Semanario Fantoches, No 549, Sábado 14 de Agosto de 1936
El homenaje de despedida preparado por Orve en honor de uno de sus más
valiosos miembros, el poeta Andrés Eloy Blanco, en la oportunidad de su próximo
viaje, fue un completo éxito. La sala del Municipal estaba plena. Plena de ese
público capitalino que sabe apreciar el arte en sus distintos aspectos, y lo
mismo captar la idea cruda en el corazón del verso de Miguel Otero Silva o
Antonio Arráiz, que tiene dureza de piedra, dureza de realidad, de problema
social latente, que la novísima poesía de Andrés Eloy, su poesía colombista que
destila humanidad, amor, de la entraña ayer y hoy sufrida, pero mañana plena de
ansia creadora, poesía nueva que se adelanta al dolor y al sufrimiento
presente, para hacer alto en el año 2000 y decirle a Juan Bimba lo que hallará
al final de su lucha: el Hombre humano; público, cuyos apasionados pero
conscientes aplausos premiaron con justicia las interpretaciones musicales de Ríos
Reyna y Evencio Castellanos, así como la disertación del doctor Inocente
Palacios, que abrió el acto. El arte venezolano comisionó anoche a ese público
para darle un adiós a plazo corto a uno de sus verdaderos representativos,
Andrés Eloy Blanco.
Pero, también estaba Juan Bimba. ¿Dónde no está él cuando palpita el
corazón de la Patria? Juan Bimba daba el adiós (el adiós nó, el hasta luego!) a
su “taita” Andrés Eloy. Ese adiós fueron los versos sencillos, las décimas de
sabor y sentido popular, que leyera nuestro Director, caracterizado de Juan
Bimba con su misma pobre indumentaria exterior y su malicia y bondad en la
palabra. Leo fue objeto de cariñosos aplausos al aparecer vestido de Juan Bimba
y durante la recitación de las décimas que en este mismo número insertamos.
Bueno, Poeta, hasta pronto. Nosotros sabemos que tú te vas…..pero no
te vas.
Despedida
de Juan Bimba a Andrés Eloy Blanco
Leída el jueves en
la noche en el Teatro Municipal
(12 de
agosto de 1936)
Mi
taita se va de viaje
y,
puesto que soy su hechura,
no he
de escurrir la figura
la
noche del homenaje.
Que me
dispensen el traje!...
con
otro no me conciben
y ya
que aquí me reciben
como al
hermano menor
yo
también traigo mi flor:
¡no sé lée… pero, me escriben!
Juan
Bimba, de cacaseno
hasta
ahora me han llamado,
Juan
Bimba por abnegado,
Juan
Bimba, también, por bueno.
Pero de
orgullo me lleno
aunque
no llene la timba,
pues la
leyenda me nimba
y es la
gloria de mi historia
ser en
la historia y la gloria,
héroe y
mártir, Juan Bimba.
Guardan
las minas de Aroa
huellas
de mi ley esclava,
de
Guayana en la socava
llené
de oro la canoa,
Sin más
temor que la proa
remé
cantando mis cuitas;
luego,
en jornadas benditas,
vino el
desquite con creces
y
cargué catorce veces
con mi
lanza en Mucuritas.
Con
Venezuela nació
este
Juan Bimba de hoy
y mi
taita, Andrés Eloy,
es tan
viejo como yo.
Juan
bimba me bautizó
Y aquí
a su lado me encuentro,
en
principio, fin y centro,
sin
diferencias de edad:
un
poeta de verdad
lleva
mil siglos adentro!
Juntos
vamos en el gozo
como en
dolor juntos fuimos;
uno y
otro conocimos
los
grillos y el calabozo.
La
carne supo el destrozo
del
látigo y no mi fé;
con
sangre y sudor regué
carreteras
al cretino,
pero,
al cabo del camino,
Juan
Bimba estaba de pié.
También
anduve con él
cuando
su triunfo de España;
aquí
sembraron la hazaña
y allá
floreció el laurel.
A la
Patria vino, fiel;
La
Patria estaba en la escoria,
Alzó su
voz ilusoria
y, en
el fatídico encierro,
acuñó
en barras de hierro
el oro
real de victoria.
Otra
vez, libres y juntos,
Juan Bimba
y su taita están;
un
esplendoroso afán
anima
sueños difuntos
Despierta
en los cuatro puntos
una
Patria verdadera,
linda,
sin mancha, altanera;
nuestro
cielo se colora
con
triple fulgor de aurora:
el iris
de una bandera.
Y,
ahora, mi taita,… te vas.
Dí la
copla Andrés Eloy:
“¡rey,
si me voy no me voy!...”
Porque
sé que volverás
Y otra
vez me encontrarás,
con mi
cuatro y mi marimba,
con mi
chamarra y mi tumba,
con mi
caballo y mi Juana,
porque,
ayer, hoy y mañana,
yo soy
el mismo Juan Bimba.
El
mismo de cuerpo y alma,
pero
nuevo en estructura;
ya voy
teniendo cordura
y no me
falta la calma.
Ya me
quitaron la enjalma,
sin la
cincha expando el pecho
y en el
taller y el barbecho,
en la
escuela y el atajo,
busco
un deber: el trabajo
y otro
trabajo: el derecho.
A
orgullo tengo y honor
el que
tú me dieras nombre;
quiero
ser “un palo de hombre”
mucho
mejor que el mejor.
Tengo
conciencia y valor
y,
dejando la herramienta,
cuando
al regreso te sienta,
con
júbilo de aleluya
le
pondré una copla tuya
a mi
guitarra contenta.
Leoncio Martínez