Por Luis Manuel Aguana
“Ojalá que cambiemos todos, porque si
no,
cambiar de Presidentes no cambiara nada.
Porque cambiar de Presidentes,
sin que cambiemos nosotros,
es lograr que nada cambie jamás”
Carlos Sicilia,
No voy a apagar nada, 2002
Pudiera tomar la nota que escribí para la Navidad del 2011
(ver Navidad Con Presos Políticos, en http://ticsddhh.blogspot.com/2011/12/navidad-con-presos-politicos.html)
y solamente cambiar los nombres de los presos políticos más relevantes de ese momento,
y tendría un artículo con la misma o tal vez mayor vigencia que en ese
entonces. Así de mal estamos pasando nuestras Navidades 5 años después.
Podría tratar de transmitirles un mensaje de fe y esperanza
ante un futuro completamente incierto, pero les estaría faltando el respeto y además
ustedes pensarían que les estoy insultando la inteligencia. No haré eso. Lo que
si haré será invitarles a una reflexión, que también es lo que generalmente se
hace en estos tiempos de final del año, muy en especial cuando hay hambre y
necesidad. Y quien sabe si es eso lo que más necesitan nuestros corazones en
estos momentos.
Los venezolanos tenemos que hacernos una pregunta obligada:
¿por qué hemos dejado que esta situación haya llegado tan lejos? O peor aún, ¿por
qué no ha sido posible luego de tantos años sacudirnos tanta iniquidad? Muchos
me responderán que es por culpa de los partidos, los militares, los cubanos, las
traiciones, los corruptos, la falta de la famosa unidad, o una mezcla de todo
eso y aún más.
Pero a ninguna sociedad le caen las 7 plagas de Egipto por
nada. Algo debe estar pasando aquí de mayor profundidad para que el cuerpo
social de este país no sane. Es algo tan simple como que un cuerpo con las
defensas bajas se enferma más rápido y permanece enfermo hasta que esté bien
alimentado y en condiciones para una vida normal. Y allí es en donde me daré
una licencia navideña de esbozar una teoría que tal vez explique las razones del
porque un país de la naturaleza del nuestro aún sigue gobernado por lo peor de
su sociedad (pranes, delincuentes, narcotraficantes, corruptos, etc., etc.,
etc., tanto del gobierno como de su oposición) y la parte sana de ella, que
somos la mayoría, permanece inerme y sin poder hacer nada exitoso que pueda
cambiar esa situación.
Pero… ¿es en realidad la “parte sana” de ella? Alguno de
ustedes tal vez recuerde a Carlos Sicilia, un humorista venezolano muy agudo,
que en el 2002 escribió las razones por las cuales no se unía a una protesta cívica
–un apagón general- en contra del gobierno de Chávez, expresándose en estos
términos: “El problema está en nosotros. Nosotros como pueblo. Nosotros como
materia prima de un país. Porque pertenezco a un país donde la viveza
es la moneda que siempre es valorada más que el dólar. Un país donde hacerse
rico de la noche a la mañana pegando un Kino es una virtud más apreciada que
formar una familia a largo plazo….Pertenezco a un país donde, lamentablemente,
los periódicos jamás se podrán vender como se venden en EEUU, es decir,
poniendo unas cajitas en las aceras donde uno paga por un solo periódico Y SACA
UN SOLO PERIÓDICO DEJANDO LOS DEMÁS DONDE ESTÁN. Porque si aquí los vendieran así,
El Nacional y El Universal quebrarían en solo 3 meses. Pertenezco al país donde
las empresas privadas son librerías particulares de sus empleados deshonestos,
que se llevan para su casa, como si tal cosa, resmas de papel, bolígrafos,
carpetas, marcadores, y todo lo que pueda hacer falta para la tarea de sus
hijos. Pertenezco a un país donde el turismo no progresa, no porque no tengamos
bellezas naturales que mostrar sino porque nos cuesta conseguir venezolanos
para los cuales la hermosa profesión de servir y atender visitantes no sea
considerada una vejación y una humillación…”. Y exponiendo muchos otros
rasgos de esa “viveza” del venezolano, remata con esta sentencia: “Ya basta. Como materia prima de un país,
tenemos muchas cosas buenas. Pero todavía dejamos mucho que desear. Esos defectos, esa "viveza"
congénita, esa deshonestidad a pequeña escala que después crece y evoluciona
hasta convertirse en Recadi o en Cruz Weffer, esa calidad humana que en
realidad es falta y carencia de toda verdadera calidad humana, eso, más
que CAP o que Chávez, es lo que nos tiene real y francamente jodidos. No voy a
apagar las luces, lo siento. Porque, aunque Chávez caiga hoy mismo, el próximo
presidente que lo suceda tendrá que seguir trabajando con la misma materia prima defectuosa que, como pueblo,
somos nosotros mismos. Y no podrá hacer nada, igual que no hicieron nada los
adecos igual que no está haciendo nada Chávez…”(subrayado nuestro) (Carlos Sicilia, No voy a apagar nada, http://www.angelfire.com/extreme3/chavex/noapagon.html).
Muy contundente, pero debo indicar que estoy absolutamente
en desacuerdo con el término “defectuoso” utilizado por Sicilia en su artículo.
Denota “echado a perder” o “imposible de mejorar”. Sin embargo expone rasgos
que forman parte de una conducta común de nuestra cultura, y que con la
degradación moral y ética generalizada de estos últimos 18 años ha alcanzado
niveles intolerables, que ciertamente paralizan cualquier intento de cambio en
nuestra situación como país.
Y se supone que con eso que somos nosotros, debemos acometer
una tarea monumental como cambiar a este régimen, que ya es difícil de realizar
si fuéramos, como sociedad, todo lo contrario. ¿Es el venezolano una materia
prima defectuosa? Yo no lo creo. Si fuera así, estaríamos condenados a no salir
jamás de esta tragedia. Con un cuerpo social enfermo y sin anticuerpos
ciudadanos no existirán nunca las condiciones básicas para que este sane.
Una vez me dijo un extraordinario psiquiatra que la terapia se
fundamentaba en hacerle ver al paciente las raíces de su propia condición para
que él mismo intentara el cambio hacia su sanación. Esto es, el médico no lo
“cura”, en el estricto sentido del término, sino que a través de la técnica
utilizada le hacía ver al paciente el camino que debía recorrer para que él
mismo lo hiciera y lograra un cambio en su condición. Creo que es allí en donde
se centra el drama de los venezolanos. Pero, ¿será posible realizar primero ese
cambio en nosotros? ¡Yo apuesto por eso!
Me voy a traer de nuevo el “Cuento de Navidad” de Charles
Dickens para extraer, como en otras ocasiones lo he hecho, algunas lecciones
que salen de esta Navidad que nos han destruido. Para quien no la conozca, la
historia cuenta de un viejo avaro y egoísta llamado Ebenezer Scrooge, a quien
le disgustaba la Navidad. En tiempo de Navidad, es visitado por el fantasma de
un antiguo socio, quien encadenado y macilento le advierte que debe cambiar su
actitud ante la vida; y le informa que será visitado por tres fantasmas: el
fantasma de las navidades pasadas, el de las navidades presentes y el de las
navidades futuras.
Cada fantasma en su visita le hace ver a Scrooge lo que se
había perdido en el camino de su vida tratando de convertirse en quien se había
convertido, mostrándole cada escena de su existencia pasada y presente. Y al
final el último fantasma, el de las navidades futuras, le muestra el futuro
tenebroso que tendría de seguir su vida como iba, augurándole un final
desolador para su muerte. Tal película de su existencia hizo que Ebenezer
cambiara radicalmente su actitud, no solo ante la Navidad, sino ante la vida.
Hermoso cuento, simple y directo, como todos los de Dickens.
Creo que a los venezolanos se nos aparecieron esos
fantasmas, pero no cambiamos de actitud, y en consecuencia estamos viviendo en
carne propia el espectro macabro de la muerte descrita por el fantasma de las
navidades futuras de Dickens, pero todos los días del presente, de ese futuro
que ya nos alcanzó. Seguimos pensando un retorno a un “pasado feliz”, que al
final no lo era para una gran parte de la población. Eso es lo que nos está
vendiendo la clase política tradicional. Debemos construir algo nuevo y no hay
ninguna referencia más allá de lo que hemos sido y que muy bien describe Carlos
Sicilia. Ya es tiempo de desterrar ese modelo, ese modo de ser del venezolano.
Ya es hora de cambiarlo por otro mejorado como lo hizo el Scrooge del cuento de
Dickens, porque la variable cambio es aquí la clave en
toda esta ecuación. Y eso pasa por ver hacia delante, a lo que podemos ser y
construir, no a lo que hemos sido y nos han destruido. Los invito a partir de
estas Navidades a recorrer un nuevo camino pero esta vez sin ver por el
retrovisor, pensando en un Proyecto de País distinto.
Y que mejor comienzo para ese cambio que el ejemplo de un
niño que nació en Belén hace mas de 2000 años, en el seno de una familia tan
pobre que no tenía nada más que lo que tenia puesto, debajo de un techo ajeno que
nadie quería prestar, pero que al final impuso su impronta sobre toda la
humanidad. Eso somos los venezolanos en la Navidad del 2016, esa familia pobre
pero todavía bendecida por Dios. Y es por eso que tal vez ese Dios, en sus
caminos misteriosos e infinitos, eligió para nosotros este desconsolador
destino como una lección para que reflexionemos profundamente y cambiemos en
serio, convirtiéndonos en los ciudadanos conscientes que nos hemos negado a
ser. Aprender esa lección será la condición necesaria para fortalecer este
cuerpo enfermo de la República. Y cuando eso ocurra, será muy fácil para la
parte sana imponerse sobre la descompuesta, devolviendo la alegría de nuestras
Navidades, para que nadie nunca más las pueda destruir…Cuídense mucho estas
Navidades y que el Niño Jesús nos haga el milagro de hacerlas felices en cada
hogar venezolano…
Caracas, 24 de Diciembre de 2016
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Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
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