Por Luis Manuel Aguana
Muchos de ustedes conocen para qué se utiliza
en los circos la malla para los trapecistas. Todo aquel que haya visto el
espectáculo sobre los trapecios sabe de qué se trata. Es una medida de
seguridad para que los trapecistas que realizan esos actos extraordinarios
donde se combinan la precisión del movimiento y la destreza física de los
ejecutantes, puedan realizar sus actos sin arriesgar su vida. Si algo sale mal,
la malla siembre estará abajo para atajarlos en caso de una caída de muchos
metros. Al estar la malla todos disfrutamos las proezas del espectáculo. Sin
embargo cuando la malla se retira, el espectáculo cambia. Ya los espectadores
no están allí para ver lo bien que lo hacen los trapecistas y disfrutar de un buen
espectáculo, sino para contemplar a alguien arriesgando su vida. La malla
cambia la perspectiva del espectador.
Alguien podría decirme que no es así. Que
quitar la malla de protección le pone emoción al espectáculo. Y sería verdad. Los
seres humanos son así desde tiempos inmemoriales como aquel en el cual los
romanos echaban a los cristianos a los leones en el Coliseo de Roma. A la gente
le gusta llevar las cosas al límite. Gracias a Dios la humanidad avanzó y se
crearon las instituciones que funcionan como esas mallas de seguridad, para
impedir que la gente se mate. En otras palabras, para establecer un límite de
funcionamiento de la sociedad al margen de los deseos personales de la gente.
Esa malla hace objetivo el comportamiento de las personas y establece el orden
institucional.
Pero ¿qué pasa cuando no está la malla? No
existen barreras y solo queda lo primitivo, la fascinación de contemplar el
espectáculo donde alguien vivirá o morirá, sin percibir en realidad el
verdadero fondo de la ejecución, como en el ejemplo del trapecista, porque al
quitar la malla la gente olvida que es esto último lo que en realidad se
persigue. Con la malla se espera que todo funcione bien y con tranquilidad,
porque hay un mecanismo seguro por si algo no sale como se esperaba.
Cuando intentamos explicar que una Consulta
Popular Plebiscitaria es esa malla de seguridad institucional que tendríamos
los venezolanos al convocar la Soberanía Popular, la gente percibe que le
estamos poniendo un “requisito” “una etapa más” a la opción de la fuerza que al
parecer se ha decretado como la solución del problema venezolano, cuando en
realidad lo que estamos proponiendo es que en el acto de trapecistas donde se
está ejecutando el espectáculo de nuestra tragedia, se tenga la seguridad
necesaria para que esa opción de fuerza tenga el respaldo formal del pueblo de
Venezuela, si es que a eso tenemos que llegar.
Ni Juan Guaidó, ni la Asamblea Nacional, ni nadie,
pueden comprometer a Venezuela para entregar nuestro futuro al castrocomunismo,
y menos aún existiendo en nuestra Constitución los mecanismos para ejercer de
manera directa nuestra Soberanía. De allí a que exijamos una Consulta Popular
establecida en el Artículo 70 Constitucional, completamente arbitrada por la
Sociedad Civil con la ayuda de los organismos internacionales, para que sea el
pueblo quien decida. Este principio se denomina internacionalmente
AUTODETERMINACION DE LOS PUEBLOS.
Cuando los Diputados de la Asamblea Nacional
decidieron por nosotros el 1ro de Octubre cambiar la ruta que se estableció el
23 de Enero, y se reafirmó con la Ley del Estatuto para la Transición del 5 de
Febrero, cambio completamente el juego político en Venezuela, y lo peor es que
eso ha pasado por debajo de la mesa como un hecho intrascendente. Y eso es
precisamente lo que quieren las partes que negociaron en Oslo-Barbados.
Lo que sigue ahora es el nombramiento de un
CNE arreglado entre el régimen y su oposición oficial para una convocatoria a
elecciones, sin haber eliminado de Venezuela el cáncer del
castro-chavismo-madurismo. El Plebiscito que se propone es
precisamente para eso: que el pueblo decida la cesación en el poder de ese
cáncer. Asimismo, el plebiscito propuesto ordenaría la constitución
de un gobierno de transición y unas elecciones libres después de haber fumigado
al CNE y reestructurado todo el sistema electoral. ¿Cómo se puede esperar que
ocurra una intervención extranjera sin tener eso arreglado antes? ¿Es que eso
lo hará la fuerza internacional por nosotros? ¿O será “como vaya viniendo vamos
viendo” como nos hemos acostumbrado los venezolanos? Como le respondí a una
estimada amiga que me planteaba esa inquietud: pedir una intervención sin la
autorización del pueblo es dejar que el que está armado decida por nosotros. Y
el que decide dispone. Es lo que ha pasado en el mundo en todos los momentos de
la historia en que esa decisión la han tomado los que tienen los fusiles.
Yo también quiero salir de esto pero manejando los eventos que se desatarán,
especialmente cuando los fusiles no los tienes tú. Miren solo la Europa después
de la II Guerra Mundial y cómo y quiénes se repartieron el mundo.
Es claro que una consulta en estos términos
no sería permitida por el régimen. Es por eso
que DEBE SER IMPUESTA DESDE AFUERA, por ejemplo, como parte del abanico de
soluciones que se están discutiendo en el seno del Órgano de Consulta del TIAR
de la OEA, recientemente convocado, so pena de continuar estrangulándolos, y
con la garantía de que se aplicaría la fuerza externa en caso del
desconocimiento del mandato que emane de esa Consulta. Esa fue nuestra
propuesta en la Carta Pública dirigida a nuestro Embajador en la OEA porque
consideramos ese escenario completamente pertinente (ver Carta Pública a
Gustavo Tarre Briceño, en http://ancoficial.blogspot.com/2019/10/comunicado-anco-carta-publica-al.html).
Es por eso que la misma Consulta
deberá establecer la autorización del Soberano para que los países que decidan hacer
cumplir el mandato del pueblo lo hagan con la plena autorización de los
venezolanos. Ni siquiera el Consejo de Seguridad de la ONU, con los votos en
contra de China y Rusia, podría con eso. No se puede ver esta consulta de otra
manera sino como un mecanismo idóneo para llegar constitucionalmente al
desalojo del poder del régimen castro-chavista-madurista -no solo de Maduro-
por la vía de una decisión soberana del pueblo.
Es por eso que no podemos quitarle
la malla de seguridad institucional a la única manera que existe para remover
al cartel criminal transnacional que se ha apoderado de Venezuela. La solución
que los venezolanos necesitamos viene de afuera, pero no por eso significa que
esta es tierra de nadie donde los venezolanos nos quedemos en la cola de las
decisiones que otros tomen. Debemos proteger con ella lo único que le queda a
los venezolanos después del arrase que han hecho con nosotros: la dignidad y el
derecho de decidir nuestro destino.
Caracas, 8 de Octubre de 2019
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana