viernes, 8 de julio de 2016

Guerra civil y cambio político en Venezuela

Por Luis Manuel Aguana

Un viejo dicho que la experiencia ha comprobado como cierto, indica que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. En el devenir del tiempo histórico de esta Tierra de Gracia, como llamó Cristóbal Colon a este espacio del mundo donde habitamos, han pasado muchas cosas, algunas que bien podrían considerarse más terribles de las que ahora vivimos.

En esta época de convulsión política, muchos han indicado no sin cierta razón, que los venezolanos nos hallamos a las puertas de un conflicto civil de impredecibles consecuencias como producto de las decisiones de un desgobierno que no quiere acceder a darle cauce al deseo de cambio de un pueblo que se ha manifestado claramente a través del voto del 6D/2015.

No es la primera vez que el pueblo venezolano ha reaccionado producto de las decisiones de un gobierno, en especial en épocas consideradas muy sensibles y que han sido precursoras de cambios muy importantes y decisivos en nuestra historia republicana.

Es posible que el común de la gente no conozca que Venezuela estuvo a punto de un conflicto civil luego de la Guerra de Independencia, como consecuencia de un decreto del Senado del Congreso de la Gran Colombia, radicado en Santa Fe de Bogotá, que produjo una orden del Poder Ejecutivo para suspender del mando militar al General José Antonio Páez de la Comandancia del Ejército venezolano.

Esa suspensión acatada en primera instancia por este prócer de la Independencia venezolana, no logro cristalizarse por varias razones que el mismo General Páez expone en su carta del 1ro de Mayo de 1826, dirigida al Intendente del Departamento de  Venezuela el Dr. Cristóbal Mendoza, y redactada por el Dr. Miguel Peña de Valencia (que reproducimos íntegramente en este blog en http://ticsddhh.blogspot.com/2016/07/carta-del-general-jose-antonio-paez-al.html).

Como se verá, Páez indica que obedeció las órdenes y dio las instrucciones para el reconocimiento del nuevo jefe, pero “el pueblo por su parte no estaba tranquilo, se había reunido dos veces en la Municipalidad (de Valencia) manifestando que yo era la única persona en quien tenía confianza para la defensa exterior, orden y tranquilidad interior… Y más adelante continúa: “La Municipalidad disolvió mis dudas; y después de haber el señor Gobernador manifestado cuanto le fue posible en aquel acto, votó manifestando que el impulso general de un pueblo era irresistible, que las calamidades eran ciertas, que no había tranquilidad ni seguridad, y que yo debía ceder a las súplicas y demostraciones de un pueblo que daba la prueba más sincera y espontánea de su elección y que buscaba por este medio su propia conservación: solo faltaba yo para completar esta escena ¿Qué podía hacer? Dígamelo Ud. desde el fondo de su corazón. El pueblo me carga y me impulsa, me representa males que yo he visto y me encarga de su bienestar” (subrayado nuestro).

De acuerdo a su propia declaración, se le planteó a Páez la disyuntiva de ponerse al frente o no de un movimiento que terminaría separando a Venezuela de la Gran Colombia, o que la guerra civil incendiara a Venezuela: “El hombre público no es suyo, ni nada es cierto en revoluciones sino lo que ya está hecho. En las manos de Ud. está cortar los males de una guerra civil que puede originarse. Bogotá nos ha mandado una revolución envuelta en un pedazo de papel…”.

Páez escribe a seguidas otra carta con argumentación similar a Doña María Antonia de Clemente, al día siguiente de la anterior (2 de Mayo de 1826), indicándole como a Mendoza la situación de una inminente insurrección de las tropas del Apure: “Asegúreles Vmd. esto, y infórmeles que en su mano, prudencia y medidas está evitar los horrores de una guerra civil, y la desolación entera de Venezuela que quedaría sepultada en sus ruinas” (ver carta completa en http://ticsddhh.blogspot.com/2016/07/carta-del-general-jose-antonio-paez.html). Es posible que esta haya sido su manera de informarle indirectamente de su decisión al Libertador.

En efecto, es la hermana del Libertador, Doña María Antonia Clemente (esposa del General Lino de Clemente) quien informa de urgencia a su hermano en relación a esta grave situación en carta del 4 de Mayo de 1826 (ver carta reproducida completamente en http://ticsddhh.blogspot.com/2016/07/carta-de-dona-maria-antonia-de-clemente.html): “Esta impolítica de Bogotá nos ha puesto en estado de anarquía; pues esta medida, como otras muchas, han puesto al pueblo de Valencia y al ejército en disposición de pedir separación de Bogotá; cosa a mi parecer perjudicial. Caracas tiene que adoptar esta medida para no verse envuelta en una guerra civil, pues ya sabes que las fuerzas de este país están en los llanos. Dios sabe qué pasará si tu no vuelas a sacarnos de este inminente peligro”.

La hermana del Libertador sabía dónde estaba y sigue estando la fuerza para cambiar el curso de la historia, cuando las decisiones que se toman no están sintonizadas con la voluntad de un pueblo. Y la historia está allí para constatar que poco pudo hacer el gobierno en Bogotá para cambiarla.

¿Y ustedes dirán, de donde viene este recordatorio de la historia de Venezuela? Los venezolanos debemos percatarnos que lo que ya pasó está pasando de nuevo: 1) Un gobierno toma decisiones sin tomar en cuenta que el significado para la población de los actores involucrados podría cambiar el balance del poder; 2) Se está ignorando que los pueblos –y sus ejércitos- siguen a sus líderes naturales, más aun en un país con gente que se anota con caudillos, y no con gobiernos; 3) La gente en esencia no cambia, quieren siempre lo mismo, que los liderazgos les resuelvan las necesidades básicas de tranquilidad, seguridad y propia conservación, desconociendo a cualquiera que no se las garantice. Lo que está faltando ahora para iniciar el cambio es quien complete la escena, como en su momento la completó Páez, al asumir el mando militar y político de Venezuela (“faltaba yo para completar esta escena”). Es posible que ese quién ya exista, y solo este esperando que el pueblo y su ejército lo vaya a buscar como buscaron a Páez…

Pero lo más importante que está por venir es el cambio drástico en las circunstancias políticas del país a raíz de la repetición de los mismos errores del pasado. Y así como ese terremoto, cuyo epicentro fue Bogotá en 1826, que produjo la separación de Venezuela de la Gran Colombia algunos años después, este próximo sismo que se está gestando como consecuencia de lo mismo, traerá una recomposición política que se traducirá en un cambio de magnitudes semejantes a la creación de un nuevo país en 1830.

Y esos cambios no pueden salir de otra cosa que no sea de una Asamblea Nacional Constituyente como conclusión natural de este nuevo ciclo histórico, que como hemos visto desde esa época en Venezuela, comienzan siempre con la amenaza de una guerra civil provocada por las decisiones de quienes están en el poder. Habrá que asumirlos como antes lo asumieron nuestros ancestros. El resultado positivo o negativo de eso que se nos viene encima como condena de una historia repetida, solo dependerá de nosotros…

Caracas, 8 de Julio de 2016

Twitter:@laguana

Carta del General José Antonio Páez al Dr. Cristóbal Mendoza, Intendente del Departamento de Venezuela. 1826

Valencia, 1ro. de Mayo de 1826 (1)

Mi muy estimado amigo:

Véame marchando impelido de las circunstancias y siguiendo el raro destino que la suerte me ha preparado: hasta el día de ayer fui el hombre más obediente del gobierno de Bogotá; recibí el decreto en que el Senado admitió la acusación contra mí; y la Orden del Poder Ejecutivo para entregar el mando al General Escalona: todo lo obedecí, se comunicaron las órdenes para el reconocimiento del nuevo Jefe y yo quedé entregado a mis negocios privados, tratando de arreglar mi viaje a Bogotá y preparar las piezas justificativas de mi defensa que en concepto de algunos letrados podría hacer brillante y convincente.

Este era yo; el pueblo por su parte no estaba tranquilo, se había reunido dos veces en la Municipalidad manifestando que yo era la única persona en quien tenía confianza para la defensa exterior, orden y tranquilidad interior; sus tentativas se habían frustrado y dentro de la población parecía haberse serenado toda idea de conmoción; sin  embargo la noche del 29 se presentaron varias partidas por los montes e inmediaciones de esta ciudad que hicieron algunos robos, mataron dos hombres e hirieron a uno: todos tres fueron traídos a la plaza; ante este espectáculo horroroso, cada ciudadano creyó que su cabeza estaba amenazada y sus bienes iban a ser arrancados de sus manos, que había faltado a la seguridad pública; entonces se reunió de nuevo un pueblo numeroso en la Municipalidad con resolución de no volver a sus casas mientras yo no estuviese repuesto en el mando militar.

La Municipalidad, reunida, convocó al Sr. Gobernador, quien impuesto de la solicitud del pueblo, protestó, y cada palabra era sofocada por los vivas y aclamaciones de mi nombre; a que se agregó que una partida de más de 200 paisanos vino a mi casa, me tomaron en los hombros, me llevaron a la Sala Capitular y me pidieron que tomase el mando de las armas; mi corazón conmovido vacilaba algunos instantes entre la obediencia y la gratitud.

La Municipalidad disolvió mis dudas; y después de haber el señor Gobernador manifestado cuanto le fue posible en aquel acto, votó manifestando que el impulso general de un pueblo era irresistible, que las calamidades eran ciertas, que no había tranquilidad ni seguridad, y que yo debía ceder a las súplicas y demostraciones de un pueblo que daba la prueba más sincera y espontánea de su elección y que buscaba por este medio su propia conservación: solo faltaba yo para completar esta escena ¿Qué podía hacer? Dígamelo Ud. desde el fondo de su corazón. El pueblo me carga y me impulsa, me representa males que yo he visto y me encarga de su bienestar.

El hombre no es dueño de sí mismo en estos instantes y consideré que por un deber mal entendido iba a exponer a estos pueblos a calamidades todavía mayores que las que podían resultar con mi deferencia a su voluntad; acepté el mando, y al aceptarlo juré sostenerlo hasta que un mejor arreglo de cosas nos prepare instituciones más ventajosas; juré que ninguno ofenderá al pueblo de Valencia, que así me arrancaba de las manos de mis enemigos, sin que antes pasase sobre mi cadáver; desenvainé la espada y véame Ud. desobediente con violencia de mis sentimientos.

El hombre público no es suyo, ni nada es cierto en revoluciones sino lo que ya está hecho. En las manos de Ud. está cortar los males de una guerra civil que puede originarse. Bogotá nos ha mandado una revolución envuelta en un pedazo de papel, y Ud. sabe baxo de quantos colores y pretextos puede hacerse en Venezuela; -con su sabiduría, prudencia y discreción, puede remediarse todo; este es el lance más crítico, y Ud. puede ser Aurora de la Paz; si Ud. cede yo me pondré inmediatamente en comunicación: Ud. será mi padre, mi consultor, mi Director, y, sobre todo, mi mejor amigo; yo le ofrezco mi corazón en prenda de esta oferta sincera, le protesto seguir el plan que forme una reunión de Uds. que sea capaz de conciliar nuestros derechos y garantías; no es la ambición de César, ni la venganza de Coriolano lo que ha puesto la espada en mi mano, sino el impulso de una voluntad común, o más bien, el conocimiento en que todos están de la negra política y de los grandes defectos de la administración.

 Haga Ud. por su parte que no comience a derramarse la sangre de Venezuela. Tales son mis votos sinceros; pero también le aseguro que he hecho la resolución más firme de que mis enemigos me encuentren en el campo de batalla. Puerto Cabello y el Castillo han seguido la misma empresa que esta ciudad. Los Valles de Aragua y todos los pueblos vecinos están ya en movimiento y en armas; sería para mí lo más doloroso si llegara el momento extremo en que me viera en la necesidad de hacer uso de ellas. Yo no lo quiero ni lo deseo; en las manos de Ud., de mis amigos de esa ciudad, de los prudentes y de los sabios pongo su suerte; pero yo creo que el partido que deba tomarse no es dudoso. Ayúdeme Ud., Señor, a promover el bien y perfeccionar esta obra con el menos costo posible.

Soy sinceramente de Ud., su af.mo amigo
Q.B.S.M.
José Ant.o Páez

Al Intendente Cristóval Mendoza
Etc., etc., etc.

Anotaciones en la carta:

(1)     Carta tomada del libro de Carlos A. Villanueva, La Monarquía en América, El Imperio de los Andes, Págs. 22-25, Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas, Librería Paul Ollendorff, 50, Chaussée D’antin, 50, Paris 1913. Transcrita de los Archivos del Gobierno inglés, Foreign Office, Colombia, 1826, No. 35 – Copia transmitida por el Consul Ker Porter a Mr. Canning. La inserción que se hace en la colección de O’leary- Documentos, XXIV, 135, - tiene algunas variantes con la copia de Ken Porter, quien debió tenerla del mismo Mendoza.