Por Luis Manuel Aguana
Como los viejos maestros decían, no existe nada mejor que repetir incansablemente un concepto para que termine de interiorizarse en la mente de una persona. Solo se pasa a la acción cuando hay algo que se comprende claramente. Y creo que todavía falta mucho que debatir en relación con algo tan audaz como una propuesta de volver a negociar con el régimen, pero en términos muy diferentes.
Del interesante intercambio realizado en atención a la “Tesis del 1%” sostenida por el Dr. José María Rodríguez (ver La tesis del 1% y Constituyente, en https://ticsddhh.blogspot.com/2025/05/la-tesis-del-1-y-constituyente.html), se han suscitado preguntas que ameritaron un segundo encuentro y ampliación de los conceptos emitidos en esa oportunidad (ver La tesis del 1%: Nuevo encuentro de José María Rodríguez, Luis Manuel Aguana y Jesús Domingo Ortiz, en https://youtu.be/R4J_4WalSqY).
Y esas preguntas giraron, en el caso Constituyente, en torno a qué sentido tendría una negociación con aquellos que se han burlado de la oposición y de los venezolanos en múltiples oportunidades, en especial si ya lograron quedarse en el poder a espaldas de la soberanía popular expresada en el voto el 28 de julio de 2024.
Lo primero a responder sería, qué llevaría al régimen a sentarse de nuevo a negociar. ¿Qué negociarían? ¿Nuevas sanciones? ¿Más bloqueos? ¿Más ahorcamiento comercial o financiero? ¿La fuerza de factores externos? Si el propósito de una nueva negociación es su salida del poder, ni siquiera lo intentemos. Nadie se sienta a negociar el color de la braga que le pondrán en el penal donde los recluirán. Se negocia sobre intereses comunes o si alguna de las partes es forzada a ello.
¿Por qué se negocia en una guerra, como en el caso del conflicto entre Rusia y Ucrania? Podríamos responder que lo harían para detener las muertes de parte y parte. Pero si el agresor va ganando, no sería de su interés una negociación, sino más bien los términos de la rendición del contrario. Rusia ha ganado terreno en Ucrania, pero hay otros factores que inciden en su decisión de negociar, como por ejemplo la intervención de los países europeos en esa guerra, o el reciente acuerdo de explotación de tierras raras entre EEUU y Ucrania, que metería a esa potencia en el conflicto por un nuevo interés en el tablero.
¿Por qué se pudo negociar la última vez con el régimen? Ellos deseaban un reconocimiento opositor y un relajamiento de sanciones, y lo obtuvieron. A cambio de eso, cedieron a proceder con unas elecciones presidenciales a través de unas negociaciones que ocurrieron en Barbados, a pesar de que luego, a días de su firma, protestaron su violación por parte de la oposición, ignorándolo en la práctica completamente.
El Acuerdo de Barbados se firma el 17 de octubre y al día siguiente, “el 18 de octubre, luego de la firma del tratado, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos emite cuatro licencias generales en las que aliviará durante seis meses hasta el 18 de abril de 2024 a un grupo de sanciones contra la industria de hidrocarburos, gas natural y aurífera del país, así como removiendo las prohibiciones contra la comercialización secundaria. El ente advirtió que la decisión sería revocada si el Gobierno venezolano no honra sus compromisos en el acuerdo del día anterior” (ver Acuerdo de Barbados, en https://es.wikipedia.org/wiki/Acuerdo_de_Barbados).
El régimen, como ha sido su costumbre, ganó tiempo de nuevo y firmaron porque sabían que podía ganar con un sistema electoral amañado ante una oposición blandengue que solo ha querido cargos. Sabían que podía salirse con la suya y aun así fuimos a ese proceso sin condiciones básicas porque el régimen ignoró lo negociado en Barbados, cuando María Corina Machado (MCM) arrasara en las primarias opositoras el 22 de octubre de 2023. Por lo que impidieron su inscripción en el CNE, en violación abierta al primer artículo del acuerdo que indicaba que “Las Partes reconocen y respetan el derecho de cada actor político de seleccionar su candidato para las elecciones presidenciales de manera libre y conforme a sus mecanismos internos, atendiendo a lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y la ley” (ver Acuerdo parcial sobre la promoción de derechos políticos y garantías electorales para todos, firmado en Barbados, en https://www.regjeringen.no/contentassets/ac03d5655a8448e0a9653cd95d5c7978/garantias-electorales.pdf).
Pero a nuestro juicio, el problema de fondo es que si queremos negociar la solución de la crisis política venezolana, no es suficiente una negociación por unas elecciones presidenciales, que es lo que siempre han hecho los partidos opositores al régimen, ya que eso no solo logra que se mantenga el tinglado político construido para sostener al régimen tras 25 años, sino que la estructura viciada del Estado permanece a su favor, aun ganándole las elecciones presidenciales. Ya en el momento de Barbados era necesario negociar los términos de una convocatoria a un proceso Constituyente.
El resto es historia conocida. El régimen indica que hubo intervención del sistema electoral por parte de la oposición el día de las elecciones, declarándose ganador de los comicios, proscribiendo a su principal líder MCM y encarcelando cientos de personas que defendieron el voto opositor en todo el país.
Meses después de este atraco a las elecciones en Venezuela, los EEUU, en una declaración controvertida en Fox News de marzo de 2025, de su principal vocero internacional, el Secretario de Estado, Marco Rubio, indicaba que el problema venezolano solo se resuelve con elecciones limpias: "El futuro de Venezuela le corresponde al pueblo venezolano. La solución es una elección legítima, observada, democrática, lo que no ha ocurrido” (ver Marco Rubio apuesta por unas nuevas elecciones en Venezuela, 14 de marzo de 2025, en https://www.elmundo.es/internacional/2025/03/14/67d4a429fdddff16968b45cb.html).
Sin embargo, los EEUU siempre han repetido lo mismo: que el problema lo debemos resolver los venezolanos, y la única forma de hacerlo, según su criterio, es a través de elecciones, por ser esa la única manera que conocen para que el pueblo se exprese. De allí que sea necesario explicarle a los EEUU y al mundo que en Venezuela existe otra salida distinta a la elección de cargos públicos.
¿De qué otra manera se puede lograr que “el futuro de Venezuela le corresponda al pueblo venezolano” si no convocamos a la base misma de la soberanía popular, cuya máxima expresión se encuentra en el Poder Originario establecido en la Constitución? Eso es lo que hay que explicarle detalladamente a Marco Rubio y a cualquier otro máximo exponente político internacional. Y esa convocatoria electoral no puede ser para una elección de cargos, así sea de Presidente de la República. De nuevo, la repetición fastidiosa una vez más: la expresión electoral debe ser para convocar y elegir a los legítimos representantes del pueblo venezolano en una elección Constituyente, a través de las iniciativas establecidas en la Constitución de 1999.
Pero, ¿cómo podemos poner en la mesa al régimen de nuevo para discutir eso? Subiéndole la apuesta. Creo que se podrían sentar si se le ofrece reconocimiento internacional al Gobierno de Transición que surja de la decisión de la legítima representación del pueblo venezolano en una Constituyente donde participarían todas las fuerzas, incluidas las oficialistas. Y que esa Constituyente sea arbitrada por una representación equitativa de todos los factores en pugna bajo la administración electoral de organismos internacionales.
¿En qué términos? A discutir y materializar en un texto de Bases Comiciales que defina quien y como operará un nuevo el árbitro electoral “ad-hoc”, distinto al CNE y supervisado por organismos internacionales, los tiempos de esa Constituyente hasta la promulgación de una nueva Constitución, los alcances de esa convocatoria y la participación de todos los sectores de la vida nacional, no solo los políticos. Solo así podría ser viable la propuesta de Marco Rubio de una salida electoral.
Claramente, habría que salir a proponer esta solución al mundo, pero lamentablemente la política exterior de la oposición no existe, porque no existe un gobierno en ejercicio opositor al no ser juramentado oficialmente Edmundo González Urrutia (EGU). Y al no existir eso, los gobiernos solo han reconocido a Nicolás Maduro Moros como Presidente en Venezuela, a pesar de los resultados reales del 28 de julio. La persecución desatada después de ese día ha disminuido el activismo de los partidos y ha impedido la manifestación y reagrupamiento orgánico de la oposición en el país.
MCM intenta, sin tener un partido vertebrado, aglutinar una fuerza que solo es efectiva alrededor de la cuestión electoral. Sin esa fuerza no es posible llegar a una solución de la crisis, porque se han radicalizado las posiciones. Y de allí que se requiera de la misma fuerza que logró que el régimen se sentara en Barbados, pero con una nueva propuesta que a nuestro juicio no puede ser otra que negociar los términos para una convocatoria Constituyente del pueblo, con nuevos negociadores de parte y parte.
A la pregunta, ¿se puede rehacer a Venezuela a través de una Constituyente? Sí, lo creo. Venezuela vive un Momento Constituyente que no puede escondido ni encubierto por la dirigencia política, y que solo ocurre cuando surge la necesidad inobjetable de rehacer el tejido político después de una catástrofe como la que ha sufrido Venezuela (ver Allan R. Brewer-Carías, Ruina de la Democracia, Elección Presidencial y Momento Constituyente 2024, en https://tinyurl.com/365h2jb8).
Pero eso pasa por restablecer el orden constitucional con una solución política clara en las manos. Sin eso, no es posible el rescate de la economía porque no hay norte para donde conducir al país. Séneca decía que no hay viento favorable para un barco que no sabe para dónde va. Y solo los verdaderos políticos pueden volver a marcar el rumbo que se ha perdido. Ojalá que todavía quede alguno…
Caracas, 24 de Mayo de 2025
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