martes, 18 de junio de 2019

Nuevos hombres, nuevos procedimientos y nuevos ideales

Por Luis Manuel Aguana

Lo verdaderamente grave del reciente caso de corrupción que la prensa ha dado en llamar “El Cucutazo” no es tanto que haya sido originado desde la oposición oficial –que ya es bastante escandaloso al provenir de quienes pretenden ser gobierno- sino de quienes fueron el objeto del robo. Es como si encontráramos a alguien meterle las manos a la limosna de la Iglesia: no es tanto lo que robas sino a quien se lo robas.

Lo escandaloso en este caso de corrupción es que descubrieron a quienes quieren administrar los dineros de la nación argumentando que el castro-chavismo-madurismo es ladrón, en una operación de ratería, escamoteando el dinero destinado a la ayuda humanitaria. Esto tiene un fondo mucho más profundo que unos simples ladrones pertenecientes a un partido político.

La corrupción vinculada al ejercicio del poder no es monopolio del PSUV ni del gobierno ilegitimo de Maduro, es desde tiempos inmemoriales de todos los partidos de Venezuela en posición de administrar lo que es de los venezolanos. Ese no es el problema –que lo es- sino de los mecanismos que se tengan para asegurarnos que los administradores no se roben el dinero público, así como del establecimiento de un mínimo de controles para que eso no suceda. Desde que el cartel delincuencial tiene secuestrado el poder en Venezuela se ha desmantelado toda la estructura mínima de control para evitar la corrupción. Pero eso lo sabemos y esa es una de las muchas razones por las cuales hay que desalojarlos del poder.

Sin embargo de lo que no se había tenido prueba hasta ahora, es que esa costumbre de desmantelamiento del control, al parecer también le es muy conveniente a quienes pretenden suceder a Maduro en el poder. Desde que la Asamblea Nacional fusiono el Poder Ejecutivo con el Legislativo a través de la Ley para la Transición, nadie sabe quién controla qué de los recursos de la República que se han ido recuperando del exterior, y que han sido retenidos en los diferentes países para la disposición del gobierno interino del Presidente Encargado Juan Guaidó.

La Asamblea Nacional siendo por naturaleza el órgano contralor del Ejecutivo, no ha presentado cuentas ni los mecanismos de control para preservar lo que se ha recuperado, ni quien está a cargo para hacerlo. El solo hecho que por una denuncia periodística se haya conocido del desorden administrativo y el robo de los fondos para la ayuda humanitaria de venezolanos en el exterior por parte del gobierno interino de Juan Guaidó, da cuenta de la existencia de un asunto tan grande que podríamos inferir que solo conocemos de eso la punta del iceberg, y que los venezolanos tenemos el pleno derecho de conocer. De otra manera difícilmente habría diferencia alguna en materia de corrupción entre lo que hay y lo que pretende venir.

Pero a mi juicio el problema va más allá. Salvo que importemos políticos o sean extraterrestres, la materia prima con la que se hace política en Venezuela es la misma que tiene el régimen. Si se pone una lupa sobre la militancia de absolutamente todos los partidos políticos, el régimen y su oposición, veremos a los mismos actores políticos en nuestro país, unos más jóvenes que otros, que han usado la política para favorecerse, porque eso es finalmente lo que ha pasado. Sin necesidad de citar nombres no se pueden justificar los bienes y los viajes internacionales de infinidad de personajes de la política nacional opositora que han aprovechado la grave crisis por la que atravesamos para mejorar sus condiciones de vida, sin haberle resuelto nada a los venezolanos, solamente mantener la ilusión de que algún día saldremos de esto. Todo esto nos induce a sospechar si realmente desean hacerlo para seguir viviendo de “eso” a costillas de nuestro sufrimiento. Y eso es lo verdaderamente aberrante.

Todo esto nos conduce un pesimismo natural que indica que nunca podremos resolver el problema que nos plantea un régimen y una oposición que negocia su permanencia para siempre. Que no recuperaremos la democracia y la libertad porque una sarta de corruptos desea hacerse y repartirse el botín de la República, dejando solo un pedacito para el resto de nosotros. En esas condiciones es imposible convencer a nadie que tenga alguna esperanza. Pero como siempre le digo a mis amigos: se necesita mucho más que un corrupto para declinar en mi optimismo incorregible.

En Venezuela, en mayor o menor medida los partidos políticos son clubes de amigos de su fundador o fundadores, en especial los nuevos. No señalaré a ninguno en particular pero lo único que le han ofrecido al país es su carisma y simpatía para luego montarse en esos atributos para solicitar el capital político necesario para acceder al verdadero botín que no es otro que administrar la Hacienda Pública de la Nación.

Luego de acceder al poder, si arruinaron al país no importa. El sistema está construido para volver a comenzar y poner la confianza en otro, en un círculo vicioso sin fin. El último de ellos fue Hugo Chávez en 1998 y los recientes acontecimientos políticos apuntan a la dupla Leopoldo López-Juan Guaidó. Como verán, esto es de una simpleza inenarrable que marca el estado de subdesarrollo político de nuestro pueblo. ¿Cómo resolver eso? Comenzando por entender el ciclo y corregirlo, aunque ya sea tal vez demasiado tarde para resolver el presente.

¿Qué podríamos hacer entonces? Apuntar más largo. No ofrecerle al país un liderazgo carismático y mesiánico sino una nueva estructura sobre la cual cimentar la República con una ruta clara que nos permita la distribución del poder, poniéndolo en las manos de muchos. Ofrecer una nueva concepción, que aunque le toque usar la misma materia prima defectuosa de la que se han servido todos los gobiernos desde 1811, le pueda garantizar a los venezolanos un mínimo de control sobre lo que es de todos, reduciendo el riesgo que significa entregarle el país a un líder mesiánico todopoderoso que invariablemente termine estafando a todo el mundo porque es imposible manejar un Estado moderno puesto en las manos de un solo ser humano.

Y eso no se puede enfrentar con un “programa de gobierno” como están acostumbrados los partidos y los venezolanos, sino cambiando el sistema de relaciones de poder entre quienes lo deben ejercer, para administrar con eficiencia lo que nos pertenece a todos, garantizando bienestar y calidad de vida para los ciudadanos. Un sistema que obligue a construir ciudadanía, corrigiendo en el largo plazo los defectos de la materia prima política. Y eso es posible hacerlo con un sistema que ha sido expuesto por años por los fundadores de ANCO, y que hemos luchado por dar a conocer, que lleva el nombre de  Proyecto País Venezuela Reconciliada vía Constituyente (leerlo en http://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html).

Es obligante decirlo después de 120 años: dado el estado ruinoso en que se encuentra la materia prima política del país desde el punto de vista ético, moral y político, se requiere del concurso de “Nuevos hombres, nuevos procedimientos y nuevos ideales”, consigna exitosa de la Revolución Restauradora de Cipriano Castro en 1899 que marcó la entrada de los andinos al poder, y que cambió el sistema de relaciones para ejercer ese poder por más de un siglo, luego de años de desorden político desde nuestra separación de la Gran Colombia. Si la historia ha de repetirse para entrar en una era distinta, no veo mejor momento para intentar un enfoque diferente…

Caracas, 18 de Junio de 2019

Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana

sábado, 15 de junio de 2019

Cartas a Guaidó

Por Luis Manuel Aguana

Ante la percepción de pérdida del rumbo del barco opositor y el estancamiento-agravamiento de la situación de los venezolanos, la dirigencia política que no tiene manera de influir en las decisiones que se están tomando en el cogollo opositor oficial de la Asamblea Nacional que se conformó a partir del 23E, ha publicado algunas sugerencias al Presidente Encargado de la República, Juan Guaidó a través del método más antiguo conocido, las cartas públicas.

Y digo expresamente “percepción de pérdida de rumbo” porque algunos creen todavía que ese extravío de la dirección opositora no es deliberado, sino que obedece a una manera diferente de enfocar la lucha en contra del régimen, y que todavía se pueden sugerir caminos alternativos que aceleren su salida. Y eso a mi juicio es un grave error. Quienes están dirigiendo este barco saben para donde lo llevan, y no es precisamente para un lugar en el que todos estemos de acuerdo.

Porque sería natural que se hagan recomendaciones de cambio de rumbo si quienes dirigen tienen la disposición de escucharlas. Si la persona que lleva las riendas (cosa que al parecer está puesto en duda) sigue cometiendo errores, entonces lo que menos que se puede hacer desde afuera es sugerirle opciones para que corrija lo que haya que corregir.

Sin embargo las opciones son pocas si efectivamente creemos que el desvío del rumbo es de tal magnitud que difícilmente se escucharán sugerencias porque lo que realmente está pasando es que no existen errores en el rumbo sino una ruta deliberada hacia un destino distinto que no admite correcciones.

Es como si todos creyéramos que nos dirigimos de un punto A, a un punto B acordado, y los que estamos a bordo vemos en el medio que nos llevan a un punto C desconocido. Y cuando le comunicamos al conductor que se extravió y que cambie el rumbo, lo hacemos en la creencia que lo hace porque no sabe que se extravió, cuando en realidad está consciente que nos lleva al punto C deliberadamente, sin nuestra autorización, debido a un cambio de estrategia que se fraguó sin nuestro consentimiento. Creo que eso es lo que está pasando aquí.

Las cartas que se le han dirigido hasta ahora al Presidente Encargado Juan Guaidó tienen ese sentido. Por ejemplo, la carta dirigida por el honorable ciudadano Enrique Aristeguieta Gramcko (ver texto completo en http://venezuelagana.org/2019/06/04/aristeguieta-gramcko-pide-un-cambio-de-rumbo-a-guaido/) le solicita a Guaidó que asuma el poder que le confiriera el Artículo 233 Constitucional, con todas sus atribuciones constitucionales, deslastrándose de la disciplina de partido, y proceda a condenar enfática y públicamente el dialogo y pactos con el régimen. Pero ¿es eso lo que desea el conductor, o conductores? Obviamente que no porque la ruta al punto C nos lleva precisamente a eso, a negociar con el régimen –¡esa es la idea!-, por lo que la solicitud muere al nacer al no ir al fondo sino a la forma.

La carta dirigida por nuestros amigos de la llamada oposición radical y dura en contra del régimen, María Corina Machado, Diego Arria y Antonio Ledezma (ver texto completo en el mensaje de Twitter de la Alianza Soy Venezuela https://twitter.com/SoyVenezuela/status/1139186136289599493) repite el mismo error pero estableciendo un razonamiento lógico: si respaldamos el mantra de la famosa trilogía entonces no existe negociación posible. Por lo tanto hay que cerrar la negociación, dejando solo una opción: la fuerza. Y esta fuerza no está en condiciones de salir de Venezuela sino de nuestros aliados, con el apoyo firme del pueblo venezolano que rechaza de plano un gobierno de cohabitación.

Esta carta reafirma la estrategia que el pueblo decidió inicialmente, esto es, la ruta de A hasta B que nos propusieron, en un llamado de atención a los conductores para que cumplan lo acordado. Y esto es razonable, pero como indicamos, no es de la intención de ellos “corregir” el rumbo, sino la definición de uno nuevo a espaldas del pueblo de Venezuela, y es allí donde deseo centrar esta discusión. ¿De quién es el barco? ¿Del Capitán y sus oficiales, o de quienes estamos en él? Pareciera fácil la respuesta.

Todos acordamos el 23E que el Capitán fuera Guaidó y aprobamos una carta de navegación traducido en un mantra en el que todo el mundo cree. Si tiraron el mantra por la borda (ver La muerte de un mantra, en http://ticsddhh.blogspot.com/2019/06/la-muerte-de-un-mantra.html) redefiniendo un nuevo destino, con una nueva ruta (o la misma cambiando el orden de los factores que alteran el producto), entonces lo menos que debería ocurrir es que ese destino y su ruta la decidamos entre todos de nuevo, porque el destino de Venezuela no les pertenece a ellos sino a todos los que vamos a bordo.

Es allí donde hay que centrar esta discusión con quienes conducen. Si alguna solicitud hay que hacerle a Guaidó, no es que corrija el rumbo para retomar la ruta lógica que ya nosotros habíamos decidido, sino que a la luz de todo lo que ha pasado hasta hoy sean los venezolanos los que decidamos que hacer, contando con el auxilio de quienes nos han ayudado hasta ahora desde afuera.

¿Y porque hacer eso ahora? Precisamente porque perdimos el rumbo y el destino. Algunos me han indicado que eso ya lo hicimos el 16 de julio de 2017. ¡Falso! Lo que hicimos ese día fue darle un mandato expreso a una Asamblea Nacional, que no cumplió porque negoció con el régimen a nuestras espaldas engavetar el resultado a cambio de elecciones de Gobernadores al final de ese año. En esta oportunidad el cumplimiento del mandato del pueblo sería previamente concertado fuera del país con quienes si estarían dispuestos a hacerlo cumplir a la fuerza si es preciso.

Pero la gente se preguntaría ¿y cómo lograr hacer que el pueblo se exprese en el medio de una tiranía? Esa parte sería consecuencia de una discusión abierta de términos de salida con el régimen, no de una negociación para que se quede y comparta con la oposición oficial una cohabitación que es lo que están haciendo ahora. ¿Y cómo se logra eso? Que la Comunidad Internacional lo asuma y lo imponga como solución alternativa al problema porque sería la expresión definitiva del pueblo venezolano. Si todos queremos que Maduro y sus delincuentes se vayan, entonces que nos ayuden a expresarlo, imponiéndolo como solución al régimen y a la oposición, a favor del pueblo venezolano, obligando al régimen a cumplir el mandato del Soberano desde afuera. La carta a Guaidó entonces es por un Plebiscito, y ya se la hemos enviado… (https://ancoficial.blogspot.com/2019/06/comunicado-anco-carta-publica-juan.html).

Caracas, 15 de Junio de 2019

Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana