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sábado, 16 de diciembre de 2017

Por favor, ya basta de salvadores

Por Luis Manuel Aguana

De nuevo la gente buscando un salvador de la patria. ¿Cuál será esa enfermedad, manía, tendencia, o terquedad de nuestro pueblo de tratar de encontrar a “alguien” que “nos salve” y resuelva los problemas? En enero de 2016 luego de investir a Henry Ramos Allup como nuevo Presidente de la Asamblea Nacional, Ramos se convirtió automáticamente en el jefe opositor y “salvador de la patria”. Todo tenía que ver con Ramos. Y de verdad asumió su papel de gallo de pelea al punto de utilizar su puesto para afianzar una candidatura presidencial.

Ahora la “responsabilidad” salvadora ha recaído sobre el empresario Lorenzo Mendoza. Es interesante abordar ese análisis porque utilizando ese “comodín”, el régimen -y su oposición miserable- ha encontrado una manera muy inteligente de convencer a la población de ir de nuevo al matadero electoral de Tiby –o quien haga sus veces si de verdad falleció- después de los acuerdos de Republica Dominicana.

Pero antes de examinar el caso particular de Mendoza, sería interesante abordar ese rasgo cultural tan intenso que nos hace seguir al siguiente “hombre a caballo”, como le decía tan acertadamente el poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco.

El caudillismo en Hispanoamérica y en especial el de Venezuela ha sido estudiado exhaustivamente por nuestros historiadores (ver El caudillismo (historiografía venezolana) en http://venezuelaysuhistoria.blogspot.com/2007/12/el-caudillismo-historiografa-venezolana.html?m=1): “Una primera aproximación a la historiografía sobre el caudillismo lo realizó el sociólogo e historiador Virgilio Tosta con su libro El caudillismo según once autores (1954), en el que explica las definiciones y las causas del fenómeno según autores principalmente del siglo XIX y principios del XX, e incluso señala en el prefacio su propio idea al respecto. Para Tosta los conflictos internos y el caudillismo es sinónimo, y dichos conflictos son productos de ambiciones personales que forjan “montoneras” (ejércitos privados) que luchan entre sí, generando el “caudillismo anárquico” que luego se transformará en el “caudillismo despótico”.” (resaltado nuestro). Podríamos indicar que viendo lo que pasa en Venezuela esa afirmación de Tosta se adecua a esta realidad: conflicto interno implica caudillismo.

Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936), principal soporte intelectual de la dictadura de Juan Vicente Gómez, elogió el carácter necesario del caudillo, indicando que “…la anarquía exige la subordinación a este tipo de jefaturas, que se basan más en las lealtades personales que en las leyes; y finalmente el jefe se convierte en el único capaz de lograr la unidad nacional…”. Todo un capítulo de su obra “Cesarismo Democrático” fue dedicado a lo que el llamó “El gendarme necesario”: “…es evidente que en casi todas estas naciones de Hispanoamérica, condenadas por causas complejas a una vida turbulenta, el Caudillo ha constituido la única fuerza de conservación social, realizándose aun el fenómeno que los hombres de ciencia señalan en las primeras etapas de integración de las sociedades: los jefes no se eligen sino se imponen.” (ver texto completo en “Cesarismo Democrático y otros textos” en https://tinyurl.com/yc9sz5q5).

Esta discusión acerca de la necesidad o no de “un jefe” se ha decantado hasta nuestros días. Todo el mundo en Venezuela busca desesperadamente un jefe. Lo buscaron con Hugo Chávez en 1998 y lo siguen buscando en 2017 al agudizarse la crisis y con cualquiera que se ponga al frente de esta lucha que está dando el pueblo de Venezuela. Y no hay dudas que en Venezuela hay esa anarquía, que exige, como bien indicara Vallenilla Lanz en su obra, a alguien que ponga orden.

Sin embargo, a contravía de lo que posiblemente sea nuestro devenir histórico y del cual posiblemente seamos prisioneros, creo que no estamos condenados a ese destino de un caudillo civil o militar que haga de “salvador de la patria”. La teoría del “buen tirano” de Vallenilla Lanz fue extraordinariamente bien rebatida desde Colombia por Eduardo Santos, dueño del periódico El Tiempo de Bogotá, en un brillante artículo publicado en 28 de diciembre de 1920:

“¿Es verdaderamente un tirano lo que estos países necesitan para prepararse a ocupar su puesto entre los grandes pueblos civilizados? Un examen imparcial de lo que somos y de lo que necesitamos probaría lo contrario. Estos pueblos de la América Latina, amenazados por la expansión de fuerzas colosales, no necesitan solo de oro, de inmigración, de comercio y agricultura, de caminos y de fábricas. Pueden conseguir todo eso por los caminos libres de la legalidad y es dudoso que el tirano se lo conceda en condiciones tolerantes, pero aun en el caso de que esa política materialista, impuesta por la mano de un dictador implacable, diera amplio desarrollo a las riquezas naturales del país, dejaría a sus hijos inermes ante peligros mucho peores que el de la miseria; no robustecería su espíritu, ni les formaría un alma colectiva; no vigorizaría ciertos factores morales indispensables para que un pueblo sea independiente y libre. Todo lo contrario: la opresión y el silencio, interrumpido solo por las voces aduladoras de los favoritos, deprimen el alma popular hasta convertirla en presa fácil; apagan toda luz de ideal, crean una atmosfera de servilismo y de cobardía moral dentro de la cual no podrá crecer nada sano, ni nada grande. “El hombre necesita para vivir de cierta cantidad de decoro, como de cierta cantidad de aire”, decía en una de sus frases lapidarias José Martí.” (resaltado nuestro) (ver texto completo en “Cesarismo Democrático y otros textos” en la dirección arriba indicada). ¡Extraordinaria respuesta que aún perdura en el tiempo!

Los partidos del estatus quo de todas las tendencias políticas en Venezuela han heredado esa manera de enfocar el problema de nuestro país: de acuerdo a su visión requerimos de liderazgos fuertes que nos saquen del problema cada vez que el país se pone ingobernable. Eduardo Santos lo resumió en una frase que demuestra el carácter cívico que ha diferenciado a los colombianos de nuestras debilidades militares: “Nuestro bastón presidencial no anda en las maletas de los soldados de fortuna... He ahí la síntesis de nuestra idiosincrasia, genuinamente democrática...”. ¡Qué verdad tan profunda encierran todavía esas palabras! Todavía nos falta aprender bastante de eso.

Después de esta breve explicación histórica acerca de cómo los venezolanos hemos manejado este problema, intentando encontrar a alguien que “nos salve”, no es difícil pensar que la solución que busquen los partidos ante el desprestigio monumental al que han llegado, es encontrar un “outsider” con credibilidad, y quien mejor que el empresario que más prestigio tiene en el país, aunado a la tendencia natural del venezolano de buscar a alguien que le resuelva los problemas, un nuevo “salvador de la patria”.

Y por supuesto, el régimen muerto de la risa por la imbecilidad de esta oposición mediocre. Sin haber modificado en un ápice el casino electoral –el CNE- y sin haber desmontado la Constituyente ilegal, Lorenzo Mendoza les daría la presencia en las urnas que requieren para sepultar lo que queda de país. ¿Quién diría que Maduro no le ganó en buena lid al “pelucón” Lorenzo Mendoza? Los millones que se presentarían a votar de nuevo, legitimarían el siguiente fraude rojo-rojito con las maquinitas de SmartMatic.

Es por eso que ya están montando el nuevo circo electoral-presidencial para principios o mediados del 2018, producto de los nuevos acuerdos del “dialogo” de República Dominicana. Lo único que podría impedir esa nueva trampa es que Mendoza se rehúse a participar en ella. Sin embargo, ya se están moviendo fuerzas internacionales para convencer a Mendoza de ser el próximo “outsider” exitoso en las Américas, que tiene a la cabeza a Donald Trump en los Estados Unidos, egresado de su misma universidad, la Universidad de Fordham en Nueva York, y a Mauricio Macri en Argentina.

Es posible que Lorenzo Mendoza crea –o le hagan creer- que la única manera de proteger de estos malandros al primer emporio industrial de alimentos del país es haciendo eso. Nada más alejado de la realidad, es todo lo contrario. Al momento del escamoteo de la elección, inmediatamente lo perderá –o perderemos- todo. Si el régimen no se apropiado todavía de Empresas Polar es porque no saben cómo se maneja eso, e inmediatamente lo llevarían a la quiebra, como ya lo hicieron con PDVSA y el resto a lo estas langostas le han puesto la mano. Y aquí estamos hablando de la mayor porcentaje de la comida de la gente que se todavía se produce en el país. Sin embargo están esperando que Mendoza cometa ese error.

Lorenzo Mendoza, al igual que el actual Rey de España, fue formado y especialmente diseñado desde niño para manejar el negocio familiar. La madre de Lorenzo, Leonor Giménez de Mendoza, se lo entrego después de su educación, e inmediatamente el heredero lo elevo a niveles no vistos anteriormente, al punto de producir el 4% del PIB del país (ver Lorenzo Mendoza en https://es.wikipedia.org/wiki/Lorenzo_Mendoza). Eso es lo que muy difícilmente entiende el común de la gente que pide a gritos a Lorenzo Presidente.

Nadie podría hacer el trabajo que Mendoza hace en Empresas Polar, pero cualquiera podría realizar en Venezuela el de Presidente de la República, hasta un chofer de autobús. Sin embargo los politiqueros de República Dominicana aspiran sobrevivir a costillas de reventar la principal industria de alimentos del país, conjuntamente con su dueño. De concretarse esa jugada de laboratorio, a diferencia de lo que la mayoría piense, el perdedor no será Lorenzo Mendoza, seremos todos los que vivimos aquí, porque al final de esa locura del próximo “salvador la patria” habrá mucho menos comida en la mesa del venezolano. Por favor, ya basta de salvadores…

Caracas, 16 de Diciembre de 2017

Twitter:@laguana

sábado, 1 de agosto de 2015

Venezuela, República Federal (V)

Por Luis Manuel Aguana

Uno de los miedos más comunes que nos quieren infundir aquellos quienes se oponen a la tesis de la descentralización del poder político, es que se resucitara el caudillismo regional cuya muerte aseguro la "paz de los cementerios" de la República de Juan Vicente Gómez.

En efecto, Venezuela era un caos a principios del siglo XX. Los  caudillismos habían hecho su trabajo de mantener la Republica separada y desconectada, en manos de los herederos de la Guerra Federal del siglo XIX.

Cada provincia era una suerte de territorio feudal, propiedad de personajes cuyo generalato no provenía de ninguna academia militar sino que se había peleado y reclamado desde la Guerra de Independencia.

La prioridad de Juan Vicente de Gómez al acceder el poder fue acabar con cada uno de ellos y centralizar el poder en un solo lugar, sus propias manos, convirtiendo a Venezuela en un único feudo bajo su control, más manejable, creando en el camino las instituciones de alcance nacional necesarias para controlar el territorio, utilizando  gobiernos locales impuestos desde el centro del poder. Nacieron desde allí unas Fuerzas Armadas Nacionales, un sistema de hacienda pública, y en general todas aquellas instituciones que identifican ahora un Estado moderno.

Llegado el dinero del petróleo, se consolido ese modelo de control político del país desde un centro, con las ventajas y desventajas que eso conlleva, al punto que todavía existen defensores de ese modelo que funciona en tanto y en cuanto existan los recursos para mantenerlo.

Todavía existen personas que recuerdan esa época de la barbarie gomecista. Y aquellos que no la conozcan, basta que se lean la obra de Rómulo Gallegos y Arturo Uslar Pietri. Es por eso que se preguntan ¿Volver a eso? ¿Una constituyente para entregarles el poder a 24 caudillos regionales para que de nuevo hagan sus feudos, sin ningún control? ¿Entrar en una escalada separatista? ¿Retrotraernos al siglo XIX y principios del XX?

Veamos con calma como se come eso. Aunque el detalle lo pueden encontrar en el texto del Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/), intentare en este corto espacio, no de convencer a quienes no quieren ser convencidos, sino a ilustrar a quienes entran por primera vez en esta discusión, de nuestra visión acerca de la necesidad-más actual que nunca-, de un cambio del modelo político, precisamente porque este, que medianamente nos funciono hasta ahora, no servirá para enfrentar los retos y vencer las complejidades futuras requeridas para conseguir bienestar en un mundo cada vez mas dinámico.

El modelo centralizado de distribución de riqueza basado en que unas pocas -o únicas- manos decidan qué hacer con los ingresos de los venezolanos, se encuentra desde hace bastante tiempo en vías de agotamiento, y se acelera en la medida en que disminuyen cada vez más los ingresos del país.

Si vemos el modelo centralizado de administración como una pirámide en cuya punta se encuentran aquellos que controlan el ingreso y en la base aquellos que esperan de la repartición, cuando hay mucho en el tope de la pirámide, algo siempre le “chorreará” a la base por muy mal que se administre.

Aunque este sea un modelo que de algún modo reparte pero de una manera ineficiente, su sostenibilidad en el tiempo se basa en que siempre haya algo para repartir. Y cuando los ingresos que se reparten no tienen como base el trabajo productivo de la población, como ocurre en el caso venezolano, la situación se hace más comprometida, al quedar las entradas del país al arbitrio de los precios de un bien-el único- cuyo valor de cambio en el mercado internacional no controlamos. Es hora de revisar un modelo político cuya fundamentación distorsiona el alcance de lo económico.

Obviamente si llega menos a la punta de la pirámide, quienes se encuentren más abajo en la base sufrirán más. Sin importar quien administre el modelo-el gobierno-, o qué ideología maneje (hemos comprobado que los comunistas son los peores), si llega menos habrá menos para todos. Y si a eso le añadimos la corrupción de los administradores, entonces el modelo se hace inviable por la voraz depredación, y a nadie, salvo a los administradores, le llegara nada. Ya estamos viviendo eso.

Esta es la situación en la que nos encontramos ahora. Una pirámide-un modelo de administración- que no funciona. Aunque sigamos teniendo los ingresos que el petróleo todavía nos garantiza, poco a poco el petróleo dejará de ser el paradigma sobre el cual sostenerse. El mundo encontrará cada vez más la manera de sustituirlo como alguna vez sustituyo la lana con material sintético. Posiblemente eso no ocurra inmediatamente pero nos dará el tiempo suficiente para desarrollar una alternativa económica pero eso no será posible con un modelo político que se fundamenta en un reparto de lo que no se produce.

Nuestra propuesta no es cambiar de manos la administración del actual modelo, que es la propuesta política de prácticamente todos los partidos opositores, cuya principal  promesa es que su opción hará mejor el reparto (entre otras cosas porque habrá poco que repartir luego de esta debacle), sino cambiar el modelo, llevando esa pirámide de una sola punta a un polígono de 24 puntas, con un pacto claro entre ellos de funcionamiento federal.

Los partidos que han propuesto una Constituyente para lo que ellos llaman “un cambio de modelo” no están hablando de este alcance. Desean, como todos nosotros, el cambio de la ideología del gobierno pero no del cambio de la pirámide de distribución. Ellos y nosotros estamos hablando de dos cosas completamente diferentes. Queremos una Constituyente para discutir un nuevo modelo de desarrollo político y económico en los términos del Proyecto País Venezuela.

Llevar de 1 a 24 los centros de poder político tendrá consecuencias inmediatas. Cada Estado manejara sus propios recursos y se regirá por su propia Constitución que devendrá de una Constituyente Regional, donde cada Estado decidirá su propio modelo de desarrollo, cuantos municipios deben atender, así como sus instituciones de control. Los recursos generados por su actividad económica se quedaran donde se produzcan. Decidirán sobre su educación, su sistema de salud, su sistema de justicia y seguridad, su economía.

No estamos hablando de fundar 24 repúblicas nuevas, sino de restablecer la autonomía regional que nunca se hizo efectiva desde la fundación de la Republica, ahora utilizando las ventajas que proveen las comunicaciones, el transporte y demás medios que no existían en los siglos XVIII, XIX y la casi totalidad del XX, y que todavía hay que fortalecer y desarrollar. En manos del Estado Federal quedaran las Fuerzas Armadas, el control de la moneda, con un Banco Central verdaderamente fuerte e independiente, la industria petrolera (o lo que quede de ella), y un Congreso con un sistema parlamentario que contaría con una autentica representación del pueblo y los Estados para el debido control del Presidente de la Republica y las instituciones de alcance federal.

Al elegirse los Senadores y Diputados en sus propias regiones en un sistema organizado de esta manera, ellos vendrían al parlamento en Caracas a luchar por los intereses de sus regiones, no a “conchuparse” y agavillarse con sus partidos en detrimento de sus mandantes ya que tendrían que rendir cuenta de sus acciones en sus propios Estados.

El ingreso mínimo del Estado Federal se establecerá al inicio de la construcción del nuevo modelo, formando parte de la nueva Constitución discutida en una Asamblea Nacional Constituyente. Pero serán los parlamentarios quienes decidan en un Congreso Federal el presupuesto federal. No seria, ni el partido del gobierno, ni el Presidente de la Republica sino las genuinas representaciones de los Estados, con una sanción final del Senado, máxima representación federal en el parlamento.

Entonces cada Gobernador y el resto de los cargos de representación popular serian controlados por su propio parlamento regional y sus instituciones. Sería un simplismo decir que este sería un caudillo inamovible como los que tuvo que liquidar Juan Vicente Gómez. Además sería sumamente difícil que estos dispongan de los recursos a su antojo como ahora prevalece en el actual modelo piramidal simplón, agotado y atrasado. Y menos aun que los 24 se compongan para entregarlos a otros países o robarse lo que es de todos los venezolanos de un solo viaje, como lo han hecho quienes hasta ahora han administrado la pirámide. Lo cerca que estarían de cada región no se los permitiría. Ha sido sumamente fácil ponerle la mano al dinero del país cuando este se encuentra bajo un solo control. Es por eso que nadie quiere cambiar el modelo. Es demasiado apetecible hacerse rico y hacer rico a los allegados solo por acceder al poder y más aun cuando se hace en condiciones absolutas.

Cada región entonces tendría la responsabilidad de aportar al común a través de un pacto federal, y de producir de acuerdo a sus potencialidades. No serian expectantes de una renta sino aportantes al común de un país. Cada Estado se desarrollaría y competiría con los demás por el mejor recurso humano. Se desarrollarían nuevas universidades y centros de conocimiento y se mejorarían los que existen para hacer de cada región un emporio de riqueza y calidad de vida. Venezuela seria como un todo, mejor que cada una de sus partes.

Es indudable que afinar un modelo como el propuesto tardara su tiempo y requerirá de ajustes en el proceso para encontrar el entonamiento que corresponda a nuestra idiosincrasia, pero definitivamente estamos convencidos de que hay que intentarlo. Venezuela tiene el material necesario para hacerlo.

De esta discusión debe quedar claro que el problema no es de administración sino del modelo que sustenta esa administración, y que deberemos enfrentar un cambio de mayor envergadura para salir de esta crisis y cauterizar lo podrido del sistema que tenemos. No existe en el mundo un modelo perfecto pero el que tenemos actualmente lo tienen los países más atrasados del planeta. Ya es hora de dar ese paso trascendental. Los venezolanos de ahora y de las próximas generaciones lo están esperando.

Caracas, 1 de Agosto de 2015

Twitter:@laguana