancourt Oteiza, “¿Qué sentido tuvo ese
sacrificio si iban a terminar pidiendo a la gente que bailara salsa?”. Esas incoherencias se pagan tarde o temprano, de
la misma manera como tarde o temprano se premian la coherencia y la responsabilidad
como valores fundamentales. Pero lo doloroso no es que las paguen ellos, las
pagamos todos. Es por eso que hay que tener el conuco primero para que valga el
postgrado después…
Caracas, 2 de Junio de 2013
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter: @laguana
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