Por Luis Manuel Aguana
“Cuando tomamos las armas
del soldado
no abandonamos al Ciudadano”
George Washington
(Inscripción en el Arlington
Memorial)
Atendiendo a
la frase atribuida al Libertador: "Ecuador es un convento, Colombia es una
universidad y Venezuela es un cuartel", ya deberíamos a estas alturas conocer
lo suficiente a los protagonistas de ese cuartel: las Fuerzas Armadas. No en balde llevamos décadas de idas y
venidas con el mundo militar, golpes incluidos, como para saber cómo se pueden
entender a esos venezolanos. Pero al decir de un buen amigo militar, los
civiles venezolanos no conocemos lo suficiente a nuestras Fuerzas Armadas. Y eso
es verdad.
El enfoque que
intenta dar el Proyecto País Venezuela es el deber ser: “Restablecer el carácter profesional apartidista y no deliberante
de nuestras Fuerzas Armadas en base a sus principios institucionales:
garantizar la soberanía nacional y defender la vigencia del sistema democrático”
(ver Proyecto País Venezuela
– Reconstrucción y Reconciliación Nacional - MID Táchira/AVERU en https://docs.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDUmhEbXFZMGR0bEU/edit?usp=sharing).
Sin embargo, no deseo caer aquí en lo que todos conocemos y que no se cumple ahora, sino
dar más bien una perspectiva ciudadana y civil de nuestras Fuerzas Armadas,
intentando comprender por qué razón sus resortes institucionales no se han
movido hasta este momento como todos desearíamos.
En primer
lugar partiré del concepto fundamental: las Fuerzas Armadas, en una democracia,
están subordinadas al poder civil. Esto es, a los ciudadanos. Si entendemos eso
de primero, el resto se entenderá sin problemas ni distorsiones. La
Constitución le asigna responsabilidades a las Fuerzas Armadas (Art. 328, 329,
330 y 331) y estas, obedientes del poder civil, deben acatarlas. Eso lo
comprenden bien los militares, un PODER CIVIL que manda y unas FUERZAS ARMADAS
que obedecen. Pareciera simple ¿verdad? Pero no es así.
Imagínese
amigo lector que usted es introducido en una maquinaria, cuando apenas es un
adolescente, destinada a definir su manera de ver al mundo, sus valores, la
categorización de lo que está bien y está mal, creciendo en un mundo exclusivo,
piramidal y estructurado, destinado a defender los valores que se inculcan
allí, en esa maquinaria bien aceitada para producir oficiales y soldados. No
todas las personas tienen la madera para soportar eso. Pero los que salen,
tendrán la impronta de la construcción personal que esa maquinaria les moldeó
para toda la vida.
Esa maquinaria
a la que me refiero aquí tiene unos criterios muy claros para decidir quién
manda y quien obedece. En las Escuelas Militares profesionales quienes tienen
el mando son aquellos que por su estudio e inteligencia sobresalen
académicamente. Los que están en el tope de su promoción al graduarse son los llamados
a manejar la Institución. Los que no, estarán al servicio de la Institución
pero siempre a la orden de quienes fueron los mejores de acuerdo al escalafón
de mérito.
Esto no es de
ninguna manera un secreto militar. Estoy describiendo lo que en buena medida
siempre sucedió en la Institución militar venezolana hasta la llegada de Hugo
Chávez al poder. El cumplimiento de la Constitución, los valores de la Defensa Nacional,
el carácter profesional y meritocrático de la Institución fue siempre lo que
prevaleció.
Todos los
venezolanos sabemos lo que ocurrió después. Chávez revirtió el orden natural de
merito. Un oficial mediocre en una posición de mando político dislocó a la
Institución. Quien debía mandar en el orden natural de las cosas fue destinado
a obedecer. Y en un ambiente en donde el más alto poder define quien es el que
manda, aquellos que están por construcción de la maquinaria entrenados para
obedecer, obedecen. La Institución entró en una contradicción profunda. Los
peores oficiales, los últimos de sus promociones, ahora mandan. La afinidad
política al “proceso socialista” sustituyó el criterio natural de escogencia de
los mandos militares.
Esta
contradicción fue sumamente dañina para la República, porque al tener la
Institución militar bajo el control de lo peor de sus integrantes se abre la
Caja de Pandora de cualquier desviación: narcotráfico, delincuencia, entrega de
la soberanía, incluyendo convertirse en la guardia pretoriana de un régimen
corrupto.
Los oficiales
profesionales están formados para el combate y para la defensa de la Nación. Quienes
se destacan en la profesión militar son aquellos que mejor saben hacer eso, no
otra cosa. Las Escuelas Militares no enseñan como gobernar, eso está a cargo de
los políticos, enseñan es a combatir a una fuerza enemiga. Al decir de ellos
mismos “la guerra la hacen los políticos, los militares la combatimos”. Al
perderse el norte en una Institución cuyo principal activo es el orden, quienes
deben combatir no combaten y quienes deben mandar no lo hacen porque fueron
sustituidos por mediocres y corruptos. Resultado: el caos.
Entonces, unos
individuos diseñados y construidos para obedecer, por una maquinaria muy
eficiente, sometidos a un proceso de destrucción de su esencia fundamental que
hace que los peores sean quienes detenten los mandos y derrumbarse de acuerdo a
sus propias palabras “los tres pilares fundamentales en que
descansan la organización, administración, operatividad y unidad de mando de la
FAN, como lo son la DISCIPLINA, LA OBEDIENCIA Y LA SUBORDINACION”, están en
el medio de un grave predicamento que deben resolver, porque no es posible
vivir en una contradicción sin correr el riesgo de ser destruido. Y si a eso le
unimos la penetración ideológica y material de otro “ejército de ocupación”,
nos encontramos al borde de un coctel muy explosivo.
La concepción ampliada
de la Defensa Nacional incluye a todos los venezolanos, no solo a los militares:
“…La continuidad del Estado en el orden
del tiempo y del espacio descansa en la defensa de su existencia, protegiéndose
de los agentes de descomposición que de manera constante inciden sobre el
mismo, poniendo en peligro la comunidad organizada en Estado en cuanto a su
seguridad interna y a su seguridad externa. Defensa nacional corresponde a
todos los miembros de esa comunidad, esto es, a toda la ciudadanía compete, al
igual que a los órganos públicos, la realización de los llamados grandes
objetivos de carácter permanente de la defensa, que abarcan los campos
políticos, económicos, social, militar, la promoción del bienestar ciudadano y
de la sociedad en general, la supervivencia de nuestra cultura y los objetivos
estratégicos” (ver Raúl Aguana Figuera, Consideraciones sobre el Derecho
Militar Venezolano en https://docs.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDdGZVTk9lU2ZCb28/edit?usp=sharing).
Aunque el
trabajo del Dr. Aguana está referido a la Constitución de 1961, los principios
sobre los que se fundamenta este concepto son los mismos. Y de acuerdo a esa
conceptualización todos estamos involucrados en el problema de defender la soberanía
de nuestro país, no solo los militares, aun cuando la Constitución de 1999 les
asigna a ellos responsabilidades muy claras en su Artículo 328.
La inscripción
de George Washington en el Arlington Memorial que precede esta nota está tomada
de la obra de Frederick Martin Stern, “El
Ejercito Ciudadano”-Citizen Army-, (1961) que amplía en lo fundamental esa
concepción holística de la Defensa Nacional y el papel de la Fuerzas Armadas en
una sociedad. La cita de Washington define a las Fuerzas Armadas para la
protección del Ciudadano. Las armas de la República son para la defensa de su
pueblo. Pero en Venezuela tenemos ahora un grave problema ¿cómo protegerán nuestras
Fuerzas Armadas a los ciudadanos si se encuentran en un estado de contradicción
y neutralización? ¿O ya han llegado a un
punto tal de distorsión que ya no existe para defender al ciudadano sino
para doblegarlo? De no resolverse la contradicción se pone en peligro la
esencia misma del Estado.
Una Asamblea
Nacional Constituyente bien podría devolverle el carácter Institucional a
nuestras Fuerzas Armadas, establecido en la actual Constitución y violado por
el régimen. Esto es, el rescate de la institución militar sobre la base de la
convocatoria al depositario de la soberanía. Sin embargo, dadas las
características únicas de esa Institución, una recomposición de esa maquinaria
no correspondería hacerla sino a las mismas Fuerzas Armadas, ya que sólo ellos
saben cómo repararla, volviendo a colocar en su justo sitio todo lo que se ha
torcido en este proceso de involución al que han sido sometidas. Y eso no solo
es un asunto de cumplimiento constitucional, para ellos es un asunto de
supervivencia, restándole solo a ellos decidir el momento cuando comenzar a
hacerla.
No somos
nosotros, los civiles, quienes debemos
decirles a los militares como organizarse en una democracia, ellos lo saben
perfectamente, aunque muchos lo pongan en duda. Los civiles lo que debemos
hacer, ahora y en el futuro, es respetar el sentido de esa Institución,
dándoles el espacio correspondiente para que desarrollen su misión dentro de la
sociedad.
Algunos creen que, a este punto de la destrucción
institucional, no existen suficientes raíces para esa recomposición, otros
creemos que sí. Y eso es precisamente porque en la propia construcción de esa
maquinaria que labró la mentalidad obediente de nuestros oficiales y que
aparentemente los inmoviliza, se encuentra mezclada también la esencia de la
obediencia Constitucional. De esas contradicciones no se podrá salvar el
régimen…
Caracas, 15 de
Octubre de 2013
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
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