Por Luis Manuel Aguana
Tal vez pueda no pecar de
exagerado si afirmo que estas Navidades has sido las más duras que se han
vivido jamás en Venezuela desde que somos República. Hoy con la pensión
completa de un mes, los viejitos de este país no comprarían ni un kilo completo
de pollo o queso. Pero eso, aunque ustedes no lo crean y lejos de lo que puedan
pensar, no es lo más grave.
El régimen, al ir poco a poco
destruyendo el producto del trabajo de todos nosotros, ha creado una percepción
de tristeza en el espíritu de la gente. ¿Y porque digo una percepción? Porque
cuando las cosas van mal los seres humanos naturalmente entristecemos producto
de una decisión consciente. Normal e instintivamente buscamos culpables, y en este
caso, muy justificadamente, se la endilgamos al régimen que nos desgobierna.
Pero esa emoción sale de una condición que como seres humanos producimos y la
hacemos realidad porque la percepción de esa destrucción es realidad…
Y ustedes dirán ¿no es una
realidad que el régimen ha destruido todo lo que teníamos? Qué haya destruido
la moneda, nuestra principal industria y gallina de los huevos de oro PDVSA, la
producción de alimentos y medicinas, la democracia, la libertad, el país… ¿es
acaso eso una percepción? No, no lo es. Pero, nadie puede influir sobre tus reacciones
si tú no lo dejas. Y esa tristeza es lo que nosotros decidimos lamentablemente
sentir ante esa agresión. Todos nos hemos dejado influir negativamente por las
acciones de unos delincuentes. Y tal vez eso ha ocasionado que nuestras
equivocaciones se hayan multiplicado. Por eso digo que lo más grave no es lo
que el régimen nos ha hecho sino las respuestas que nosotros hemos decidido dar
por lo que nos han hecho, entre ellas esa tristeza paralizante, generadora de
rabias, frustraciones y equivocaciones. Tal vez sea hora de cambiar eso.
Nelson Mandela fue encerrado en
Sudáfrica 27 años por conspiración. Al salir su actitud pudo haber sido la de un
odio feroz en contra de un régimen segregacionista, dedicándose a levantar el
país en contra de la minoría blanca. Mandela no fue un ser humano excepcional
porque que no haya sentido alguna vez algo en contra de aquellos que lo
maltrataron y lo encerraron gran parte de su vida, sino porque pudo dominar conscientemente
esas emociones y hacer activamente algo positivo con ellas. Su actitud como
dirigente político fue lograr la reconciliación nacional como objetivo de su
presidencia: “durante su gobierno
enfatizó en el perdón y la reconciliación, ya que —según él mismo aseveraba—
los «valientes no temen al perdón, si esto ayuda a fomentar la paz»” (ver
Nelson Mandela, en https://es.wikipedia.org/wiki/Nelson_Mandela).
Asimismo, Mahatma Gandhi, luego de
graduarse de abogado en Londres, a la que consideraba “cuna de filósofos y
poetas, el centro de la civilización”, decidió aceptar un contrato de trabajo
en Sudáfrica donde “se interesó por la
situación de los 150.000 compatriotas que residían ahí, luchando contra
las leyes que discriminaban a los indios en Sudáfrica mediante la resistencia
pasiva y la desobediencia civil…cuando se terminó su contrato, se preparó para
volver a la India. En la fiesta de despedida en su honor en Durban, hojeando un
periódico se informó de que se estaba elaborando una ley en la Asamblea
Legislativa de Natal para negar el voto a los indios. Pospuso su regreso a la
India y se dedicó a la tarea de elaborar diversas peticiones, tanto a la
asamblea de Natal como al gobierno británico, tratando de evitar que dicha ley
fuese aprobada.” (ver Mahatma Ghandi, en https://es.wikipedia.org/wiki/Mahatma_Gandhi).
La actitud de estos personajes
ante su situación de vida hizo la diferencia. Mandela porque decidió no odiar y
reconciliarse con sus enemigos y Gandhi porque decidió el servicio a favor de
otros y protegerlos ante los abusos, abandonando su condición de profesional privilegiado.
Eso fue lo que los hizo diferentes y sobresalientes. No decidieron por lo que
hicieron otros, decidieron sobre sí mismos que actitud anteponer al otro. Una
diferencia fundamental que se traduce en trasladar el problema al verdadero protagonista: Usted.
Si el régimen nos está haciendo la
vida imposible, ¿qué es lo que activamente haremos para evitarlo, o mejor aún,
para revertirlo? ¿Nos quedaremos con lo que decidan quienes en la oposición
oficial se han dedicado a entregar el país? ¿O cada venezolano decidirá en su
entorno inmediato su manera de reaccionar –cualquiera que esta sea- ante lo que
está sucediendo? La tristeza, la depresión y la parálisis no pueden ser una
opción porque ahora haya menos o nada que poner en la mesa de Navidad. He sido
testigo en mis recorridos por Venezuela que quienes menos tienen son los que
primero comparten generosamente contigo su alimento aún sin conocerte. Eso no
se ve en muchas partes del mundo. Nuestro gentilicio es único. Por eso no
cambiaria nunca este país por otro.
Y tal vez esta Navidad sea
diferente por eso. Dios nos puso a picar en muchos pedazos el poco pan que
tenemos y compartirlo porque otro no tiene para comer. Un carpintero recorrió
kilómetros con su mujer embarazada un 24 de Diciembre sin conseguir albergue
porque no tenía con qué refugiarse, terminando en un establo por la caridad de
su dueño. Creo que los venezolanos estamos ahora mismo en un predicamento
semejante: una extrema pobreza en medio de la más desesperada situación. Y yo
me pregunto: ¿cuál será la actitud? ¿La de dejarse vencer por las
circunstancias adversas o perseverar hasta conseguir ese establo? La humanidad
está llena de ejemplos donde esa sola decisión cambió el curso de la historia.
Los casos de Mandela y Gandhi son un ejemplo de cómo una decisión de vida
cambió la historia de dos países.
Hoy estamos contemplando la
actitud de unos que decidieron entregarse a contravía de todo un país y están
negociando ahora nuestro destino. ¿Y si finalmente entregan a Venezuela, lo
haríamos también nosotros? No lo creo porque ellos con esa actitud dejaron de
representar la aspiración de la mayoría que se pronunció el 16J. Además, la
historia de Venezuela ha sido muy diferente a eso, en especial en las épocas
más duras. Y con que uno solo de nosotros no se entregue, bastará para mantener
encendida la esperanza de muchos.
Efectivamente las Navidades de
2017 resultarán muy duras. Pero no por las carencias materiales. Resultan duras
porque los venezolanos nos veremos obligados a cambiar, a compartir y a
disponer por nosotros mismos un nuevo rumbo para Venezuela, decidiendo qué
actitud tomar ante una realidad a la que no se puede escapar. Es realmente una
disyuntiva de vida pero también es un regalo, que si lo comprendemos en su
profunda magnitud decidirá el futuro del país.
Sin embargo, solo así podremos
desearnos entre nosotros una Feliz Navidad, porque si asumimos la actitud
correcta, el resultado será el mismo de la noche de Belén en el medio de la más
intensa incertidumbre: la Bendición de Dios Todopoderoso y su Espíritu Santo,
que por el nacimiento de su Hijo en medio de la mayor pobreza les dio a quienes
creyeron en El, el más valioso de todos los regalos: la salvación…
Reciban todos mis queridos lectores
una Feliz Navidad 2017 y que Dios los bendiga.
Caracas, 23 de Diciembre de 2017
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana