Por Luis Manuel Aguana
Aclaro que no soy quien va a dar una clase, ni impartir aquí lecciones de política. En ésta disciplina sigo siendo un estudiante de aquellos que, ni se sientan al principio, pero tampoco al final del salón de clase. Me refiero con el título de la nota a aquellas lecciones que en el transcurso de la historia han marcado su curso; pero quienes como malos estudiantes al no estar pendientes de ellas, volvemos a repetirlas y repetirlas como tercas materias que son, duras de entender pero irremediablemente necesarias. Así son los tiempos de estudiante. Y siendo Venezuela un país en formación, no es de extrañar esa circunstancia.
Me encanta volver a leer los libros que me han gustado en el pasado porque cada vez que retorno a ellos me siento como si no los hubiera leído, al contrastarlos con mis nuevas experiencias, descubriendo cosas que no había captado antes por mi inmadurez o porque simplemente en aquel entonces no las consideraba importantes. Me pasa todo el tiempo. Creo que es como la tercera o cuarta vez que leo “En la Casa del Pez que Escupe Agua”, obra magistral de Francisco Herrera Luque, que retrata los estereotipos políticos de los venezolanos como nadie lo ha hecho nunca. Cada vez que releo libros descubro una nueva perspectiva que no había visto, que asemeja siempre a algo que pasa. Por ejemplo, en estos días volví a tomar el extraordinario recuento de Francisco Suniaga en “El Pasajero de Truman” que retrata un momento clave de la historia venezolana como lo fue la tragedia de Diógenes Escalante, contada de la voz de sus protagonistas novelados. De allí extraigo un párrafo que no entiendo cómo se me paso la primera vez- o si entiendo, por lo antes dicho-, y que tal vez pueda resumir o explicar mucho de lo que pasa en la Venezuela actual. Bauticé el párrafo como “La lección política de Raúl Leoni al Diputado Eloy Lares Martinez, Septiembre 1945”. Es un poco largo pero vale la pena, definitivamente polvo de oro:
“El primer derecho, el que priva por encima de todas las normas, incluyendo las constitucionales, es el que deviene de la realidad humana que te rodea. Sus reglas no están escritas en ninguna parte. A pesar de eso forman un código que te dice de manera exacta lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer en un contexto determinado, en una sociedad. Ese derecho primario, Lares, se llama política, y sus reglas, con todo y ser obvias, pocos las perciben y menos las respetan. Lo paradójico es que esas reglas son mucho más rígidas y sus sanciones mucho más duras que las normas del derecho penal más severo, por lo que los políticos deberíamos prestarle más atención. Un político, para ser bueno, tiene que conocer y respetar ese código porque, de no hacerlo, estará condenado a llevarse una derrota tras otra y sufrir duros golpes en el plano personal. ¿Tú no sabes lo que es un buen político, Lares? Bueno, te lo voy a explicar. Un buen político es aquel que mantiene el equilibrio entre lo que cree que se debe hacer y lo que reconoce que se puede hacer. En otras palabras, equilibrio entre su concepción de lo ético y sus emociones, por un lado, y el oficio político desapasionado, por el otro. Si solo cuentas con una de esas dos condiciones, serás un ingenuo o un cínico, jamás un buen político.”[1]
¡Qué verdades tan impresionantes encierra esa lección de Raúl Leoni! ¡Cuántos ingenuos y cuantos cínicos estarán pululando en la política venezolana pensando que están haciendo política y lo que nos están llevando es al propio matadero! De acuerdo al relato de Suniaga, los adecos callaron la situación de salud de Escalante hasta que esta fuera notoria y pública, en un acto que si bien puede pensarse de inhumano, ellos lo consideraron como una acción política necesaria dado que de ser ellos mismos quienes lo plantearan, se podrían desencadenar fuerzas imposibles de controlar. ¿Tuvieron razón los adecos? Tal vez, no lo sé. Pero lo que si se es que fueron fríamente políticos y calculadores. La situación de Escalante les dio una de las muchas razones para el golpe en Octubre de 1945.
Y remitiéndome a tiempos más actuales, ¿qué cosas nos estarán ocultando nuestros políticos del presente, equilibrando su “concepción de lo ético” con su “oficio político desapasionado”, de acuerdo a esa Lección? Esa es una posible conclusión con la cual encajo la situación del silencio cómplice que gira en torno al Registro en el CNE por parte de los políticos, ante las exigencias de transparencia que abiertamente clama la sociedad civil. Hay cosas que no sabemos pero que suenan como un gran rio subterráneo.
Pero otro aspecto interesante de la Lección es la que gira en relación acerca del “primer derecho” o aquel “que deviene de la realidad humana que te rodea”. ¿Cómo perciben los políticos de la actualidad esa realidad? ¿Cual será el cristal con el que miran, o los criterios que los mueven, para decidir que es más importante o menos importante en esta encrucijada? ¿Permitir deliberadamente y a conciencia que Chávez se robe las elecciones -así como ocultaron la situación de Escalante en 1945-, y dejar que se desencadene un proceso de acciones y reacciones? ¿Será eso? Esa respuesta es la clave de nuestras diferencias y la razón por la cual ese derecho primario se llama política. Es posible que anden en un juego de “alta política” pero somos los pendejos los que terminamos pagando los platos rotos, y a un precio muy alto, generalmente con la vida. Por ejemplo, alguien, dentro de muchos años, escribirá lo que verdaderamente paso el 11 de Abril…
En este tablero complejo que será la Venezuela después del 12F, definitivamente nosotros, el común de la gente, tenemos un enfoque diferente de la realidad y, consecuentemente, percibimos la razón política de una manera distinta. Estamos fuera del juego. Lo que sabemos es muy poco pero es mucho lo que exponemos. Está sobre la mesa lo que veremos pero no todos lo pueden apreciar. Quienes de alguna manera hemos sido persistentes en la denuncia del REP, el CNE y su tecnología, lo hacemos pensando, tal vez de manera ingenua -volviendo a la Lección-, que el mundo no está girando como debiera girar y confrontamos en algo que nos parece claro ante nuestros ojos, en el deber ser, en lo ético de nuestras convicciones. No están para nada presentes cálculos políticos o cinismos que no cabrían dentro de nuestra situación. Pero no conocemos el río subterráneo de aguas negras que si consideran aquellos que tienen ese oficio político del cual habla la Lección de Leoni. Podrán decir que somos un atajo de pendejos pero estoy seguro que no nos ignoran. Tal vez por eso logremos que en el justo equilibrio entre ingenuidad y cinismo que debe prevalecer en lo político, no se lleven por delante las justas aspiraciones de la mayoría.
Caracas, 9 de Febrero de 2012
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[1] Francisco Suniaga, El Pasajero de Truman, Pags. 262-263, Mondadori 2008.