Por Luis Manuel Aguana
Les agradezco a todos los
amigos que me han manifestado su opinión en relación al tema constituyente y en
especial aquellos que están en desacuerdo. Yo los entiendo. Bien reza el dicho
que “aquel picao e’ culebra le tiene miedo al bejuco”. Chávez le dedicó su
campaña electoral de 1998 a ese tema del cual nadie de esas generaciones había
oído hablar sino en los textos de historia. Habían pasado 40 años desde 1958 y
casi el mismo tiempo de la Constitución de 1961.
Sin embargo, lo que en
realidad estaba intentando introducir era el cambio que tenía que pasar Venezuela
para su reconstrucción, no solo institucional sino política y moral dado lo
“bajo” que se había caído en su conducción. Un país que ya había perdido toda
esperanza, con partidos políticos en su nivel más bajo de credibilidad, le dio
a este golpista la oportunidad de la conducción de su destino. ¡Imagínense!
¡Quien se hubiera imaginado que después de 14 años estaríamos peor!
Pero así son las cosas de
la historia. La promesa electoral se cumplió a cabalidad a pesar que
constitucionalmente “la moribunda” –como así llamara Chávez a la Constitución
de 1961-, no contemplara la figura de convocar al Poder Originario para
redactar una nueva Constitución, que de acuerdo al golpista, era la madre de
todos los males del país.
Sin embargo, lo hizo. El
Presidente logró cambiar el curso de la historia constitucional de Venezuela
como ya había sucedido en el pasado con otros gobiernos, que también cambiaron
la constitución a su antojo. Solo que en este caso el gobierno del nuevo
Presidente utilizó el expediente de manipular las bases comiciales ignorando la
representación proporcional de las minorías, haciéndose con 125 constituyentes
de 131 con solo el 52% de los votos. El 48% de los votos restantes fueron
representados solo por 6 constituyentes. Así se trató en Venezuela el cambio de
la Constitución. Con razón se le tiene miedo al bejuco.
La nueva Constitución, “la
mejor del mundo”, nació con un pecado original. Pero más allá de eso y del
hecho de haberse construido una nueva Carta Magna, Chávez perfeccionó el Golpe
de Estado que no triunfó en 1992, imponiendo el Poder Originario sobre el Poder
Constituido que se encontraba fundamentado en la Constitución de 1961. Pasó por
encima de todos los poderes, torciendo el brazo de la Corte Suprema de
Justicia, que en una sentencia histórica le dio paso al Poder Originario.
Muchos piensan que la
Constitución de 1961 aun sigue vigente. No soy yo quien vaya a discutir eso y
de hecho me atreví a analizarlo hace más de un año (ver La Moribunda y el
Pecado Original en http://ticsddhh.blogspot.com/2012/04/la-moribunda-y-el-pecado-original.html).
Pero de que la Constitución de 1999 salió porque se le dio paso al Poder
Originario por encima del Poder Constituido es un hecho real y legal en este
país. Y Chávez es el responsable de eso.
Ahora bien, la
Constitución de 1999 dejó la puerta abierta a la convocatoria del Poder
Originario (Art. 347, 348 y 349). Ningún Poder Constituido, desde 1999, puede,
de acuerdo a la lógica que impuso la actual Constitución, estar por encima de
ese Poder Originario que invocó Chávez para realizarla. Ningún chavista podría
estar en desacuerdo con eso.
Chávez en su intento de
llevar esa misma idea a todos los países hermanos y exportar su modelo
constitucional, sedujo a Zelaya en Honduras y éste al tratar de cambiar una
Constitución que expresamente no podía cambiarse, terminó siendo destituido y
exilado. Chávez pataleó gritando en la ONU que el Poder Constituido de Honduras
no podía estar por encima del Poder Originario del pueblo hondureño. El fondo
fue siempre imponer el mismo modelo que se impuso en Venezuela, solo que los
militares de Honduras se le adelantaron a su Presidente e hicieron respetar su
Constitución.
¿A dónde nos lleva esta
discusión? Al punto fundamental, que en el fondo es el mismito del difunto
Presidente Chávez: en un país donde la lógica que se impuso desde 1999 estableció que el
Poder Originario estaba sobre el Poder Constituido, mal podría un CNE, o Poder
Electoral Constituido, decirnos como contar los votos para elegir a los
representantes del Poder Originario y menos aún establecer las bases para su elección.
El Poder Originario se impone.
Una convocatoria del
pueblo venezolano, constituida constitucionalmente por al menos 15% de los
electores del Registro Electoral, y que indique cómo se deben contar los votos
de quienes habrán de elegirse como sus representantes, no puede, basado siempre
en la lógica del mismo Chávez, ser rebatido por un CNE o Poder Electoral
Constituido. Este no podría decirle, por ejemplo a 3 millones de electores o
pueblo convocante, que sus firmas son planas o que no valen, o que se contarán
los votos de una manera diferente a la dispuesta por la convocatoria de EL
SOBERANO, Chávez dixit.
Y si lo ignora o
desobedece, no solo estará ignorando al pueblo que justifica su propia
existencia, sino que estará dejando la puerta abierta a que cualquiera intente-justificadamente,
a mi modo de ver-, restituir el derecho que les asistiría a esos millones de venezolanos
a pedir democráticamente la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente
para reconstruir, no solo institucional sino política y moralmente al país, por
las mismas razones por las cuales Chávez justificó su Golpe de Estado en 1992,
ganó las elecciones en 1998 y cambió la Constitución en 1999.
Estaríamos utilizando
exactamente los mismos argumentos que usó Chávez para convencer a Zelaya que
cambiara la Constitución de Honduras, pasando por encima del Poder Constituido,
y los mismos razonamientos que él mismo usó para pasar por encima de ese Poder
Constituido en la Venezuela de 1999, haciendo letra muerta la Constitución de
1961, convocando al Poder Originario. Sin dudas creo que ese fue su mejor invento
y que nuestra dura posición opositora no nos ha dejado ver y aprovechar.
Constituirnos en
proponentes de una Asamblea Nacional Constituyente en esos mismos términos para
hacer lo que no se hizo en 1999, es lo mínimo que deberíamos hacer los
venezolanos que creemos que este desastre tiene una salida civil. ¿Y por qué?
Porque los civiles no sabemos hacer otra cosa, en el entendido que la soberanía
reside en el pueblo. Y si creemos que esa ANC quedará en manos del chavismo,
como algunos piensan, estaremos dudando que la democracia es mayoría en
Venezuela.
¿Y qué no se hizo en 1999?
Respetar el derecho de las minorías a ser representadas para realizar una
Constitución basada en un Proyecto País viable e incluyente, y que nos garantizara
la calidad de vida que los venezolanos esperábamos en ese entonces. Deberemos realizar
unas bases constituyentes que eviten una aberración como la del Kino de Chávez
de 1999 e impedir que un CNE corrupto nos robe unas elecciones constituyentes.
Todo eso es posible si se hace bien y responsablemente, con la ayuda de los
factores verdaderamente democráticos.
Lo que definirá esta
salida como una opción será el entendimiento preciso que el tema constituyente
NO ES UN PROBLEMA LEGAL, SINO POLITICO. Chávez lo entendió así y con la inercia
de su mayoría le torció el brazo a todo el mundo en 1999, convocando al Poder
Originario a pesar del Poder Constituido. Y si los venezolanos, como lo han
demostrado, no le temen a la democracia, podremos mejorar significativamente ese
resultado. De lo contrario, Chávez nos ganó la partida después de muerto.
Caracas,
30 de Junio de 2013
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana