sábado, 23 de diciembre de 2017

Duras Navidades 2017

Por Luis Manuel Aguana

Tal vez pueda no pecar de exagerado si afirmo que estas Navidades has sido las más duras que se han vivido jamás en Venezuela desde que somos República. Hoy con la pensión completa de un mes, los viejitos de este país no comprarían ni un kilo completo de pollo o queso. Pero eso, aunque ustedes no lo crean y lejos de lo que puedan pensar, no es lo más grave.

El régimen, al ir poco a poco destruyendo el producto del trabajo de todos nosotros, ha creado una percepción de tristeza en el espíritu de la gente. ¿Y porque digo una percepción? Porque cuando las cosas van mal los seres humanos naturalmente entristecemos producto de una decisión consciente. Normal e instintivamente buscamos culpables, y en este caso, muy justificadamente, se la endilgamos al régimen que nos desgobierna. Pero esa emoción sale de una condición que como seres humanos producimos y la hacemos realidad porque la percepción de esa destrucción es realidad…

Y ustedes dirán ¿no es una realidad que el régimen ha destruido todo lo que teníamos? Qué haya destruido la moneda, nuestra principal industria y gallina de los huevos de oro PDVSA, la producción de alimentos y medicinas, la democracia, la libertad, el país… ¿es acaso eso una percepción? No, no lo es. Pero, nadie puede influir sobre tus reacciones si tú no lo dejas. Y esa tristeza es lo que nosotros decidimos lamentablemente sentir ante esa agresión. Todos nos hemos dejado influir negativamente por las acciones de unos delincuentes. Y tal vez eso ha ocasionado que nuestras equivocaciones se hayan multiplicado. Por eso digo que lo más grave no es lo que el régimen nos ha hecho sino las respuestas que nosotros hemos decidido dar por lo que nos han hecho, entre ellas esa tristeza paralizante, generadora de rabias, frustraciones y equivocaciones. Tal vez sea hora de cambiar eso.

Nelson Mandela fue encerrado en Sudáfrica 27 años por conspiración. Al salir su actitud pudo haber sido la de un odio feroz en contra de un régimen segregacionista, dedicándose a levantar el país en contra de la minoría blanca. Mandela no fue un ser humano excepcional porque que no haya sentido alguna vez algo en contra de aquellos que lo maltrataron y lo encerraron gran parte de su vida, sino porque pudo dominar conscientemente esas emociones y hacer activamente algo positivo con ellas. Su actitud como dirigente político fue lograr la reconciliación nacional como objetivo de su presidencia: “durante su gobierno enfatizó en el perdón y la reconciliación, ya que —según él mismo aseveraba— los «valientes no temen al perdón, si esto ayuda a fomentar la paz»” (ver Nelson Mandela, en https://es.wikipedia.org/wiki/Nelson_Mandela).

Asimismo, Mahatma Gandhi, luego de graduarse de abogado en Londres, a la que consideraba “cuna de filósofos y poetas, el centro de la civilización”, decidió aceptar un contrato de trabajo en Sudáfrica donde “se interesó por la situación de los 150.000 compatriotas que residían ahí, luchando contra las leyes que discriminaban a los indios en Sudáfrica mediante la resistencia pasiva y la desobediencia civil…cuando se terminó su contrato, se preparó para volver a la India. En la fiesta de despedida en su honor en Durban, hojeando un periódico se informó de que se estaba elaborando una ley en la Asamblea Legislativa de Natal para negar el voto a los indios. Pospuso su regreso a la India y se dedicó a la tarea de elaborar diversas peticiones, tanto a la asamblea de Natal como al gobierno británico, tratando de evitar que dicha ley fuese aprobada.” (ver Mahatma Ghandi, en https://es.wikipedia.org/wiki/Mahatma_Gandhi).

La actitud de estos personajes ante su situación de vida hizo la diferencia. Mandela porque decidió no odiar y reconciliarse con sus enemigos y Gandhi porque decidió el servicio a favor de otros y protegerlos ante los abusos, abandonando su condición de profesional privilegiado. Eso fue lo que los hizo diferentes y sobresalientes. No decidieron por lo que hicieron otros, decidieron sobre sí mismos que actitud anteponer al otro. Una diferencia fundamental que se traduce en trasladar el problema al  verdadero protagonista: Usted.

Si el régimen nos está haciendo la vida imposible, ¿qué es lo que activamente haremos para evitarlo, o mejor aún, para revertirlo? ¿Nos quedaremos con lo que decidan quienes en la oposición oficial se han dedicado a entregar el país? ¿O cada venezolano decidirá en su entorno inmediato su manera de reaccionar –cualquiera que esta sea- ante lo que está sucediendo? La tristeza, la depresión y la parálisis no pueden ser una opción porque ahora haya menos o nada que poner en la mesa de Navidad. He sido testigo en mis recorridos por Venezuela que quienes menos tienen son los que primero comparten generosamente contigo su alimento aún sin conocerte. Eso no se ve en muchas partes del mundo. Nuestro gentilicio es único. Por eso no cambiaria nunca este país por otro.

Y tal vez esta Navidad sea diferente por eso. Dios nos puso a picar en muchos pedazos el poco pan que tenemos y compartirlo porque otro no tiene para comer. Un carpintero recorrió kilómetros con su mujer embarazada un 24 de Diciembre sin conseguir albergue porque no tenía con qué refugiarse, terminando en un establo por la caridad de su dueño. Creo que los venezolanos estamos ahora mismo en un predicamento semejante: una extrema pobreza en medio de la más desesperada situación. Y yo me pregunto: ¿cuál será la actitud? ¿La de dejarse vencer por las circunstancias adversas o perseverar hasta conseguir ese establo? La humanidad está llena de ejemplos donde esa sola decisión cambió el curso de la historia. Los casos de Mandela y Gandhi son un ejemplo de cómo una decisión de vida cambió la historia de dos países.

Hoy estamos contemplando la actitud de unos que decidieron entregarse a contravía de todo un país y están negociando ahora nuestro destino. ¿Y si finalmente entregan a Venezuela, lo haríamos también nosotros? No lo creo porque ellos con esa actitud dejaron de representar la aspiración de la mayoría que se pronunció el 16J. Además, la historia de Venezuela ha sido muy diferente a eso, en especial en las épocas más duras. Y con que uno solo de nosotros no se entregue, bastará para mantener encendida la esperanza de muchos.

Efectivamente las Navidades de 2017 resultarán muy duras. Pero no por las carencias materiales. Resultan duras porque los venezolanos nos veremos obligados a cambiar, a compartir y a disponer por nosotros mismos un nuevo rumbo para Venezuela, decidiendo qué actitud tomar ante una realidad a la que no se puede escapar. Es realmente una disyuntiva de vida pero también es un regalo, que si lo comprendemos en su profunda magnitud decidirá el futuro del país.

Sin embargo, solo así podremos desearnos entre nosotros una Feliz Navidad, porque si asumimos la actitud correcta, el resultado será el mismo de la noche de Belén en el medio de la más intensa incertidumbre: la Bendición de Dios Todopoderoso y su Espíritu Santo, que por el nacimiento de su Hijo en medio de la mayor pobreza les dio a quienes creyeron en El, el más valioso de todos los regalos: la salvación…

Reciban todos mis queridos lectores una Feliz Navidad 2017 y que Dios los bendiga.

Caracas, 23 de Diciembre de 2017

Twitter:@laguana

sábado, 16 de diciembre de 2017

Por favor, ya basta de salvadores

Por Luis Manuel Aguana

De nuevo la gente buscando un salvador de la patria. ¿Cuál será esa enfermedad, manía, tendencia, o terquedad de nuestro pueblo de tratar de encontrar a “alguien” que “nos salve” y resuelva los problemas? En enero de 2016 luego de investir a Henry Ramos Allup como nuevo Presidente de la Asamblea Nacional, Ramos se convirtió automáticamente en el jefe opositor y “salvador de la patria”. Todo tenía que ver con Ramos. Y de verdad asumió su papel de gallo de pelea al punto de utilizar su puesto para afianzar una candidatura presidencial.

Ahora la “responsabilidad” salvadora ha recaído sobre el empresario Lorenzo Mendoza. Es interesante abordar ese análisis porque utilizando ese “comodín”, el régimen -y su oposición miserable- ha encontrado una manera muy inteligente de convencer a la población de ir de nuevo al matadero electoral de Tiby –o quien haga sus veces si de verdad falleció- después de los acuerdos de Republica Dominicana.

Pero antes de examinar el caso particular de Mendoza, sería interesante abordar ese rasgo cultural tan intenso que nos hace seguir al siguiente “hombre a caballo”, como le decía tan acertadamente el poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco.

El caudillismo en Hispanoamérica y en especial el de Venezuela ha sido estudiado exhaustivamente por nuestros historiadores (ver El caudillismo (historiografía venezolana) en http://venezuelaysuhistoria.blogspot.com/2007/12/el-caudillismo-historiografa-venezolana.html?m=1): “Una primera aproximación a la historiografía sobre el caudillismo lo realizó el sociólogo e historiador Virgilio Tosta con su libro El caudillismo según once autores (1954), en el que explica las definiciones y las causas del fenómeno según autores principalmente del siglo XIX y principios del XX, e incluso señala en el prefacio su propio idea al respecto. Para Tosta los conflictos internos y el caudillismo es sinónimo, y dichos conflictos son productos de ambiciones personales que forjan “montoneras” (ejércitos privados) que luchan entre sí, generando el “caudillismo anárquico” que luego se transformará en el “caudillismo despótico”.” (resaltado nuestro). Podríamos indicar que viendo lo que pasa en Venezuela esa afirmación de Tosta se adecua a esta realidad: conflicto interno implica caudillismo.

Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936), principal soporte intelectual de la dictadura de Juan Vicente Gómez, elogió el carácter necesario del caudillo, indicando que “…la anarquía exige la subordinación a este tipo de jefaturas, que se basan más en las lealtades personales que en las leyes; y finalmente el jefe se convierte en el único capaz de lograr la unidad nacional…”. Todo un capítulo de su obra “Cesarismo Democrático” fue dedicado a lo que el llamó “El gendarme necesario”: “…es evidente que en casi todas estas naciones de Hispanoamérica, condenadas por causas complejas a una vida turbulenta, el Caudillo ha constituido la única fuerza de conservación social, realizándose aun el fenómeno que los hombres de ciencia señalan en las primeras etapas de integración de las sociedades: los jefes no se eligen sino se imponen.” (ver texto completo en “Cesarismo Democrático y otros textos” en https://tinyurl.com/yc9sz5q5).

Esta discusión acerca de la necesidad o no de “un jefe” se ha decantado hasta nuestros días. Todo el mundo en Venezuela busca desesperadamente un jefe. Lo buscaron con Hugo Chávez en 1998 y lo siguen buscando en 2017 al agudizarse la crisis y con cualquiera que se ponga al frente de esta lucha que está dando el pueblo de Venezuela. Y no hay dudas que en Venezuela hay esa anarquía, que exige, como bien indicara Vallenilla Lanz en su obra, a alguien que ponga orden.

Sin embargo, a contravía de lo que posiblemente sea nuestro devenir histórico y del cual posiblemente seamos prisioneros, creo que no estamos condenados a ese destino de un caudillo civil o militar que haga de “salvador de la patria”. La teoría del “buen tirano” de Vallenilla Lanz fue extraordinariamente bien rebatida desde Colombia por Eduardo Santos, dueño del periódico El Tiempo de Bogotá, en un brillante artículo publicado en 28 de diciembre de 1920:

“¿Es verdaderamente un tirano lo que estos países necesitan para prepararse a ocupar su puesto entre los grandes pueblos civilizados? Un examen imparcial de lo que somos y de lo que necesitamos probaría lo contrario. Estos pueblos de la América Latina, amenazados por la expansión de fuerzas colosales, no necesitan solo de oro, de inmigración, de comercio y agricultura, de caminos y de fábricas. Pueden conseguir todo eso por los caminos libres de la legalidad y es dudoso que el tirano se lo conceda en condiciones tolerantes, pero aun en el caso de que esa política materialista, impuesta por la mano de un dictador implacable, diera amplio desarrollo a las riquezas naturales del país, dejaría a sus hijos inermes ante peligros mucho peores que el de la miseria; no robustecería su espíritu, ni les formaría un alma colectiva; no vigorizaría ciertos factores morales indispensables para que un pueblo sea independiente y libre. Todo lo contrario: la opresión y el silencio, interrumpido solo por las voces aduladoras de los favoritos, deprimen el alma popular hasta convertirla en presa fácil; apagan toda luz de ideal, crean una atmosfera de servilismo y de cobardía moral dentro de la cual no podrá crecer nada sano, ni nada grande. “El hombre necesita para vivir de cierta cantidad de decoro, como de cierta cantidad de aire”, decía en una de sus frases lapidarias José Martí.” (resaltado nuestro) (ver texto completo en “Cesarismo Democrático y otros textos” en la dirección arriba indicada). ¡Extraordinaria respuesta que aún perdura en el tiempo!

Los partidos del estatus quo de todas las tendencias políticas en Venezuela han heredado esa manera de enfocar el problema de nuestro país: de acuerdo a su visión requerimos de liderazgos fuertes que nos saquen del problema cada vez que el país se pone ingobernable. Eduardo Santos lo resumió en una frase que demuestra el carácter cívico que ha diferenciado a los colombianos de nuestras debilidades militares: “Nuestro bastón presidencial no anda en las maletas de los soldados de fortuna... He ahí la síntesis de nuestra idiosincrasia, genuinamente democrática...”. ¡Qué verdad tan profunda encierran todavía esas palabras! Todavía nos falta aprender bastante de eso.

Después de esta breve explicación histórica acerca de cómo los venezolanos hemos manejado este problema, intentando encontrar a alguien que “nos salve”, no es difícil pensar que la solución que busquen los partidos ante el desprestigio monumental al que han llegado, es encontrar un “outsider” con credibilidad, y quien mejor que el empresario que más prestigio tiene en el país, aunado a la tendencia natural del venezolano de buscar a alguien que le resuelva los problemas, un nuevo “salvador de la patria”.

Y por supuesto, el régimen muerto de la risa por la imbecilidad de esta oposición mediocre. Sin haber modificado en un ápice el casino electoral –el CNE- y sin haber desmontado la Constituyente ilegal, Lorenzo Mendoza les daría la presencia en las urnas que requieren para sepultar lo que queda de país. ¿Quién diría que Maduro no le ganó en buena lid al “pelucón” Lorenzo Mendoza? Los millones que se presentarían a votar de nuevo, legitimarían el siguiente fraude rojo-rojito con las maquinitas de SmartMatic.

Es por eso que ya están montando el nuevo circo electoral-presidencial para principios o mediados del 2018, producto de los nuevos acuerdos del “dialogo” de República Dominicana. Lo único que podría impedir esa nueva trampa es que Mendoza se rehúse a participar en ella. Sin embargo, ya se están moviendo fuerzas internacionales para convencer a Mendoza de ser el próximo “outsider” exitoso en las Américas, que tiene a la cabeza a Donald Trump en los Estados Unidos, egresado de su misma universidad, la Universidad de Fordham en Nueva York, y a Mauricio Macri en Argentina.

Es posible que Lorenzo Mendoza crea –o le hagan creer- que la única manera de proteger de estos malandros al primer emporio industrial de alimentos del país es haciendo eso. Nada más alejado de la realidad, es todo lo contrario. Al momento del escamoteo de la elección, inmediatamente lo perderá –o perderemos- todo. Si el régimen no se apropiado todavía de Empresas Polar es porque no saben cómo se maneja eso, e inmediatamente lo llevarían a la quiebra, como ya lo hicieron con PDVSA y el resto a lo estas langostas le han puesto la mano. Y aquí estamos hablando de la mayor porcentaje de la comida de la gente que se todavía se produce en el país. Sin embargo están esperando que Mendoza cometa ese error.

Lorenzo Mendoza, al igual que el actual Rey de España, fue formado y especialmente diseñado desde niño para manejar el negocio familiar. La madre de Lorenzo, Leonor Giménez de Mendoza, se lo entrego después de su educación, e inmediatamente el heredero lo elevo a niveles no vistos anteriormente, al punto de producir el 4% del PIB del país (ver Lorenzo Mendoza en https://es.wikipedia.org/wiki/Lorenzo_Mendoza). Eso es lo que muy difícilmente entiende el común de la gente que pide a gritos a Lorenzo Presidente.

Nadie podría hacer el trabajo que Mendoza hace en Empresas Polar, pero cualquiera podría realizar en Venezuela el de Presidente de la República, hasta un chofer de autobús. Sin embargo los politiqueros de República Dominicana aspiran sobrevivir a costillas de reventar la principal industria de alimentos del país, conjuntamente con su dueño. De concretarse esa jugada de laboratorio, a diferencia de lo que la mayoría piense, el perdedor no será Lorenzo Mendoza, seremos todos los que vivimos aquí, porque al final de esa locura del próximo “salvador la patria” habrá mucho menos comida en la mesa del venezolano. Por favor, ya basta de salvadores…

Caracas, 16 de Diciembre de 2017

Twitter:@laguana