Por Luis Manuel Aguana
Todo el mundo ha interpretado a su manera la propuesta de cambio del liderazgo político venezolano que hiciera en su oportunidad María Corina Machado. Lamentablemente como en Venezuela no se examinan las propuestas sino a los proponentes y las posibles intenciones que los críticos piensan que tienen, es muy difícil llegar a una buena conclusión, dejando en el limbo lo que pudiera ser un planteamiento serio y positivo para los venezolanos. Es claro que cualquier dirigente político tiene una intención detrás de lo que dice o hace, pero eso no significa que sea necesariamente mala. Como dicen los abogados, la buena fe se presume, la mala hay que probarla.
Y como siempre creo de entrada en la buena fe, salvo excepciones obviamente, defendí esa propuesta en la ocasión en que fue formulada, haciendo las observaciones correspondientes (ver Hacia una nueva representación opositora, en https://ticsddhh.blogspot.com/2021/11/hacia-una-nueva-representacion-opositora.html).
Sin embargo, como siempre ocurre en un clima político tan turbio y polarizado como el nuestro, la propuesta se fue para otro lado centrándose en que esta significaba un tiro en el pie de la oposición al régimen porque se rechazaba la continuidad de la Presidencia Encargada de Juan Guaidó y la Asamblea Nacional, cuya renovación se acordó a comienzos de este año con la nueva versión aprobada del Estatuto para la Transición.
A pesar de que la propuesta señalada ciertamente indica que existimos quienes no estamos de acuerdo con una renovación de aquellos que no se han distinguido precisamente por sus éxitos en la lucha en contra del régimen, y han traicionado las banderas de quienes han muerto en las calles por ella, precisamente es por eso que hay que cambiar el liderazgo político. Aquí la discusión no es si necesitamos unos bueyes para arar, sino que exigimos mejores bueyes para hacerlo. De donde los saquemos y cómo lo hagamos es harina de otro costal y materia de otra discusión.
No me conformo con la expresión popular “esos son los bueyes que tenemos y con esos tenemos que arar”. No es aceptable. Decir que no podemos exigir una mejor conducción política porque quienes conducen ahora son malos y corruptos, responsables de que el régimen haya avanzado a niveles intolerables de destrucción física y moral del país, no me parece una excusa admisible para quienes han muerto en Venezuela en esta lucha desigual contra el régimen.
Los venezolanos deben recordar que no es a esta representación política opositora que se auto renovó a través de un Estatuto inconstitucional a quienes los países le han dado su respaldo, es al pueblo de Venezuela. Los países reconocieron a la Constitución de 1999 que en su Artículo 233 señaló a Juan Guaidó como Presidente Encargado en el año 2019. ¡Pero ya estamos en el 2022! Y aunque se siga sosteniendo como Presidente Encargado en el medio de una discutible diatriba jurídica, no es menos cierto para todos que su sustentación política no es la suficiente para poder aglutinar a los factores necesarios para lograr el cambio del régimen como lo requieren los venezolanos, siendo necesario un nuevo Presidente con el respaldo indispensable de la soberanía popular. Es eso lo que se está exigiendo al pedir por una urgente renovación del liderazgo político.
Sin embargo la inmadurez política apunta erradamente a que se está atacando a la variable y no al contenido (ver Variable principal, en https://ticsddhh.blogspot.com/2020/12/variable-principal.html). Y no es a la institución de la Presidencia Encargada reconocida constitucionalmente adentro y afuera a la que se le está dirigiendo esa propuesta de cambio del liderazgo, es a su contenido. Muchos podrán decir que en este caso la variable y su contenido son lo mismo y no lo es. Y ese es precisamente el problema. Juan Guaidó es ahora el Presidente Encargado por la aprobación de un Estatuto que es reconocido internacionalmente PORQUE NOSOTROS LOS VENEZOLANOS les dimos a los diputados de la Asamblea Nacional de 2015 un poder de representación política. Pero ese poder puede y debe ser revocado en cualquier momento, como cualquier poder. Y en este caso el mandante de ese poder es el pueblo venezolano.
La profundidad del planteamiento que se ha hecho de renovación del liderazgo político pasa por revocar ese poder que les dimos a esos Diputados vencidos, estableciendo una representación diferente. Y existen dos maneras de hacerlo: a) a través de una convocatoria popular como la hicimos el 2017 y el 2020, decidiendo por mandato popular una nueva representación política que encarne el verdadero sentimiento actual de la oposición nacional (que es en esencia el planteamiento de María Corina Machado); o b) a través de una convocatoria constituyente.
Las dos opciones tienen profundas diferencias, pero una premisa común indiscutible: deben ser reconocidas por la Comunidad Internacional pues de ello deriva el respaldo que ese liderazgo nuevo tenga para lograr el objetivo de remover a los usurpadores del poder. Una propuesta que convoque al país para una simple renovación de su representación política sería un avance significativo a lo que tenemos ahora y debería incluir una propuesta para la conformación de una Junta de Gobierno que colegiadamente y con venezolanos de reconocida solvencia moral tomen las riendas y la representación legítima de los venezolanos para un solo y único objetivo: el cese de la usurpación de Nicolás Maduro Moros.
Pero la convocatoria constituyente tiene un significado diferente y no es de ninguna manera excluyente de la primera alternativa (si se presenta en dos fases sucesivas) aunque es una propuesta que en el fondo la incluye. Esta convocatoria tiene como requisito fundamental el apoyo de la Comunidad Internacional, con EEUU al frente, de que ese es el camino más idóneo para la reconciliación y la paz del país, así como del consenso de todos los venezolanos, incluidos aquellos que usurpan el poder. Esto pareciera utópico pero deseo creer que es posible a través de un verdadero proceso de negociación política que obligue a los usurpadores a contarse con el arbitrio neutral de los organismos internacionales.
Algunos pueden ver imposible esa segunda alternativa, pero es la que aun siendo la mas difícil de implementar es la que más nos garantizaría una paz social a futuro a todos los venezolanos. Ambas alternativas apuntan a la renovación del liderazgo político con una gran diferencia: un proceso constituyente depuraría en toda su extensión y profundidad a todo el mundo político, y definiría nuevas bases de actuación para los actores políticos. Y eso les aterra a los partidos políticos opositores, que llevan décadas sin saber que es una elección interna. Prefieren dejar las cosas tal y como están, con los mismos bueyes inservibles, aunque eso represente la actual destrucción institucional de Venezuela.
A estas alturas es bueno que los venezolanos comencemos a pensar cuál sería la mejor alternativa a aplicar políticamente porque cada día que pasa es crucial. Los partidos ya decidieron elecciones para el 2024, y eligieron usar la misma plataforma política basada en un Estatuto que lleva tres años fracasando, uno detrás del otro en un alarde increíble de la paradoja einsteniana de hacer lo mismo esperando resultados diferentes, sin considerar que cada día que pasa sin resolverse esta crisis lleva a la gente al cementerio. Ya vamos para dos semanas del 2022. No esperemos a la última para seguir contando los muertos.
Caracas, 9 de Enero de 2022
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