Por Luis Manuel Aguana
Al Libertador, el mejor intérprete del Juan Bimba de todos los tiempos, hasta su muerte un día como hoy, 17 de diciembre de 1830
Les comparto la primera parte del último editorial del año 1936 en el Semanario Fantoches, firmado por Leoncio Martínez (Leo), bajo el título, “Bajo un signo nuevo”:
“Andrés Eloy Blanco, durante sus años de cautiverio en Puerto Cabello, escribió un libro de versos, “Baedeker 2000”, que es un canto de esperanza a la Venezuela de sus mejores ansias, de sus más nobles anhelos. A través de las páginas de ese libro no se descubre ni siquiera por la más leve sugerencia la tragedia que vivían el poeta y centenares de compañeros en los momentos en que fue escrito. Apenas al final, una sucinta nota indica que aquel libro nació “en los fosos del Castillo Libertador” de tal fecha a tal fecha.
“Baedeker 2000”, destila ternura, humanidad. ¡Humanidad!, esa sensación quiso producirla el poeta. Y llega a tanto, que en uno de los poemas presenta como la más gloriosa conquista de la Venezuela evolucionada, al “Hombre Humano”.
Sentido, amor humanitario (¡ama a tu prójimo como a ti mismo!) falto siempre en este desventurado país. No de otra manera se explica el encadenamiento de crímenes que marcan el paso de las tiranías venezolanas. Unos los cometieron y otros permanecieron insensibles, indiferentes, a ellos.
Síntoma quizás el más revelador de que Venezuela ha entrado por una nueva ruta, son una serie de actos gubernamentales que no pueden haber nacido sino en corazones inclinados hacia el bien, en pechos donde el amor al prójimo encuentra nido propicio.
Se inicia con el lanzamiento de los grillos al mar. Son manos de presidiarios los que cumplen la tarea de aliviar la tierra de aquella carga cruel. Después, el antro de martirio, símbolo de su época, “La Rotunda”, desaparece tras una larga y penosa demolición…” (1)
Finalizaba en ese entonces el primer año de la Venezuela sin el tirano Juan Vicente Gómez, con una serie de actos con el simbolismo explícito de no volver a caer en ese mismo hueco ni tropezar con la misma piedra. Significativo fue en ese año el acto de echar los grillos al mar en Puerto Cabello, con las palabras del Poeta del Pueblo, Andrés Eloy Blanco, que nos tocará que repetir, repetir y repetir ahora todos los venezolanos de bien, para que las generaciones venideras acaben de entender que no podemos retroceder de nuevo más de 100 años, como lo hemos hecho con los criminales que continúan en el poder:
"Hemos echado al mar los grillos de los pies. Ahora vayamos a las escuelas a quitarle a nuestro pueblo los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la tiranía. Hemos echado al mar los grillos. Y maldito el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla en la carne de un hijo de Venezuela" (2) (resaltado nuestro).
Y repito: “Y maldito el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla en la carne de un hijo de Venezuela”. ¡Maldito infinitas veces, ahora más que nunca! Y maldito porque la enseñanza es clara: “la ignorancia es el camino de la tiranía”. Por favor, repítanlo a sus hijos y nietos hasta el cansancio, en especial si son niños y jóvenes.
Pero por más justicia que podamos obtener fuera o dentro del país, luego de finalizado este ciclo destructivo, siempre quedará la cicatriz de aquellos que han vivido esta infamia. Las familias a quienes les dejaron morir a un familiar en una mazmorra, a quienes les desaparecieron, torturaron y mataron un familiar en la cárcel.
Pero Dios en su infinita sabiduría nos envió a un venezolano extraordinario, cuya obra trasciende a todos los tiempos, Andrés Eloy Blanco, quien aun estando encerrado en el Castillo de Puerto Cabello, escribe Baedeker 2000, que, como dice Leo, “es un canto de esperanza a la Venezuela de sus mejores ansias, de sus más nobles anhelos” impregnado de humanidad y sin odios en el corazón. Pero, ¿podrán llegar a tener la humanidad del poeta quienes les toque la responsabilidad de reconstruir moralmente al país? Es una pregunta difícil de responder, porque ha sido y todavía es demasiado lo que están haciendo para no irse. Pero de lo que no puede haber duda es de que habrá justicia.
En ese antro que era el Castillo de Puerto Cabello, describió, desde ese momento y para siempre, el perfil de nuestro pueblo, personificándolo en una sola figura conocida como Juan Bimba. “Juan Bimba” es el poema que describe la esencia de la venezolanidad, y a quien ahora mismo están sometiendo a prisión y tortura en El Rodeo, en El Helicoide, en La Tumba, en los cuarteles del DGCIM y en todos esas mazmorras abiertas y ocultas, donde le están violando los derechos Humanos a civiles y militares. Y les haría un flaco servicio a ustedes si no trajera aquí al mismo Juan Bimba, para que esos torturadores sepan al menos a quién le están arrancando la vida:
JUAN BIMBA, Andrés Eloy Blanco, Baedeker 2000, 1930.
“Juan Bimba / es el hombre del pueblo de Venezuela. / Se llama Pedro Ruiz, / Juan Álvarez, / Natividad Rojas, / pero se llama Juan Bimba. // Es buena persona; / puede matar pero no roba nunca. / Su malicia no es mala, / nace del mal que le han hecho / y por eso Juan Bimba lo dice todo a medias, / les echa media mirada a las cosas, / se masca su tabaco y su verdad y traga. // Su bellaquería / le asoma a esa mirada que es todo él, / esa mirada candorosa, / con su punto de burla, / y su punto de susto / y su punto de bobería / y su punto de desolación / y su punto de amenaza.
Su alegría está reglamentada / como el tráfico / y cuando ríe de un todo / es con permiso del gobierno. / Tenía veinte caballos; / la Revolución le llevó diez; / para perseguirla, / el Gobierno se llevó los otros diez; / y cuando no tuvo nada / se lo llevaron a él. // Pelea por un hombre a quien no ha visto nunca; / tiene fiebre, / hambre, / cansancio, / y no sabe llorar. // Cuando llega a Comisario / se quita el nombre de Juan Bimba / y va tomando grados / hasta la honradez de General. / Va por las calles y los campos / en una tierra enferma de heroísmo, / viendo estatuas, / saludando con su media sonrisa / a los generales de bronce, / a los coroneles de mármol.
Tiene una vaga idea / de Independencia y Federación; / ama a Páez, sin saber por qué / —acaso subconciencia de afinidad—; / ama a Bolívar / con vago temor de no / reconocerlo; / ama al extranjero; / no es fanático, —tanto le llega / de Dios como de la Federación—; / tiene madera para pueblo grande, / sufre, en color de pueblo el cloasma del jefe. // Y en su honrada mano / la bandería es un vitÍligo. // Sin embargo, no odia / más que al Jefe Civil. / Le hemos dicho que él es el dueño de esta tierra / y dice que no le hablen de política. / Se va acercando al libro y le acaricia el lomo, / como si temiera espantar un caballo. // Un día lo embridará; ese día / lo saludarán las estatuas. // 2,000: Juan Bimba y su primo Juan Shonfeld / van al campo. / Ríen alto; en el fondo de su risa / van a buscar los hombres la llave de las tierras. / Vienen del gran rodeo; bajo sus largas sogas / ha caído el rebaño de caballos de bronce.” (3)
En palabras del propio Andrés Eloy Blanco, Juan Bimba es “paciente, aguantador, malicioso, en una palabra, explotado, como el muchacho que se deja “colear siempre la parada por los vivos”. Nuestro pueblo ha sido un Juan Bimba para los caudillos. Ahora que él se incorpora, no perderá su inocencia, su candor de pueblo honrado; seguirá siendo Juan Bimba, nombre con el que sufrió; no robará a nadie; no será un “vivo”; será Juan Bimba, para recordar siempre el mote de sus horas más negras y magnificará ese nombre ingenuo. Y siempre tendrá el orgullo de ostentar como nombre suyo el nombre de los explotados, de los inocentes, de los reclutados…” (4)
Pero muy especiales son los siguientes pasajes que lucen premonitorios: “Le hemos dicho que él es el dueño de esta tierra / y dice que no le hablen de política. / Se va acercando al libro y le acaricia el lomo, / como si temiera espantar un caballo. / Un día lo embridará; ese día / lo saludarán las estatuas.”.
Juan Bimba, siendo dueño del país, dice que no quiere saber de política, y es interesante porque tienen 25 años adueñándose de su tierra. Y en el propio siglo XXI, Juan Bimba, paradójicamente, ya pudo embridar el caballo, pudiéndolo montar por la educación que le dio la democracia, y dominando el conocimiento, ya despertó a la política. En muchos años siguió siendo ingenuo (¡afortunadamente!) pero ahora ha sido educado. Muy pronto, los tiranos de ahora se darán cuenta, en el momento preciso, de que no solo las estatuas lo saludarán, como predijo el Poeta del Pueblo, sino que estarán a su orden para ser derribadas…
Caracas, 17 de Diciembre de 2024
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(1) Semanario
Fantoches, año XIV, No. 569, 31 de diciembre de 1936, Pág.3, Editorial
(2) Andrés
Eloy Blanco, 1ro. de Febrero de 1936, Puerto Cabello. Parte del discurso en el
Acto de arrojar al mar los grillos de la dictadura gomecista.
(3) Andrés
Eloy Blanco, Sus mejores poemas, Festival del Libro venezolano, Biblioteca
Básica de Cultura Venezolana, Ediciones Populares Venezolanas, C.A.
(4) Andrés
Eloy Blanco, Semanario Fantoches, Carta de Andrés Eloy Blanco, año XIV, No.
565, 5 de diciembre de 1936, Pág. 19.