martes, 24 de junio de 2025

Un mundo en guerra y el declive de EEUU

Por Luis Manuel Aguana (*)

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Documento base de la intervención en la Cátedra Pío Tamayo de la UCV del 23 de junio de 2025 - Tema: ¿Hacia dónde va este mundo muerto?

Buenas tardes,

Antes que nada, de nuevo mi agradecimiento a la Cátedra Pío Tamayo y al Profesor Agustín Blanco Muñoz por la invitación a reflexionar temas que son parte del sentido crítico de una universidad como la nuestra. Echaba mucho de menos encontrarme aquí, en la Sala E, donde nació esta Cátedra que es un orgullo para nuestra Universidad y el país.

De nuevo, la interrogante planteada para hoy es retadora. A la pregunta ¿Hacia dónde va este mundo muerto?, yo me conformaría solo con poder contestar para dónde va nuestro propio país. De hecho, creo que es pesimista decir que ya el mundo está “muerto” a pesar de todos los esfuerzos de fuerzas que día a día no descansan en su interés de llevarlo a la guerra, habida cuenta de que ese es el mejor negocio del mundo, históricamente hablando. Se han forjado fortunas en muchos países para aprovisionar a los participantes de las guerras de la humanidad. Pero si ahora se trata de una guerra de aniquilación total, veo difícil que tengan la oportunidad de disfrutar los beneficios que puedan lograr.

Pero más allá de la discusión de la guerra como negocio y de los intereses enfrentados que giran en torno a ella, ya sean políticos, culturales o económicos, creo que la situación actual de confrontación mundial de la que somos testigos, no es el simple choque entre la civilización judeo-cristiana de occidente y la civilización oriental, del cual nos inundan en las redes sociales. Es la resultante de muchos procesos y variables que están coincidiendo y que nadie creyó que podrían combinarse para provocar lo que está sucediendo hoy. Trataré en estos pocos minutos de esbozar algunos que creo pueden ser las claves principales.

EEUU dejo de ser lo que era

EEUU fue el único país que no quedó arrasado después de la II Guerra Mundial. Japón y toda Europa estaban destruidos y China no era más que un país pobre con una economía rural. Después del conflicto en 1945, EEUU emergió como la principal potencia económica mundial, con una economía fuerte y estable. La guerra impulsó la producción industrial y tecnológica, y muchas industrias se expandieron para satisfacer la demanda bélica, lo que dejó una base sólida para la economía de paz que siguió.

Además, EEUU experimentó un período de prosperidad conocido como el "Milagro Económico de los años 50", caracterizado por un aumento en el consumo, la creación de empleos y el crecimiento de la clase media. Aunque el país también enfrentó desafíos como la transición de una economía de guerra a una economía civil, finalmente la recuperación fue rápida y exitosa, y EEUU se consolidó como una potencia económica global.

Esa situación no hizo más que mejorar para la segunda mitad del siglo XX, provocando rivalidades ideológicas entre EEUU y la otra potencia que sobrevivió de la II Guerra Mundial y que luchaba por la supremacía, la antigua Unión Soviética. Ese conflicto de baja intensidad se dio en llamar la Guerra Fría, que enfrentó ideologías, política, economía y poder. La diferencia entre el capitalismo, que defendía EEUU, y el comunismo, que promovía la Unión Soviética, generó tensiones y desconfianza durante muchos años. Cada uno buscaba expandir su influencia en diferentes partes del mundo, lo que llevó a una carrera armamentista, alianzas militares como la OTAN y el Pacto de Varsovia, y varias crisis internacionales. La Guerra Fría ocurrió por la lucha por la hegemonía global y las diferencias ideológicas entre estas dos potencias.

La caída del Muro de Berlín en 1989, junto con el desmembramiento de la Unión Soviética en 1991, le dio a los EEUU un sitial tecnológico, económico y militar indiscutible para la última parte del siglo XX. Pero los años no pasaron en vano y ese mismo crecimiento de los EEUU les jugó en contra en el largo plazo.

Pocos somos testigos de esa transformación, A principios de la década de los 80, los EEUU se dieron cuenta de que su economía se estaba transformando inusitadamente, debido a un sinfín de razones en el campo tecnológico producto de su mismo crecimiento, en una economía de servicios y dieron un paso inesperado en el marco del GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio, sustituida posteriormente por la Organización Mundial del Comercio, OMC) para que se incluyera a los servicios, en las negociaciones de comercio de bienes, cosa que nunca había sido estudiada en profundidad en las economías de los países en desarrollo.

Después los países se enteraron del porqué de ese paso. EEUU estaba moviéndose a pasos agigantados hacia una economía basada en la producción de servicios, soportada cada vez más en la aplicación de las nuevas tecnologías de información y comunicaciones (TICs), dejándole a los países de más bajo índice de desarrollo (como China), la producción de bienes en un futuro previsible. Las empresas de alcance mundial comenzaron a relocalizar su producción industrial a países como China y Taiwan, en especial las empresas de tecnología.

EEUU, consecuencias de una tendencia natural

Lo anterior no fue más que el producto natural de las tendencias del momento y el aprovechamiento político y práctico de lo que dictaba la teoría clásica, que indica que: “…respecto a la función de los servicios en la economía ha tendido a sugerir que el crecimiento del sector de los servicios ha sido consecuencia del proceso de desarrollo. Según esta opinión, en los países industrializados el proceso de desarrollo ha supuesto tres etapas principales; a) la etapa “preindustrial”, en la que la economía es fundamentalmente extractiva; b) la atapa “industrial”, en la que las manufacturas tienen una función dominante; y c) la etapa “postindustrial” en la que la economía se convierte fundamentalmente en una economía de servicios” (ver UNCTAD, TD/B/1008/Rev.1, Los servicios y el proceso de desarrollo, Naciones Unidas, Pag. viii).

Después de medio siglo, se demostró que los EEUU no estaban equivocados en su apreciación de crecimiento. Sacaron el mayor provecho y ventajas derivadas de la acción de la política económica llevada a cabo por la administración del entonces Presidente Ronald Reagan, después de firmar la Ley sobre Tarifas y Comercio de 1984 que le daba al Presidente de los EEUU amplios poderes para “…estimular la expansión de: i) el comercio internacional de servicios a través de la negociación de acuerdos (tanto bilaterales como multilaterales) que reduzcan o eliminen las barreras al comercio internacional de servicios; y ii) las empresas internacionales de servicios en el comercio externo” (ver Acuerdo de Cartagena, JUN/SEM.SERV/VE/di 107, de julio de 1986, “La internacionalización del sector servicios: Opciones y riesgos para América Latina y el Caribe, Pág. 4).

Debido a lo anterior, los EEUU son hoy por hoy la mayor potencia del mundo en el sector terciario de la economía: De acuerdo a un informe reciente del Grupo Santander, “La economía estadounidense se basa esencialmente en los servicios: el sector terciario representa más de tres cuartas partes del PIB (76,4%) y emplea al 79% de la mano de obra del país (Banco Mundial). Estados Unidos alberga los mercados financieros más grandes y líquidos del mundo. En 2023, el sector de las finanzas y los seguros representaba el 7,3% del PIB (U.S. Trade Dept.). Al final del mismo periodo, el sistema bancario estadounidense contaba con 23,7 billones de dólares en activos y unos ingresos netos trimestrales de 38.400 millones de dólares” (ver Santander Trade Markets, Estados Unidos: Política y economía, en https://santandertrade.com/es/portal/analizar-mercados/estados-unidos/politica-y-economia).

Sin embargo, esa política desindustrializó a los EEUU durante medio siglo, fortaleciendo especialmente a China quien localizó la producción de bienes en su territorio, y creciendo económicamente con ayuda las empresas y del mercado norteamericano y su tecnología, generando un polo de indiscutible desarrollo, inesperado para los EEUU como potencia. El resto mundo ha hecho uso en más 80 años de todo el “know-how” de universidades y empresas norteamericanas para competirle en todos los sectores a los EEUU en sus propios mercados e irle paso a paso quitando hegemonía en áreas consideradas clave que representan el sustento de su poderío económico y militar.

La administración de Trump ha detonado la realidad del declive de los EEUU

EEUU ha ido pagando las cuentas de los bienes que dejaron de producir desde hace 50 años con deuda pública, al punto que los acreedores principales de los EEUU son Japón y la República Popular China (ver Statista Major foreign holders of United States treasury securities as of December 2024, in billion U.S. dollars, en https://www.statista.com/statistics/246420/major-foreign-holders-of-us-treasury-debt/).

El monto de la deuda pública nacional de los EEUU proyectada a 2029 es del 133,88% del PIB (ver Statista National debt in the United States in relation to gross domestic product (GDP) from 2019 to 2022, with a forecast to 2029, en https://www.statista.com/statistics/269960/national-debt-in-the-us-in-relation-to-gross-domestic-product-gdp/). Esta situación ha hecho que los EEUU se conviertan en un gigante económico con los pies de barro, pero todavía manteniendo la supremacía militar.

La nueva política económica y arancelaria de la Administración Trump no podrá revertir la política iniciada en los años 80 porque el resto del mundo ha avanzado precisamente a la globalización iniciada por los EEUU, haciendo que la RPC y Japón, las dos economías industriales productoras de bienes más importantes del mundo, le saquen el piso a los EEUU, vendiendo en retaliación sus papeles de deuda estadounidense, provocando la caída del dólar norteamericano.

Y aunque el dólar siga siendo la moneda de reserva de la mayoría de los países del mundo, la tendencia es a dejar de serlo, ya que el mundo está tomando posiciones en otras monedas y activos ante su probable devaluación. En todos los aspectos, el mundo está provocando que para prevalecer, el gigante norteamericano utilice lo único en lo que es más poderoso que el resto de los países, para responder al desafío de su hegemonía: su poderío militar. ¿Y qué mejor oportunidad para hacerlo que la guerra interminable entre Israel y el mundo árabe?

Este es el mejor momento para iniciar una guerra mundial

Para aquellos interesados en que se produzca otra guerra mundial, este es el mejor momento. Unos EEUU con graves problemas de desunión social interna debido a la grave crisis económica y política,  desempleo y deuda,  no podrán encontrar solución de corto plazo a esa situación. Si a eso se le suma un Presidente con perfil autoritario, se comienza a justificar la intervención de su poderío militar para crear una economía para la guerra, como ocurriera en el pasado. Con esa confluencia de factores, no es de extrañar que la orden de atacar a Irán la hubiera tomado, no solo Trump, sino cualquier Presidente norteamericano en funciones, más temprano que tarde.

Aquí no se trata de si alguien está a favor de Israel o de Irán por la razón que sea. El tema no es tan simple. Se trata de que las condiciones políticas y económicas del mundo y de sus principales actores, especialmente los EEUU, están llevando al mundo a una conflagración planetaria para el reordenamiento de las posiciones de poder político, económico y militar después de ese conflicto.

A la pregunta final de la Cátedra de si ¿Seremos capaces de sembrar huellas en un porvenir de la verdadera vida y no de la muerte, o seguiremos en las sendas que nos impusieron los mecanismos del capital, sus ganancias y valores?”. Creo que ni lo uno ni lo otro, en principio porque esas decisiones no dependen de una persona en particular o ni siquiera de un grupo de ellas, sino de todo un devenir histórico de procesos que ya nos están llevando a una guerra como un hecho inevitable, en la que será imposible no tomar partido…

Muchísimas gracias….

Caracas, 23 de Junio de 2025

Blog: TIC’s & Derechos Humanos, https://ticsddhh.blogspot.com/

Email: luismanuel.aguana@gmail.com

Twitter:@laguana

(*) El autor es Analista político, MSc en Economía Internacional y Doctor en Estudios en Desarrollo

viernes, 20 de junio de 2025

Buscadores de la legitimidad perdida

Por Luis Manuel Aguana

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A cualquier seguidor atento de la realidad venezolana, tal vez lo primero que le venga a la mente cuando se hable de un cambio político en nuestro país sea, ¿sobre cuál legitimidad se puede montar cualquier nuevo gobierno que venga en Venezuela? Porque si a ver vamos, si mañana se derrumba por cualquier motivo el régimen ilegítimo que actualmente gobierna en Venezuela, lo primero que debe aparecer, por algún lado, es la base legítima sobre la cual fundamentar cualquier próximo gobierno.

Y cualquiera de ustedes me dirá, bueno, las elecciones del 28 de julio de 2024 le dieron a Edmundo González Urrutia (EGU) la victoria, con actas en mano, con lo cual él podría entonces venir a Venezuela y sin problemas  juramentarse para ejercer su gobierno, con base a los votos expresados ese día, y cuyas pruebas se encuentran en las actas resguardadas en una bóveda en Panamá . Eso asumiendo que aún pueda hacerlo, si no lo hizo el día 10 de enero de 2025, fecha en que le correspondía constitucionalmente, a pesar del debate que hay respecto a una posible ausencia constitucional. Pero asumamos por ahora que todavía puede.

Ese acto de juramentación claramente civil, deberá obviamente contar con el respaldo de las FFAA (cosa que todavía no pasa y busca incesantemente la oposición, y que aunque es requisito fundamental para que ocurra, no es el tema de esta nota) y realizarse frente a una Asamblea Nacional legítimamente electa, cosa que no existe en Venezuela.

Algunos dirán que la Asamblea Nacional de 2015, última que gozó de la condición de legitimidad necesaria, aún sigue en funciones. Lamentablemente y pese a que la llamada Asamblea de 2015 se “autoproclamó” en funciones luego de culminar su periodo constitucional de 5 años, difícilmente puede considerarse legítima por nadie fuera del país, considerando que esa condición en el contexto de nuestro sistema republicano, solo proviene de los votos emanados del pueblo venezolano en elecciones libres y transparentes. Y léase aquí que estamos estirando el concepto de que las elecciones presidenciales de 2024 revisten tal condición, considerando así que EGU es Presidente Electo legítimo de Venezuela. Pero sigamos buscando la legitimidad perdida.

En ausencia de una Asamblea Nacional legítima, la Constitución de 1999 vigente prevé que el Presidente Electo puede juramentarse también ante el Tribunal Supremo de Justicia: Artículo 231: El candidato elegido o candidata elegida tomará posesión del cargo de Presidente o Presidenta de la República el diez de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional. Si por cualquier motivo sobrevenido el Presidente o Presidenta de la República no pudiese tomar posesión ante la Asamblea Nacional, lo hará ante el Tribunal Supremo de Justicia”.

Como ya indicamos, en este punto EGU incumplió el artículo 231 al no juramentarse en la fecha indicada en la Constitución, aunque fuera por motivos que escaparan de su control. A eso le sumamos que en Venezuela no existe un Tribunal Supremo de Justicia legítimo, porque todos los Magistrados de ese máximo Tribunal renunciaron en masa ante la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente convocada por Nicolás Maduro Moros el 1ro de mayo de 2017 y fueron juramentados ante esa instancia ilegítima.

Este evento les dio oportunidad a los Magistrados del TSJ designados ese año por la Asamblea Nacional legítima de ese entonces, exiliados y perseguidos por el régimen, a constituirse en la sede de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Washington, en lo que se dio en llamar el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) legítimo en el exilio.

Sin embargo, la Asamblea Nacional electa en el 2015, durante todo su período constitucional de 5 años, nunca les dio el reconocimiento formal como Alto Tribunal legítimo del país, así como tampoco lo hizo el Gobierno Interino de Juan Guaidó, ni las autoridades de los EEUU, quedando relegados solo como Magistrados del TSJ exiliados y sin ningún apoyo institucional, ni siquiera económico, a pesar de los grandes esfuerzos realizados por ellos en dictar fuera de Venezuela sentencias únicas e importantes para todos.

Algunos insistieron en su oportunidad en que el Presidente Electo pudo haberse juramentado ante este Tribunal en el exilio, pero lamentablemente este también fue desconocido y despreciado en esa condición por la oposición política de MCM y el mismo Presidente Electo. No es de extrañar que esto último fuera así, dado que fue de la MUD/PU la tarjeta de la que salió el Presidente Electo, y quienes en primer lugar los desconocieron como TSJ legítimo en el exilio.

Si la misma Asamblea Nacional de 2015 ni siquiera los consideró, no como Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, sino en su propia condición de Magistrados designados por ellos mismos y perseguidos por el régimen, poco podríamos esperar el resto de los venezolanos que otras naciones puedan considerarlos válidos para legitimar la juramentación de un nuevo Presidente de la República que pueda ser reconocido por la Comunidad Internacional.

Como se verá, entonces existe un hueco institucional mayúsculo que todavía no se cierra al no existir ningún poder público en Venezuela que legitime a un Presidente Electo dando vueltas por el mundo. Y lo que queda claro para todos es que este hueco debe resolverse en términos legítimos para todo el mundo, dentro y fuera de Venezuela, para que se pueda considerar como válida para las contrapartes internacionales una transición legítima en nuestro país. Al menos el 11 de abril de 2002, todas las instituciones eran legítimas y Hugo Chávez Frías podía salir del gobierno con una sucesión constitucional legítima que no pudo ser efectiva por las razones que todos conocemos.

Lamentablemente, quienes condujeron ese evento histórico no estuvieron a la altura de las circunstancias políticas de ese tiempo, y en su infinita torpeza desperdiciaron no solo la mayor manifestación de rechazo a un gobierno en toda la historia de Venezuela –y quizás del mundo-, sino peor todavía, la sangre derramada de todos los venezolanos que se han sacrificado por la libertad de nuestro país desde ese día.

Aquellos que hemos abogado por la convocatoria de un proceso constituyente de carácter originario en Venezuela, no lo hacemos solo por la necesidad de la restructuración del Pacto Social que rige la infame relación actual entre gobernantes y gobernados, y que se materializa en una nueva Constitución, sino que como buscadores de la legitimidad perdida del país, consideramos que en este punto la única manera de hallar esa legitimidad a cualquier cosa que venga ante ese hueco inmenso de la falta grave de instituciones legítimas sobre las cuales hacer descansar cualquier gobierno después de esta tragedia, es reuniendo al Constituyente y refundando la Nación.

Estamos hablando de volver a la base misma de la construcción de un Estado moderno, convocando a los representantes del Poder Originario –de absolutamente todas las tendencias políticas hoy enfrentadas- para que decidan, no solo un gobierno de transición que se ocupe del día a día de una Venezuela destruida, sino también del modelo de desarrollo que se aplique para un nuevo Pacto Social en el futuro, controlando a la vez el curso de los acontecimientos que sobrevendrán después. No es fácil lo que estamos planteándole al país, porque esto amerita que los principales protagonistas políticos revisen las posiciones mineralizadas y enfrentadas, cediendo, en algunos casos, promesas imposibles de hacer realidad en el actual contexto internacional, si en realidad están pensando en el bienestar del pueblo que dicen defender. 

Ojalá que a los buscadores de la legitimidad perdida no les pase lo que les ocurrió a los buscadores del arca perdida de la famosa película, que, aun habiéndola encontrado, terminó en un sótano, como si jamás hubiera existido. La diferencia en nuestro caso está en que requerimos con urgencia encontrar esa legitimidad para lograr que alguien de verdad nos tienda una mano de una vez para salir del hueco donde nos encontramos. Y eso será imposible si ni siquiera quienes luchan hoy por un cambio en el estado de cosas del país todavía creen que es innecesario encontrarla. Aunque suene presuntuoso decirlo, tal vez el primer paso sea que lo entiendan primero…

Caracas, 20 de Junio de 2025

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