Por Luis Manuel Aguana
El artículo del historiador venezolano Jorge Olavarría y la Memoria Histórica que le acompaña, titulado “El derecho a la rebelión”, publicado a pocos días de los sucesos del 11 de abril de 2002, podría considerarse como una guía conceptual para cualquier cambio forzado de gobierno que se haya escrito especialmente para Venezuela, que toma en cuenta el accidentado devenir político de nuestro país (ver Jorge Olavarría, El derecho a la rebelión, 19 de febrero de 2002, en https://tinyurl.com/32vm9uas)
Olavarría toma como marco de referencia el Decreto Orgánico de El Libertador de 1828, sucedido tras el fracaso de la Convención de Ocaña -que fue en su esencia una Convención Constituyente- para establecer una nueva Constitución para la Gran Colombia.
Este Decreto Orgánico de El Libertador, conocido también como el Decreto Orgánico de la Dictadura de Bolívar, dio al Libertador todas las facultades para gobernar la Gran Colombia hasta la convocatoria de la representación nacional, conformada en un Congreso Constituyente para el 2 de enero de 1830, como mandato en el último artículo del decreto (ver Decreto Orgánico del Libertador de 27 de agosto de 1828, por medio del cual asume el Poder Supremo, en https://tinyurl.com/44r2k92y).
Instalado el Constituyente 20 de enero de 1830 como Congreso Admirable, bajo la presidencia de Antonio José de Sucre, El Libertador entrega el poder al Congreso Constituyente el 27 de abril de 1830, finalizando así la Dictadura de Bolívar (ver UNEFA, La dictadura de Bolívar, en http://catedrab-unefa.blogspot.com/2012/01/la-dictadura-de-bolivar.html).
La secuencia histórica que hace Olavarría es precisa:“La comparación del Decreto Orgánico de 1828 con el modelo de actos constitutivos de de los gobiernos de facto de nuestra historia, del cual el Decreto de “Reorganización de la República” de Joaquín Crespo de octubre de 1892, es su arquetipo, ilustra lo que quiero decir. En 1892 Crespo decretó la vigencia de todas las leyes y decretos "en cuanto no se opongan a los principios y fines de la revolución"'. Y "garantizó" los derechos individuales, civiles y políticos “siempre que fueran compatibles con los fines de la revolución”. Lo mismo hizo Castro en 1899, Gómez en 1914, la Junta Revolucionaria de Gobierno en 1945, la Junta Militar y el Alto Mando militar en 1948, 1950, 1952 y 1958. Sería de desear que el gobierno que debe constituirse tras el necesario derrocamiento de Hugo Chávez, aprenda las lecciones de nuestra historia y sepa ver en el admirable Decreto Orgánico de Bolívar de 1828 un precedente digno de ser tomado en cuenta”.
Nadie podría negar que pudiéramos encontrarnos a las puertas de una situación semejante y que se ha producido en cada oportunidad de la historia desde 1892, justo después de un cambio de facto de un gobierno. Más de un siglo de golpes de Estado deberían haber aleccionado a las instituciones que generalmente terminan estando involucradas en esos acontecimientos, para que se logre reencaminar la paz social de la República.
Las opiniones de los expertos internacionales con cierto grado de seriedad y credibilidad, apuntan a que los EEUU y su Presidente, no iniciarán una intervención armada en nuestro país, y todos concuerdan que su intención fundamental es lograr un accionar para que aquellos buscados por sus autoridades judiciales como jefes de un cartel narcoterrorista, abandonen el poder en Venezuela. A estos efectos les invito a revisar los análisis internacionales de Eurasia Group (ver GZERO, Riley Callagan, ¿Pretende Trump un cambio de régimen en Venezuela? 29-10-2025, en https://www.gzeromedia.com/news/analysis/is-trump-aiming-for-regime-change-in-venezuela), Elliott Abrams y R. Evan Ellis (ver Oppenheimer Presenta, ¿PROPONDRÁ TRUMP UN “CAMBIO DE RÉGIMEN” EN VENEZUELA?, en https://youtu.be/Rh0aOLaGMmQ?si=YlZaUP7sdH8Gzasb).
La doble condición de los indiciados por las autoridades de los EEUU, como jefes de un cartel de drogas, y a la vez como gobernantes de facto de un país, ha complicado infinitamente la situación. No se puede presionar para resolver un problema criminal sin provocar como consecuencia otro de orden político. De allí que siempre me hayan asombrado las opiniones que indican que solo tenemos un problema criminal. Nada más alejado de la realidad.
Para los fines de este análisis, no me referiré a cuál sea el desenlace que decidan los EEUU para resolver la situación que ellos han provocado con la presencia de su flota armada en las cercanías del espacio marítimo de Venezuela. Lo que sí creo de importancia señalar es la situación política que se desataría ante una posible ausencia sobrevenida de los actuales gobernantes del país.
No es tan simple suponer que, luego de una ausencia abrupta del poder de quienes en este momento lo detentan, las cosas fluirán a partir de ese momento, como lo imagina la mayoría. Lo menos que ocurriría sería lo que menciona Risa Grais-Targow, experta en América Latina del Eurasia Group: “Grais-Targow advierte que cualquier transición posterior a Maduro sería «caótica». «El partido gobernante y las fuerzas armadas controlan todas las instituciones relevantes», afirma, «y cualquier eventual elección competitiva o traspaso de poder requeriría difíciles negociaciones en torno al reparto del poder, junto con garantías económicas y de amnistía»” (análisis anteriormente citado de Eurasia Group).
Ahora bien, lo que esperan los EEUU luego de anunciar las operaciones “en el terreno” de la CIA en Venezuela, y las opiniones expresadas por Abrams y Ellis en la entrevista con Oppenheimer, es lograr la caída del régimen a través de una presión que socave sus bases de sustentación. “Maduro va a caer, ¿quieres caer con él?”, ese sería el mensaje dirigido a quienes sostienen al régimen, como bien lo indicó Abrams como diplomático de amplia experiencia con Venezuela.
Pero el desarrollo de esa estrategia es lento y de allí que se entienda el porqué ha tardado lo que todo el mundo está creyendo que debe pasar a lo inmediato, a pesar de la presión militar y política ejercida desde el exterior por los EEUU. Y resulta claro que para eso no se necesita tener barcos armados a las afueras de nuestras costas, si lo que en realidad desean ahora es que el régimen implosione a causa de traiciones internas, para evitarse la presencia militar en nuestro país.
Entonces, bajo esa premisa, lo que ahora se vería como claro, es que estaríamos ante la espera de la misma situación histórica de un desplazamiento del poder del actual grupo dominante por otro, como ya ha ocurrido en más de 100 años en Venezuela, pero esta vez debido a una intervención indirecta de los EEUU, respaldada por la fuerza. Esa sería la nueva estrategia.
Esta situación abre un abanico de posibilidades, desde la propuesta que hizo el régimen a los EEUU a través de Qatar, entregándole el poder a la Vicepresidente sobre la base de la sucesión Constitucional de Maduro (y que fuera negada), hasta un movimiento militar semejante al 11 de abril de 2002.
En este último caso, nunca habría garantía de que ese vacío de poder sea llenado por el legítimo vencedor de la elección presidencial del 28 de julio de 2024 y mucho menos de la fuerza política que le acompañó, como nos lo han vendido. Cualquiera pudiera ser, en ese caso, quienes sustituyan a Maduro como gobernante en el caso de que la nueva estrategia de los EEUU resulte exitosa. Pero ¿eso no sería más de lo mismo de lo que ya han hecho, solo que con un garrote en el Caribe que cada minuto que pasa, luce que no usarán por todas las razones que han señalado los expertos? No hay que olvidar que el Presidente Trump no es dueño de esos barcos, sino el poder institucional de los EEUU, que se estará preguntando si vale la pena para ellos una guerra con Venezuela.
¿Y cuáles deberían ser los siguientes pasos de un hipotético nuevo gobierno de transición que se inicie justo al momento del éxito de una estrategia como esa, cubriendo un vacío de poder? Los que sugirió Jorge Olavarría en el año 2002: seguir los pasos del Libertador en 1828. Asumir el poder, establecer una estructura semejante al Decreto Orgánico de 1828 para gobernar y estabilizar el país, y convocar a una Convención Constituyente para entregarle el poder posteriormente a la brevedad posible. Pero entregarlo de verdad, como efectivamente lo hizo Bolívar ante el Constituyente. Así de claro, así de simple. Dios y el espíritu de la grandeza política del Genio de América nos acompañen…
Caracas, 31 de Octubre de 2025
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