Por Luis Manuel Aguana
Me refiero a la vocación
por el Poder Político. No se puede cambiar nada en un país si no se tiene una.
Pero esta debe ser justa, dosificada y sobre todo oportuna. Muchas iniciativas
han quedado solo en buenas intenciones, o bien porque han sido conducidas por
excesivas ambiciones de Poder o bien por todo lo contrario, por la falta de una
sana y efectiva vocación hacia el Poder.
El Poder es algo que
deslumbra. Quien lo ha tenido, quiere volverlo a tener -¡y que lo digan todos
los que fueron gobierno en la MUD!- incluso para no cambiar nada, solo por
disfrutar de sus mieles. Y quien no lo ha tenido, debe comprender que si eso no
se tiene no se llegara a nunca a tener la oportunidad de cambiar lo que se debe
cambiar.
Entonces, aquí estamos
hablando del balance de un ingrediente activo necesario pero no suficiente para
provocar los cambios que se necesitan, pero que debe ser usado como la
nitroglicerina, en gotas. ¿Y porque no es suficiente? Porque si se tiene la vocación
de Poder pero no se sabe qué hacer cuando se consigue, pasa lo que paso en
1998. Se llego al Poder sin saber qué hacer cuando se tuviera, por más que
luego lo dijeran, sin un plan claro de qué hacer al llegar, si nos atenemos a
los resultados actuales. Eso sin contar con que tal vez si se tuvieron pero
retorcidos y castro-comunistas. Pero eso es otra historia.
Hugo Chávez asaltó el
Poder por la vía de los votos y expulsó a quienes lo detentaban. Y cuando
afirmo que lo asaltó, fue por que barrió institucionalmente todo lo viejo con
una nueva Constitución. Pero aquellos quienes estaban disfrutándolo desde hacía
40 años tenían un equilibrio. Escaso pero lo tenían. Las instituciones mal que
bien funcionaban en un equilibrio precario con estructuras todavía en estado de
desarrollo embrionario. Le fue muy fácil al nuevo detentador del Poder destruir
lo que había para instaurar “otra institucionalidad”.
Pero esa “otra institucionalidad”
no acaba de funcionar. Ni funciona con la vieja. No puede. Han sido vanos los
intentos de desarrollar una nueva “institucionalidad” basada en un sistema que
es peor que el viejo que estaba en estado embrionario, pero que si funcionaba aún
con un equilibrio escaso. Ahora nos encontramos en el peor de los mundos: el
nuevo Poder destruyó la poca institucionalidad que había pero no ha sabido
construir nada nuevo que sustituya la anterior con eficacia.
Entonces ese Poder
utilizado para destruir, con mucha ignorancia y desconocimiento de los escasos
equilibrios que existían antes, ha resultado muy dañino para todos. Y si le
agregamos que la destrucción de 17 años ha sido premeditada y exitosamente
ejecutada para instaurar un sistema político contrario a nuestros valores
democráticos, la situación se agrava a niveles espeluznantes.
Entonces el Poder en manos
ignorantes –y en este caso criminales- es una amenaza. ¿Recuerdan aquella frase
del Libertador “el talento sin probidad
es un azote”? Algo de eso podría aplicarse al Poder pero con consecuencias aun más
destructivas y devastadoras.
Pero si por el contrario, supóngase
que se sabe lo que hay que hacer pero se considera que el Poder no es sino una
variable más de un desarrollo ulterior de planes en beneficio del país, pero sin
la vocación necesaria para alcanzar el Poder. Entonces, en ese caso, el fracaso
es el mismo, solo que la aspiración por el cambio muere antes, sin siquiera
llegarse a concretar el acceso al Poder. Sin vocación de Poder no se llega a
tener el Poder para cambiar las cosas.
Menudo juego de palabras.
La sociedad civil no es,
en esencia, la llamada a asumir posiciones de Poder. Ese rol le corresponde en
una sociedad al liderazgo político, a los partidos. A la sociedad civil le
corresponde el rol de la contraloría social y de válvula de control de los
excesos del Poder Político. Por más que podamos definir como sociedad civil qué
es lo que se debe hacer e incluso cómo se debe hacer, es a quienes llegan al
Poder los que les corresponde poner en práctica los planes y programas para
conducir un país. Y para llegar allí se requiere tener una clara vocación por
el Poder.
Visto el razonamiento
desde esa perspectiva, estamos en un grave problema. Los que tienen la vocación
por el Poder –los políticos de los partidos-, estos precarios que tenemos, han
perdido la brújula, y no solo quieren llegar a él para poner en marcha algo,
que de acuerdo a lo que esa misma dirigencia indica, es lo mismo que en esencia
había antes de 1998, sino para continuar en lo mismo que intentamos cambiar. Y
aquellos que de alguna manera hemos puesto sobre la mesa propuestas de cambio
radical del sistema político con el fin de entrar a una nueva modernidad en el
siglo XXI, a través del cambio constitucional necesario que hemos propuesto en
el Proyecto País Venezuela, las estamos haciendo desde la acera de una sociedad
civil, que en “teoría” no tiene –ni debería tener- vocación por el Poder…Menudo
problema.
Entonces
debemos forzosamente entrar en el campo de las redefiniciones. O eres parte de
una sociedad civil proponente de cambios dirigidos en esencia a convencer de
ellos a algún liderazgo político con vocación de Poder, o asumes la condición política
necesaria para llevarlos a cabo. O eres una cosa o eres otra…Y es muy fácil deslizarse
en esa línea muy tenue e imprecisa, y no voy aquí a dar una respuesta a esa
disyuntiva. Queda en cada uno de nosotros la respuesta.
Pero lo que si
diré aquí es que tenemos que tener claro que los cambios constitucionales propuestos
en el Proyecto País Venezuela y que estamos proponiendo desde una tribuna de la
sociedad civil son profundamente políticos -con P mayúscula-, y requieren de que
existan movimientos políticos soportándolos para ponerlos en funcionamiento. Y más
aun, de liderazgos políticos con una clara vocación de Poder que los comprendan,
los asuman y los lleven a cabo. De otra manera solo serán material para
disquisiciones teóricas y discusiones de foros y restaurantes.
Desde la
Alianza Nacional Constituyente (http://ancoficial.blogspot.com/)
–tribuna de la sociedad civil- estamos haciendo contacto con muchas personas,
algunas de ellas dirigentes políticos de muchas tendencias pero con el mismo
deseo de cambiar a Venezuela. Aquellos que no son lo que tradicionalmente
llamamos “políticos” tendrán que transformarse en una nueva generación de
dirigentes que asuman este cambio político que reclama a gritos Venezuela, no
queda otra, así a algunos no les guste…Y no estoy hablando de política partidista
sino de aquella que cambia países.
En cada Junta
Activadora del Poder Constituyente Originario en cada rincón de Venezuela se
deberá gestar la nueva generación de políticos que con una clara vocación de
Poder tendrán que generar los cambios que el país requiere. Primero como candidatos
a Constituyentistas para una nueva Asamblea Nacional Constituyente para
defender la legítima aspiración de sus regiones, y que tendrá tarde o temprano convocarse,
para luego defender los cambios constitucionales que necesita el país en esa
Asamblea. No les estamos pidiendo algo fácil, es dificilísimo. Pero esa es la
responsabilidad que conlleva el Poder. Y en este caso, el Poder para cambiarle
el futuro a Venezuela…
Caracas,
2 de Julio de 2016
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana