Por Luis Manuel Aguana
“La voladura de edificios es la demolición
controlada de estructuras mediante la colocación de material explosivo en
puntos estratégicos, al momento de la detonación de los explosivos se crea una implosión
por lo que una estructura se derrumba sobre sí en cuestión de segundos minimizando el daño físico a su entorno inmediato,..”
(ver https://es.wikipedia.org/wiki/Voladura_de_edificios).
¿Ustedes han visto videos de ese tipo de destrucción controlada de
estructuras? Es impresionante como los expertos en demoliciones, colocando los
explosivos en los lugares precisos hacen que el edificio caiga de una manera
ordenada, en algunos casos sin ensuciar la calle en donde se encuentran.
No todo
el mundo sabe hacer eso. Si a alguien le dijeran “toma esta dinamita y ponla en
un edificio, y que cuando explote no se lleve a la manzana completa o los
edificios que están a su alrededor”. Si es una persona responsable diría que no
se atrevería. Tendría que ser un experto en explosivos y más aun, un experto en
demoliciones controladas.
Sin
embargo algo que es obvio para ese ejemplo, no lo es así para lo que está
pasando en las calles de Venezuela. A la voz de “vamos a tumbar al régimen”, todo
el mundo salió con su propio cartucho de dinamita. Nadie discute que a ese
edificio hay que volarlo. Lo que yo discuto es el cómo. Si tenemos ese
explosivo llamado Soberanía, como fuerza
que reside en cada uno de los venezolanos para disponer de un gobierno
delincuente, entonces no la pongamos donde le de la gana a cualquiera. Hay que
hacer como los expertos en voladura de edificios: ponerla donde es más efectiva
para que al igual que en la demolición controlada, el edificio del régimen se
venga abajo “en cuestión de segundos minimizando el daño
físico a su entorno inmediato...”.
Pero eso no es lo que estamos viendo. Lo que vemos es que
cada venezolano ha salido a las calles con su propio cartucho de dinamita a ponérselo
al edificio, obviamente haciendo daño pero a su vez haciéndoselo a sí mismo,
sin ninguna seguridad que el edificio se caiga de manera inmediata y controlada.
En ese esquema, no sabemos cuándo se caerá, ni como. Es posible que se caiga pronto
porque muchos hemos salido con nuestro cartucho, pero nadie puede predecir si
el edificio caerá porque nadie está controlando ese proceso. Lo que si podemos prever
es que cuando caiga habrá muchos buitres a la espera de lo que quede.
A este
punto donde nos encontramos nadie oye razones. El hambre, la desesperación, el “ya
basta” a un régimen que no ha parado de atropellar y asesinar venezolanos hace
que incluso algunos de quienes pensaron alguna vez en la demolición controlada
de la estructura del régimen a través de un proceso Constituyente Originario
duden si lo que es mejor es que todos salgamos con un cartucho de dinamita
debajo del brazo, y cual kamikazes, tirárselo al edificio del régimen a ver si
se cae mañana. Craso error. Es ahora cuando debemos ser mejores que eso.
La critica opositora oficial generalizada ha
satanizado el proceso constituyente del régimen al punto que se ha llevado por
delante (¿deliberadamente?) cualquier acto de razonamiento que diferencie el
fraude de Maduro de un proceso controlado de solución de la crisis a través de
un Proceso Constituyente Originario. Astutamente han sabido venderle a la
población que toda “Constituyente es mala”, no solo la del régimen, cualquier
constituyente. De esta manera el régimen les ha dado la oportunidad, no solo de
quitarse de encima un cambio estructural que puede ser promovido de la mano de una
población que pide a gritos sacarse a los castrocomunistas, sino la oportunidad
que alguien les explique la diferencia. De esta forma hacen que la gente
confunda la gimnasia con la magnesia, metiendo en un solo saco dos propuestas
completamente diferentes pero que vienen empacadas en un envoltorio semejante.
De la
misma manera, a mi juicio por ignorancia, la situación de violencia que genera
la crisis pone a la gente a dudar de si en esta situación es pertinente o no un
proceso constituyente originario, cuando precisamente este es el momento más
propicio para impulsarlo. No me canso de citar a Donnedieu de Vabres, en
su obra L’Etat: El proceso Constituyente se convoca cuando: “se llega a una
total ingobernabilidad e inseguridad jurídica y no hay reglas de juego
claras. Cuando se desborda el enfrentamiento político, el odio, y la
división prevalece entre los ciudadanos. Cuando un gobierno dilapida los
mayores recursos que ha tenido el país en toda su historia y no hay manera
legal de controlarlo. Cuando la corrupción, la incapacidad, la inseguridad y la
impunidad incrementan la situación de crisis. Cuando todas las realidades
anteriores nos puedan conducir al abismo de una guerra civil”.
Y también
no me canso de decir que lo que está necesitando Venezuela no es
una Constitución nueva sino un nuevo Pacto Social que estabilice el país y de
este Pacto nazca un nuevo texto constitucional. ¡Eso es otra cosa! Ese
es el Pacto Federal de descentralización política, económica, administrativa y
de reingeniería de poder del cual hablamos en el Proyecto País Venezuela. Parece
de Perogrullo pero no lo es. Pero no es eso lo que quieren los factores que desean
un cambio gatopardiano: que se vayan los que están pero para montarse quienes
antes estuvieron, solo que con sus mismas prebendas.
Es
verdad que habrá cambios si el edificio cae en una explosión no controlada. Expulsaremos
al castrocomunismo. Pero eso no resolverá la profunda destrucción institucional
en la cual nos hallamos, y cuya solución, imposible en el corto-mediano plazo, la
reclamarán para ayer los venezolanos. Véanse en el espejo de Nicaragua.
Salieron de los sandinistas y pusieron a Violeta Chamorro sin hacer los cambios
estructurales que el país requería, y los comunistas de la mano de Daniel Ortega
volvieron para quedarse. Por eso le repetimos al país cual maestros de
primaria: volar la estructura institucional actual, salir del régimen, y
rehacer el Pacto Social en un solo acto Constituyente Originario, ¡es una misma
cosa de una manera controlada!
La
gente quiere, es verdad, que le resuelvan el problema ahora, y los políticos de
la oposición oficial están haciendo lo que la gente quiere, ayudando a tumbar
al edificio sin un experto en demoliciones. Eso, a mi juicio, es un ejercicio
de irresponsabilidad sin límites y de manipulación de una sociedad entera.
Incluso, algunos impulsan a que se vayan dejándoles la vía libre, en una suerte
de “justicia transicional” coordinada por factores internacionales muy
interesados en salir ahora del régimen pero por otras razones (ver Macri
será orfebre del salvoconducto - El Nuevo País y Zeta http://enpaiszeta.com/macri-sera-orfebre-del-salvoconducto/). Ojala que ese remedio no
termine siendo peor que la enfermedad porque lo que quedará de Venezuela después
de todo esto será un enfermo hospitalizado (el pueblo de Venezuela) al que los
primos le administrarán los bienes muy interesadamente a su favor.
A
algunos le disgustarán estas líneas indicando que debería también estar a favor
de tumbar a como de lugar el edificio del régimen. Y estoy a favor de hacerlo,
pero administrando una caída controlada, colocando las cargas explosivas en el
lugar y el tiempo adecuados, sabiendo con precisión de relojería que vendrá
luego de apretar el botón de demolición, cosa que deberá ocurrir en el momento
que consideremos más conveniente, impidiendo que ese edificio caiga sobre nosotros,
haciendo daño a quienes le circundan. Eso es lo inteligente, es lo racional. Desde
la Alianza Nacional Constituyente le dijimos a los factores democráticos de lo
oposición que es lo que hay que hacer para que el edificio caiga como es, de
una manera controlada. Si no lo hacen es porque no les interesa. Saquen ustedes
sus propias conclusiones.
Caracas,
9 de Mayo de 2017
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana