Por Luis Manuel Aguana
Una vez
alcanzada la liberación del territorio que ahora lleva el nombre de Bolivia, El
Libertador, consciente que el esfuerzo de la libertad era inútil sin educación,
envió a su maestro Simón Rodríguez para organizarla en esa nueva República. Lamentablemente
esta labor no pudo ser llevada a cabo, al pasarle a Rodríguez lo mismo que
siempre les pasa a todos aquellos que piensan muy adelantados a su tiempo: no
fue comprendido.
El Maestro Rodríguez
sostenía una tesis, a mi juicio muy avanzada, tanto para su época como al
parecer para la nuestra, según la cual es una contradicción desear Repúblicas pero
sin republicanos. ¿Y cómo se resolvía
eso, de acuerdo a Simón Rodríguez? De la única manera que hay: formándolos en
las escuelas para que las Republicas que estaban naciendo y obteniendo su
libertad de la espada de sus soldados, se pudieran sostener. De acuerdo al
Maestro la materia más importante de esa formación debía ser “la sociabilidad”.
Esto en palabras modernas se llamaría enseñar ciudadanía.
Decía el
Maestro “el que nada sabe, cualquiera lo engaña, el que nada tiene, cualquiera
lo compra”. Arturo Uslar Pietri afirmaba que en esta tesis de Simón Rodríguez,
“se trataba de enseñar para que nadie
pudiera engañar a otro y de darle una base productiva para que nadie pudiera
comprarlo, para que fuera un ciudadano” (ver Simón Rodríguez, Parte 3, en https://youtu.be/2ExSCFfHMe4). Paradójicamente,
si en el siglo XIX una aproximación como esa pudo haber sido ambiciosa y
fracasar, nos preguntamos porque todavía fracasa en pleno siglo XXI.
El fondo del
asunto aún sigue siendo el mismo en nuestra época, ya que todavía tenemos el
problema: es necesario contar con ciudadanos, no habitantes, para que los países
funcionen; esto es, las Repúblicas deben contar con republicanos, personas conscientes
de sus derechos y deberes, respetuosas de la ley y defensoras del orden democrático.
No se puede construir un país sin eso, así como no se puede levantar una pared
sin pegar los bloques con cemento. Simplemente se cae al menor empujón o
estremecimiento.
Tenia razón
entonces El Libertador, pero lamentablemente no contaba con un ejército de
gente como Simón Rodríguez, como si lo tuvo para empuñar las espadas, por lo
que su labor quedo a medio camino, libertando un pueblo que terminó a merced de
la ignorancia.
Bolívar, en
lugar de hacer una Federación con la Nueva Granada y el resto de las provincias
liberadas, optó por centralizar el poder en un solo Estado, la Gran Colombia,
con la Constitución de 1821, poniendo su sede en lo que es hoy Colombia, donde se
encontraban los estudiosos y los cultos. Recuerden aquello de “Ecuador es un convento, Colombia es una
universidad y Venezuela es un cuartel”, atribuida al Libertador. Si bien
Bolívar técnicamente podía tener la razón –un país debe ser gobernado por los
que saben-, la sangre para la libertad la habían puesto los venezolanos...y eso no se lo iban
a dejar pasar. Resultado: la separación de Venezuela de la Gran Colombia.
Hay un
pasaje de una obra de “Pancho” Herrera Luque que describe genialmente ese
momento de nuestra historia: “No es
posible, había dicho (refiriéndose Bolívar a José Antonio Páez), lo puso en su
boca la gente, que un imperio hecho con sangre venezolana tuviese villa y corte
en Santa Fe de Bogotá” (1).
Como verán,
nuestra historia está llena de motivaciones de poder, entremezcladas con
ignorancia y errores derivados de ella, pero fundamentalmente de una escasa comprensión
del porque de nuestra actual situación, que hace que los volvamos a cometer en
un ciclo interminable, en especial aquellos quienes son responsables de la conducción
política.
Nadie podría
estar a la altura de la grandeza política de El Libertador para afirmar si este
cometió un error o no, centralizando el poder en la Gran Colombia, en esa situación
que se vivía en aquel entonces. Pero lo cierto es que Bolívar nunca creyó, como
lo demuestran los documentos históricos, que una Federación funcionara para
nuestros pueblos.
¿Pero estamos
en el mismo caso ahora, en el siglo XXI? ¿Seguimos siendo ese pueblo ignorante
posterior a las luchas de la Independencia? ¿Tenemos como país la suficiente
madurez política para que cada Estado asuma la responsabilidad de su destino en
un verdadero Sistema Federal objetado por El Libertador? Y la pregunta
fundamental: ¿tenemos un inventario de ciudadanos lo suficientemente grande
para emprender esa tarea? La historia nos ha indicado que nunca lo habrá si no
lo forzamos, si no lo creamos como lo soñó Simón Rodríguez. Pero de lo que no
hay duda es que es necesario tener ciudadanos para tener país. No estuviéramos
en esta situación en Venezuela si los hubiera…
Bien decía
Bolívar en su Discurso de Angostura en 1819: “Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a
perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste
en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el
de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico
rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las
leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.”. Entonces, no sirve de nada la libertad si no hay un pueblo que la
comprenda. Volvimos a perder la libertad ¿Será eso lo que nos pasa? Es urgente
entonces corregir la perversión.
¿Creamos
primero a los ciudadanos y después les damos la responsabilidad de conducir su
destino? ¿O hacemos ambas cosas al mismo
tiempo? En las actuales condiciones jamás lo haremos. Un Estado macro cefálico
centralista que da y un pueblo mendigo que recibe. Un país sumido en la pobreza –en especial
la moral- es un país que compran, un país sumido en la ignorancia es un país
que engañan. Simón Rodríguez no se equivocaba, lo estamos viviendo y sufriendo
ahora. Eso es lo que hizo Chávez, y es lo que está haciendo el régimen
actualmente.
Quienes
hemos sido padres con hijos que han salido al mundo a ganarse la vida sabemos
que debemos dejar que tengan sus propias experiencias. Tú no puedes vivirlas
por ellos, aunque sabes que serán duras y que siempre estarás allí para
tenderles una mano. Lo que no puedes hacer es mantenerlos ni protegerlos siempre.
Te corresponde hacer tu parte como padre al formarlos para la vida, pero el
trabajo al final deberán hacerlo ellos. Un Estado que históricamente ha
mantenido a sus habitantes y que ya no puede hacerlo más, deberá
reestructurarse para darle oportunidades y lugar a un nuevo esquema que le
permita a ese habitante convertirse en ciudadano.
Eso no será
un proceso fácil. Tiene que ver, como suponen, con educación en un todo
continuado. Debemos dejar que el poder fluya a la gente aunque sepamos que no
está preparada para ejercerlo la primera vez. Solo imaginen que a cada
municipio del país, por obra de una reestructuración
político-administrativa-territorial producto de un proceso Constituyente, le
toque administrar un incremento de su ingreso ordinario del 4% a 64% para darle
calidad de vida a sus ciudadanos (ver Pacto y Constitución en http://ticsddhh.blogspot.com/2016/04/pacto-y-constitucion.html)
y todos los impuestos que se le entreguen constitucionalmente.
Si no hay
ciudadanos que se monten sobre esos Alcaldes y Concejales, estos podrán derrocharlo
o robarlo. Pero nunca podrán escaparse con los billones de dólares que se han
robado estos 17 años quienes administraron centralizadamente el 80% de nuestra
renta petrolera, si estos ingresos se distribuyen en las más de 1.100
parroquias convertidas en Municipios.
Entonces ese
proceso de formación ciudadana se dará concurrentemente con la responsabilidad.
El habitante, convertido ahora por fuerza de las circunstancias
constitucionales en ciudadano, no le quedará otra que ser garante que esos
recursos se apliquen con sentido y adecuadamente a sus comunidades. Deberá
exigir de sus gobiernos locales la aplicación del presupuesto a sus necesidades
más sentidas, so pena de vivir miserablemente. Y en el camino, ese adolescente
habitante tendrá que convertirse en un adulto ciudadano.
En las
últimas horas de su vida mi padre me dijo que este proceso no se haría sin
educación (ver No sin educación, en http://ticsddhh.blogspot.com/2016/03/no-sin-educacion.html).
Ahora puedo con firmeza afirmar que tampoco se hará sin ciudadanos. La buena
noticia es que podemos crear las condiciones para que aparezcan, cerrando un
ciclo que comenzó después de la Independencia, con el sueño de un maestro que
pensó muy adelantado a su tiempo.
Caracas, 8 de Mayo de 2016
Email:
luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
(1) Francisco
Herrera Luque, El vuelo del Alcatraz, Pág. 19, 2007, ISBN 978-980-15-0265-4
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