Por Luis Manuel Aguana
“Esta palabra “cargada de tantas
resonancias emocionales” no es más que un fetiche. Solo la ignorancia de su
historia y de su contenido le puede rendir tributo. Sin embargo el poderoso
fetiche, sobrevive como una momia entre los vivos, en las fórmulas
sacramentales del ceremonial Republicano. Las provincias venezolanas, no son
más que ficciones de división político-territorial, y no realidades geopolíticas
o socio-históricas como aquellas que han formado Estados federales, se llaman
en nuestra constitución “Estados” y “entidades federales.” (1).
Así se expresaba Jorge Olavarría en relación al Estado Federal. No es
posible continuar una discusión como la que hemos comenzado en relación al
cambio constitucional propuesto en el Proyecto País Venezuela (ver https://docs.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDR29KUFBDQ0JPa2c/edit?pli=1)
sin entrar a discutir este importante aspecto de nuestra historia republicana.
¿Es posible un Estado Federal, de las características planteadas en el
Proyecto País, en la Venezuela de hoy? Algunos se preguntarán porque saco este
tema que aparentemente no viene a lugar dentro de la discusión Constituyente. Pero
en realidad es muy pertinente porque lo federal está en la partida de
nacimiento de este país.
“El 21 de Diciembre de 1811 se aprobó
la primera Constitución del mundo hispánico, y la primera que adopta la forma
Federal del Estado” (2). Esa fue nuestra primera Constitución. Olavarría fundamenta que esta destruyó la
cohesión existente de la estructura de 4 poderes del gobierno colonial que
había regido hasta ese entonces: 1.- El Capitán General; 2.- El Intendente y
Real Consulado; 3.- La Audiencia; y 4.- El Ayuntamiento. De acuerdo a su
historia, esta estructura no fue reemplazada por nada mejor, arrojando “las fuerzas sociales de la división de
castas y razas, hasta ese momento tranquilas, pero potencialmente hostiles a la
más cruel y violenta confrontación racial y clasista de nuestra historia….Y la
Republica destruyó el Ayuntamiento, cambiándolo por provincias federales. La
guerra arrasó con todo y de ella emergió una República Independiente que tuvo
que construir su orden prácticamente de la nada” (3).
El mismo Libertador hizo duras críticas a la forma federal del Estado
de la Constitución de 1811 en el Manifiesto de Cartagena del 15 de Diciembre de
1812, y a la cual atribuye la caída de la Primera República, entre otras
razones por la discusión en torno a la subdivisión del país, en especial la Provincia
de Caracas, que generó rivalidades y ambiciones de poder.
Pero lo central de la obra de Olavarría lo resume el siguiente párrafo:
“Es mi firme convicción, que la mutación
de esta pugna, del binomio gobierno-municipio (real y cierto) al binomio
centralismo-federalismo (ficticio y artificial) va a ser la causa principal de
que nuestras Repúblicas hayan estado siglo y medio persiguiendo el espejismo
inalcanzable de las autonomías regionales, mediante la creación de ficciones
estadales regionales que ciertamente nunca existieron en el pasado colonial,
pero tampoco existieron en el presente republicano, cuando fueron decretados
como meras elucubraciones de la alucinación del ejemplo del norte. Podemos
subrayar, enfatizar y hasta exagerar las diferencias de los distintos
componentes provinciales de la Capitanía General de Venezuela “agregada” en un
todo homogéneo en 1777. Pero jamás llegaremos a los extremos de diferenciación
que si tenían entre sí las trece colonias inglesas de norteamérica, las cuales
si podían reclamar características de Estados soberanos, que por lo demás se
justificaban por lo inmenso del territorio y lo primitivo de las comunicaciones
de su tiempo” (4).
Nuestros fundadores, comenzando por Francisco de Miranda, vieron en el
modelo norteamericano una salida a nuestra realidad, dada la fuerte autonomía
de las provincias, sin embargo no previeron el caos que se originaria de la
transición de un viejo a un nuevo modelo de Estado y toda la complejidad que eso
conllevaría.
Solamente la división político territorial de la Provincia de Caracas,
la mayor en población, y cuya extensión poca gente de ahora conoce, da una idea
de la complejidad del problema de la división político-territorial de ese
entonces: “Caracas era la más poblada de
las provincias de Venezuela y su territorio solo seguía en extensión al de
Guayana. Sus límites abarcaban desde el Morro de Barcelona; desde allí por la
costa hasta donde más o menos está hoy Tucacas, y de allí hacia el sur-oeste
por toda la Sierra de Aroa, hasta la Sierra de Siruma que la separaba de Coro y
Maracaibo. Caracas encerraba dentro de su territorio ciudades como Valencia,
Puerto Cabello, Barquisimeto, Carora, El Tocuyo, San Carlos, Calabozo, La
Victoria, Villa de Cura, San Sebastián, y Barlovento. Es decir, todo lo que hoy
son los Estados centro-occidentales y por el sur, todos los llanos del norte
del Apure y el Orinoco que eran su límite, hasta la confluencia del río Zuata”
(5).
Aunado a lo anterior, algunas provincias como Barcelona que se separó
de Cumaná (que incluía a Sucre Monagas y el Delta) presentaban disputas de
territorio en medio de esa división. Con todo esto tuvo que lidiar el Congreso
de 1811, además del comienzo de la guerra por la Independencia.
El país pasó por la guerra y se asentaron las regiones. Pero nunca se
cumplió la promesa federal de desarrollo territorial. Se generaron los caciques
regionales y el país se dividió, quedando esa ilusión de federación,
profundizada por pleitos de caudillos regionales, muchos de ellos jefes
independentistas, que llevaron luego al país a una nueva guerra, esta vez
Federal. Muy posteriormente Juan Vicente Gomez pone orden y reunifica al país acabando
con esos caudillos regionales, centralizando de una vez por todas el desorden
histórico. Por eso es que muchos autores como Olavarría indicaban que la federación
en Venezuela ha sido un fetiche ilusorio que hemos reclamado, y que ha
provocado muchos muertos en nuestra historia republicana.
Visto esto, ¿sobre qué bases podríamos nosotros pretender darle peso político
a las regiones sin que se abra una vez más la Caja de Pandora del caudillismo y
la violencia?
En primer lugar, mucha de la convicción sobre la cual se fundamentó el
federalismo de 1811 estaba muy adelantada a su tiempo. Nadie podía decir que
eso funcionara con tan poca experiencia que demostrar. Incluso el mismo Bolívar
decía en el Manifiesto de Cartagena de 1812, que el federalismo era un “sistema improbado como débil e ineficaz
desde entonces por todo el mundo sensato…”. En un mundo sin comunicaciones,
en territorios sin arraigo y con disputas como los nuestros era previsible que
una experiencia así fracasara EN ESE TIEMPO HISTÓRICO.
Pero no
fracaso en la Norteamérica de ese tiempo. Tal vez por las razones que aduce
Olavarría pero también porque la herencia inglesa de hacer las cosas con orden
y meticulosidad no son solo de este tiempo. Aquellos que hemos trabajado con
anglosajones sabemos de su rigurosidad en el cumplimiento de los acuerdos, con
lo cual la negociación y posterior cumplimiento de un Pacto Federal para ellos
no representaba mayor problema, más aun si las distancias eran enormes. Pero en
el caso de Venezuela la cosa es diferente. Si hoy aquí hacer que alguien cumpla
algo es difícil, imagínense en la Venezuela de 1811.
Mucho ha
pasado en el mundo desde ese tiempo, incluso desde que Olavarría publicó su
libro (1988). Un mundo completamente conectado y a los ojos de todos donde no
existen las distancias federales de 1811. La experiencia descentralizadora en
Venezuela fue exitosa a partir de 1989. Sin embargo fue chucuta porque nunca se
le entregaron las debidas competencias a los Estados, ni siquiera en “los
términos consagrados” en la Constitución de 1961. El país reclamaba y reclama
un desarrollo regional que su dirigencia fue incapaz de comprender, limitando los
recursos y el desarrollo de todo el territorio de acuerdo a esa vieja aspiración
histórica.
El discurso
Ambrosio Oropeza-uno de los redactores de la Constitución de 1961-, del 25 de
junio de 1960 citado por Olavarría (6) en el sentido de que en Venezuela nunca “pudo hablarse de una verdadera federación
por la razón muy simple de que no han existido en ningún tiempo verdaderos
Estados o Provincias con autonomía originaria que en virtud de un Pacto o
compromiso convienen en renunciar a determinadas prerrogativas o derechos en
beneficio de un poder superior o nacional, realizándose en tal forma el
supuesto federal, que es la coexistencia en un mismo ámbito territorial y
humano de dos soberanías: la que se integra en el Estado o Gobierno Federal con
jurisdicción en todo el territorio y sus habitantes por renuncia de una parte
de sus facultades de los Estados Miembros y la que estos se reservan para ser
ejercitada autonómicamente en un espacio más limitado y sobre las personas que
lo habitan…”, es rigurosamente cierto. Nunca se llegó a dar tal Pacto
Federal de regiones autónomas.
Al
centralizarse Venezuela a principios del siglo pasado, se sacrifico la autonomía-
económica y política- de las regiones, por la paz en beneficio de todos. Las
Constituciones regionales fueron letra muerta. Y eso funcionó muy bien mientras
a los venezolanos les crecían los pantalones, en educación, salud y madurez política.
¿Han leído ustedes la Constitución del Estado Miranda? (ver http://web.archive.org/web/20090920135412/http://www.miranda.gov.ve/archivos_pdf/Constitucion.pdf).
Eso es lo que hay que modificar en los 24 Estados para que juntos firmen ese
Pacto Federal que nunca se ha discutido ni mucho menos realizado como lo indicó
Oropeza. Un nuevo proceso Constituyente debe corregir esa situación que
lamentablemente no se ha logrado luego de 26 Constituciones. Y la última agravó
la deuda. Ya es hora de saldar esa cuenta con la historia.
Contraponemos
entonces el Federalismo del Siglo XXI, capitalista y avanzado desde nuestra
fundación como Nación, al Socialismo del Siglo XXI comunista y atrasado, que no
tiene nada que ver con nosotros e impuesto por extranjeros. Contraponemos el
Proyecto País Venezuela Reconciliada para reconstruir a Venezuela, al Plan de
la Patria que lo que ha hecho es destruirla. Creo que nuestros próceres de 1811
estuvieron muy adelantados a su tiempo al concebir para Venezuela esa
estructura del Estado. Eso no significa que estuvieran equivocados en el qué
sino en el cuándo. La segunda década de este nuevo siglo, puede ser, al igual
que lo fue la tercera del siglo pasado, el comienzo de la modernidad para
Venezuela.
Caracas, 21
de Mayo de 2014
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
(1) “Dios y Federación”…el
fetichismo federal en el pasado, presente y futuro de Venezuela. Jorge Olavarría,
Pag. 15, Ed. Arte, ISBN 980-300-090-X, Marzo 1988, Caracas-Venezuela
(2) Ibid pag. 66
(3) Ibid pag. 30-31
(4) Ibid pag. 28
(5) Ibid pag. 20
(6) Ibid pag. 13