miércoles, 15 de marzo de 2023

Primarias de calle

Por Luis Manuel Aguana

English versión 

Hace casi una década, en agosto de 2013, mi estimado profesor y amigo, Agustín Blanco Muñoz, de la Cátedra Pío Tamayo de la UCV, introdujo el concepto “Constituyente de calle”, tratando de significar la necesaria participación popular que debía tener este instrumento, lo más alejado posible de la institucionalidad corrupta del régimen a través de su CNE, trasladando su ejecución a la sociedad civil organizada.

Lamentablemente, a pesar de las múltiples explicaciones que dimos posteriormente, que era el mismo pueblo soberano el que debía decidir sin intermediarios el destino de la Nación a través de un proceso Constituyente Originario, es todavía la hora que los venezolanos hemos quedado estacionados en la manera tradicional, seleccionando el candidato opositor a través de un sistema de primarias, para dirimir el poder en Venezuela en elecciones presidenciales, en contra de una tiranía que ha dicho un sinnúmero de veces que no abandonará el poder bajo ningún concepto, y menos en elecciones.

Y como el poder en Venezuela, desde su creación como Nación, lo define quien controla el Poder Ejecutivo, esto es, el Presidente de la República, cualquier solución alternativa para dirimir la situación política del país, y más sorprendente aún, aquella que invoca directamente a la Soberanía Popular a través de sus representantes legítimos, ha sido rechazada consistentemente por aquellos que se dicen demócratas.

Sin embargo, caracterización “de calle” de hace una década sigue sugiriendo que sea el mismo pueblo el que decida. Y eso es lo que terminará sucediendo en Venezuela, de una forma u otra, como lo veremos a continuación.

El embudo que se le está imponiendo a los venezolanos a través de unas primarias en las condiciones deplorables que presentan los partidos opositores, donde participará solo una pequeña minoría que todavía se siente representada por ellos, despreciados como están por el resto de los venezolanos debido al descalabro que han incurrido que incluye colaboracionismo abierto, traición a los intereses de los venezolanos y corrupción generalizada, generará un candidato “opositor” a semejanza de esa minoría y que dirá “representar” al resto del país que rechaza justificadamente a la llamada Plataforma Unitaria que organizó ese proceso. Eso es un despropósito que debemos rechazar todos aquellos que desde ya no nos sentimos representados por ninguno que participe en ese circo.

Y ustedes dirán, ¿y entonces? ¿Cómo encontraremos al abanderado que participe con el régimen en unas elecciones que con seguridad estarán arregladas a su favor? De nuevo, lo decidirá el pueblo venezolano. ¿Y por qué? Porque si los venezolanos participan en ese proceso de primarias, de allí saldría un candidato opositor que le dará a Nicolás Maduro Moros los argumentos necesarios para encarar a la Comunidad Internacional y afirmar públicamente que esa elección presidencial es legítima porque participó una representación auténtica de la oposición, a pesar de lo intrínsecamente minoritario de ese resultado. De allí que el pueblo decidiría el curso de los acontecimientos con su participación o no en las primarias.

Si, por el contrario, el pueblo venezolano NO participa en esas primarias, en concordancia con lo que efectivamente está sucediendo en Venezuela, en relación con la nula representación que esa oposición oficial ostenta de los venezolanos, el candidato que salga de esas primarias no tendría de hecho el respaldo necesario de la mayoría del pueblo opositor, y le haría un flaco servicio al país si insiste en contender en contra del régimen en una elección presidencial, que al ser efectivamente fraudulentas, no tendría el respaldo necesario para cobrar un eventual triunfo.

Entonces el pueblo si tiene algo que decir en lo que está por suceder en Venezuela, y de allí que desde aquí asome el concepto de “primarias de calle”, que así como en su momento lo esgrimimos para la Constituyente, aplica perfectamente a la situación política que actualmente vive el país.

Hasta ahora no existe en la realidad ninguna persona que en la práctica encarne el sentimiento mayoritario de los venezolanos para desplazar al régimen, incluyendo los candidatos a los que las encuestas atribuyen la mayoría en las primarias. Ese personaje, que todavía no aparece, deberá salir a la palestra pública lo antes posible e irse decantando con el resto de los participantes, en una suerte de “primarias de calle”, que definirán el respaldo mayoritario necesario del pueblo opositor y que se apreciará de manera inmediata. Y al notarse esa situación indiscutible, el resto de los contendores deberán deponer sus aspiraciones a favor de él.

Esa sería la verdadera primaria opositora que decidirá el contendor del régimen, al contar con el apoyo palpable de la población en las calles, y no una primaria de los cascarones vacíos que todavía pretenden representarnos.

Pero la historia no termina allí. El régimen no es mocho y todavía hace falta llegar. Un candidato de las características descritas debe tener la suficiente estatura específica y experiencia comprobada de vida ética, personal, profesional y de Estado, capaz de llamar la atención a la Comunidad Internacional, que ya que ha decidido que Venezuela debe salir de su problema político a través de un proceso electoral presidencial, deberá mostrarse en consecuencia a favor, no solo en palabras sino en hechos de que todos los venezolanos puedan participar sin las limitaciones que imponga el régimen de Nicolás Maduro Moros.

Ese candidato presidencial deberá competir a sabiendas de que el régimen trampeará los resultados, y tendrá la obligación de esbozar un plan de qué hacer cuando la evidencia de un fraude sea un hecho. En otras palabras, el candidato no competiría por los votos de los venezolanos -que de hecho ya los tiene desde antes de la campaña porque nadie quiere el continuismo del régimen- sino porque esos votos se hagan realmente efectivos. Nótese que aquí cambia radicalmente, y desde ahora, el perfil que ese candidato debe tener. Esto es, no puede ser cualquiera. Estamos buscando una persona cuyo perfil se define de acuerdo al objetivo que pretendemos alcanzar, de adelante hacia atrás, si queremos que esa campaña sea exitosa para los venezolanos.

Si los venezolanos logramos encontrar ese personaje, capaz de inspirar hasta el fondo los sentimientos de cambio y recuperación de esta Nación, no habrá fuerza posible que detenga a la mayoría de los venezolanos que deseamos un cambio en la situación del país, con la persona adecuada al frente. De esta manera equilibraríamos esta lucha desigual que ha traído la desgracia al noble pueblo de Venezuela…

Caracas, 15 de Marzo de 2023

Blog: TIC’s & Derechos Humanos, https://ticsddhh.blogspot.com/

Email: luismanuel.aguana@gmail.com

Twitter:@laguana

viernes, 10 de marzo de 2023

El camino de una elección presidencial

Por Luis Manuel Aguana

English versión

Si hay algo en que los factores políticos venezolanos han coincidido en relación con la tesis Constituyente, es que efectivamente es necesario efectuar un cambio, una reforma del texto constitucional para reparar de algún modo, y sin especificar qué, lo que había dañado el castro-chavismo-madurismo, de nuestra institucionalidad con la Constitución de 1999. Cuando quienes iniciamos ANCO abordábamos la discusión del tema con cualquiera de esos factores, siempre recibíamos la misma respuesta: la constituyente debe realizarse, pero después.

Siempre estuvieron antes las aspiraciones de poder, los egos de la dirigencia política, los partidos y sus estrategias para lograr “espacios” políticos para competir mejor –electoralmente hablando- con el régimen. Y eso no ha variado ni un milímetro desde que se comenzó esta cruzada Constituyente desde hace muchos años. El problema, para ellos, no estaba en establecer un nuevo Pacto entre gobernantes y gobernados y resolver la crisis política lo antes posible, sino quien estaba en el poder para definir ese Pacto.

Desde la sociedad civil intentamos cambiar ese concepto, que está no solo arraigado en los partidos y sus dirigentes, sino en el mismo meollo del ideario político del venezolano. Cuando le preguntas a cualquier venezolano cuál es su idea de cómo cambiar las cosas terribles que han pasado en Venezuela, la respuesta sin pensar es “hay que cambiar al gobierno”. Lo que refuerza la idea que el problema es una cuestión de conducción y no de estructura, cuando lo segundo define a lo primero.

Cualquier persona que llegue a ocupar la Presidencia de la República en el actual estado de cosas institucional de Venezuela, podría perfectamente hacer lo mismo que hacía Hugo Chávez, como crear ministerios desde un programa de televisión, porque él se fabricó para sí mismo esa estructura, de la misma manera que decidió acabar por su cuenta y sin pasar por ningún control legislativo, la separación de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones, creando un caos económico monumental en dos países de manera simultánea.

Entonces el problema no es solo de conducción política, sino de la estructura institucional que encuentre el siguiente al mando, que no es otra cosa que el marco que definirá su actuación política. Siempre hemos argumentado que un marco completamente distorsionado como el que existe en Venezuela no es ni será de ninguna manera la estructura sólida y estable que requiere el próximo mandatario del país en el caos político que acompañará la caída de los delincuentes que ahora detentan el poder en Venezuela.

Pero como será imposible tener esa nueva estructura institucional al momento en que las cosas cambien, habrá que construir una nueva a partir del mismo instante en que la situación de un giro, lo que podría ocurrir en cualquier momento en Venezuela. Lo ideal sería que ya existiera, esto es, que se lograra cambiar la situación del país antes y, sin necesidad de llegar a un proceso electoral, y convenciéramos al mundo que Venezuela necesita un proceso arbitrado por la Comunidad Internacional para elegir a una Asamblea Nacional Constituyente Originaria, con unas Bases Comiciales aprobadas por el pueblo venezolano, como fórmula única y unificadora del país.

Sin embargo, con el transcurrir de los años, la situación política prevaleciente en el país nos demuestra sin lugar a dudas que es mucho más probable que ocurra una elección presidencial antes de una convocatoria Constituyente, en un país que siempre ha buscado permanentemente que alguien lo salve. Y no es que me guste esa realidad, pero ESA ES LA REALIDAD EXISTENTE y en la medida que la neguemos nunca hallaremos la salida a este laberinto.

La clase política ha sesgado la actuación de los venezolanos al punto de impedirle   encontrar otras salidas diferentes, proponiendo permanentemente salvadores de la patria que ellos puedan controlar desde sus partidos, ofreciéndoselos al pueblo como la solución de todos sus males, a través del sistema electoral, aunque este sea controlado por el régimen. No hemos podido romper ese círculo vicioso, que se repite interminablemente una y otra vez. Y mientras tanto, el país se desangra por todas partes y cada vez de manera más pronunciada. ¿Cómo se rompe esa trampa que nos tiene deprimidos y derrotados?

La última propuesta de los partidos políticos de la oposición, con el fin de seguir medrando en nuestra credibilidad, es escoger entre todos ellos en un proceso de primarias, al menos malo de un pequeño universo que aun los tolera, y que según todas las encuestas difícilmente pasa de un 20% de los venezolanos. Esto nos deja aproximadamente un 80% que, o bien, no irá a votar o votará en contra de ellos en unas elecciones que saben que amañará el régimen, que nunca ha ocultado sus intenciones de no entregar el poder por la vía electoral.

¿Dónde nos deja todo eso? Que las primarias elegirán a un perdedor previamente acordado, proveniente de un proceso auspiciado y controlado por esa clase política aborrecida por la población, y sobre el cual el régimen tendrá un control para que acepte el resultado de las máquinas de su CNE.

Basado en una realidad esperada de un “triunfo” del régimen sobre cualquier candidato que salga de esas primarias, ¿cuál debería ser la actitud de CUALQUIER movimiento político que vaya a esas elecciones y que realmente desee encarar al régimen en su fraude seguro, y exigir lo que ni Rosales en el 2006, ni Capriles en el 2012 y 2013 exigieron? Conseguir a alguien que logre aglutinar ese 80% que encarne el sentimiento de rechazo de Venezuela a estos 23 años de concubinato entre el régimen y su oposición.

Claramente, el régimen tratará de impedir cualquier candidatura que no esté encuadrada en sus planes, fuera del candidato acordado con la oposición oficial en las primarias. Y la misma oposición se rasgará las vestiduras, vociferando que otra candidatura opositora fuera de la escogida en primarias sería divisionista. Pero ¿divisionista de qué? ¿De una oposición entregada? Con ese candidato, que ya de por sí es minoritario, no se estaría dividiendo nada, porque el grueso de la población estaría todavía buscando opciones.

Es allí entonces donde se construiría la verdadera candidatura de la oposición, medida en las calles y en la opinión pública opositora para esas elecciones, capaz de movilizar y poner a Venezuela en la misma situación de exaltación política que se tuvo cuando Henrique Capriles en el 2013 nos mandó a tocar cacerolas y bailar salsa. En otras palabras, no estaríamos buscando en esa campaña presidencial al candidato que “gane” las elecciones con el CNE del régimen, porque este claramente no ganará.

Lo que buscaríamos sería al candidato(a) que sea capaz de enfrentar y movilizar el 80% del país opositor y se plante de una manera firme frente a ese fraude que desde ahora cocina el régimen y sus socios internacionales. Y lo que pase luego que lo definan las fuerzas que deciden el poder, ante la mirada atenta de la Comunidad Internacional. Eso es lo que estaría planteado en el país si se elige el camino de una elección presidencial, como ya lo eligieron por nosotros los políticos y la Comunidad Internacional, existiendo una solución óptima, Constitucional y Constituyente.

A partir de allí, sea quien sea el que logre desplazar cívicamente el actual estado de cosas, luego sortear con éxito esa situación de borde, tendrá necesariamente que encabezar un gobierno de transición e inmediatamente convocar al Constituyente para garantizar que exista una estructura institucional viable a largo plazo para los próximos gobernantes del país, dándole estabilidad a Venezuela, y evitando la repetición de la desgracia de 23 años ocurrida en el país, experiencia que lamentablemente ya están viviendo algunos países hermanos de Latinoamérica, donde han regresado los mismos gobernantes que los destruyeron, por haber cometido el error de no desmontar de inmediato la madeja institucional corrupta que los sostuvo en el poder.

ANCO en su nueva condición de movimiento político continuará vigilante de la evolución de este proceso político en el país y actuará conforme al interés de convocar a los venezolanos a la brevedad posible para que sea el pueblo venezolano el que decida su destino. Asimismo, seguiremos trabajando en la organización y formación de sus cuadros regionales en todo el país, en el conocimiento pleno del proyecto que le hemos planteado a Venezuela, El Gran Cambio, Una propuesta para la Refundación de Venezuela (texto en https://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html),   y estar preparados para el momento que se convoque, más temprano que tarde, el proceso Constituyente por la vía que determine la realidad política del país. Ese es el objetivo que nos hemos trazado como organización política a partir de este momento, al servicio de un cambio profundo en la manera de hacer política, para un desarrollo armónico de Venezuela y sus nuevas generaciones.

Caracas, 10 de Marzo de 2023

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