martes, 26 de julio de 2022

Presidente Guaidó, Maduro es simplemente un tirano

Por Luis Manuel Aguana

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Tiene mucho sentido la campaña iniciada en las redes sociales por el Presidente Encargado Juan Guaidó, en un intento de calificar por el adjetivo correcto, y que le corresponde, a Nicolás Maduro Moros (ver campaña en Change.org, “No lo llames Presidente, llámalo Dictador”, en https://www.change.org/p/no-lo-llames-presidente-ll%C3%A1malo-dictador-jguaido-asambleave). Efectivamente, a Maduro no se le puede llamar Presidente de la República, de acuerdo a los hechos ocurridos alrededor de su acceso al poder de manera ilegítima, que hemos presenciado todos los venezolanos a partir de 2018, razón por la cual no es reconocido por nosotros, ni por la mayoría de países que componen la Comunidad Internacional.

Sin embargo, Maduro tampoco es dictador, tanto por la definición clásica, como en la moderna. De acuerdo a la definición clásica, “Un dictador era un magistrado de la República romana al que se le confería la plena autoridad del Estado para hacer frente a una emergencia militar o para emprender una tarea específica de carácter excepcional” (ver Dictador (Antigua Roma), en https://es.wikipedia.org/wiki/Dictador_(Antigua_Roma)).

Según esta definición, ningún poder colegiado o Parlamento legítimo se ha reunido para conferirle poderes dictatoriales a Nicolás Maduro Moros, como si lo hizo el Senado romano varias veces, hasta la eliminación de la figura tras la muerte de Julio César. Esta definición se corresponde con la tercera acepción del DRAE de la palabra dictador: “3. m. Entre los antiguos romanos, magistrado supremo y temporal, que se nombraba en tiempos de peligro para la república” (ver DRAE, Dictador, en https://dle.rae.es/dictador?m=form).

Tal vez el caso más cercano de nuestra historia latinoamericana que asemeja a esa definición clásica de dictador, se corresponde a la dictadura de El Libertador en 1824 en Perú, cuando el Congreso peruano, mediante Decreto, lo designa dictador en 1824: “Considerando...que sólo un poder dictatorial depositado en una mano fuerte, capaz de hacer la guerra, cual corresponde a la tenaz obstinación de los enemigos de nuestra independencia, puede llenar los ardientes votos de la representación nacional...Decreta: La suprema autoridad política y militar de la República queda concentrada en el Libertador Simón Bolívar” (ver Congreso del Perú, 17 de febrero de 1824, Decreto disponiendo que el Libertador Simón Bolívar asuma la suprema autoridad política y militar de la República, en https://www.congreso.gob.pe/Docs/participacion/museo/congreso/files/mensajes/1822-1840/mensaje-1824-1.pdf).

La definición moderna de dictador, establecida en el DRAE, no es lo suficientemente amplia para definir el caso de Maduro. Allí en las dos primeras acepciones se define dictador como: 1. m. y f. En la época moderna, persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica.” “2. m. y f. Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás”.

En Venezuela, Nicolás Maduro Moros no se arrogó ni recibió todos los poderes políticos (1ra acepción), y ha ido muchísimo más allá de abusar de su autoridad (2da. acepción). El poder lo usurpó a la fuerza, obteniéndolo  mediante un fraude a la Constitución, por lo que la definición de tirano, en sus dos acepciones, se ajusta más extensamente a su caso y la situación de los Derechos Humanos en Venezuela.

El DRAE define tirano como: “1. adj. Dicho de una persona: Que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad. U. t. c. s.” y “2. adj. Dicho de una persona: Que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que, simplemente, del que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario. U. t. c. s.” (ver tirano, en https://dle.rae.es/tirano?m=form).

En este caso, los hechos demuestran que el usurpador Nicolás Maduro Moros ha obtenido contra derecho el gobierno de Venezuela, rigiéndolo especialmente sin justicia y a la medida de su voluntad (1ra. acepción). Por otro lado, ha abusado e impuesto ese poder y superioridad obtenida ilegítimamente, en grado extraordinario (2da. acepción), al punto de provocar un éxodo masivo de la población, encarcelamiento y torturas, tanto a civiles como militares, para su sostenimiento en el poder. Eso excede de largo la definición moderna de dictadura, por lo que la petición del Presidente Encargado de llamar dictador a Nicolás Maduro Moros se queda corta y no se ajusta a la actual realidad política de Venezuela.

La costumbre de llamar dictaduras a aquellos gobiernos que no han nacido del voto popular se encuentra enraizada en nuestros países desde hace mucho tiempo. Yo mismo he usado erróneamente ese término de manera corriente en mis notas, pero es un error y hay que precisarlo en su justa medida. Al final, todo se reduce a que esos gobiernos se sostienen mediante el uso de la fuerza, con el apoyo de las armas que los ciudadanos una vez confiaron a sus Fuerzas Armadas, y de allí que simplemente les llamemos dictaduras, cuando la definición correcta es tiranía, que es el gobierno ejercido por un tirano (ver Tiranía, en DRAE, en https://dle.rae.es/tiran%C3%ADa?m=form). Es el cómo se aplica a la población esa fuerza por parte de los delincuentes que ejercen el poder, lo que hace la diferencia. Las palabras y precisión en el lenguaje son importantes, como lo indica el Presidente Encargado en su petición:

“…No lo llames “mandatario”, ¡llámalo dictador!

Llamar a Maduro “mandatario” es un eufemismo que se aleja de la meta principal del periodismo: la búsqueda de la verdad.”

Pero Nicolás Maduro Moros tampoco es un “mandatario”, porque no ha recibido el MANDATO del pueblo en elecciones justas, libres y verificables, para ejercer como Presidente de la República. En este contexto, donde Maduro por ningún lado calza las definiciones corrientes, si el Presidente Encargado y los venezolanos desean precisar el lenguaje, y ajustarse a la dolorosa realidad, conservando la verdad histórica de nuestro país, simplemente llámenlo tirano

Caracas, 26 de Julio de 2022

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jueves, 21 de julio de 2022

Las horas contadas del nuevo gomecismo

Por Luis Manuel Aguana

English versión

“Los que han sido educados bajo la férula militar sucumben a la psicosis de una orden, como fuerza irresistible”

Stefan Zweig

Hoy más que nunca, los venezolanos necesitamos revisar dentro de nosotros mismos, y en nuestra manera de actuar como sociedad, escudriñando dentro de nuestro pasado, cuáles sucesos nos pueden ayudar a encontrar las respuestas de lo que nos pasa, y estimar –así sea en líneas gruesas- lo que vendrá. Eso se hace más patente en el orden político, porque el comportamiento de quienes se han sucedido una y otra vez en el poder no deja de repetirse una y otra vez, siguiendo algún patrón de comportamiento. Y que mejor manera de hacerlo que revisar en nuestra  historia de periodos disruptivos, que han representado cambios importantes para la vida del país, y que en una sucesión de eventos nos ha traído a este punto crucial donde se debate el futuro de Venezuela.

Lo que sigue es parte de la descripción que hace Rómulo Betancourt, de su primera reunión con los militares con los que posteriormente se uniría Acción Democrática para desplazar del poder el 18 de octubre de 1945, al gobierno encabezado por Isaías Medina Angarita:

“Roto el hielo -después de apagarse los ecos de la vagarosa oración perezjimeniana- conocimos detalles más concretos y precisos. Otros de los asistentes nos pintaron el cuadro de un Ejército donde no se habían realizado ni siquiera las modificaciones superficiales introducidas en la administración civil, a partir de 1936. Los métodos arbitrarios de los días de Gómez para la conducción de las Fuerzas Armadas, y la selección de Jefes y Oficiales, seguían vivos y actuantes. Y en cuanto a las finalidades mismas de la organización formada por los oficiales jóvenes del Ejército, con el nombre de “Unión Patriótica Militar”, estaban definidas en el acta por ellos suscrita. Allí declaraban de que “era hora de acabar para siempre con la incompetencia, el peculado y la mala fe que presiden los actos de nuestros gobiernos”; invocaban “la responsabilidad histórica que reclama el momento, a las juventudes del mundo”, y hacían profesión de fe democrática “declarando enfáticamente que no defendían intereses personales ni de clase y que propiciaban la formación de un Gobierno que tenga por base  el voto universal y directo de la ciudadanía venezolana, una reforma de la Constitución que sea asimismo expresión de la voluntad nacional y la creación de un Ejército verdaderamente profesional” (1) (Pág. 225).

Y más allá sigue a continuación Betancourt: “Teníamos firmes convicciones civilistas y rechazábamos por arraigadas normas doctrinarias toda clase de intervención del Ejército en la vida política del país. Pero el desarrollo dinámico de nuestra propia acción agitativa de consignas apasionadamente sentidas por el pueblo nos condujo al contacto con un numeroso grupo militar, contacto que ya se ha visto fue por ellos solicitado y por nosotros recibido por sorpresa, porque nunca pudimos imaginar que fuese tan débil el arraigo en las fuerzas armadas de un régimen jefaturado por Generales-Presidentes(1) (Pág. 226)(resaltado nuestro).

Podría resultar sorpresivo para un gran número de venezolanos poco aficionados de la historia, que los adecos -de acuerdo al relato de Betancourt- no buscaran a los militares para derrocar al gobierno antes de ese contacto realizado en la casa  del Dr. Edmundo Fernández en la noche del 6 de julio de 1945. Esto se confirma en una nota publicada relativa a la historia de conformación de la Unión Patriótica Militar, donde se indica: “Después de algunas consideraciones, los conjurados militares llegaron a la unánime conclusión que lo más conveniente era procurar asociarse con el partido Acción Democrática, dirigido por los famosos escritores Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco y cuyo secretario general, Rómulo Betancourt, tenía prestigio de aguerrido luchador revolucionario, miembro de la generación de estudiantes que en 1928 se habían alzado en contra de Gómez, y cuyos artículos diarios en El País eran leídos por ellos. Para establecer relación con Acción Democrática, se decidió que el teniente Francisco Gutiérrez hiciera contacto con su amigo Luis Beltrán Prieto Figueroa, y el teniente Horacio López Conde buscaría concertar una reunión con Rómulo Betancourt” (ver La Unión Patriótica Militar, su papel protagónico en el golpe 18 de octubre de 1945, en http://elfarodigital68.blogspot.com/2018/07/la-union-militar-patriotica.html).

De lo anterior se puede deducir entonces, que la iniciativa para el desplazamiento del poder del gobierno encabezado por Medina, no fue de los civiles sino de los militares, y que ante intereses comunes del momento histórico, decidieron emprender las acciones comunes necesarias para llegar a ese objetivo. Y no deja de llamar la atención las razones que aducen los militares para dar ese paso en su reunión con Betancourt: “un Ejército donde no se habían realizado ni siquiera las modificaciones superficiales introducidas en la administración civil...”, “Los métodos arbitrarios de los días de Gómez para la conducción de las Fuerzas Armadas…”,”la selección de Jefes y Oficiales…”, “acabar para siempre con la incompetencia, el peculado y la mala fe que presiden los actos de nuestros gobiernos”. ¿Les parece conocido? Por supuesto también éstas y otras razones adicionales fueron esgrimidas por los mismos militares para desplazar el gobierno, esta vez electo por el voto popular, de Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948.

Mucho se ha escrito en relación con ambos momentos históricos, pero a mi juicio lo que se desprende de allí es la interrogante de quien uso a quien, y cuál terminó siendo el resultado neto de algo que partió de lo militar con resultados importantes para el país en lo civil, como lo fue el proceso Constituyente de 1946-1947. En otras palabras estamos hablando DEL MISMO PROCESO cívico-militar que comienza en 1945, pero con dos hitos, uno civil y otro militar.

Por un lado, se logra un avance importantísimo en lo civil, reflejado en el sufragio universal directo y secreto, y otras importantes mejoras en los derechos civiles de los venezolanos, establecidos en la Constitución de 1947, que aunque fueron opacadas por el golpe de 1948, ya eran unas conquistas logradas y pendientes de recuperación 10 años después.

Los militares lograron por su parte, después de octubre 1945, una mejora importante en sus condiciones tal y como lo exigía la Unión Patriótica Militar, siendo un primer paso la situación social de los uniformados: “Aumentó en un 37%  los sueldos de los oficiales, en un 57% el de las tropas y en un 50% lo destinado a la alimentación de las mismas. Los suministros en productos de farmacia para la Sanidad Militar fueron aumentados en un 250%. Se destinaron 4 millones de bolívares como aporte del Estado para fortalecer la Caja de Previsión de las Fuerzas Armadas, la cual solo había recibido desde su fundación el aporte único de un millón de bolívares”. (1)(Pág. 551).

Señala Betancourt: “Demostramos visible interés en el mejoramiento profesional y técnico de las Fuerzas Armadas, pero les reconocíamos solo la función que les asignan los ordenamientos legales democráticos: la de institución de carácter profesional y técnico, subordinada al Poder Ejecutivo, sustraída a toda injerencia en la forma como se orientara la gestión política y administrativa. Actitud está enraizada en la más ortodoxa tradición bolivariana. Es del Libertador aquella frase que resume toda una doctrina de permanente vigencia: “Desgraciado el pueblo donde el hombre armado delibera”. (1) (Pag.552) (resaltado nuestro).

Y ciertamente, como rescata mi estimado amigo Alfredo Coronil Hartmann, del General Roberto Vargas a Betancourt en Ortiz: “… El 18 de octubre de 1945, fue el día en que realmente murió Juan Vicente Gómez”, en alusión a la eliminación de las reminiscencias del gomecismo en lo político y en lo militar (ver Alfredo Coronil Hartmann, 18 de octubre de 1945, en https://pararescatarelporvenir.wordpress.com/2019/10/21/el-18-de-octubre-de-1945-por-alfredo-coronil-hartmann-para-rescatar-el-porvenir/). Los militares, con una acertada conducción política, en un proceso que está lejos todavía de terminar, en esa época movieron hacia adelante el reloj de la historia de Venezuela.

Estuvo claro, incluso a pesar del golpe de 1948, que el país se había movido hacia otra era. Sin embargo, en aquella época 10 años fueron más que suficientes para macerar el regreso de la civilidad al país. Y sin entrar en el detalle de los sucesos militares que dieron origen a la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez en 1958, no cabe duda que de nuevo se dio curso a la unión de intereses comunes entre militares y civiles, como en 1945, para engendrar el período más largo de paz y crecimiento político, económico y social de la historia de Venezuela.

Otra vez la historia nos coloca en el medio de un nuevo gomecismo retrógrado, mucho peor que el de 1945, que animó a jóvenes militares a motorizar, un cambio que requirió de muchos períodos de convulsión política antes de estabilizarse. Y lo que sucede ahora en las Fuerzas Armadas es de lejos mucho peor que lo que ameritó el cambio político de 1945. Existirán, como antes, las ambiciones de civiles y militares que hagan abortar o retrasar los intentos de levantar la cabeza en la búsqueda de la estabilidad política. Sin embargo, lo importante es entender el proceso. Dense cuenta de que la frase del Libertador citada por Rómulo Betancourt, no tuvo vigencia real, sino 10 años luego de 1948.

Los militares, por su estructura y formación, responden a la frase de Stefan Zweig, citada al comienzo, debido a algo que les inculcan desde el principio en la médula de sus huesos: en la institución armada hay un superior que manda y un subordinado que obedece, y punto. De allí que la reunión con Betancourt del 6 de julio de 1945, quien llevara la voz cantante fuera Marcos Pérez Jiménez, así como quien presidiera la Junta Militar del golpe de 1948 fuera Carlos Delgado Chalbaud, para luego ser asesinado por las ambiciones de Pérez Jiménez porque nunca iba a poder imponerse de otra manera. Por esa misma razón, el comandante de la guarnición de Maracay, Tcnel. José Manuel Gámez Arellano, no atiende la defensa del gobierno legítimo de Gallegos, poniendo presos a quienes lo buscaron para organizar un nuevo gobierno encabezado por el Presidente del Senado Valmore Rodríguez, acatando las órdenes de los insurrectos desde el Ministerio de la Defensa. Obedecer las órdenes sin preguntar, aun cuando no provengan de una autoridad legítima. Hay que entender eso muy bien, porque de eso tenemos mucho en nuestra historia, pasada y presente.

En algún momento, -espero que sea pronto- después de 22 años de este nuevo gomecismo retrógrado, se repetirá el proceso, con nuevos actores civiles y militares, simplemente porque la historia reincide permanentemente cuando los actores no han aprendido de ella. El país no está bien y eso lo saben tanto los civiles y militares. Ojalá que las horas estén contadas para que la historia purgue de nuevo el sistema, no solo para restaurar a unas verdaderas Fuerzas Armadas en su rol original donde el Libertador las colocó, sino para restituir la institucionalidad y los derechos de un país, tal y como se hizo en 1946-1947 a través de un proceso Constituyente, reponiendo así los valores de libertad y cambio democrático que los venezolanos necesitamos urgentemente.

Caracas, 21 de Julio de 2022

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(1)   Rómulo Betancourt, Venezuela Política y Petróleo, Obras Selectas, Primera Edición 1978 en Ed. Seix Barral, S.A., ISBN 84-322-9513-2