sábado, 31 de enero de 2015

Un Proyecto comeflor

Por Luis Manuel Aguana

Siempre que acudo a entrevistas o ponencias en relación al Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/) siempre me encuentro con alguien que concluye que este es un proyecto de soñadores, comeflor, que al parecer ignora o no está consciente que el país se está incendiando por los cuatro costados y que requiere de una urgente intervención militar para acabar con este grave estado de cosas.

Indican también que es un Proyecto bien pensado y bien intencionado, que es lo que se debería hacer pero después del "cambio" que debe ocurrir cuando los militares intervengan y "salven" a Venezuela.

No dejo de asombrarme que todavía los venezolanos en general aun sigan- y ahora les devuelvo la pelota a los amigos-, en una posición comeflor pensando de nuevo que cualquier cosa que venga a gobernar al país lo hará con la intención de restituir la democracia, así sin más, sin ninguna garantía, solo porque así lo dicen, e incluso lo esperan de buena fe, quienes insisten en esa solución.

Que lleguen unos militares “demócratas” y que de “buena fe” nos lleven al sendero de la restitución de la democracia, con garantía de los derechos humanos, es una de muchas posibilidades, no la única. De hecho, ya pasamos por eso en 1998 cuando un golpista le prometió a Venezuela un camino distinto al desplome que estábamos viviendo con una Constituyente que solo sirvió para despejarle el camino para cambiarnos la democracia.

Siempre he partido del hecho cierto, y cada vez más demostrado, que cualquier mala situación siempre puede ser peor. De nuevo, los hechos tercos demostraron que si en 1998 la situación de Venezuela era mala, ahora es horrorosa. Y de horrorosa puede pasar a ser super-horrorosa si no nos detenemos a meditar y reflexionar en lo que estamos haciendo. Los venezolanos culturalmente buscamos de una manera desesperada soluciones inmediatas para nuestros problemas, desde los más cotidianos hasta los más complejos y difíciles. De allí que este país sea el paraíso de los gestores, los motorizados y los operativos. Queremos que las vainas se resuelvan ya...

Y no es para menos. Luego de tantos golpes, promesas, políticos de todas las tendencias y sabores que han engañado y saqueado este país, dejándole las migajas de un festín a un pueblo sufrido, es claro que la población se encuentre en un estado tal de desesperación que cualquier cosa que se le presente al frente es buena en comparación con lo que hay. Pero en los momentos de mayor desesperación es cuando hay que detenerse a pensar para no equivocarse más.

¿Y quiénes deben detenerse a pensar? ¿Los que están haciendo cola para conseguir comida? ¿Los que han sido objeto de atracos y asesinatos todos los días? ¿Los que por su condición ya están en la base de la pirámide de Maslow intentando sobrevivir buscando alimentos? Obviamente que no. Ellos ya dejaron de pensar. Y es allí donde quiere tenerlos el régimen, para hacer de ellos un rebaño de ovejas no-pensantes listas para el matadero, para ser guiadas de acuerdo a sus intereses, porque descendieron en la escala, de habitantes a supervivientes. Y cuando se está en ese nivel de la escala es imposible considerar a esas personas como ciudadanos porque han manipulado sus necesidades más primitivas.

En ese estado de cosas, a quien le corresponde la responsabilidad de pensar que hacer, y plantear posibles cursos de acción ante la incertidumbre es al liderazgo del país (ver El lugar de la incertidumbre en http://ticsddhh.blogspot.com/2015/01/el-lugar-de-la-incertidumbre.html). Y léase que deliberadamente no lo llamo liderazgo opositor, porque no existe tal cosa en este momento. Es al liderazgo que sale de las crisis para guiar a un pueblo a mejores destinos pero basando sus planteamientos en fundamentos y hechos, no en creencias.

Cuando los japoneses se encontraron con un país completamente destruido por la guerra y sin dinero, se refugiaron en sus valores fundamentales, particularmente en su capacidad para el trabajo disciplinado. Un archipiélago que no tenía nada que venderle a nadie porque no contaban con materias primas, solo su manufactura. Se aferraron, como quien se agarra de un salvavidas de técnicas para fabricación de bienes que ya existían en occidente pero que no se usaban. Y en ese proceso creativo pudieron salir adelante.

Tal es el caso de la utilización de los conceptos de calidad en los procesos industriales, que fueron una moda gerencial en los 80s en occidente, y que ya eran de uso normal en Japón desde los 50s, cuando se formaron cientos de ingenieros con las técnicas de control estadístico de procesos de William Deming, traducidas al japonés (ver W.E. Deming en http://es.wikipedia.org/wiki/William_Edwards_Deming). Y desde allí construyeron una potencia industrial nueva, capaz de competir y ganar con quienes les doblegaron en la guerra.

Pero ese esfuerzo exigía trabajo, andar poco a poco, pero con paso firme y sin descanso, de una manera disciplinada, con un plan para donde ir. No pretendo aquí decir que nos convirtamos en japoneses, pero sí indicar que no se puede pensar en una reconstrucción sin un plan en la mano y desarrollarlo de principio a fin, de una manera consistente. Eso elimina salidas inmediatistas, gente con soluciones mágicas, cantos de sirenas de que esto se arreglará solo con deshacernos de estos delincuentes que nos desgobiernan, aunque esto se incluya como prerrequisito. Aquí estaremos como Japón después de la guerra: con un país destruido y desmoralizado.

Ahora bien, ¿podrá el régimen salir de la turbulencia económica y conseguir un respiro para llegar a unas elecciones parlamentarias, y más aun, al 2019? Estoy seguro que la oposición oficial estará ayudando a que eso ocurra porque en eso se les va la vida, como al régimen, y porque son parte de lo mismo Si Chávez pudo capear el temporal del descontento social antes del Referéndum Revocatorio y alargar el proceso hasta llegar con las Misiones a permanecer en el poder, no me extrañaría que esta gente este inventando algo en un sentido similar. Eso requerirá sin duda de recursos que no tienen, pero a punta de represión y control de las necesidades básicas de la población es posible que lo logren.

Es por eso que creemos que es insano sentarse a esperar en una acera de manera indefinida una solución “fast track” basada solamente en la aspiración de algunos interesados de que todo irá bien, y no trabajar denodadamente por la manifestación del Poder Originario del pueblo, quien debe ejercer su soberanía para ordenar un cambio de las estructuras del poder en Venezuela, a través de una Asamblea Nacional Constituyente. En este escenario los militares deberían actuar en obediencia al Poder Soberano del Depositario de la Soberanía que exigiría la convocatoria al Constituyente para poner orden y restituir la democracia perdida, y no actuando a “motu proprio”, sin la legitimidad de un pueblo que se los ordena.

El llamado al constituyente con una propuesta seria de ejecución acerca de cuál es ese cambio concreto que dar, como el Proyecto País que estamos planteando, es mucho más difícil de conseguir y requiere de ese trabajo arduo y consistente que les indiqué antes. Sin embargo tiene la garantía de que no depende de nadie más que de nosotros mismos, que se puede hacer en cualquier momento y ofrece un rumbo cierto por el cual transitar para lograr ese necesario período de transición que le de estabilidad y paz al país con una esperanza de recuperación económica y de desarrollo futuro; pero esta vez entre todos y reconciliados, con unas Fuerzas Armadas sometidas al poder civil. Si esto es así, bien vale la pena que lo llamen a uno comeflor junto con nuestro Proyecto…

Caracas, 31 de Enero de 2015

Twitter:@laguana

domingo, 25 de enero de 2015

Rafael Enrique Casal, constructor de país


Por Luis Manuel Aguana

"Rafael Enrique Casal Heredia / Nació en Acarigua / Médico Cirujano de la Universidad de Carabobo / Postgrado en Radiología en el Instituto Mexicano del Seguro Social / Profesor de Radiología de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo / Profesor de Postgrado de la Universidad Arturo Michelena / Ex Presidente del Colegio de Médicos del Estado Carabobo / Ex Presidente de la Sociedad Venezolana de Radiología / Ex Concejal del Distrito Valencia / Ex Senador de la República”.

Así escribió Rafael Enrique de su puño y letra su resumen curricular en un papel a mano alzada que aún conservo, para su presentación en el Foro Constituyente en El Nacional donde sería el primer orador y este escribidor haría de moderador. Y fue un resumen bien resumido, valga la redundancia, porque dijo muy poco de sí, y fue muchísimo más que eso...

Político experimentado, amante de la fiesta taurina, pero sobre todo un venezolano integral, consustanciado con los problemas de su región adoptiva, Carabobo, pero sin olvidar nunca su tierra portugueseña.

Pero quisiera hacer de esta nota algo más que el modesto recuerdo de un amigo por ese venezolano excepcional, a quien Dios decidió traer a su compañía en esta hora donde más lo necesitamos.

Quisiera referirme a la lucha de sus últimos años, porque Rafael Enrique luego de participar del hecho político de la democracia que se construyo a partir de 1959, había caído en cuenta desde hacia muchísimos años -como pocos de su generación-, que el país no cambiaria si sus regiones eran el patio trasero de Caracas. Y Rafael abrazó y fue parte del esfuerzo que se comenzó a realizar hace más de 10 años con el Proyecto País Venezuela, siendo uno de sus principales promotores e impulsores, no solo en su Estado, sino en el país.

Nadie como Rafael Enrique como Senador de la Republica y representante de su Estado en un Congreso bicameral debió ser testigo de los desplantes centralistas de los gobiernos en detrimento de las regiones. Nadie como él, profesional calificado de la salud, debió vivir las carencias de su región al ver el desmantelamiento de su sistema asistencial y las enfermedades permanentes de sus habitantes. Nadie como él podía constatar que de un Estado, el mayor emporio industrial del país, se sustraían todos los días los recursos y no se les devolvía a sus habitantes sino las migajas. Mucha riqueza entregada y poca la disfrutada por quienes la producen. Hay que vivir eso para luchar por eso. Y se entregó en cuerpo y alma a cambiar ese modelo, ese sistema político expoliador y hacer todo lo que estuviera a su alcance para revertir el sentido de las cosas a favor de la gente que produce y que reclama esa injusticia.

Y en eso nos hicimos compañeros de ruta, de ideales, de un Proyecto. De aspirar un país mejor, de consolidar un sueño que pudieran disfrutar las próximas generaciones. Rafael sabía que no vería ese cambio y contagiaba esa aspiración como lo pueden recordar todos quienes que le conocimos.

Pero Rafael Enrique no tenía porque hacer eso. Cualquier otro en su condición de edad y logros se hubiera conformado con retirarse a disfrutar de sus nietos, pero no Rafael Enrique. Un espíritu reformador, apasionado por su país tenía que trabajar por mejorarlo hasta el final. Y eso hizo. Se dedico a convocar a las mejores mentes de su Estado, universitarios, empresarios, comerciantes, colegas, vecinos en Asambleas y todo aquel que pudiera comprender el alcance de lo que proponemos. Que si cambiamos el modelo político estructural, cada región tendría mejores oportunidades de desarrollarse. Y tenía razón, tenemos razón.

Ciertamente ha sido un duro golpe para todos nosotros la pérdida de un personaje de la trascendencia de Rafael Enrique Casal. Pero una vez un sacerdote me dijo para consolarme por el fallecimiento de alguien muy cercano, que cuando Dios hace cosas como esa lo hace por un bien mucho mayor. Nunca lo acepté pero lo comprendí. Dicen que hay que aceptar los designios del Señor porque son parte de un plan mucho mayor que los humanos somos incapaces de comprender.

Quiero pensar que Rafael Enrique está convenciendo a Dios que en ese plan le de a Venezuela una oportunidad para salir adelante. Y habiendo conocido a ese extraordinario personaje, estoy seguro que ahora mismo lo está haciendo.  Y estoy seguro que el Creador por la gracia de ese hijo que llamó a su lado y por su bondad infinita de amor por nuestro país, de ese ejemplo que dejo sembrado Rafael, estará multiplicando para el futuro a muchos Rafael Enrique para la gloria de su Estado y de Venezuela.

El mejor homenaje que podemos hacerle a Rafael Enrique Casal quienes creemos en lo que el creyó y luchó en los últimos años de su vida, es continuar su ejemplo de virtudes republicanas, haciendo realidad la Rebelión de la Regiones en manos de la gente de toda Venezuela. Perdimos a Rafael Enrique pero reafirmamos una causa.

Siempre había querido saber que se hubiera sentido conocer personalmente a los constructores de un país. Conocer, aprender e interactuar con un personaje como Rómulo Gallegos, como Rómulo Betancourt, como Andrés Eloy Blanco. A esos políticos de verdad serios, honestos y curtidos, con un extraordinario sentido de grandeza para su país y de servicio verdadero por la democracia. Pues ya me puedo morir tranquilo, conocí a Rafael Enrique Casal...

 Caracas, 25 de Enero de 2015

Twitter:@laguana