Por Luis Manuel Aguana
De nuevo la gente buscando un
salvador de la patria. ¿Cuál será esa enfermedad, manía, tendencia, o terquedad
de nuestro pueblo de tratar de encontrar a “alguien” que “nos salve” y resuelva
los problemas? En enero de 2016 luego de investir a Henry Ramos Allup como
nuevo Presidente de la Asamblea Nacional, Ramos se convirtió automáticamente en
el jefe opositor y “salvador de la patria”. Todo tenía que ver con Ramos. Y de
verdad asumió su papel de gallo de pelea al punto de utilizar su puesto para
afianzar una candidatura presidencial.
Ahora la “responsabilidad”
salvadora ha recaído sobre el empresario Lorenzo Mendoza. Es interesante
abordar ese análisis porque utilizando ese “comodín”, el régimen -y su
oposición miserable- ha encontrado una manera muy inteligente de convencer a la
población de ir de nuevo al matadero electoral de Tiby –o quien haga sus veces
si de verdad falleció- después de los acuerdos de Republica Dominicana.
Pero antes de examinar el caso
particular de Mendoza, sería interesante abordar ese rasgo cultural tan intenso
que nos hace seguir al siguiente “hombre a caballo”, como le decía tan
acertadamente el poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco.
El caudillismo en Hispanoamérica y en
especial el de Venezuela ha sido estudiado exhaustivamente por nuestros
historiadores (ver El caudillismo (historiografía venezolana) en http://venezuelaysuhistoria.blogspot.com/2007/12/el-caudillismo-historiografa-venezolana.html?m=1):
“Una primera aproximación a la
historiografía sobre el caudillismo lo realizó el sociólogo e historiador
Virgilio Tosta con su libro El
caudillismo según once autores (1954), en el que explica las
definiciones y las causas del fenómeno según autores principalmente del siglo
XIX y principios del XX, e incluso señala en el prefacio su propio idea al
respecto. Para Tosta los conflictos
internos y el caudillismo es sinónimo, y dichos conflictos son
productos de ambiciones personales que forjan “montoneras” (ejércitos privados)
que luchan entre sí, generando el “caudillismo anárquico” que luego se
transformará en el “caudillismo despótico”.” (resaltado nuestro). Podríamos
indicar que viendo lo que pasa en Venezuela esa afirmación de Tosta se adecua a
esta realidad: conflicto interno implica caudillismo.
Laureano Vallenilla Lanz
(1870-1936), principal soporte intelectual de la dictadura de Juan Vicente
Gómez, elogió el carácter necesario del caudillo, indicando que “…la
anarquía exige la subordinación a este tipo de jefaturas, que se basan
más en las lealtades personales que en las leyes; y finalmente el jefe se
convierte en el único capaz de lograr la unidad nacional…”. Todo un
capítulo de su obra “Cesarismo Democrático” fue dedicado a lo que el llamó “El
gendarme necesario”: “…es evidente que en
casi todas estas naciones de Hispanoamérica, condenadas por causas complejas a
una vida turbulenta, el Caudillo ha constituido la única fuerza de conservación
social, realizándose aun el fenómeno que los hombres de ciencia señalan en las
primeras etapas de integración de las sociedades: los jefes no se eligen sino
se imponen.” (ver texto completo en “Cesarismo Democrático y otros textos”
en https://tinyurl.com/yc9sz5q5).
Esta discusión acerca de la
necesidad o no de “un jefe” se ha decantado hasta nuestros días. Todo el mundo
en Venezuela busca desesperadamente un jefe. Lo buscaron con Hugo Chávez en
1998 y lo siguen buscando en 2017 al agudizarse la crisis y con cualquiera que
se ponga al frente de esta lucha que está dando el pueblo de Venezuela. Y no
hay dudas que en Venezuela hay esa anarquía, que exige, como bien indicara
Vallenilla Lanz en su obra, a alguien que ponga orden.
Sin embargo, a contravía de lo que
posiblemente sea nuestro devenir histórico y del cual posiblemente seamos
prisioneros, creo que no estamos condenados a ese destino de un caudillo civil
o militar que haga de “salvador de la patria”. La teoría del “buen tirano” de
Vallenilla Lanz fue extraordinariamente bien rebatida desde Colombia por
Eduardo Santos, dueño del periódico El Tiempo de Bogotá, en un brillante
artículo publicado en 28 de diciembre de 1920:
“¿Es verdaderamente un tirano lo que estos países necesitan para
prepararse a ocupar su puesto entre los grandes pueblos civilizados? Un examen
imparcial de lo que somos y de lo que necesitamos probaría lo contrario. Estos pueblos de la América Latina,
amenazados por la expansión de fuerzas colosales, no necesitan solo de oro, de
inmigración, de comercio y agricultura, de caminos y de fábricas. Pueden
conseguir todo eso por los caminos libres de la legalidad y es dudoso que el
tirano se lo conceda en condiciones tolerantes, pero aun en el caso de que esa
política materialista, impuesta por la mano de un dictador implacable, diera
amplio desarrollo a las riquezas naturales del país, dejaría a sus hijos
inermes ante peligros mucho peores que el de la miseria; no robustecería su
espíritu, ni les formaría un alma colectiva; no vigorizaría ciertos factores
morales indispensables para que un pueblo sea independiente y libre. Todo lo contrario: la opresión y el
silencio, interrumpido solo por las voces aduladoras de los favoritos, deprimen
el alma popular hasta convertirla en presa fácil; apagan toda luz de ideal,
crean una atmosfera de servilismo y de cobardía moral dentro de la cual no
podrá crecer nada sano, ni nada grande. “El hombre necesita para vivir de
cierta cantidad de decoro, como de cierta cantidad de aire”, decía en una de
sus frases lapidarias José Martí.” (resaltado nuestro) (ver texto completo en
“Cesarismo Democrático y otros textos” en la dirección arriba indicada).
¡Extraordinaria respuesta que aún perdura en el tiempo!
Los partidos del estatus quo de
todas las tendencias políticas en Venezuela han heredado esa manera de enfocar
el problema de nuestro país: de acuerdo a su visión requerimos de liderazgos
fuertes que nos saquen del problema cada vez que el país se pone ingobernable.
Eduardo Santos lo resumió en una frase que demuestra el carácter cívico que ha
diferenciado a los colombianos de nuestras debilidades militares: “Nuestro
bastón presidencial no anda en las maletas de los soldados de fortuna... He ahí
la síntesis de nuestra idiosincrasia, genuinamente democrática...”.
¡Qué verdad tan profunda encierran todavía esas palabras! Todavía nos falta
aprender bastante de eso.
Después de esta breve explicación
histórica acerca de cómo los venezolanos hemos manejado este problema,
intentando encontrar a alguien que “nos salve”, no es difícil pensar que la
solución que busquen los partidos ante el desprestigio monumental al que han
llegado, es encontrar un “outsider” con credibilidad, y quien mejor que el
empresario que más prestigio tiene en el país, aunado a la tendencia natural
del venezolano de buscar a alguien que le resuelva los problemas, un nuevo
“salvador de la patria”.
Y por supuesto, el régimen muerto
de la risa por la imbecilidad de esta oposición mediocre. Sin haber modificado
en un ápice el casino electoral –el CNE- y sin haber desmontado la
Constituyente ilegal, Lorenzo Mendoza les daría la presencia en las urnas que
requieren para sepultar lo que queda de país. ¿Quién diría que Maduro no le ganó
en buena lid al “pelucón” Lorenzo Mendoza? Los millones que se presentarían a
votar de nuevo, legitimarían el siguiente fraude rojo-rojito con las maquinitas
de SmartMatic.
Es por eso que ya están montando
el nuevo circo electoral-presidencial para principios o mediados del 2018,
producto de los nuevos acuerdos del “dialogo” de República Dominicana. Lo único
que podría impedir esa nueva trampa es que Mendoza se rehúse a participar en
ella. Sin embargo, ya se están moviendo fuerzas internacionales para convencer
a Mendoza de ser el próximo “outsider” exitoso en las Américas, que tiene a la
cabeza a Donald Trump en los Estados Unidos, egresado de su misma universidad,
la Universidad de Fordham en Nueva York, y a Mauricio Macri en Argentina.
Es posible que Lorenzo Mendoza
crea –o le hagan creer- que la única manera de proteger de estos malandros al
primer emporio industrial de alimentos del país es haciendo eso. Nada más
alejado de la realidad, es todo lo contrario. Al momento del escamoteo de la
elección, inmediatamente lo perderá –o perderemos- todo. Si el régimen no se
apropiado todavía de Empresas Polar es porque no saben cómo se maneja eso, e
inmediatamente lo llevarían a la quiebra, como ya lo hicieron con PDVSA y el
resto a lo estas langostas le han puesto la mano. Y aquí estamos hablando de la
mayor porcentaje de la comida de la gente que se todavía se produce en el país.
Sin embargo están esperando que Mendoza cometa ese error.
Lorenzo Mendoza, al igual que el
actual Rey de España, fue formado y especialmente diseñado desde niño para
manejar el negocio familiar. La madre de Lorenzo, Leonor Giménez de Mendoza, se
lo entrego después de su educación, e inmediatamente el heredero lo elevo a
niveles no vistos anteriormente, al punto de producir el 4% del PIB del país
(ver Lorenzo Mendoza en https://es.wikipedia.org/wiki/Lorenzo_Mendoza).
Eso es lo que muy difícilmente entiende el común de la gente que pide a gritos a
Lorenzo Presidente.
Nadie podría hacer el trabajo que
Mendoza hace en Empresas Polar, pero cualquiera podría realizar en Venezuela el
de Presidente de la República, hasta un chofer de autobús. Sin embargo los
politiqueros de República Dominicana aspiran sobrevivir a costillas de reventar
la principal industria de alimentos del país, conjuntamente con su dueño. De
concretarse esa jugada de laboratorio, a diferencia de lo que la mayoría
piense, el perdedor no será Lorenzo Mendoza, seremos todos los que vivimos aquí,
porque al final de esa locura del próximo “salvador la patria” habrá mucho menos
comida en la mesa del venezolano. Por favor, ya basta de salvadores…
Caracas, 16 de Diciembre de 2017
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana