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sábado, 5 de noviembre de 2016

Igualitarismo, diálogo y guerra civil

Por Luis Manuel Aguana

“La Federación encierra en el seno de su poder
el remedio de todos los males de la patria.
No, no es que los remedia; es que los hará imposibles”
Gral. Ezequiel Zamora

Como profesor de la vieja guardia en Ciencias Sociales del Pedagógico de Caracas de los años 40, mi  padre era un empedernido de la historia y la geografía de Venezuela. Siempre me llamó la atención cuando afirmaba sin asomo de dudas que los venezolanos habíamos resuelto el problema de la igualdad social con nuestra Guerra Federal en el Siglo XIX, al punto que a partir de ese momento nadie se consideró menos socialmente, y que desde allí en adelante nadie llamó más nunca a nadie “su merced”, esa odiosa forma del lenguaje colonial heredada de los españoles, cuyo uso denotaba sumisión en aquellos socialmente menos privilegiados, para dirigirse a aquellos que se consideraban superiores.

Y remataba afirmando que eso, a estas alturas del Siglo XXI, aun no se ha resuelto en Colombia, explicando a su manera, el motivo por el cual consideraba que sería muy difícil que ese país consiguiera la paz, porque los colombianos todavía no habían resuelto el igualitarismo en su sociedad, como si lo hicimos nosotros en la Guerra Federal. En otras palabras, de acuerdo con su teoría no particularmente comprobada, Colombia está viviendo socialmente un retraso de dos siglos con respecto a nosotros, dando como ejemplo que sería impensable allá un Presidente de extracción popular como todos los que hemos tenido en Venezuela. Me hubiera encantado que papá hubiera hurgado más y escrito acerca de ese fascinante tema, como sí lo hizo con la universidad en el contexto de la civilización occidental (http://universidadculturaycivilizacion.blogspot.com/).

¿Eso es malo o es bueno? Imposible decirlo. El desarrollo de la sociedad colombiana ha sido muy diferente del nuestro a partir de nuestra separación en 1830. Los Presidentes y en general la clase gobernante de Colombia son una élite. Provienen de las familias más educadas del país. Recuerden a Bolívar: “Ecuador es un convento, Colombia es una universidad, y Venezuela es un cuartel”. Y los países deben ser conducidos por personas educadas, muy educadas…De allí tal vez el comienzo de nuestras diferencias fundamentales con nuestros hermanos colombianos.

Pero ese igualitarismo se perseguía mucho antes de la Guerra Federal. Indicaba Leoncio Martínez, que ya en la Independencia, “Se ha culpado a los “agitadores” de todos los movimientos populares y se esgrime el argumento aquel de que las mismas masas que siguieron a Boves fueron las aliadas de Bolívar, esto como prueba de la irresponsabilidad de conciencia de las masas” (Subrayado nuestro) (Leoncio Martínez, El Significado de las Masas Populares, en http://ticsddhh.blogspot.com/2011/06/el-significado-de-las-masas-populares.html).

¿Qué más preludio igualitario el de un pueblo que peleó en ambos bandos de una misma guerra? En la tesis de su curso de la Escuela Superior del Ejército de 1973, el entonces Teniente Coronel Jacinto Pérez Arcay, titulada “La Guerra Federal, Consecuencias, (Tiempo de Geopolítica)” (1) señalaba que las causas de la guerra  se situaban en dos factores precipitantes: “uno interno, la causa: las contradicciones de orden socioeconómico; y otro que aflora, el efecto: la subversión psicológica política desencadenada con los medios de comunicación existentes”. Esto último lo indicaba por el estímulo que brindaban los “polémicos volantes tales como El Venezolano donde se explota muy inteligentemente la situación social y se indica en lenguaje claro y sencillo un mensaje distinto a las capas medias urbanas y rurales principalmente a las clases desposeídas”. Perez Arcay responsabilizaba en la misma magnitud a los medios de entonces, como ahora lo hace el régimen con los actuales. Esto, de acuerdo a J.M. Siso Martínez (2), citado en la obra, despertaba “un sentimiento  que la independencia había arraigado profundamente en el corazón del pueblo: el sentimiento igualitario…”

Decía Pérez Arcay que “…tanto se agrandaron las desigualdades políticas, económicas y sociales que se puso en tela de juicio la razón misma de la Guerra de la Independencia y, por tanto, se echaban las bases de una Guerra Civil que muy pronto llegó a ser inexorable”. Pero llama poderosamente la atención que el ahora General en Jefe Perez Arcay sea el mismo que haya escrito en su tesis “Desafortunadamente el igualitarismo venezolano cristalizó por descenso: el poder cayó en manos de una clase –los caudillos- de inferior capacidad que la desplazada por lo cual la pirámide civilizatoria de país llegaría a ser una de las más bajas de América”. Y luego da una explicación que nos deja petrificados: “Para contrarrestar tales fallas el país necesita más y mejor educación que ciencia o tecnología; necesita magistrados que sean entre otras cosas, científicos sociales que puedan llevar nuestro igualitarismo a niveles superiores de cultura. Venezuela requiere salir con urgencia del atolladero de la incivilización, necesita gobernantes corajudos, intelectuales y probos. Quien asuma el poder sin poseer tales virtudes está condenado a dañar al país. (Subrayado nuestro).

Esta última cita fue premonitoria. Este personaje fue el principal mentor político de quien dañara al país de una manera determinante, como nadie que haya asumido el Poder en más de 200 años de historia republicana (ver http://www.el-nacional.com/politica/Jacinto-Perez-Arcay_0_439756275.html). Chávez era lo más lejano de ser corajudo (recuerden el 4F-1992 y el 11A-2002), ni intelectual, ni probo. El saqueo y la destrucción del país en 18 años lo confirman. Pero sí confirma la tesis de Jacinto Pérez Arcay de 1973: “Quien asuma el poder sin poseer tales virtudes está condenado a dañar al país”. Debemos entonces hacer un buen escrutinio de quienes están compitiendo por el Poder después de este desastre.

Mucho de los que somos ahora es consecuencia de lo que hemos sido. El igualitarismo es un rasgo esencial del venezolano. Nuestra sociedad le concede el mismo valor al que sabe como al que no sabe. El mas “vivo” tiene la admiración del conjunto social, no el más trabajador, el más justo, el más decente, el más educado. Llevar ese igualitarismo a “niveles superiores de cultura” requerirá como ya lo hemos indicado en nuestro Proyecto País Venezuela, además de “más y mejor educación” (ver Doce Ejes y un Destino: 7) Educación para el Desarrollo, http://ticsddhh.blogspot.com/2013/09/doce-ejes-y-un-destino-7-educacion-para.html), una conciencia ciudadana para ejecutar ese cambio. El primer paso para curarse es aceptar que se está enfermo, dicen los médicos.

Estamos muy cerca de reproducir las mismas condiciones que se dieron el Siglo XIX con la Guerra Federal y este régimen nos puso en esa vía de exacerbación del igualitarismo que llevamos en la sangre desde la Guerra de Independencia y que se consolidó con la Guerra Federal, pero que ahora está sazonado con un tinte ideológico foráneo.

El odio social que fomentó la mal llamada “revolución” chavista igualó por abajo, tal y como se manifestó después de la Guerra Federal y “el poder cayó en manos de una clase –los caudillos- de inferior capacidad que la desplazada” como sugiere Perez Arcay en su tesis. No es posible entonces ninguna posibilidad de entendimiento entre ambas clases, lo que derivaría eventualmente en un conflicto. Solo que ese conflicto en pleno Siglo XXI, difícilmente sería sostenible para una clase de inferior capacidad.

Muchos dicen que no será posible resolver este grave dilema en que nos encontramos sin derramamiento de sangre. Incluso ya el enviado del Vaticano nos advierte que “Si fracasa el diálogo nacional, el camino podría ser la sangre” (ver declaraciones de Monseñor Claudio María Celli en El Nacional en http://www.el-nacional.com/GDA/Enviado-Vaticano-Venezuela-dialogo-nacional_0_952704730.html). Con el mayor respeto, esa opinión solo sería válida si y solo si, las salidas que se le hacen ver a los mediadores solamente se circunscriben a los intereses de quienes están enfrentados en esa Mesa de Dialogo, y no a los intereses del país.

Venezuela, precisamente por su condición igualitaria, entrará en ese conflicto sangriento si en ese Dialogo, la negociación no se dirige para mejorar las condiciones del venezolano, y solamente se centra en como quedarán para después la elites políticas. Una mega elección para el 2017, un cambio simple de gobierno o las elecciones regionales que deberían realizarse en diciembre 2016, no son de forma alguna la solución a los problemas de los venezolanos. Es la solución de la clase política –los unos y los otros- para conservar espacios de Poder en el medio de la más espantosa crisis humanitaria que haya vivido el país. Se impone pues una solución fuera del cuadro (ver Comunicado de la ANC a la MUD y a los venezolanos http://ancoficial.blogspot.com/2016/10/la-alianza-nacional-constituyente-la.html), que no es otra que el Dialogo entre mismos los venezolanos, en una Asamblea Nacional Constituyente. Más igualitario que eso, imposible…

Caracas, 5 de Noviembre de 2016

Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana

(1)     Jacinto Perez Arcay, La Guerra Federal, Consecuencias (Tiempo de Geopolítica), Serie Ezequiel Zamora y su tiempo, No. 11, Oficina Central de Información, 1981, Págs. 48-52.
(2)     J.M. Siso Martínez, 150 años de Vida Republicana,  Pág. 134.

sábado, 1 de agosto de 2015

Venezuela, República Federal (V)

Por Luis Manuel Aguana

Uno de los miedos más comunes que nos quieren infundir aquellos quienes se oponen a la tesis de la descentralización del poder político, es que se resucitara el caudillismo regional cuya muerte aseguro la "paz de los cementerios" de la República de Juan Vicente Gómez.

En efecto, Venezuela era un caos a principios del siglo XX. Los  caudillismos habían hecho su trabajo de mantener la Republica separada y desconectada, en manos de los herederos de la Guerra Federal del siglo XIX.

Cada provincia era una suerte de territorio feudal, propiedad de personajes cuyo generalato no provenía de ninguna academia militar sino que se había peleado y reclamado desde la Guerra de Independencia.

La prioridad de Juan Vicente de Gómez al acceder el poder fue acabar con cada uno de ellos y centralizar el poder en un solo lugar, sus propias manos, convirtiendo a Venezuela en un único feudo bajo su control, más manejable, creando en el camino las instituciones de alcance nacional necesarias para controlar el territorio, utilizando  gobiernos locales impuestos desde el centro del poder. Nacieron desde allí unas Fuerzas Armadas Nacionales, un sistema de hacienda pública, y en general todas aquellas instituciones que identifican ahora un Estado moderno.

Llegado el dinero del petróleo, se consolido ese modelo de control político del país desde un centro, con las ventajas y desventajas que eso conlleva, al punto que todavía existen defensores de ese modelo que funciona en tanto y en cuanto existan los recursos para mantenerlo.

Todavía existen personas que recuerdan esa época de la barbarie gomecista. Y aquellos que no la conozcan, basta que se lean la obra de Rómulo Gallegos y Arturo Uslar Pietri. Es por eso que se preguntan ¿Volver a eso? ¿Una constituyente para entregarles el poder a 24 caudillos regionales para que de nuevo hagan sus feudos, sin ningún control? ¿Entrar en una escalada separatista? ¿Retrotraernos al siglo XIX y principios del XX?

Veamos con calma como se come eso. Aunque el detalle lo pueden encontrar en el texto del Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/), intentare en este corto espacio, no de convencer a quienes no quieren ser convencidos, sino a ilustrar a quienes entran por primera vez en esta discusión, de nuestra visión acerca de la necesidad-más actual que nunca-, de un cambio del modelo político, precisamente porque este, que medianamente nos funciono hasta ahora, no servirá para enfrentar los retos y vencer las complejidades futuras requeridas para conseguir bienestar en un mundo cada vez mas dinámico.

El modelo centralizado de distribución de riqueza basado en que unas pocas -o únicas- manos decidan qué hacer con los ingresos de los venezolanos, se encuentra desde hace bastante tiempo en vías de agotamiento, y se acelera en la medida en que disminuyen cada vez más los ingresos del país.

Si vemos el modelo centralizado de administración como una pirámide en cuya punta se encuentran aquellos que controlan el ingreso y en la base aquellos que esperan de la repartición, cuando hay mucho en el tope de la pirámide, algo siempre le “chorreará” a la base por muy mal que se administre.

Aunque este sea un modelo que de algún modo reparte pero de una manera ineficiente, su sostenibilidad en el tiempo se basa en que siempre haya algo para repartir. Y cuando los ingresos que se reparten no tienen como base el trabajo productivo de la población, como ocurre en el caso venezolano, la situación se hace más comprometida, al quedar las entradas del país al arbitrio de los precios de un bien-el único- cuyo valor de cambio en el mercado internacional no controlamos. Es hora de revisar un modelo político cuya fundamentación distorsiona el alcance de lo económico.

Obviamente si llega menos a la punta de la pirámide, quienes se encuentren más abajo en la base sufrirán más. Sin importar quien administre el modelo-el gobierno-, o qué ideología maneje (hemos comprobado que los comunistas son los peores), si llega menos habrá menos para todos. Y si a eso le añadimos la corrupción de los administradores, entonces el modelo se hace inviable por la voraz depredación, y a nadie, salvo a los administradores, le llegara nada. Ya estamos viviendo eso.

Esta es la situación en la que nos encontramos ahora. Una pirámide-un modelo de administración- que no funciona. Aunque sigamos teniendo los ingresos que el petróleo todavía nos garantiza, poco a poco el petróleo dejará de ser el paradigma sobre el cual sostenerse. El mundo encontrará cada vez más la manera de sustituirlo como alguna vez sustituyo la lana con material sintético. Posiblemente eso no ocurra inmediatamente pero nos dará el tiempo suficiente para desarrollar una alternativa económica pero eso no será posible con un modelo político que se fundamenta en un reparto de lo que no se produce.

Nuestra propuesta no es cambiar de manos la administración del actual modelo, que es la propuesta política de prácticamente todos los partidos opositores, cuya principal  promesa es que su opción hará mejor el reparto (entre otras cosas porque habrá poco que repartir luego de esta debacle), sino cambiar el modelo, llevando esa pirámide de una sola punta a un polígono de 24 puntas, con un pacto claro entre ellos de funcionamiento federal.

Los partidos que han propuesto una Constituyente para lo que ellos llaman “un cambio de modelo” no están hablando de este alcance. Desean, como todos nosotros, el cambio de la ideología del gobierno pero no del cambio de la pirámide de distribución. Ellos y nosotros estamos hablando de dos cosas completamente diferentes. Queremos una Constituyente para discutir un nuevo modelo de desarrollo político y económico en los términos del Proyecto País Venezuela.

Llevar de 1 a 24 los centros de poder político tendrá consecuencias inmediatas. Cada Estado manejara sus propios recursos y se regirá por su propia Constitución que devendrá de una Constituyente Regional, donde cada Estado decidirá su propio modelo de desarrollo, cuantos municipios deben atender, así como sus instituciones de control. Los recursos generados por su actividad económica se quedaran donde se produzcan. Decidirán sobre su educación, su sistema de salud, su sistema de justicia y seguridad, su economía.

No estamos hablando de fundar 24 repúblicas nuevas, sino de restablecer la autonomía regional que nunca se hizo efectiva desde la fundación de la Republica, ahora utilizando las ventajas que proveen las comunicaciones, el transporte y demás medios que no existían en los siglos XVIII, XIX y la casi totalidad del XX, y que todavía hay que fortalecer y desarrollar. En manos del Estado Federal quedaran las Fuerzas Armadas, el control de la moneda, con un Banco Central verdaderamente fuerte e independiente, la industria petrolera (o lo que quede de ella), y un Congreso con un sistema parlamentario que contaría con una autentica representación del pueblo y los Estados para el debido control del Presidente de la Republica y las instituciones de alcance federal.

Al elegirse los Senadores y Diputados en sus propias regiones en un sistema organizado de esta manera, ellos vendrían al parlamento en Caracas a luchar por los intereses de sus regiones, no a “conchuparse” y agavillarse con sus partidos en detrimento de sus mandantes ya que tendrían que rendir cuenta de sus acciones en sus propios Estados.

El ingreso mínimo del Estado Federal se establecerá al inicio de la construcción del nuevo modelo, formando parte de la nueva Constitución discutida en una Asamblea Nacional Constituyente. Pero serán los parlamentarios quienes decidan en un Congreso Federal el presupuesto federal. No seria, ni el partido del gobierno, ni el Presidente de la Republica sino las genuinas representaciones de los Estados, con una sanción final del Senado, máxima representación federal en el parlamento.

Entonces cada Gobernador y el resto de los cargos de representación popular serian controlados por su propio parlamento regional y sus instituciones. Sería un simplismo decir que este sería un caudillo inamovible como los que tuvo que liquidar Juan Vicente Gómez. Además sería sumamente difícil que estos dispongan de los recursos a su antojo como ahora prevalece en el actual modelo piramidal simplón, agotado y atrasado. Y menos aun que los 24 se compongan para entregarlos a otros países o robarse lo que es de todos los venezolanos de un solo viaje, como lo han hecho quienes hasta ahora han administrado la pirámide. Lo cerca que estarían de cada región no se los permitiría. Ha sido sumamente fácil ponerle la mano al dinero del país cuando este se encuentra bajo un solo control. Es por eso que nadie quiere cambiar el modelo. Es demasiado apetecible hacerse rico y hacer rico a los allegados solo por acceder al poder y más aun cuando se hace en condiciones absolutas.

Cada región entonces tendría la responsabilidad de aportar al común a través de un pacto federal, y de producir de acuerdo a sus potencialidades. No serian expectantes de una renta sino aportantes al común de un país. Cada Estado se desarrollaría y competiría con los demás por el mejor recurso humano. Se desarrollarían nuevas universidades y centros de conocimiento y se mejorarían los que existen para hacer de cada región un emporio de riqueza y calidad de vida. Venezuela seria como un todo, mejor que cada una de sus partes.

Es indudable que afinar un modelo como el propuesto tardara su tiempo y requerirá de ajustes en el proceso para encontrar el entonamiento que corresponda a nuestra idiosincrasia, pero definitivamente estamos convencidos de que hay que intentarlo. Venezuela tiene el material necesario para hacerlo.

De esta discusión debe quedar claro que el problema no es de administración sino del modelo que sustenta esa administración, y que deberemos enfrentar un cambio de mayor envergadura para salir de esta crisis y cauterizar lo podrido del sistema que tenemos. No existe en el mundo un modelo perfecto pero el que tenemos actualmente lo tienen los países más atrasados del planeta. Ya es hora de dar ese paso trascendental. Los venezolanos de ahora y de las próximas generaciones lo están esperando.

Caracas, 1 de Agosto de 2015

Twitter:@laguana