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lunes, 16 de abril de 2018

Enjuiciemos nosotros a Maduro

Por Luis Manuel Aguana

Los ojos del mundo están de nuevo sobre la Asamblea Nacional de Venezuela a la espera de su decisión en relación a la solicitud del enjuiciamiento de Nicolás Maduro Moros realizada por el TSJ que ellos mismos nombraron.

Tengo la misma inquietud de todo el mundo porque tengo la desagradable impresión que si los diputados no actuaron como lo esperaba el pueblo de Venezuela el 16J, luego de la fulminante votación y mandato a quienes nos representan, entonces ¿cómo podríamos esperar que fuera diferente en esta ocasión?

Sin embargo, las cosas son diferentes ahora. En este momento y particularmente después del 30 de julio de 2017, cuando el régimen ignorando la decisión del pueblo de rechazar una Constituyente no nacida de la soberanía popular el 16J, se montó sobre la Asamblea Nacional cercenando sus atribuciones constitucionales, y convirtiendo a los diputados electos legítimamente por el pueblo el 6 de diciembre de 2015, en barajitas desechables a las que persigue a su antojo.

Por más que la Asamblea Nacional se haya tratado de imponer sobre el mamotreto electo por Nicolás Maduro el 30 de Julio de 2017, prácticamente el Poder Legislativo del país ha sido anulado por el super poder de la Asamblea Constituyente de Maduro conducida por Delcy Rodríguez. Y aunque la Asamblea Nacional formalmente existe, en la práctica es una entelequia en vías de extinción definitiva por parte de la dictadura, aguardando su sentencia de muerte en un calabozo. Esa sentencia se hará efectiva cuando esa Constituyente inconstitucional imponga su desaparición con una nueva Constitución que se está terminando de cocinar en Cuba.

De modo que los diputados no están en la misma disyuntiva del 17J-2017 cuando el día anterior tenían el respaldo pleno del pueblo de Venezuela en una Consulta Popular. No. Ahora son prisioneros de un régimen que los amenaza abiertamente, con lo cual tomar una decisión a favor de enjuiciar la cabeza de todo este tinglado delincuencial tiene una connotación diferente que cuando pudieron hacer algo con el respaldo político más grande que se haya tenido en Venezuela.

En lo personal no creo que se inmolen y más abajo les explicaré porqué. Ya comenzó la controversia legal acerca de cuantos diputados son necesarios para autorizar el enjuiciamiento de Maduro. Algunos dicen que se requieren los 2/3 de los miembros como lo indica el Art. 110 de la Ley del TSJ, y otros dicen que no porque la Constitución, la ley superior, no lo indica. No entraré en esa discusión legal que al final es política. Si la Asamblea decide autorizar el enjuiciamiento de Maduro no será porque los pare eso. Lo legal siempre ha entrado después de lo político e invariablemente habrá una justificación legal que acompañe esa decisión.

Pero hay un aspecto por el que pocos se pasean. ¿Está esa Asamblea Nacional en condiciones para tomar esa decisión? Yo creo que no. Es como si se le pidiera a un preso o secuestrado que tomara una decisión en contra de su carcelero o secuestrador. ¿Podrá hacerlo libre de conciencia a sabiendas que puede ser torturado o perseguido por su secuestrador si no vota conforme a sus deseos? Esto sin contar con aquellos que son comprados por el secuestrador y que no cuento porque espero que sean casos aislados (recuerden que me enterraran en urna blanca).

La situación de los partidos opositores en la Asamblea Nacional no es tampoco la más prometedora. Muchos diputados se han apartado de sus partidos y formado nuevas fracciones políticas, una de ellas justamente en ocasión de lo ocurrido el 16 de julio de 2017. El caso reciente de la división del partido UNT con la nueva fracción parlamentaria denominada Prociudadanos es otro ejemplo de la atomización opositora en la Asamblea Nacional. El conglomerado actual de los diputados opositores no muestra por ningún lado esa unidad de diciembre de 2015, y por supuesto diferentes intereses. Muchos de ellos apoyan ir a elecciones con el gobierno el 20 de Mayo y es posible que ni siquiera les convenga, ni a ellos ni a sus partidos, el enjuiciamiento de Nicolás Maduro.

En tal sentido, si estamos hablando de una decisión que compromete el futuro de todos los venezolanos, ¿no deberíamos nosotros tomar esa decisión? ¿No debería la Asamblea Nacional, conociendo la situación política en la que se encuentra, apartarse y dejar que los venezolanos decidamos que hacer con Nicolás Maduro Moros en una Consulta Popular?

Pero eso tal vez sea pedir demasiado. O tal vez no. Quizás la solución de compromiso para ellos, sin que se vean expuestos al repudio generalizado de la población por no hacer lo que corresponde hacer, que no es otra cosa que autorizar el enjuiciamiento de Nicolás Maduro por un caso de corrupción generalizada, como lo es el caso de la Constructora Norberto Odebrecht y que ya llevo a prisión a un ex presidente en Brasil, sea que el pueblo de Venezuela lo decida. Que no sean los diputados sino sus mandantes quienes tomemos esa decisión. Enjuiciemos nosotros a Maduro.

Ciudadanos Diputados: dejen que el pueblo de Venezuela autorice el enjuiciamiento de Nicolás Maduro Moros. Dejen que el espíritu del 19 de abril de 1810 renazca en Venezuela cuando el pueblo decidió el destino del Capitán General de Venezuela, Don Vicente Emparan. Tal vez eso sea el inicio del cambio que hace falta, tal y como ocurrió con nuestra Declaración de Independencia y la promulgación de nuestra primera Constitución…

Caracas, 16 de Abril de 2018

Twitter:@laguana

miércoles, 4 de abril de 2018

Ciudadanía o militarismo

Por Luis Manuel Aguana

Los puentes humanos inter generacionales nos conectan con la historia y con nuestro pasado. Tal vez de allí debamos extraer enseñanzas que nos ayuden a encontrar la ruta para salir de esta pesadilla que utiliza lo peor de nuestro gentilicio para perdurar y fortalecerse, en una suerte de círculo vicioso interminable que al pasar el tiempo empeora cada vez más.

Don Rafael Grooscors Caballero es uno de esos puentes humanos. Me refiere una anécdota de Guido Grooscors Caballero, su hermano mayor, cuando se desempeñaba como secretario del entonces candidato Rómulo Gallegos antes de las elecciones de diciembre de 1947. En un recorrido en mula por Humocaro Alto, en el Estado Lara, un campesino le gritaba en la muchedumbre al entonces candidato presidencial en campaña,  “¡General, General!” tratando de llamar su atención. Don Rómulo, en su conocido vozarrón le espetó con firmeza: “¡Yo no soy General!”, como indicando que Venezuela estaba en elecciones donde serían los civiles quienes cambiarían la historia del país. El campesino, con esa clara inteligencia socarrona del pueblo venezolano le contesto: “No, pero lo será…”.

En esa pequeña anécdota se resumen 200 años de historia republicana. Ese campesino no le hablaba a Rómulo Gallegos, civilista y candidato presidencial para unas elecciones. Le hablaba a una figura de poder, que es la que ha conducido siempre el destino de los venezolanos: los militares. Pero más allá de eso, la anécdota nos revela que aunque Don Rómulo Gallegos cabalgara en lomo de mula hasta lo más recóndito de Venezuela, el pueblo llano no creería realmente –y a mi juicio todavía no cree- en lo que esa figura ciudadana de las letras venezolanas encarnaba. Solo creía en el poder fáctico que solo estaba en lo militar y peor aún, que esa ciudadanía buscaría transformarse en eso porque estamos en Venezuela.

Para el dolor de todos nosotros eso es lo que al final ha pasado, quizás porque el militarismo ha estado en el ADN del pueblo desde la independencia. Y tal vez esa fue la razón por la cual los venezolanos creyeron que un militar sería la solución de sus males en 1998. Ese es el reto cultural –y más aún, estructural- más importante que debemos enfrentar: que se imponga el pensamiento ciudadano sobre la impronta militarista de nuestro pasado.  Sin embargo hemos retrocedido en lo civil más de 60 años –o tal vez más- y particularmente en estos últimos 20 para hacerlo. Necesitamos entonces un plan, más que de retorno a lo civil -que en realidad nunca hemos tenido- para acometer la construcción de una nueva y genuina ciudadanía. Lo que hemos disfrutado hasta ahora es un espejismo de ella, y enfrentar su gestación después de este retroceso será todo un reto político.

Pero si a todo esto le agregamos la destrucción sistemática de la institución militar tal y como la conocíamos antes del año 2002 realizada por Hugo Chávez, para construir en su lugar un aparato militarista y comunista para sostener este sistema en el poder, la cosa se pone mucho mas cuesta arriba. Del excelente trabajo de Federico Boccanera (ver , El negocio de la conspiración en Venezuela, en http://www.lacabilla.com/ContenidoOpinion/opinion/el-negocio-de-la-conspiracion-en-venezuela-por-federico-boccanera/991) extraemos lo siguiente: La fuerza armada nacional bolivariana es la obra más acabada de Hugo Chávez, la que verdaderamente pudo concluir antes de morir, es su verdadero legado, y es la culminación histórica de un largo proceso de convergencia -que el chavismo encuentra natural- entre el militarismo político venezolano y el sistema político militarista por antonomasia, el comunismo, el cual transforma a sus líderes en comandantes, a las sociedades en ejércitos, a los ciudadanos en tropa, y consagra un estado de guerra permanente.”

Y lo peor de todo es que esa construcción militarista está estructurada en la Constitución de 1999. Boccanera nos confirma en su artículo algunas de las razones por las cuales en ANCO creemos que es necesario cambiar esta constitución inmediatamente: “Estas mafias militares son intocables y han acumulado riqueza y poder no por abuso, sino por designio supremo del estado chavista, cuya constitución de 1999, eliminó el requisito de la autorización civil para los ascensos a oficiales superiores y les otorgó el privilegio del antejuicio de mérito, eliminó la prohibición del ejercicio simultáneo de la autoridad militar y civil, eliminó el carácter apolítico y no deliberante de la institución militar, concedió a los militares el derecho al sufragio, y lo más importante, estableció una doctrina de seguridad de la nación y defensa integral, que debe regirse por el principio de “corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil”, el cual debe ejercerse sobre “los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, capítulo II de los principios de Seguridad de la Nación, art. 326)” (subrayado nuestro).

De acuerdo a esto, las mafias militares abusan del poder no porque pueden hacerlo por la fuerza, sino porque ¡están constitucionalmente habilitadas para ello! ¿Cabría entonces esperar que algún oficial surgido de esa misma superestructura distorsionada, especialmente construida por Chávez para profundizar el Estado militarista en Venezuela, insurja para cambiar el estado de cosas, con la finalidad de colocar al país en un camino donde impere el poder civil y constitucional en el marco de un Estado de Derecho? Obviamente que no.

Y eso es lo que sorprendentemente está esperando el país y de lo que se aprovechan aquellos que trafican con la conspiración como un negocio, tal y como lo describe Boccanera muy bien en su artículo. Y pensar que todavía existen venezolanos que de buena fe rechazan una nueva Constituyente precisamente para cambiar eso, en la creencia del mensaje miles de veces repetido por el régimen de que esta es la mejor constitución del mundo.

Sin embargo y para fortuna de todos, paradójicamente la Constitución de 1999 funciona en dos sentidos opuestos, 1) garantizando la permanencia de los militares en el gobierno, con un poder ilimitado que jamás ha tenido grupo alguno en el pasado, como efectivamente se ha descrito; y 2) dejando la puerta abierta para que el mismo pueblo, con su prerrogativa de participación civil, ciudadana y constitucional cambie esa situación (Artículos 347, 348, 349 y 350 de la Constitución).

Dicho de esta manera, la situación militar descrita como un designio fatal gravitando sobre la República solo puede ser abordada en su condición ciudadana por el pueblo, no solamente pronunciándose civilmente en contra de esa superestructura militar a través de una Consulta Popular, sino convocándose para cambiarla en el marco de una nueva Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario por iniciativa popular.

No podríamos esperar nunca, dadas las prerrogativas constitucionales de las mafias militares, que una situación de secuestro de la población sea resuelta por aquellos que la originaron. Si el pueblo no se pronuncia y se levanta como un todo, logrando civilmente un cambio de lo que fue distorsionado deliberadamente por “el designio supremo del estado chavista”, no habrá ninguna modificación en el actual estado de cosas en Venezuela. Así de grave e importante es la inmediata consideración de una Consulta Popular por parte de la población.

Y de eso se trata dejar que el pueblo venezolano decida. O el pueblo se pronuncia a favor de lo ciudadano, o ya nos venció el militarismo…

Caracas, 4 de Abril de 2018

Twitter:@laguana

miércoles, 28 de marzo de 2018

En la consulta está la respuesta

Por Luis Manuel Aguana

Es natural el escepticismo de la gente ante una nueva Consulta Popular. Y no es para menos. Después de la estafa a la voluntad popular  perpetrada por la Asamblea Nacional expresada el 16J, aplica el viejo dicho que el pueblo asume: el picado de culebra le tiene miedo al bejuco.

Sin embargo, el hecho que los factores políticos de la Asamblea Nacional no hayan obedecido el mandato del pueblo el 16J, no invalidó la consulta como la  herramienta política, al punto que esta sentó definitivamente a Venezuela y el mundo lo que el pueblo venezolano desea.

La consulta del 16J tuvo resultados políticos tangibles en todo el mundo, tanto que el respaldo dado a la oposición venezolana fue de tal magnitud que era posible ejecutar el mandato sin ningún obstáculo en el país. Un gobierno surgido desde la Asamblea Nacional el 17J hubiera tenido una legitimidad incuestionable ante el mundo, y a las Fuerzas Armadas se les hubiera puesto muy cuesta arriba no obedecer ese mandato.

Y aun cuando los partidos se hayan escondido detrás de un supuesto “no vinculante” legal muy discutible para no hacerle caso a lo que el pueblo grito y demostró con sangre en las calles antes de la misma consulta, el pueblo se expresó claramente en relación a lo que deseaba: un rechazo a la Constituyente del régimen y un cambio inmediato de gobierno. Eso todavía gravita sobre las cabezas de quienes son todavía los principales responsables de los partidos de la Asamblea Nacional.

Cualquier consulta que se le haga al pueblo de Venezuela es políticamente vinculante. Aquí no hablo de lo legal, hablo de lo político. Esto es, de obligatorio cumplimiento por los factores políticos convocantes. Es la voluntad popular de la mayoría expresada abiertamente, en temas de trascendencia nacional, a través del voto en una consulta. ¿Quiénes son los partidos, que son precisamente los mandatarios de esa voluntad, para ignorar un mandato expreso de esa naturaleza?

Entonces el mecanismo de la Consulta Popular no es el problema. El problema surge cuando una vez expresado el mandato, se garantice su cumplimiento por aquellos que deben ejecutarlo. Y para todo el mundo no existe ninguna duda que el 16J la Asamblea Nacional era el mandatario e ignoró la voluntad del pueblo.

¿Qué debemos hacer entonces? Debemos volver a crear el escenario político de la fuerza popular expresada en las urnas, con un árbitro transparente tal y como ocurrió el 16 de Julio de 2017, pero con un enfoque completamente diferente. En ese día se creó ese escenario, y la fuerza popular se hizo presente pero nadie la canalizó hacia el objetivo planteado, que no era otro que el rechazo a las acciones del régimen y su sustitución. Debemos canalizar ahora esa fuerza popular.

Lo que paso el 16J-2017 se asemejo en mucho a lo que sucedió el 11A-2002 aunque los resultados no fueron similares: El pueblo se expreso de una manera objetiva y contundente a los ojos de todo el mundo. El 11A-2002 las calles de Caracas se llenaron de gente exigiendo la salida de Hugo Chávez y este respondió con una masacre en la Av. Baralt. Ante ese hecho, las Fuerzas Armadas como un todo se pronunciaron. Y no estamos hablando de un batallón que se alzó o que algunos Generales o Comandantes decidieron que Chávez debía salir, sino el consenso general de todas las Fuerzas cuyos principales actores gritaban días antes “Patria, Socialismo o Muerte” en el desfile de Los Próceres. Es esa fuerza la que debemos expresar de nuevo en las urnas pero en esta ocasión con un dispositivo para canalizarla.

Si el 16J los diputados de la Asamblea Nacional se escondieron detrás de eufemismos legales para ignorar lo que el pueblo les ordeno, esta vez el pueblo debe señalar expresamente el cómo y con quien se debe hacer efectivo ese mandato, dejando muy clara la ruta de actuación con preguntas precisas al pueblo venezolano.

¿Cómo debe activarse de nuevo esa Consulta? La ANCO ya hizo el 6 de Noviembre de 2017 -como para que no queden dudas- la solicitud a la Asamblea Nacional para activar el Articulo 71 de la Constitución (ver carta recibida por Asamblea Nacional en http://ancoficial.blogspot.com/2017/11/carta-la-asamblea-nacional-06-11-2017.html). Esta comunicación es protocolar porque es la Asamblea Nacional la vía expedita y de primera instancia para activar inmediatamente por mayoría simple ese mecanismo, tal y como lo hizo el 5 de julio de 2017. En noviembre pasado proponíamos 4 preguntas (ver 4 preguntas para el destino de Venezuela, en http://ticsddhh.blogspot.com/2017/11/4-preguntas-para-el-destino-de-venezuela.html). En este momento la situación y las preguntas han cambiado, así como el país, pero no la esencia y la necesidad de que se exprese la voluntad popular.

Aunque tenemos razones para pensar que la Asamblea Nacional engavete esta solicitud, como ya lo ha demostrado hasta ahora, no se puede desestimar un cambio en la actitud política de los partidos que produjeron el 16J, aunque por sus actuaciones esto sea lamentablemente muy improbable. No hay que olvidar lo inestable de la situación política venezolana.

Si la Asamblea Nacional no activa de nuevo el mecanismo plebiscitario, entonces quienes deberemos activar ese mecanismo somos los ciudadanos, siendo convocado este nuevo plebiscito bajo las condiciones que la ciudadanía establezca. Esto no es otra cosa que la prerrogativa de participación ciudadana que nos da la Constitución de 1999 en su Artículo 70, y que fue refrendada por la decisión del Tribunal Supremo de Justicia Legítimo con sede en Washington DC, del 30 de Noviembre de 2017: “…por lo tanto, cualquier salida de la crisis que se pretenda en el escenario político, debe hacerse dentro de los mecanismos de participación popular que consagra el artículo 70 de la Constitución, y nunca a espaldas del pueblo, con el fin primordial de provocar la salida inmediata de todo aquello que ha generado la crisis por la que atraviesa el país…” (ver Auto de Ejecución de Sentencia TSJL del 30-11-2017, en http://ancoficial.blogspot.com/2017/12/auto-de-ejecucion-de-sentencia-tsj.html).

Si la ciudadanía decide abordar la crisis del país a través de una Consulta Popular que establezca dentro de ella la ruta a través de la cual se hará efectivo el resultado de esa consulta, entonces los ciudadanos estaremos haciendo uso de los mecanismos constitucionales establecidos, y dando una respuesta a la frustración del 16J. En la consulta está la respuesta. Y de eso se trata precisamente la Agenda Alternativa para Venezuela…

Caracas, 28 de Marzo de 2018

Twitter:@laguana