Por Luis Manuel Aguana
Siempre he señalado en mis notas, que las opiniones que expongo en este blog son las mías, no las de las organizaciones a las que pertenezco, o más bien en las que hago causa común con destacados venezolanos, a los que me uní en algún momento para empujar ideas comunes o un proyecto que consideramos importante para el futuro de Venezuela. La aclaratoria es válida, por lo que voy a decir a continuación.
Cuando digo el futuro de Venezuela, me estoy refiriendo al de su juventud, de quienes serán los que construyan sobre los escombros que nos deje esta tiranía, porque a estas alturas no lo puedo decir por mí, ni por quienes hemos invertido nuestros últimos años productivos luchando en contra de la destrucción que han hecho de nuestro país. Llevo en la práctica 20 años dedicados a las luchas de la sociedad civil –desde 2002- cuando, siendo alto ejecutivo de una empresa del Estado, fui despedido por razones políticas. Nunca había sido despedido de ningún lugar porque, sin falsas modestias, siempre fui, si no el mejor, uno de los mejores en lo que hacía.
Siempre he comentado que en lo personal soy un ejecutivo entrenado (estudié también para eso) y en tal condición he creído que quien se haga cargo de este país no solo puede ser un individuo cargado de buenas intenciones. Tiene que saber hacer algo muy bien, no solo en su campo, sino en la vida. Tiene que ser un profesional calificado y haber tenido un trabajo en cualquier área –a mi juicio por lo menos 20 años continuos- y haber tenido jefes que lo hayan supervisado, y de preferencia, haber alguna vez en su vida pagado una nómina propia, porque eso da la perspectiva real de una responsabilidad sobre otros, ya que en el peor de los casos, si las cosas van mal, debes sacarlo de tus propios bolsillos.
Fue en esos 20 años, cuando por vez primera conocí personalmente a un político, más allá de verlo por televisión como todo el mundo, he ido separando la paja del trigo, tratando de entender las motivaciones que los mueven. Y en todos los casos, invariablemente, siempre mostraron, por el lado de afuera, un interés por lo que nos pase a los venezolanos. Y es claro que en la práctica no resulta así, lo que hace que debas mirar muy de cerca antes de confiar en nadie, porque en la práctica se cumple, en la gran mayoría de ellos, que lo que buscan es posicionarse por encima de todos y de todo, en una posición de poder.
¡Pero cuidado! Una vez que lo tiene, lo que lo guía para aplicarlo mal, regular o bien dependerá de su propio cuadro de valores personales (en casi todos los casos desconocidos) y de su disposición (no comprobada) a desear el bienestar de otros, y no a disfrutar para sí mismo de lo que viene con ese poder (siempre a comprobar). Esto sin contar si, como dije antes, sabe hacer algo que en su experiencia pueda exitosamente aplicar a esa labor.
Nada fácil, ¿verdad? Si metemos a todos los políticos que conocemos actualmente (claro está, con sus siempre contadas excepciones) en una licuadora, difícilmente tendremos una calidad mínima que asemeje en algo la de aquellos que fundaron lo que hoy llamamos “nuestra nacionalidad”. Eso me causó mucha tristeza al conocerlos más de cerca, e hizo afianzarme en un universo más amplio como el de la sociedad civil, que como sabemos, también tiene sus propias dificultades.
En esta situación de inversión de valores personales y republicanos, mal podríamos “escoger” para que “nos represente” a un político actual por la etiqueta que presentan, como pretenden hacerlo en la oposición oficial, en un proceso de “primarias”, y menos aún si se trata de un reducido número de personas, conocidas solo por sus declaraciones públicas, golpes de pecho por el país, o porque simplemente son promovidos por unos partidos que perdieron toda la credibilidad ante los venezolanos.
En este punto, los rabiosos acusadores de la “anti política” deben estar friéndome en un sartén. Y ese es el problema. En Venezuela ya se perdió el concepto de política. La palabra excelsa de los clásicos que vincula las relaciones de poder entre los individuos, y que apunta a la genuina preocupación por otros, como bien indicaba Savater, ya no existe en la Venezuela del régimen. Llegó el punto grave en que nadie –y menos estos pseudo políticos- se preocupan por otro que no sea ellos mismos. Les dimos el mandato en una Consulta Popular en diciembre de 2020 de acabar con la usurpación, y ahora, a quien le encargamos la principal responsabilidad de esa tarea, se va a medir en primarias para unas elecciones con un régimen que una vez desconoció. ¡Joder!, dirían los españoles…
Entonces la cosa es grave, compleja y muy profunda. Y en el medio del camino, algunos más vivos, buscando ganancia de río revuelto, tratan de involucrar personalidades consideradas honorables para que se constituyan en una Comisión Electoral de primarias, como para que la gente diga que ese proceso será limpio, en una suerte de revestimiento moral para aquellos que serían electos. En otras palabras, si estos que son considerados honorables, se prestan para ese proceso, que ya de por sí tiene un olor nauseabundo, entonces los precandidatos deberán ser “honorables” también. Mala transitividad…
A estas alturas los supuestos integrantes de la Comisión Electoral propuesta para esas primarias deberían estar desmarcándose de ese despropósito electorero, salvo que sean lamentablemente parte de la estafa, por lo que claramente no calificarían como honorables. Pero lo grave del ardid no es haberse adelantado a asomar algún nombre honorable. No. Lo grave es tratar de cubrir con eso la debilidad intrínseca de un proceso que no se sostiene, porque insiste en atribuirse la representación de los venezolanos, cuando los partidos, y en especial los opositores, dejaron de tenerla. De acuerdo al Estudio CATI Verdad Venezuela del 20 al 22 de agosto de 2022, de la Encuestadora MEGANÁLISIS, solo el 3,5% de los venezolanos milita en algún partido político de la oposición, el 6,1% milita en el partido del régimen, dejando el 90,4% independiente (ver Encuesta Meganálisis, agosto de 2022, en https://t.co/cSd3BVdBHo).
No puede ser que más del 90% de los venezolanos le den la espalda a quienes dicen hacer política. Al no existir esa conexión, entonces no están haciendo política, sino otra cosa muy diferente y los ciudadanos lo perciben muy claramente. Lo que resta entonces es convocar a todos los venezolanos a recuperar la política, rescatar la representación que implica la política a través de los partidos, a reinstitucionalizar la República. En otras palabras, a REFUNDAR LA NACIÓN. Y eso es lo que intento permanentemente transmitirles a los venezolanos. No es posible seguir transitando una vía electoral porque para que eso sea posible se requiere que exista, en su mejor acepción, la política, los políticos y los partidos con P mayúscula, y estos, como hemos visto y medido, ya desaparecieron de Venezuela. Y cuando eso pasa hay que comenzar todo desde cero. En consecuencia, es hora de convocar al Constituyente…
Caracas, 22 de septiembre de 2022
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