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viernes, 14 de agosto de 2015

El reto de una Rebelión

Por Luis Manuel Aguana

Desde mucho antes que Don Rafael Grooscors Caballero reeditara la frase “La Rebelión de las Regiones” para la propuesta del Proyecto País Venezuela, en su crucial artículo del mismo nombre en el año 2013 (ver La Rebelión de las Regiones en http://elrepublicanoliberal.blogspot.com/2013/10/rafael-grooscors-caballero-la-rebelion.html) y su insistencia en el año 2014 (ver Insistiendo en la Rebelión de las Regiones en http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/2014/12/insistiendo-en-la-rebelion-de-las.html), no hemos dejado de escribir desde el Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/) acerca de la necesidad de un reordenamiento completo del sistema político del país (ver mi nota acerca del tema en http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/2014/05/la-rebelion-de-las-regiones.html), que permita el empoderamiento del municipio como la unidad político-territorial fundamental para el desarrollo y la profundización de la descentralización, no solo política sino institucional, con la reingeniería completa de la actual forma del Estado, como base fundamental para aprovechar las potencialidades de cada una de las regiones del país.

Creemos que esa es la verdadera solución de largo plazo para los desequilibrios políticos y económicos que ha sufrido el país en su tránsito accidentado desde su fundación. Sin embargo no es fácil convencer a la gran cantidad de actores que se mueven en el escenario político, habida cuenta de lo intrincado de la madeja de intereses que se conectan de la manera más inverosímil. Partidos-viejos y nuevos-, políticos,  empresarios, instituciones completas, tienen intereses que se remontan a décadas para no permitir que el poder se deslice hacia las regiones.

Hay demasiado en juego y eso es a lo que nos enfrentamos. El petróleo administrado en manos de pocos ha creado ricos en varias generaciones, solamente con poseer el control de los contratos de un Estado mega-centralizado. La presente generación, la llamada  boliburguesía es la última y más completa versión de esta enfermedad que hace que el vicio se enraíce y las élites del pasado traten infructuosamente de retomar el control centralizado del poder. Prácticamente han mudado al país a los bancos de la corrupción y el narcotráfico.

Mientras tanto, un grupo de “soñadores pendejos” de la sociedad civil regional pretenden que eso cambie, proponiendo un resurgimiento del federalismo, que le daría el control del país a los ciudadanos de todas las regiones, y cuya cristalización acabaría con esas expectativas, que de hacerse realidad ubicarían al país de nuevo en cero para comenzar de nuevo ese círculo vicioso de riqueza rápida y corrupción, pero esta vez en manos de la “oposición”. Reclamamos, desde la perspectiva ciudadana de la sociedad civil, comenzar un nuevo círculo, pero esta vez virtuoso, con un enfoque completamente diferente. De allí nuestra diferencia principal con aquellos que piensan que cambiando al gobierno se acabarán nuestros problemas.

Deberemos no solo cambiar a este gobierno por las vías constitucionales, sino también cambiar al sistema político que lo hizo posible, y eso no se hará por la vía expedita de esperar o provocar la renuncia del Presidente, o la revocatoria de su mandato el 2016.

Y esto, en consecuencia, nos pone en una situación singular, ya que como quiera que se vea hay que realizar mucho trabajo previo para construir la arquitectura que soporte nuestra propuesta de un nuevo Estado Federal Descentralizado. Se ha descrito el “qué”, contenido en el Proyecto País Venezuela Reconciliada, incluso parte del “cómo” -la vía Constituyente-, pero con todo y ese adelanto, todavía la gente no ve a esta propuesta lo suficientemente viable como para sustituir largos años de sojuzgamiento centralizado.

Y tienen razón. En el proceso de construcción de una Venezuela Federal es necesario definir al menos los lineamientos Federales, Estadales y Municipales de ese posible nuevo estado de cosas, comenzando por explicarle a la gente como se operaría y lo que se obtendría desde los niveles regionales, que son los que tocan al ciudadano común. Si estamos hablando de que una región se haga cargo de su propio destino, es necesario que esta región y sus liderazgos tengan bien claro una visión de su desarrollo y los problemas que habrán de afrontar para conseguirlo. Y nadie más que ellos para realizar esa tarea. Ese es el verdadero reto de esta Rebelión.

No es fácil cambiar siglos de pedirle a un centro que atienda necesidades. Y más difícil aun modificar la mentalidad de los ciudadanos que consideran que con solo cambiar a un Presidente de la República su calidad de vida mejorará. Años de populismo centralizado y desenfrenado serán ciertamente un obstáculo para poner a pensar a la gente de una manera productiva. Sin embargo, la situación económica será un buen incentivo, y aún mejor catalizador para ese cambio.

Entonces las verdaderas proposiciones a la población deberán salir de los Estados a sus propios ciudadanos. Los equipos de trabajo constituyentes de los Estados deberán generar las propuestas institucionales necesarias para operar de una manera autónoma, porque nadie de fuera vendrá a hacerlo por ellos. Son quienes conocen bien sus territorios, su cultura, su idiosincrasia, y cuáles son sus fortalezas. En otras palabras cual sería su propuesta para sobrevivir y generar riqueza, si tuvieran la autonomía para eso. En la planeación de una propuesta federal para el país, cada Estado debe adelantar su propio modelo de desarrollo regional y como se implementaría dentro de un marco federal.

No es un trabajo trivial, pero solamente el acometerlo pone a sus promotores a pensar en la región posible y el mundo infinito de posibilidades que se abrirían si sumáramos todas las potencialidades de todas las regiones del país, y las interrelacionáramos. De eso se trata precisamente la Rebelión de las Regiones, de construir ese marco institucional para el desarrollo, que parte precisamente de todas las regiones del país, el corazón vivo de la República que produce, y contraponerlo a la estructura carcomida de corrupción y centralismo que tenemos ahora. Es una extraordinaria manera de pensar que Venezuela si tiene un futuro que esta por construir.

Caracas, 14 de Agosto de 2015

Twitter:@laguana

sábado, 1 de agosto de 2015

Venezuela, República Federal (V)

Por Luis Manuel Aguana

Uno de los miedos más comunes que nos quieren infundir aquellos quienes se oponen a la tesis de la descentralización del poder político, es que se resucitara el caudillismo regional cuya muerte aseguro la "paz de los cementerios" de la República de Juan Vicente Gómez.

En efecto, Venezuela era un caos a principios del siglo XX. Los  caudillismos habían hecho su trabajo de mantener la Republica separada y desconectada, en manos de los herederos de la Guerra Federal del siglo XIX.

Cada provincia era una suerte de territorio feudal, propiedad de personajes cuyo generalato no provenía de ninguna academia militar sino que se había peleado y reclamado desde la Guerra de Independencia.

La prioridad de Juan Vicente de Gómez al acceder el poder fue acabar con cada uno de ellos y centralizar el poder en un solo lugar, sus propias manos, convirtiendo a Venezuela en un único feudo bajo su control, más manejable, creando en el camino las instituciones de alcance nacional necesarias para controlar el territorio, utilizando  gobiernos locales impuestos desde el centro del poder. Nacieron desde allí unas Fuerzas Armadas Nacionales, un sistema de hacienda pública, y en general todas aquellas instituciones que identifican ahora un Estado moderno.

Llegado el dinero del petróleo, se consolido ese modelo de control político del país desde un centro, con las ventajas y desventajas que eso conlleva, al punto que todavía existen defensores de ese modelo que funciona en tanto y en cuanto existan los recursos para mantenerlo.

Todavía existen personas que recuerdan esa época de la barbarie gomecista. Y aquellos que no la conozcan, basta que se lean la obra de Rómulo Gallegos y Arturo Uslar Pietri. Es por eso que se preguntan ¿Volver a eso? ¿Una constituyente para entregarles el poder a 24 caudillos regionales para que de nuevo hagan sus feudos, sin ningún control? ¿Entrar en una escalada separatista? ¿Retrotraernos al siglo XIX y principios del XX?

Veamos con calma como se come eso. Aunque el detalle lo pueden encontrar en el texto del Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/), intentare en este corto espacio, no de convencer a quienes no quieren ser convencidos, sino a ilustrar a quienes entran por primera vez en esta discusión, de nuestra visión acerca de la necesidad-más actual que nunca-, de un cambio del modelo político, precisamente porque este, que medianamente nos funciono hasta ahora, no servirá para enfrentar los retos y vencer las complejidades futuras requeridas para conseguir bienestar en un mundo cada vez mas dinámico.

El modelo centralizado de distribución de riqueza basado en que unas pocas -o únicas- manos decidan qué hacer con los ingresos de los venezolanos, se encuentra desde hace bastante tiempo en vías de agotamiento, y se acelera en la medida en que disminuyen cada vez más los ingresos del país.

Si vemos el modelo centralizado de administración como una pirámide en cuya punta se encuentran aquellos que controlan el ingreso y en la base aquellos que esperan de la repartición, cuando hay mucho en el tope de la pirámide, algo siempre le “chorreará” a la base por muy mal que se administre.

Aunque este sea un modelo que de algún modo reparte pero de una manera ineficiente, su sostenibilidad en el tiempo se basa en que siempre haya algo para repartir. Y cuando los ingresos que se reparten no tienen como base el trabajo productivo de la población, como ocurre en el caso venezolano, la situación se hace más comprometida, al quedar las entradas del país al arbitrio de los precios de un bien-el único- cuyo valor de cambio en el mercado internacional no controlamos. Es hora de revisar un modelo político cuya fundamentación distorsiona el alcance de lo económico.

Obviamente si llega menos a la punta de la pirámide, quienes se encuentren más abajo en la base sufrirán más. Sin importar quien administre el modelo-el gobierno-, o qué ideología maneje (hemos comprobado que los comunistas son los peores), si llega menos habrá menos para todos. Y si a eso le añadimos la corrupción de los administradores, entonces el modelo se hace inviable por la voraz depredación, y a nadie, salvo a los administradores, le llegara nada. Ya estamos viviendo eso.

Esta es la situación en la que nos encontramos ahora. Una pirámide-un modelo de administración- que no funciona. Aunque sigamos teniendo los ingresos que el petróleo todavía nos garantiza, poco a poco el petróleo dejará de ser el paradigma sobre el cual sostenerse. El mundo encontrará cada vez más la manera de sustituirlo como alguna vez sustituyo la lana con material sintético. Posiblemente eso no ocurra inmediatamente pero nos dará el tiempo suficiente para desarrollar una alternativa económica pero eso no será posible con un modelo político que se fundamenta en un reparto de lo que no se produce.

Nuestra propuesta no es cambiar de manos la administración del actual modelo, que es la propuesta política de prácticamente todos los partidos opositores, cuya principal  promesa es que su opción hará mejor el reparto (entre otras cosas porque habrá poco que repartir luego de esta debacle), sino cambiar el modelo, llevando esa pirámide de una sola punta a un polígono de 24 puntas, con un pacto claro entre ellos de funcionamiento federal.

Los partidos que han propuesto una Constituyente para lo que ellos llaman “un cambio de modelo” no están hablando de este alcance. Desean, como todos nosotros, el cambio de la ideología del gobierno pero no del cambio de la pirámide de distribución. Ellos y nosotros estamos hablando de dos cosas completamente diferentes. Queremos una Constituyente para discutir un nuevo modelo de desarrollo político y económico en los términos del Proyecto País Venezuela.

Llevar de 1 a 24 los centros de poder político tendrá consecuencias inmediatas. Cada Estado manejara sus propios recursos y se regirá por su propia Constitución que devendrá de una Constituyente Regional, donde cada Estado decidirá su propio modelo de desarrollo, cuantos municipios deben atender, así como sus instituciones de control. Los recursos generados por su actividad económica se quedaran donde se produzcan. Decidirán sobre su educación, su sistema de salud, su sistema de justicia y seguridad, su economía.

No estamos hablando de fundar 24 repúblicas nuevas, sino de restablecer la autonomía regional que nunca se hizo efectiva desde la fundación de la Republica, ahora utilizando las ventajas que proveen las comunicaciones, el transporte y demás medios que no existían en los siglos XVIII, XIX y la casi totalidad del XX, y que todavía hay que fortalecer y desarrollar. En manos del Estado Federal quedaran las Fuerzas Armadas, el control de la moneda, con un Banco Central verdaderamente fuerte e independiente, la industria petrolera (o lo que quede de ella), y un Congreso con un sistema parlamentario que contaría con una autentica representación del pueblo y los Estados para el debido control del Presidente de la Republica y las instituciones de alcance federal.

Al elegirse los Senadores y Diputados en sus propias regiones en un sistema organizado de esta manera, ellos vendrían al parlamento en Caracas a luchar por los intereses de sus regiones, no a “conchuparse” y agavillarse con sus partidos en detrimento de sus mandantes ya que tendrían que rendir cuenta de sus acciones en sus propios Estados.

El ingreso mínimo del Estado Federal se establecerá al inicio de la construcción del nuevo modelo, formando parte de la nueva Constitución discutida en una Asamblea Nacional Constituyente. Pero serán los parlamentarios quienes decidan en un Congreso Federal el presupuesto federal. No seria, ni el partido del gobierno, ni el Presidente de la Republica sino las genuinas representaciones de los Estados, con una sanción final del Senado, máxima representación federal en el parlamento.

Entonces cada Gobernador y el resto de los cargos de representación popular serian controlados por su propio parlamento regional y sus instituciones. Sería un simplismo decir que este sería un caudillo inamovible como los que tuvo que liquidar Juan Vicente Gómez. Además sería sumamente difícil que estos dispongan de los recursos a su antojo como ahora prevalece en el actual modelo piramidal simplón, agotado y atrasado. Y menos aun que los 24 se compongan para entregarlos a otros países o robarse lo que es de todos los venezolanos de un solo viaje, como lo han hecho quienes hasta ahora han administrado la pirámide. Lo cerca que estarían de cada región no se los permitiría. Ha sido sumamente fácil ponerle la mano al dinero del país cuando este se encuentra bajo un solo control. Es por eso que nadie quiere cambiar el modelo. Es demasiado apetecible hacerse rico y hacer rico a los allegados solo por acceder al poder y más aun cuando se hace en condiciones absolutas.

Cada región entonces tendría la responsabilidad de aportar al común a través de un pacto federal, y de producir de acuerdo a sus potencialidades. No serian expectantes de una renta sino aportantes al común de un país. Cada Estado se desarrollaría y competiría con los demás por el mejor recurso humano. Se desarrollarían nuevas universidades y centros de conocimiento y se mejorarían los que existen para hacer de cada región un emporio de riqueza y calidad de vida. Venezuela seria como un todo, mejor que cada una de sus partes.

Es indudable que afinar un modelo como el propuesto tardara su tiempo y requerirá de ajustes en el proceso para encontrar el entonamiento que corresponda a nuestra idiosincrasia, pero definitivamente estamos convencidos de que hay que intentarlo. Venezuela tiene el material necesario para hacerlo.

De esta discusión debe quedar claro que el problema no es de administración sino del modelo que sustenta esa administración, y que deberemos enfrentar un cambio de mayor envergadura para salir de esta crisis y cauterizar lo podrido del sistema que tenemos. No existe en el mundo un modelo perfecto pero el que tenemos actualmente lo tienen los países más atrasados del planeta. Ya es hora de dar ese paso trascendental. Los venezolanos de ahora y de las próximas generaciones lo están esperando.

Caracas, 1 de Agosto de 2015

Twitter:@laguana

miércoles, 10 de junio de 2015

Tiempos de masacre y muerte

Por Luis Manuel Aguana

Con nada nuevo nos amenaza ahora Nicolás Maduro al anunciar un tiempo de masacre y muerte para los venezolanos (ver Tiempo de masacre para Nicolás Maduro en https://youtu.be/9be0_AsqdGI). Esto, entre otras cosas, porque cualquiera que haya vivido en Venezuela estos últimos 16 años ya los está viviendo. Más aún, la suerte del venezolano estuvo echada desde aquel 4 de julio de 1811, fecha de la célebre sentencia del joven Simón Bolívar ante la Sociedad Patriótica,  "...trescientos años de calma ¿no bastan?", a partir de donde la masacre y la muerte nos persiguieron implacablemente como un tributo que hay que pagar por la libertad.

De allí vino la Independencia, tiempo de masacre y de muerte, del que gloriosamente salimos bajo la conducción de nuestros próceres inmortales. Hubo hasta una proclama de Guerra a Muerte en el medio de esa matanza de la mitad de la población. Y el país diezmado y destruido busco su cauce y se pacificó en medio de la pobreza más profunda.

Luego vino la Guerra Federal donde cada caudillo reclamo una parte de una torta de la Independencia que creyó era suya. La Federación entendida como reparto le trajo mas masacre y muerte a este sufrido pueblo. Ese "Dios y Federación" no fueron gratis. La sangre derramada por los venezolanos pagó con creces ese estribillo del que nadie ahora se acuerda porque fue...

Después, la unificación política del país de las manos de Juan Vicente Gómez, un campesino tachirense que le puso orden a la sumatoria de feudos en lo que se había convertido Venezuela. Otra época de más masacre y muerte. Fueron los tiempos Unión, Paz y Trabajo: Unión en las cárceles, paz en los cementerios y trabajo en las carreteras, de acuerdo al decir de los venezolanos de entonces. 35 años tuvo de eso Venezuela.

Fue poco el tiempo que el país no vio masacres ni matanzas, mas allá de las producidas por la tuberculosis y la malaria producto de la pobreza y la tardía entrada a la modernidad. Solo una embrionaria democracia pudo comenzar a sacarnos de la barbarie, pero como todo experimento que comienza, tuvo tropiezos. Sin embargo, a pesar que esos tropiezos, que significaron dictadura y retorno de nuevo a la democracia, fueron largos y accidentados, pensamos que nos habíamos alejado de toda la masacre y la muerte sufridas en nuestra historia. Creímos haberlo visto todo.

Pero vino el 11 de abril de 2002. Los francotiradores y asesinos montados en Puente Llaguno dispararon en contra de una marcha pacífica. No son cuentos de camino, los vimos en vivo y en directo por televisión. Guardo la esperanza de conocer en vida lo que en realidad paso ese día, cuando una Comisión de la Verdad investigue, no solo ese fatídico día, sino toda esta época de obscuridad y barbarie, llevando a los verdaderos culpables a una justicia sin colores y sin resentimientos.

Pero el régimen no dejo solo en la retórica que la “revolución esta armada”. Las 43 muertes producto de las manifestaciones de la juventud después del 12 de febrero de 2014, son un recordatorio permanente que este régimen efectivamente es de masacre y muerte. No necesitaba pues el Sr. Maduro recordarnos eso. Los venezolanos lo tenemos muy claro.

Sin embargo, tampoco es el primer dictador del mundo que utiliza expresiones de odio en contra de sus opositores. La agencia de noticias Inter Press Service reportaba para el año 2000 “Yugoslavia: Gobierno usa “discurso del odio” contra oposición”, indicando el comportamiento del gobierno de Slobodan Milosevic en contra de cualquiera que discrepara de su régimen (ver http://www.ipsnoticias.net/2000/04/yugoslavia-gobierno-usa-discurso-del-odio-contra-oposicion/). ¿Nos estará diciendo Maduro que la siguiente fase de su socialismo del siglo XXI es masacrarnos como lo hizo Milosevic porque disentimos de su régimen? Ya está recorriendo el camino de Milosevic que termina en la Haya y en la cárcel…

¿O será que esos tiempos de muerte se refieren a la posibilidad de un enfrentamiento bélico con Guyana como lo hizo Leopoldo Galtieri con Las Malvinas en Argentina, buscando levantar una popularidad irrecuperable? Esta estrategia intentaría incluso cohesionar hasta la misma oposición alrededor de una locura belicista-nacionalista alrededor del famoso Decreto 1787, con la creación de las Zonas Operativas de Defensa Integral Marítima e Insular. Los venezolanos no debemos pisar ese peine nacionalista del régimen. Están desesperados y la gente así no piensa (o tal vez piensa demasiado y retorcido, con intenciones de permanencia en el poder), y el remedio puede ser peor que la enfermedad, tal y como lo señalan en la prensa los reconocidos diplomáticos Sadio Garavini y Emilio Figueredo (ver http://www.el-nacional.com/mundo/Guyana-denuncio-decreto-Maduro_0_643135877.html).

Cualquiera sea el caso de estas nuevas amenazas en contra los venezolanos, debemos recordar que ya estamos en un estado de guerra. Decir 25.000 muertes al año por la delincuencia, es mucho más que decir un conflicto bélico, como lo señala una investigación independiente: “…para el año 2013, en Irak murieron menos personas que en Venezuela. Por otra parte, desastres naturales como los tifones Bopha (2012) y Haiya (2013) que azotaron a Filipinas, o el huracán Sandy (2012) que golpeó las costas de Canadá, EEUU y el Caribe, murieron menos personas que en Venezuela durante 2013. Aunque la naturaleza de los eventos es distinta, las cifras revelan que el problema de seguridad en Venezuela es tan catastrófico como un desastre natural o una situación de guerra, al menos en cuanto al número de víctimas.” (Muertes por violencia en Venezuela comparadas con el mundo, por Anabella Abadi en http://prodavinci.com/blogs/las-muertes-por-violencia-en-venezuela-comparadas-con-el-mundo-por-anabella-abadi-m-numeralia/).

Luego entonces, lejos de atemorizarnos con esa amenaza, el Ilegitimo debería saber que los venezolanos llevamos en nuestra sangre y en nuestra historia esa impronta de masacre y muerte. Sin embargo, tal vez lo que no sepa, aun siendo colombiano-sin ofender a nuestros vecinos-, es que si los venezolanos nunca toleraron que un “imperio hecho con sangre venezolana, tuviese villa y corte en Santa Fe de Bogotá” (1), vayamos ahora a tolerar en el presente siglo que Venezuela la tenga en La Habana, Cuba. Quién sabe si ese es el reto que deberemos asumir como nuevo tributo que pagar por nuestra libertad…

Caracas, 10 de Junio de 2015

Twitter:@laguana

(1)     Francisco Herrera Luque, El Vuelo del Alcatraz, 2007, Editorial Alfaguara, ISBN 978-980-15-0265-4