lunes, 23 de diciembre de 2024

Carta al Niño Jesús

Por Luis Manuel Aguana

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En días pasados, en una entrevista realizada en Mingo TV, Mingo y Erika nos preguntaron, a la Dra. Blanca Rosa Mármol de León y a mí, por nuestra carta al Niño Jesús. En ese momento pedí por un regreso a lo que éramos antes de entrar en la vorágine destructiva de estos 25 años. En otras palabras, algo así como pedirle al Niño Jesús, meternos en una máquina del tiempo, y deshacer todo lo que ha sucedido como si aquí no hubiera pasado nada, como volviendo a lo que éramos antes. Pero la destrucción si pasó y cambiamos. Pero después de todo lo que ha pasado, sería imposible volver a lo que éramos (ver Mingo TeVe, Carta al Niño Jesús, Arrímate al Mingo, 16-12-2024, en https://youtu.be/SEmVWR0ij9o?t=2347).

Y ciertamente la pregunta de Mingo y Erika era natural, ¿qué le pediríamos al Niño Jesús precisamente en esta época de tanta incertidumbre? A la cercanía de esta  Nochebuena de Navidad, tal vez esa respuesta fue egoísta, porque efectivamente, antes de meterme de lleno en la realidad política venezolana hace 22 años, me encontraba en una situación completamente diferente. No tenía nada que ver en algo tan lejano a mi actividad profesional como la política, así como el resto de los venezolanos, más allá de lo que decían los periódicos. Mis intereses iban en un sentido mucho más personal, menos público, orientado a lo profesional y privado. Y a eso había dedicado los mejores esfuerzos de mi carrera técnica, incluyendo una costosa formación ejecutiva.

Al ver más difícil retornar a una “normalidad” profesional luego de haber participado en  uno de los episodios más emblemáticos de la época, como lo fue haberme incorporado a la protesta de la Plaza Altamira de aquellos valientes que en diciembre de 2002 orgullosamente arriesgaron sus vidas y sus carreras profesionales a favor de la institucionalidad técnica de C.A. Metro de Caracas, decidiendo acompañarlos hasta el final, como se dice ahora. Admiré ese nivel de desprendimiento de personas que con una trayectoria extraordinaria, arriesgaron su seguridad y no se quedaron callados ante la destrucción de su institución. Así fue el coraje de los fundadores de AC Familiametro. Hoy los honro porque ellos son la esencia de la Venezuela que nos toca recuperar y la razón por la que no me arrepentiré nunca estar en sintonía con ese sentimiento, lleno de un profundo amor por el rescate institucional de Venezuela.

Pero la vida es como es y la lucha se hizo larga. Nunca esperé -como todos- después de 2002, que esto pasara más allá del Revocatorio de Chávez del año 2004. Y ya ustedes ven, el régimen nos impuso 20 años más de miseria. Cada diciembre, de una u otra forma, todos pedimos por qué las cosas mejoren, que no haya presos políticos, por los que nunca el régimen ha tenido la más mínima humanidad cristiana. Y nos hemos pasado todos estos años pidiéndole a Dios, especialmente en cada diciembre, en nuestras cartas al Niño Jesús, que acabe con esta desgracia que lleva décadas.

Luego de tantos años de pedir y pedir, yo me pregunto, ¿no será que estamos haciendo las cosas mal? Y eso me hace recordar aquella historia del damnificado que pedía a Dios por su vida luego de una gran inundación, montado en el techo de su casa, con las aguas subiendo cada segundo. Llegaron a rescatarlo por aire y por agua y él decía que estaba esperando que Dios lo rescatara. Y cuando finalmente se ahogó, le preguntó a Dios en el cielo por qué no lo había ido a rescatar, y Dios le dijo: “¿Cómo que no? Te mandé un helicóptero y una lancha, y tú no te quisiste montar”.

Todas las veces que fuimos mayoría demostrable, léase el 11 de abril de 2002 con la renuncia y caída de Chávez por horas; en el 2004 con el fraude electoral del CNE en el Revocatorio y en prácticamente todas las elecciones desde ese año; la mayoría aplastante de la oposición del año 2015 en la Asamblea Nacional, con la que pudimos hacer algo y no hicimos; con una Consulta Popular determinante en el 2017 hasta llegar a una Presidencia Interina de la oposición en el 2019, con toda una Comunidad Internacional respaldándola, encabezada por los EEUU, podrían contar como oportunidades de salvamento que Dios ha enviado a este sufrido pueblo para que se levantara, y quienes de una forma u otra hemos elegido en su momento como conductores, han desperdiciado cada oportunidad una por una.

Pero Dios, por su infinita paciencia, todavía nos tiene todavía con vida, aunque el agua de la inundación nos llegue ahora a las narices. La más reciente oportunidad que Dios nos ha enviado está ahora en manos de María Corina Machado (MCM) y Edmundo González Urrutia (EGU). Ahora mi carta al Niño Jesús no será para pedirle que nos rescate otra vez, sino para que esa oportunidad que está mandando de nuevo la aprovechemos como se debe. Y eso no tiene que ver con Él sino con nosotros.

Pero MCM y EGU no lo pueden hacer solos. TODOS DEBEREMOS HACERLO. Imagínense que todos estamos montados en el techo de esa casa inundada, con el agua subiendo cada segundo, y ellos llegan con una gran lancha. No pretenderán ustedes que esa lancha salga de allí sola si todos no nos movemos. Ellos lograron ponerla en el lugar  con mucho esfuerzo, el resto lo tendremos que hacer nosotros, remando juntos para salir de allí, incluso para evitar que la lancha se hunda.

Pero tengo la impresión de que muchos creen o esperan que MCM y EGU hagan solos el trabajo. Así somos los venezolanos. Que alguien llegue al rescate y ya está. Si eso es así, esta desgracia permanecerá, o peor aún, nos volverá a pasar, y Dios nos reclamará no solo porque no nos montamos en la lancha que nos mandó, sino porque nos mató la estupidez y el egoísmo. En este momento, cualquiera que sea el plan de MCM y EGU para enero -o antes- para el rescate, deberá estar abierto a pedir la presencia activa de todos, porque ese será el último llamado al autobús de la libertad. Y el que no concurra se ahogará…

Años atrás pensaba que cada Navidad era la más oscura que habíamos vivido. No habían pasado todos estos años para corroborarme lo equivocado que estaba. En todas esas Navidades pedía y pedía al Niño Jesús el fin de este régimen. Pero creo ahora que la actitud debe ser otra. Debe ser la misma del trigésimo quinto Presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, hace casi 63 años, en su discurso inaugural el 20 de enero de 1961: “Así pues, compatriotas: preguntad, no qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país.” (ver Discurso inaugural de JFK, en  https://discursosparalahistoria.wordpress.com/2010/01/25/discurso-inaugural-john-f-kennedy/). 

Y ustedes se preguntarán por qué especialmente ahora. En el cuento de Navidad venezolano más hermoso de todos los tiempos, y representativo de nuestra venezolanidad, escrito por José Rafael Pocaterra, se describe extraordinariamente que el favor de Dios se gana DANDO, NO PIDIENDO. “De cómo Panchito Mandefuá fue a cenar con el Niño Jesús” es un conmovedor relato que muestra la esencia de quienes somos en realidad los venezolanos, describiendo la historia de un niño de la calle, quien no teniendo nada que comer en Navidad, compartió antes de morir lo único que tenía en sus bolsillos para evitar el castigo de una niña.

Ese carácter vivaz, respondón, de enfrentarse a la vida con personalidad, y sobre todo de ayudar a quien lo necesita sin tener cómo, dando hasta donde duela, nos describe como pueblo. Ese gesto desprendido y profundo de Panchito fue lo que en realidad le ganó la simpatía de Dios, invitándolo a la Cena con el Niño Jesús, el más grande honor concedido a cualquier cristiano (ver José Rafael Pocaterra, Cuentos Grotescos, De cómo Panchito Mandefuá fue a cenar con el Niño Jesús, 1922,  en https://www.ciudadvalencia.com.ve/nuestros-cuentos-de-navidad-panchito-mandefua-de-jose-rafael-pocaterra/).

Si de esa lección de Panchito Mandefuá no sacamos nada, después de más de 100 años de haberse escrito ese cuento, y toda nuestra historia republicana, el último que apague la luz, y por favor para el próximo año por vergüenza no le pidamos nada más en nuestra Carta al Niño Jesús con respecto a este régimen. De otra manera, aprovechemos de una buena vez la oportunidad que nos está dando Dios para terminar con la tragedia. Piénsenlo esta Nochebuena de Navidad, porque ese será nuestro mejor regalo…

Mis mayores deseos para todos ustedes porque pasen la mejor Feliz Navidad del mundo posible en estos momentos aciagos de incertidumbre, y en especial a quienes he tenido el honor de contar como mis lectores durante este duro Año del Señor 2024. Dios me los bendiga…

Caracas, 23 de Diciembre de 2024

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martes, 17 de diciembre de 2024

Juan Bimba del siglo XXI

Por Luis Manuel Aguana

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Al Libertador, el mejor intérprete del Juan Bimba de todos los tiempos, hasta su muerte un día como hoy, 17 de diciembre de 1830

Les comparto la primera parte del último editorial del año 1936 en el Semanario Fantoches, firmado por Leoncio Martínez (Leo), bajo el título, “Bajo un signo nuevo”:

“Andrés Eloy Blanco, durante sus años de cautiverio en Puerto Cabello, escribió un libro de versos, “Baedeker 2000”, que es un canto de esperanza a la Venezuela de sus mejores ansias, de sus más nobles anhelos. A través de las páginas de ese libro no se descubre ni siquiera por la más leve sugerencia la tragedia que vivían el poeta y centenares de compañeros en los momentos en que fue escrito. Apenas al final, una sucinta nota indica que aquel libro nació “en los fosos del Castillo Libertador” de tal fecha a tal fecha.

“Baedeker 2000”, destila ternura, humanidad. ¡Humanidad!, esa sensación quiso producirla el poeta. Y llega a tanto, que en uno de los poemas presenta como la más gloriosa conquista de la Venezuela evolucionada, al “Hombre Humano”.

Sentido, amor humanitario (¡ama a tu prójimo como a ti mismo!) falto siempre en este desventurado país. No de otra manera se explica el encadenamiento de crímenes que marcan el paso de las tiranías venezolanas. Unos los cometieron y otros permanecieron insensibles, indiferentes, a ellos.

Síntoma quizás el más revelador de que Venezuela ha entrado por una nueva ruta, son una serie de actos gubernamentales que no pueden haber nacido sino en corazones inclinados hacia el bien, en pechos donde el amor al prójimo encuentra nido propicio.

Se inicia con el lanzamiento de los grillos al mar. Son manos de presidiarios los que cumplen la tarea de aliviar la tierra de aquella carga cruel. Después, el antro de martirio, símbolo de su época, “La Rotunda”, desaparece tras una larga y penosa demolición…” (1)

Finalizaba en ese entonces el primer año de la Venezuela sin el tirano Juan Vicente Gómez, con una serie de actos con el simbolismo explícito de no volver a caer en ese mismo hueco ni tropezar con la misma piedra. Significativo fue en ese año el acto de echar los grillos al mar en Puerto Cabello, con las palabras del Poeta del Pueblo, Andrés Eloy Blanco, que nos tocará que repetir, repetir y repetir ahora todos los venezolanos de bien, para que las generaciones venideras acaben de entender que no podemos retroceder de nuevo más de 100 años, como lo hemos hecho con los criminales que continúan en el poder:

"Hemos echado al mar los grillos de los pies. Ahora vayamos a las escuelas a quitarle a nuestro pueblo los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la tiranía. Hemos echado al mar los grillos. Y maldito el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla en la carne de un hijo de Venezuela" (2) (resaltado nuestro).

Y repito: “Y maldito el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla en la carne de un hijo de Venezuela”. ¡Maldito infinitas veces, ahora más que nunca! Y maldito porque la enseñanza es clara: “la ignorancia es el camino de la tiranía”. Por favor, repítanlo a sus hijos y nietos hasta el cansancio, en especial si son niños y jóvenes.

Pero por más justicia que podamos obtener fuera o dentro del país, luego de finalizado este ciclo destructivo, siempre quedará la cicatriz de aquellos que han vivido esta infamia. Las familias a quienes les dejaron morir a un familiar en una mazmorra, a quienes les desaparecieron, torturaron y mataron un familiar en la cárcel.

Pero Dios en su infinita sabiduría nos envió a un venezolano extraordinario, cuya obra trasciende a todos los tiempos, Andrés Eloy Blanco, quien aun estando encerrado en el Castillo de Puerto Cabello, escribe Baedeker 2000, que, como dice Leo, “es un canto de esperanza a la Venezuela de sus mejores ansias, de sus más nobles anhelos” impregnado de humanidad y sin odios en el corazón. Pero, ¿podrán llegar a tener la  humanidad del poeta quienes les toque la responsabilidad de reconstruir moralmente al país? Es una pregunta difícil de responder, porque ha sido y todavía es demasiado lo que están haciendo para no irse. Pero de lo que no puede haber duda es de que habrá justicia.

En ese antro que era el Castillo de Puerto Cabello, describió, desde ese momento y para siempre, el perfil de nuestro pueblo, personificándolo en una sola figura conocida como Juan Bimba. “Juan Bimba” es el poema que describe la esencia de la venezolanidad, y a quien ahora mismo están sometiendo a prisión y tortura en El Rodeo, en El Helicoide, en La Tumba, en los cuarteles del DGCIM y en todos esas mazmorras abiertas y ocultas, donde le están violando los derechos Humanos a civiles y militares. Y les haría un flaco servicio a ustedes si no trajera aquí al mismo Juan Bimba, para que esos torturadores sepan al menos a quién le están arrancando la vida:

JUAN BIMBA, Andrés Eloy Blanco, Baedeker 2000, 1930.

“Juan Bimba / es el hombre del pueblo de Venezuela. / Se llama Pedro Ruiz, / Juan Álvarez, / Natividad Rojas, / pero se llama Juan Bimba. // Es buena persona; / puede matar pero no roba nunca. / Su malicia no es mala, / nace del mal que le han hecho / y por eso Juan Bimba lo dice todo a medias, / les echa media mirada a las cosas, / se masca su tabaco y su verdad y traga. // Su bellaquería / le asoma a esa mirada que es todo él, / esa mirada candorosa, / con su punto de burla, / y su punto de susto / y su punto de bobería / y su punto de desolación / y su punto de amenaza.

Su alegría está reglamentada / como el tráfico / y cuando ríe de un todo / es con permiso del gobierno. / Tenía veinte caballos; / la Revolución le llevó diez; / para perseguirla, / el Gobierno se llevó los otros diez; / y cuando no tuvo nada / se lo llevaron a él. // Pelea por un hombre a quien no ha visto nunca; / tiene fiebre, / hambre, / cansancio, / y no sabe llorar. // Cuando llega a Comisario / se quita el nombre de Juan Bimba / y va tomando grados / hasta la honradez de General. / Va por las calles y los campos / en una tierra enferma de heroísmo, / viendo estatuas, / saludando con su media sonrisa / a los generales de bronce, / a los coroneles de mármol.

Tiene una vaga idea / de Independencia y Federación; / ama a Páez, sin saber por qué / —acaso subconciencia de afinidad—; / ama a Bolívar / con vago temor de no / reconocerlo; / ama al extranjero; / no es fanático, —tanto le llega / de Dios como de la Federación—; / tiene madera para pueblo grande, / sufre, en color de pueblo el cloasma del jefe. // Y en su honrada mano / la bandería es un vitÍligo. // Sin embargo, no odia /  más que al Jefe Civil. / Le hemos dicho que él es el dueño de esta tierra / y dice que no le hablen de política. / Se va acercando al libro y le acaricia el lomo, / como si temiera espantar un caballo. // Un día lo embridará; ese día / lo saludarán las estatuas. // 2,000: Juan Bimba y su primo Juan Shonfeld / van al campo. / Ríen alto; en el fondo de su risa / van a buscar los hombres la llave de las tierras. / Vienen del gran rodeo; bajo sus largas sogas / ha caído el rebaño de caballos de bronce.” (3)

En palabras del propio Andrés Eloy Blanco, Juan Bimba es “paciente, aguantador, malicioso, en una palabra, explotado, como el muchacho que se deja “colear siempre la parada por los vivos”. Nuestro pueblo ha sido un Juan Bimba para los caudillos. Ahora que él se incorpora, no perderá su inocencia, su candor de pueblo honrado; seguirá siendo Juan Bimba, nombre con el que sufrió; no robará a nadie; no será un “vivo”; será Juan Bimba, para recordar siempre el mote de sus horas más negras y magnificará ese nombre ingenuo. Y siempre tendrá el orgullo de ostentar como nombre suyo el nombre de los explotados, de los inocentes, de los reclutados…” (4)

Pero muy especiales son los siguientes pasajes que lucen premonitorios: “Le hemos dicho que él es el dueño de esta tierra / y dice que no le hablen de política. / Se va acercando al libro y le acaricia el lomo, / como si temiera espantar un caballo. / Un día lo embridará; ese día / lo saludarán las estatuas.”.

Juan Bimba, siendo dueño del país, dice que no quiere saber de política, y es interesante porque tienen 25 años adueñándose de su tierra. Y en el propio siglo XXI, Juan Bimba, paradójicamente, ya pudo embridar el caballo, pudiéndolo montar por la educación que le dio la democracia, y dominando el conocimiento, ya despertó a la política. En muchos años siguió siendo ingenuo (¡afortunadamente!) pero ahora ha sido educado. Muy pronto, los tiranos de ahora se darán cuenta, en el momento preciso, de que no solo las estatuas lo saludarán, como predijo el Poeta del Pueblo, sino que estarán a su orden para ser derribadas…

Caracas, 17 de Diciembre de 2024

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(1) Semanario Fantoches, año XIV, No. 569, 31 de diciembre de 1936, Pág.3, Editorial

(2) Andrés Eloy Blanco, 1ro. de Febrero de 1936, Puerto Cabello. Parte del discurso en el Acto de arrojar al mar los grillos de la dictadura gomecista.

(3) Andrés Eloy Blanco, Sus mejores poemas, Festival del Libro venezolano, Biblioteca Básica de Cultura Venezolana, Ediciones Populares Venezolanas, C.A.

(4) Andrés Eloy Blanco, Semanario Fantoches, Carta de Andrés Eloy Blanco, año XIV, No. 565, 5 de diciembre de 1936, Pág. 19.