Por Luis Manuel Aguana
“Yo estoy demasiado cansado para trabajar sin brújula.Además, Su Excelencia sabe tan bien como yo que aquí no hará falta un presidente sino un domador de insurrecciones…”
El Mariscal Sucre al Libertador en Bogotá, a la solicitud de Bolívar de sucederle en la Presidencia de Colombia(*)
Creí, como todo el mundo, que los resultados de las elecciones en Colombia serían diferentes. Desde la primera medición, luego de la primera vuelta que daba al candidato Rodolfo Hernández el primer lugar en la intención de voto, con el 52, 3%, frente a Gustavo Petro al segundo lugar con 45,1% (ver La República, en https://www.asuntoslegales.com.co/actualidad/rodolfo-hernandez-con-52-3-supera-en-intencion-de-voto-a-petro-que-marca-45-1-3375161), parecía que la sociedad colombiana tenía la oportunidad de reaccionar frente a la miseria socialista que se le presentaba, con la posibilidad de un triunfo de Gustavo Petro a la Presidencia de la República.
Pero con correr de los días, esa diferencia se fue acortando hasta llegar a un empate técnico estadístico entre el 3 y 7 de junio, con una nueva intención de voto que daba un solo punto porcentual de diferencia entre ambos candidatos (ver El Espectador ¡De voto finish! Empate técnico entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, en https://www.elespectador.com/politica/elecciones-colombia-2022/de-voto-finish-empate-tecnico-entre-rodolfo-hernandez-y-gustavo-petro/). Esta tendencia no prometía otra cosa sino empeorar para el candidato Hernández para la fecha de las elecciones, aunque algunos conservábamos la esperanza de que algo saliera al final de la conciencia colombiana, de no dejar que lo que todos tememos para el futuro de Colombia se hiciera realidad.
Pero eso no pasó. El pueblo colombiano se pronunció finalmente, dándole la victoria a Gustavo Petro con el 50,44% de los votos frente a un 47,3% de Rodolfo Hernández (ver Resultado de las elecciones Colombia 2022, en https://elpais.com/america-colombia/elecciones-presidenciales/2022-06-20/resultados-elecciones-colombia-2022-siga-la-segunda-vuelta-en-vivo.html). Este resultado merece una mirada menos superficial de cómo todos estábamos abordando el proceso que vive Colombia, en especial desde la perspectiva venezolana, más allá de decir que los colombianos son estúpidos o suicidas. Algo pasó en Colombia que está impidió a los colombianos ver lo mismo que nosotros no vimos en 1998.
El proceso político venezolano a partir de 1958 estuvo signado por el abandono paulatino de la clase política a las necesidades más sentidas de la población, a pesar de gozar de los ingresos más importantes que jamás hayamos disfrutado los venezolanos, provocando en el camino un proceso degenerativo que condujo a la absoluta pérdida de credibilidad de los partidos y sus propuestas. De allí que en 1998, luego de haberle dado la última oportunidad a la clase política a través de una candidatura extra partido como lo fue la de Rafael Caldera y sus “chiripas”, finalmente los venezolanos decidieron transferirle el poder a un golpista, no votando a favor de él, sino en contra de lo que la mayoría de los venezolanos consideraron más de lo mismo de los partidos tradicionales.
Podría decirse que lo ocurrido en 1998 fue un error histórico monumental, pero ese era un sentimiento de revancha social profundamente arraigado que se manifestó como parte de un proceso político del país que de manera irremediable nos conduciría a un barranco. El sentimiento de rechazo a los partidos era tan generalizado, que por más que muchos consideráramos que entregarle el poder a un militar resentido y sin experiencia -como efectivamente lo era- y un error imposible de cuantificar, aun así los venezolanos terminamos como pueblo aprobándole una Constituyente que le cambió la institucionalidad al país a favor de un proyecto político personalista y autoritario. De allí que necesitemos revertir eso a la brevedad posible.
Aunque seamos sociedades hermanas nacidas de un tronco común, hemos tenido diferencias significativas que vienen desde mucho antes de nuestra separación político territorial de la Gran Colombia en 1830. Nuestro desarrollo político ha sido muy diferente, así como la perspectiva de nuestra dirigencia política ante los mismos problemas. Eso fue precisamente el motivo de nuestra separación.
Sin embargo, los colombianos acaban de demostrar que llegaron como nosotros al mismo barranco, siguiendo irremediablemente un proceso que los conduciría al rechazo de una dirigencia política incapaz de satisfacer sus aspiraciones. Decidieron, como nosotros en 1998, un cambio de rumbo radical, dando la espalda a la dirigencia política que ha conducido los destinos del país desde mayo de 1958. Siguieron un proceso indetenible, y a pesar de todas las advertencias escogieron a un guerrillero, como nosotros en su momento, a un golpista. En el neto no hay ninguna diferencia. ¿Y por qué ha sucedido este giro? Tal vez las siguientes cifras resumidas a la fecha puedan dar alguna explicación:
“El mayor ingreso no llega a todos. La pobreza afecta a gran parte de la población. Para 2021 el índice general de pobreza (por ingresos) fue de 39,3% (dentro del cual 12,2% correspondía a formas extremas). En el medio rural (11,7 millones de habitantes) era de 48,7%. Medida según las condiciones socioeconómicas (multidimensional) la pobreza afectaba a 16,0% (29,7% en 2010): en el área urbana a 11,5% (22,9% en 2010) y en los pequeños centros y el área rural a 31,1% (50,8% en 2010). Así, pues, 8,1 millones de personas se encuentran en esa condición. La tasa de desempleo es de 11,2% y la de subocupación 8,4%; pero la informalidad sobrepasa 40%. Esas cifras revelan una sociedad muy desigual y estructuralmente injusta, que no ofrece oportunidades para todos. Es más grave en el campo. La tierra está mal distribuida: 1% de los predios abarca 81% de la tierra” (resaltado nuestro)(ver El Nacional, La dura marcha de Colombia, por Jesús Rondón Nucete, en https://www.elnacional.com/opinion/la-dura-marcha-de-colombia/).
Sin embargo, el PIB de Colombia creció 10,6% el año 2021, la mayor subida anual desde que hay registros (ver El País de España, en https://elpais.com/economia/2022-02-15/el-pib-de-colombia-crecio-106-en-2021-la-mayor-subida-anual-desde-que-hay-registros.html). ¿Les parece conocido? Algo semejante ocurría en la Venezuela del defenestramiento de Carlos Andrés Pérez, cuando a pesar de mostrar cifras importantes, los ciudadanos castigaron a la dirigencia política:“Poco importó que los indicadores macroeconómicos auguraran lo que algunos ya veían como un milagro: después de una contracción del -8,57% del PIB en 1989, en 1990 el crecimiento fue del 6,47% y en 1991 de un espectacular 9,73%. Era un despegue. La inflación también se comenzó a controlar, y bajó al 40,6% en 1990 y al 34,20% en 1991. El fisco comenzó a tener superávit en 1990 y el volumen de las inversiones, por decirlo en términos muy amplios, se duplicó” (ver Prodavinci, CAP, el hombre que se inventó a sí mismo (IV), en https://prodavinci.com/cap-el-hombre-que-se-invento-a-si-mismo-iv-y-ultima-parte/).
En ambos casos un pueblo molesto, a pesar de las cifras positivas en la economía, la aplicación de esos resultados fue desastrosa. Estamos hablando de sociedades muy molestas, con su dirigencia política tradicional, y que en el caso colombiano, hasta la fecha, no ha cambiado su manera de resolverle los problemas a la población, al no aplicar la riqueza a sus más urgentes necesidades. La prueba más patente de ello, es que aquellos que intentaron con sus votos de parar la locura de la izquierda en el poder, se nuclearon alrededor de un empresario, y no un político tradicional debido a su desconfianza.
¿Irracionalmente molesta? Puede ser. Pero vemos que los pueblos cambian el destino de su historia como consecuencia de procesos políticos de muchos años, no de la noche a la mañana, no porque sean estúpidos o suicidas. La responsabilidad de lo sucedido el 6 de diciembre de 1998 en Venezuela no fue de Chávez, pero si lo que vino después. La responsabilidad de lo que sucedió el domingo 19 de junio en Colombia no fue de Petro, pero si lo que sucederá a partir de ahora. Lo que ocurrió allí semejó a intentar frenar el Titanic en el último momento, a pocos metros del iceberg.
¿Tiene Colombia los resortes institucionales lo suficientemente fuertes para evitar lo que ocurrió en Venezuela después de los cambios? Esto estará por verse y soy incorregiblemente optimista. Y la base de ese optimismo lo fundamenta el trabajo de Juan María Montalvo, ensayista y novelista ecuatoriano, quien desarticuló en un famoso ensayo titulado “Colegio, cuartel y convento. La Nueva Granada a un colegio, Venezuela a un cuartel, el Ecuador a un convento” lo que señaló un diputado del Congreso de Bogotá luego de la disolución de la Gran Colombia (ver Juan Montalvo, Las Catilinarias, El Cosmopolita-El Regenerador, No. 12, Quito, 26 de agosto de 1878, en https://tinyurl.com/yckm8n4v):
“No ha mucho un diputado sostuvo en el Congreso de Bogotá que, disuelta Colombia con la defección de Páez y de Flores, la Nueva Granada se había retirado a un colegio, Venezuela a un cuartel y el Ecuador a un convento. Y lo dijo el representante como uno que compulsa los méritos de los tres pueblos, y en un toque oratorio coloca a su patria sobre sus hermanas inferiores: inferiores, supuesto que colegio está por educación, cuartel por licencia y convento por ignorancia”.
En su defensa particular a los neogranadinos, Montalvo especialmente señaló:
“Los granadinos son pueblo lleno de inteligencia y valor, apasionados a las grandes cosas: no tienen sino un defecto, y es el no querer que nadie sea nada fuera de ellos. Atenienses, espartanos, romanos, ellos: los otros, capadocios, beocios, trogloditas. Para ser instruidos, exigen que los vecinos sean ignorantes: valientes no pueden ser, si sus amigos no son cobardes; y por nada consentirían en que sus hermanos fuéramos civilizados, porque ellos correrían el peligro de ser bárbaros. Lo bueno, lo admirable sería ser superior entre grandes, excelso entre superiores; y no hay mérito ninguno en que la canalla que nos rodea, a fuerza de insignificancia, nos haga presumir algo de nosotros mismos” (resaltado nuestro).
Pues bien, como venezolanos, y más que amigos, hermanos del pueblo colombiano, no somos cobardes y así lo hemos demostrado frente a las vicisitudes de la tragedia que nos azota, por lo que deberán ser valientes frente a los que les viene. Y Venezuela lleva más de 20 años buscando la civilización en la libertad y la democracia, por lo que estoy seguro de que no correrán el peligro de la barbarie antes de que las consigamos. El movimiento internacional que dirige a Gustavo Petro, a fuerza de insignificancia, no podrá impedirnos a los colombianos y venezolanos, aunque hayan ganado una elección, ser superiores entre grandes y excelsos entre superiores…
Caracas, 21 de Junio de 2022
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(*)
Gabriel García Márquez, El General en su Laberinto, Pág. 27, Editorial Oveja
Negra, 1989, ISBN 958-06-0006-6, Bogotá Colombia.