Por Luis Manuel Aguana
La señora Otilia, habitante desde
los años 50 de su Municipio en el Estado Monagas, fue toda su vida militante
del “partido del pueblo”. El caserío donde habitaba doña Otilia era uno de los
primeros de Maturín, la capital del Estado. Venida del interior mismo de
Monagas, llego a la capital y construyó con su esposo la casita donde vivió
hasta su muerte.
Nacida en los primeros años del
siglo pasado, no conoció otro partido que ese. Acudía a las reuniones
convocadas por el "encargado de la calle" de su partido, donde se impartían
las nociones de política a los militantes de base y otras propias de la
militancia. Al final del evento, el encargado pasaba, cual monaguillo de iglesia,
recogiendo las contribuciones que cada uno podía dar. Ella siempre apartaba
"su mediecito pa'l partido". Y así como ella daba, también recibía
pero en mayor proporción.
Al finalizar la reunión, "el
encargado de la calle" hacia una relación de quienes habían contribuido y
con cuanto, con recibo de por medio. Esa relación, con el dinero, iba a parar a
las finanzas del partido para el sostenimiento de la "casa del
partido" y de cualquier otra necesidad de la organización. Y así como eso ocurría
en esa calle, también ocurría en todas las calles del caserío y del Municipio
entero.
Cuando doña Otilia tenía un
problema con su casita-un bloque o una lámina de zinc para el techo-, o su
salud y necesitaba medicinas, o la calle estaba rota o tenía que reclamar algo
a la administración del Municipio, le bastaba con llevar el caso al
"encargado de la calle" donde vivía, a pocos metros de su casa. Y el
partido siempre se encargaba de conectar ese requerimiento de la “compañerita
de partido”. La relación con los años entre el partido y su familia fue tan
solida como la naciente democracia.
Todos los militantes como doña
Otilia sabían que eso era así. Ellos contribuían con su militancia y sus
finanzas y el partido devolvía eso con ayudas y relaciones con la Administración.
Sabían que si perdían las elecciones también perderían esa relación con el
poder y también perderían en su calidad de vida. La relación era perfecta.
Pero el tiempo y la riqueza del
Estado lo cambiaron todo. Los partidos dejaron de ocuparse de su parte del
trato y su militancia de base los fue dejando. Eso aplicó también a la gran
mayoría de los partidos. Las finanzas venían ahora de otras fuentes más
frondosas. Los partidos prefirieron la relación que antes tenían con las doñas
Otilia de todos los Municipios y Parroquias de todo el país por una mejor
remunerada. Ellos ahora daban contratos del gobierno y las nuevas contrapartes
ponían el dinero para campañas y militancia. Se constituyeron en corporaciones
financiadas por corporaciones y grandes mecenas.
Pero aun necesitaban los voticos
de las doñas Otilia para que el negocio siguiera funcionando. Pero esas doñas,
al verse abandonadas en el tiempo por sus antiguos mentores, también se unieron
y constituyeron liderazgos autónomos locales, Asociaciones de Vecinos, ONG’s
vecinales y la relación con los partidos cambió de una manera sustancial también.
Ellos les darían sus votos pero a
cambio de eso los partidos darían financiamientos para obras y tareas
comunitarias, y en algunos casos también para financiar algunos dirigentes
vecinales. Ese intercambio tendría un costo- nada es gratis-: los Concejales,
los Alcaldes o cualquier cargo de representación debía salir de las filas
partidistas “no questions to ask” (sin hacer preguntas), salvo que algunos de
ellos se “convirtiera” al partido, eso en el caso de que trajeran consigo su
influencia comunitaria como aval.
Esto resultó, por lo general, en
que los representantes partidistas no “representaran” en realidad a sus
electores, ya que esa “representación” caía en el mejor postor partidista entre
esas comunidades, trayendo como consecuencia la poca consustanciación del
“representante” con su “representado”, afectando de una manera directa a las
comunidades que debían atender. El partido poco se ocupaba o no se ocupaba en
su totalidad de los problemas de la gente. No ha habido forma de cambiar esa
relación hasta ahora porque es un problema de sistema, de cómo se hacen las
cosas.
¿Cuál puede ser una solución
posible a esa situación estructuralmente viciada? La propuesta es que sean las
mismas comunidades quienes designen a sus propios postulados a los puestos de
representación, estableciendo un mecanismo que lo garantice. Pero no solo eso,
sino que esas comunidades tengan su propio ingreso fiscal para hacer realidad
las obras necesarias para mejorar su calidad de vida: salud, educación,
seguridad, mantenimiento público, por lo menos. De esa forma a los partidos no
les quedaría otra salida que hacer vida en las comunidades para lograr su
representación ante la gente y en lugar de negociar fuera, regresar al trato
original que tenían con doña Otilia, solo que esta vez en condiciones diferentes
y más ventajosas.
De eso se trata el segundo Eje. El
empoderamiento del Municipio. De acuerdo a este importante eje del Proyecto
País de MID – Táchira “El municipio surge
donde un grupo de personas ocupa un territorio, conforma su gobierno, se da sus
leyes y resuelve por si mismo los problemas que le plantea el diario vivir”.
Si la base poblacional de un territorio es tal que ya las autoridades locales y nacionales se ven sobrepasadas para
resolverles sus problemas más elementales, se debe repensar a qué nivel si se
puede realizar.
Un ejemplo de esto es la propia
ciudad capital. El proyecto contempla una propuesta de llevar de 5 a 28 la
cantidad de Municipios en Caracas: 1) Libertador / Caracas-Centro; 2) Catia; 3)
El Recreo; 4) El Valle; 5) Antímano; 6) Paraíso-La Vega; 7) Baruta; 8) Dos
Caminos; 9) El Hatillo; 10) Petare; 11) Chacao;) 12) El Calvario; 13) La
Pastora; 14) San Martín; 15) Caurimare; 16) Tamanaco; 17) Palo Verde; 18)
Caucaguita; 19) Mariches; 20) La Dolorita; 21) El Junquito; 22) San Bernardino;
23) San Pedro; 24 Coche; 25) Bello Monte; 26) Macarao 27) Plan de Manzano; 28)
Caricuao. Esta es una propuesta donde se determinaría la conveniencia de elevar
a Municipio las actuales Parroquias atendiendo a su número actual de habitantes,
su historia y su cultura
Esta es la base fundamental del
Proyecto, el empoderamiento de la gente. No solo política sino
administrativamente, dándoles a esas comunidades la posibilidad de recoger y administrar
sus recursos- con la correspondiente responsabilidad política-, reivindicando
al “Municipio como la estructura básica
organizacional-funcional de la administración y de gestión política del sistema
democrático venezolano” (ver Proyecto País – MID Táchira en https://docs.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDLXdIMzljSFVtWmc/edit?pli=1).
Y así como para la capital, existe
también una propuesta para cada Estado, Municipio y Parroquia a nivel nacional.
Pero esto no se podría realizar si no se piensa uno por uno a cada Estado, a
cada Municipio y a cada comunidad del país. Parece grande pero es indispensable.
Es necesario reconstruir la Institución municipal a favor de la gente. Y eso no
se puede realizar sin una Constituyente que reorganice territorialmente al
país.
Esto se explica mejor, como ya
había hecho antes, utilizando el modelo de “Instituciones, Sectores y Sistemas”
de Juan Ignacio Jiménez [1]: “Las
Instituciones constituyen las células primarias de la Administración. Su acción
es microadministrativa y gerencial.”…
“La acción de gobierno no es función administrativa, sino intrínsecamente
política, en el sentido más vulgar del arte de lo posible y en el más técnico
de asignación autoritaria de prioridades, de acuerdo a la captación por el
gobernante de las demandas del grupo gobernado. Se administran Instituciones y
se gobiernan sectores…”.
Indicaba en una nota anterior,
explicando la institucionalidad el año pasado, que las Instituciones son las
responsables de una sana administración de los recursos, constituyendo las
células primarias y por tanto, la columna vertebral de la administración del
Estado. Son ellas las que realizan la acción del gobierno, es decir, son las
que HACEN QUE LAS COSAS PASEN. Con una institucionalidad carcomida por la
corrupción y dominadas por criterios políticos y no técnicos, es imposible,
léase bien, imposible, dar servicios o bienes de calidad en el largo plazo.
(Ver La Institucionalidad: ¿Cómo se come
eso?
Con una Institución Municipal Fuerte,
la acción administrativa se encontrará en el nivel correcto, acercando la
presencia del Estado a la población, aumentando la calidad de vida y controlando
los recursos del país. Solo así las doñas Otilia de todos los pueblos de
Venezuela no tendrían más que negociar su calidad de vida con nadie, ni tampoco
guardar “mediecitos pa’l partido”. Su bienestar sería por fin un derecho
consagrado constitucionalmente y entregado bajo su responsabilidad. ¿Qué más
democracia que esa?
Caracas,
4 de Julio de 2013
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
[1]
Juan Ignacio Jiménez, Política y Administración, Cap 2. Modelo Tridimensional:
Instituciones, Sectores y Sistemas, IESA 1970.