miércoles, 29 de junio de 2022

Venezuela y la propuesta Constituyente de Colombia

Por Luis Manuel Aguana

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Uno de los aspectos más controversiales que nos llegaba a Venezuela de la pasada elección presidencial de Colombia fue la propuesta de convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente ofrecida por el entonces candidato y actual Presidente Electo de Colombia, Gustavo Petro. Ciertamente, Petro ofreció una convocatoria Constituyente como primer acto después de su elección como Presidente, siendo candidato presidencial para las elecciones de 2018 en Colombia. Pero perdió las elecciones. La siguiente fue la posición de Petro, ante el tema Constituyente en el año 2017:

“…si yo soy Presidente de Colombia el primer acto el primer día es convocar un referendo con una sola pregunta: ¿Quiere Ud., si o no, convocar una Asamblea Nacional Constituyente en Colombia? Que si la mayoría dice sí, nos permite convocarla para hacer esta reforma. No es una Asamblea Nacional Constituyente como la del 91. No es reunida en el centro de Bogotá. Tiene que ser una Constituyente territorial, porque ese es el gran vacío de la Constitución de 1991, lo local, la democracia local, tiene que ser territorial, acotada. No es una reforma de todo. La Constitución del 91 tiene ventajas en muchísimos temas. ¿Acotada a qué? A estas reformas: la salud, la educación, la justicia, la nueva economía –podríamos hablar otro día de que significa esa nueva economía, me he metido en estos días a tratar de explicarlo que es salir del petróleo y entrar a la producción- y la política”…”Mientras sesiona la Constituyente el Congreso sigue pero no tiene función. Se suspende hasta que acabe las funciones de la Constituyente”…”Debe ser plural, no es al estilo Maduro, de uno solo, eso no tiene sentido. Es una Constituyente que sea la expresión de la sociedad colombiana…” (resaltado nuestro)(ver Semana TV, 17 de noviembre de 2017, Petro y su primera decisión como presidente sería convocar un referendo constituyente, en https://youtu.be/vYQLKXh6l9c, min 21:00).

Sin embargo, a pesar de haber declarado de esta manera en noviembre 2017, ya en diciembre de 2021 como candidato del Pacto Histórico, Petro cambia públicamente su posición en relación con el tema, en la campaña presidencial de 2022:

“P: Si Ud. gana la presidencia de la República, ¿habrá Constituyente o no? R: Nosotros hicimos la Constitución del 91. Las instituciones hoy de Colombia se originan en la Constituyente del 91 y nosotros fuimos la fuerza mayoritaria de la Asamblea Nacional Constituyente por voto popular. ¿Por qué íbamos a desbaratar lo que hicimos? La Constitución del 91 sirve para hacer los cambios económicos. La Constitución del 91 ordena que todo o toda colombiana tenga derechos fundamentales y los describe. Hoy no los tiene. Pero no es porque la Constitución no lo ordena es porque los gobiernos de un régimen corrupto, que no es constitucional, los han conculcado. Han hecho negocios con los derechos de los colombianos. Por tanto el cambio en Colombia se hace con la Constitución del 91. No necesita una Constituyente para hacer otra Constitución porque ya la tenemos. Y ese es el primer Pacto. Fue un Pacto hecho con Álvaro Gómez y las fuerzas conservadoras de ese entonces, y con los liberales de ese entonces, y fructificó. La Constitución del 91 es la demostración fehaciente de que un Pacto Histórico se puede hacer en Colombia” (resaltado nuestro) (ver Semana TV, Gustavo Petro y el Pacto Histórico debaten el camino a la Presidencia de Colombia, Elecciones 2022, en https://youtu.be/8tLtSubPoLc, min. 1:33:10).

Y no le faltó razón al Gustavo Petro actualizado de 2021, al decir que la Constitución colombiana no requiere de una Constituyente para hacer en ella las reformas políticas necesarias para mejorar la salud, educación, justicia y economía. Solo al leer la Constitución política de Colombia, actualizada con los actos legislativos hasta 2016 (ver en https://www.cijc.org/es/NuestrasConstituciones/COLOMBIA-Constitucion.pdf), estos aspectos están garantizados: salud (Art. 44, 49, 50, 64), educación (Art. 45, 64, 67, 68, 69, 70), justicia (Art.95, 116, 152, 156), economía (Art. 332-338).

Los colombianos se dieron en 1991 una Constitución moderna que puede ser reformada, como efectivamente lo ha sido en 51 oportunidades (información hasta septiembre 2019) por Actos legislativos del Congreso (ver Cuantas Constituciones ha tenido Colombia, ¿Cuántas modificaciones ha tenido la Constitución de 1991?, en https://www.senalcolombia.tv/cultura/constitucion-politica-colombia-historia).

Ahora bien, el temor a que Petro siga la franquicia chavista de modificar la Constitución para cambiar el modelo político colombiano, introduciendo una reelección indefinida o colocando el socialismo como ideología única en el país, no digo que sea imposible, pero le sería bien cuesta arriba dada la polarización de prácticamente la mitad del país luego de las elecciones, con un pueblo muchísimo más culto que el nuestro. Esto sin tener en cuenta que la Cámara de Representantes aprobó la eliminación de la figura de reelección presidencial de la Constitución Política del país durante el año 2015, en una de sus muchas modificaciones.

Petro dejó de ofrecer una constituyente por el rechazo del pueblo colombiano a esa posibilidad que venía planteando desde antes del año 2017 y que para esta elección desechó antes de su elección, el 19 de junio de 2022. La Constitución le permite a los ciudadanos “presentar proyectos de ley o de reforma constitucional” en un número “igual o superior al cinco por ciento del censo electoral existente en la fecha respectiva o el treinta por ciento de los concejales o diputados del país” (Artículo 155 Constitucional). Asimismo, “La Constitución Política podrá ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo” (Artículo 374 Constitucional). De manera que la opción de cambio estructural por la vía Constituyente siempre estará presente con la actual Constitución.

Pero lo importante del planteamiento Constituyente en Colombia tiene que ver con el propósito de los proponentes. Petro entendió que podría efectuar las reformas a su criterio necesarias, para abordar los problemas de salud, educación, justicia y economía. Ya tienen una Constitución que les permite abordar esos problemas, como lo dijo en diciembre de 2021. En Venezuela no tenemos esa Constitución. De hecho, la Constitución colombiana, a pesar de que posiblemente requiera esas reformas que Petro insiste en que son necesarias (salud, educación, justicia y economía) supera con creces la nuestra en descentralización y autonomía regional, sin contar con un mecanismo de distribución de recursos (Sistema General de Participaciones de los Departamentos, Distritos y Municipios, Art. 356 Constitucional), más avanzado que el simple Situado Constitucional porcentual que arrastramos desde el siglo pasado en Venezuela, y que ha servido para enriquecer a los ocupantes de Miraflores y a sus partidarios.

El salto cuántico que hicieron los colombianos con la Constitución de 1991 desde la anterior de 1886 del siglo antepasado, es lo que estamos buscando nosotros para Venezuela desde la Alianza Nacional Constituyente Originaria, ANCO. Esto es, romper con la centralización asfixiante, generando política y constitucionalmente las autonomías regionales dándole mayor poder a los Municipios y Estados, en ese orden, acercando el poder a los ciudadanos. Ya los colombianos han avanzado mucho más en eso que nosotros. Lean el artículo 287 de la actual Constitución de Colombia:

“Artículo 287. Las entidades territoriales gozan de autonomía para la gestión de sus intereses, y dentro de los límites de la Constitución y la ley. En tal virtud tendrán los siguientes derechos:

1. Gobernarse por autoridades propias.

2. Ejercer las competencias que les correspondan.

3. Administrar los recursos y establecer los tributos necesarios para el cumplimiento de sus funciones.

4. Participar en las rentas nacionales”.

Sin embargo, nuestra propuesta constitucional, reflejada en El Gran Cambio (ver El Gran Cambio, una propuesta para la Refundación de Venezuela, en https://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html) plantea algo más avanzado. Deseamos una autonomía municipal y estatal aun mayor, dejando al Estado Federal y al Presidente de la República una función de coordinación y representación, con un poder muchísimo menor del que ahora tiene, que sería repartido entre todos los Municipios y Estados, con un financiamiento descentralizado y aportante. Es por eso que los cambios Constitucionales que planteamos serían comparables a los que realizaron los colombianos al pasar de una Constitución militarista del siglo 19 (1886) a una de derechos civiles del siglo 20 (1991). Nosotros pasaríamos de una Constitución del siglo 20 de poder altamente centralizado (1999) a una de poder Municipal y Regional para el siglo 21. Esto incluiría, por ejemplo, cómo se plantearía el petróleo en una nueva economía, donde los Estados petroleros sean los que decidan el desarrollo de su industria localmente.

El tema Constituyente no es de ninguna manera simple. No se trata de plantearle al país un programa de gobierno como algunos políticos insisten en hacer creer, sino un cambio estructural de relaciones de poder entre los ciudadanos y el Estado, con todo lo que ello implica. Se trata de una renovación estructural de las instituciones y poderes públicos del país. Esto es, una REFUNDACION DE LA NACIÓN. No se trata de hacer una Constituyente para imponer una ideología o quedarse en el poder indefinidamente como lo plantea la franquicia que crearon Hugo Chávez y los agentes del Foro de Sao Paulo en 1999. Se trata del desarrollo de nuestros pueblos. Si tanto Colombia como Venezuela lo comprenden cabalmente, Colombia seguirá mejorando lo que ya avanzó constitucionalmente en 1991, y Venezuela dará el salto al desarrollo que nos merecemos como pueblo.

Caracas, 29 de Junio de 2022

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martes, 21 de junio de 2022

Elecciones en Colombia, una revancha social

Por Luis Manuel Aguana

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“Yo estoy demasiado cansado para trabajar sin brújula.Además, Su Excelencia sabe tan bien como yo que aquí no hará falta un presidente sino un domador de insurrecciones…”

El Mariscal Sucre al Libertador en Bogotá, a la solicitud de Bolívar de sucederle en la Presidencia de Colombia(*)

Creí, como todo el mundo, que los resultados de las elecciones en Colombia serían diferentes. Desde la primera medición, luego de la primera vuelta que daba al candidato Rodolfo Hernández el primer lugar en la intención de voto, con el 52, 3%, frente a Gustavo Petro al segundo lugar con 45,1% (ver La República, en  https://www.asuntoslegales.com.co/actualidad/rodolfo-hernandez-con-52-3-supera-en-intencion-de-voto-a-petro-que-marca-45-1-3375161), parecía que la sociedad colombiana tenía la oportunidad de reaccionar frente a la miseria socialista que se le presentaba, con la posibilidad de un triunfo de Gustavo Petro a la Presidencia de la República.

Pero con correr de los días, esa diferencia se fue acortando hasta llegar a un empate técnico estadístico entre el 3 y 7 de junio, con una nueva intención de voto que daba un solo punto porcentual de diferencia entre ambos candidatos (ver El Espectador ¡De voto finish! Empate técnico entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, en https://www.elespectador.com/politica/elecciones-colombia-2022/de-voto-finish-empate-tecnico-entre-rodolfo-hernandez-y-gustavo-petro/). Esta tendencia no prometía otra cosa sino empeorar para el candidato Hernández para la fecha de las elecciones, aunque algunos conservábamos la esperanza de que algo saliera al final de la conciencia colombiana, de no dejar que lo que todos tememos para el futuro de Colombia se hiciera realidad.

Pero eso no pasó. El pueblo colombiano se pronunció finalmente, dándole la victoria a Gustavo Petro con el 50,44% de los votos frente a un 47,3% de Rodolfo Hernández (ver Resultado de las elecciones Colombia 2022, en https://elpais.com/america-colombia/elecciones-presidenciales/2022-06-20/resultados-elecciones-colombia-2022-siga-la-segunda-vuelta-en-vivo.html). Este resultado merece una mirada menos superficial de cómo todos estábamos abordando el proceso que vive Colombia, en especial desde la perspectiva venezolana, más allá de decir que los colombianos son estúpidos o suicidas. Algo pasó en Colombia que está impidió a los colombianos ver lo mismo que nosotros no vimos en 1998.

El proceso político venezolano a partir de 1958 estuvo signado por el abandono paulatino de la clase política a las necesidades más sentidas de la población, a pesar de gozar de los ingresos más importantes que jamás hayamos disfrutado los venezolanos, provocando en el camino un proceso degenerativo que condujo a la absoluta pérdida de credibilidad de los partidos y sus propuestas. De allí que en 1998, luego de haberle dado la última oportunidad a la clase política a través de una candidatura extra partido como lo fue la de Rafael Caldera y sus “chiripas”, finalmente los venezolanos decidieron transferirle el poder a un golpista, no votando a favor de él, sino en contra de lo que la mayoría de los venezolanos consideraron más de lo mismo de los partidos tradicionales.

Podría decirse que lo ocurrido en 1998 fue un error histórico monumental, pero ese era un sentimiento de revancha social profundamente arraigado que se manifestó como parte de un proceso político del país que de manera irremediable nos conduciría a un barranco. El sentimiento de rechazo a los partidos era tan generalizado, que por más que muchos consideráramos que entregarle el poder a un militar resentido y sin experiencia -como efectivamente lo era- y un error imposible de cuantificar, aun así los venezolanos terminamos como pueblo aprobándole una Constituyente que le cambió la institucionalidad al país a favor de un proyecto político personalista y autoritario. De allí que necesitemos revertir eso a la brevedad posible.

Aunque seamos sociedades hermanas nacidas de un tronco común, hemos tenido diferencias significativas que vienen desde mucho antes de nuestra separación político territorial de la Gran Colombia en 1830. Nuestro desarrollo político ha sido muy diferente, así como la perspectiva de nuestra dirigencia política ante los mismos problemas. Eso fue precisamente el motivo de nuestra separación.

Sin embargo, los colombianos acaban de demostrar que llegaron como nosotros al mismo barranco, siguiendo irremediablemente un proceso que los conduciría al rechazo de una dirigencia política incapaz de satisfacer sus aspiraciones. Decidieron, como nosotros en 1998, un cambio de rumbo radical, dando la espalda a la dirigencia política que ha conducido los destinos del país desde mayo de 1958. Siguieron un proceso indetenible, y a pesar de todas las advertencias escogieron a un guerrillero, como nosotros en su momento, a un golpista. En el neto no hay ninguna diferencia. ¿Y por qué ha sucedido este giro? Tal vez las siguientes cifras resumidas a la fecha puedan dar alguna explicación:

“El mayor ingreso no llega a todos. La pobreza afecta a gran parte de la población. Para 2021 el índice general de pobreza (por ingresos) fue de 39,3% (dentro del cual 12,2% correspondía a formas extremas). En el medio rural (11,7 millones de habitantes) era de 48,7%. Medida según las condiciones socioeconómicas (multidimensional) la pobreza afectaba a 16,0% (29,7% en 2010): en el área urbana a 11,5% (22,9% en 2010) y en los pequeños centros y el área rural a 31,1% (50,8% en 2010). Así, pues, 8,1 millones de personas se encuentran en esa condición. La tasa de desempleo es de 11,2% y la de subocupación 8,4%; pero la informalidad sobrepasa 40%. Esas cifras revelan una sociedad muy desigual y estructuralmente injusta, que no ofrece oportunidades para todos. Es más grave en el campo. La tierra está mal distribuida: 1% de los predios abarca 81% de la tierra (resaltado nuestro)(ver El Nacional, La dura marcha de Colombia, por Jesús Rondón Nucete, en https://www.elnacional.com/opinion/la-dura-marcha-de-colombia/).

Sin embargo, el PIB de Colombia creció 10,6% el año 2021, la mayor subida anual desde que hay registros (ver El País de España, en https://elpais.com/economia/2022-02-15/el-pib-de-colombia-crecio-106-en-2021-la-mayor-subida-anual-desde-que-hay-registros.html). ¿Les parece conocido? Algo semejante ocurría en la Venezuela del defenestramiento de Carlos Andrés Pérez, cuando a pesar de mostrar cifras importantes, los ciudadanos castigaron a la dirigencia política:“Poco importó que los indicadores macroeconómicos auguraran lo que algunos ya veían como un milagro: después de una contracción del -8,57% del PIB en 1989, en 1990 el crecimiento fue del 6,47% y en 1991 de un espectacular 9,73%.  Era un despegue. La inflación también se comenzó a controlar, y bajó al 40,6% en 1990 y al 34,20% en 1991. El fisco comenzó a tener superávit en 1990 y el volumen de las inversiones, por decirlo en términos muy amplios, se duplicó” (ver Prodavinci, CAP, el hombre que se inventó a sí mismo (IV), en https://prodavinci.com/cap-el-hombre-que-se-invento-a-si-mismo-iv-y-ultima-parte/).

En ambos casos un pueblo molesto, a pesar de las cifras positivas en la economía, la aplicación de esos resultados fue desastrosa. Estamos hablando de sociedades muy molestas, con su dirigencia política tradicional, y que en el caso colombiano, hasta la fecha, no ha cambiado su manera de resolverle los problemas a la población, al no aplicar la riqueza a sus más urgentes necesidades. La prueba más patente de ello, es que aquellos que intentaron con sus votos de parar la locura de la izquierda en el poder, se nuclearon alrededor de un empresario, y no un político tradicional debido a su desconfianza.

¿Irracionalmente molesta? Puede ser. Pero vemos que los pueblos cambian el destino de su historia como consecuencia de procesos políticos de muchos años, no de la noche a la mañana, no porque sean estúpidos o suicidas. La responsabilidad de lo sucedido el 6 de diciembre de 1998 en Venezuela no fue de Chávez, pero si lo que vino después. La responsabilidad de lo que sucedió el domingo 19 de junio en Colombia no fue de Petro, pero si lo que sucederá a partir de ahora. Lo que ocurrió allí semejó a intentar frenar el Titanic en el último momento, a pocos metros del iceberg.

¿Tiene Colombia los resortes institucionales lo suficientemente fuertes para evitar lo que ocurrió en Venezuela después de los cambios? Esto estará por verse y soy incorregiblemente optimista. Y la base de ese optimismo lo fundamenta el trabajo de Juan María Montalvo, ensayista y novelista ecuatoriano, quien desarticuló en un famoso ensayo titulado “Colegio, cuartel y convento. La Nueva Granada a un colegio, Venezuela a un cuartel, el Ecuador a un convento” lo que señaló un diputado del Congreso de Bogotá luego de la disolución de la Gran Colombia (ver Juan Montalvo, Las Catilinarias, El Cosmopolita-El Regenerador, No. 12, Quito, 26 de agosto de 1878, en https://tinyurl.com/yckm8n4v):

“No ha mucho un diputado sostuvo en el Congreso de Bogotá que, disuelta Colombia con la defección de Páez y de Flores, la Nueva Granada se había retirado a un colegio, Venezuela a un cuartel y el Ecuador a un convento. Y lo dijo el representante como uno que compulsa los méritos de los tres pueblos, y en un toque oratorio coloca a su patria sobre sus hermanas inferiores: inferiores, supuesto que colegio está por educación, cuartel por licencia y convento por ignorancia”.

En su defensa particular a los neogranadinos, Montalvo especialmente señaló:

“Los granadinos son pueblo lleno de inteligencia y valor, apasionados a las grandes cosas: no tienen sino un defecto, y es el no querer que nadie sea nada fuera de ellos.  Atenienses, espartanos, romanos, ellos: los otros, capadocios, beocios, trogloditas. Para ser instruidos, exigen que los vecinos sean ignorantes: valientes no pueden ser, si sus amigos no son cobardes; y por nada consentirían en que sus hermanos fuéramos civilizados, porque ellos correrían el peligro de ser bárbaros. Lo bueno, lo admirable sería ser superior entre grandes, excelso entre superiores; y no hay mérito ninguno en que la canalla que nos rodea, a fuerza de insignificancia, nos haga presumir algo de nosotros mismos” (resaltado nuestro).

Pues bien, como venezolanos, y más que amigos, hermanos del pueblo colombiano, no somos cobardes y así lo hemos demostrado frente a las vicisitudes de la tragedia que nos azota, por lo que deberán ser valientes frente a los que les viene. Y Venezuela lleva más de 20 años buscando la civilización en la libertad y la democracia, por lo que estoy seguro de que no correrán el peligro de la barbarie antes de que las consigamos. El movimiento internacional que dirige a Gustavo Petro, a fuerza de insignificancia, no podrá impedirnos a los colombianos y venezolanos, aunque hayan ganado una elección, ser superiores entre grandes y excelsos entre superiores…

Caracas, 21 de Junio de 2022

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(*) Gabriel García Márquez, El General en su Laberinto, Pág. 27, Editorial Oveja Negra, 1989, ISBN 958-06-0006-6, Bogotá Colombia.