martes, 28 de febrero de 2017

El Comandante

Por Luis Manuel Aguana

Han pasado 25 años y la gente olvidó. En 1992 el país discurría en una dinámica diferente cuando unos militares alzados irrumpieron en la vida de todos nosotros. Moisés Naim hizo un extraordinario trabajo al recordarnos esos días con la nueva serie de Sony, “El Comandante”, inspirada en la vida de Hugo Chávez, que transmite en la actualidad RCN en Colombia (ver entrevista a Moisés Naim en NTN24 en https://youtu.be/ftCh9tLYv9c).

Me sorprendió conocer que Naim había sido el creador de la serie y uno de sus principales productores, porque comencé a ver los capítulos de “El Comandante” antes de saberlo y ahora entiendo porque esta historia me enganchó desde el primer capítulo. Nadie como Naim podría contextualizar tan bien la Venezuela de esos días, no solo por haberse desempeñado como ministro de CAP II, particularmente en una cartera como la que el él tuvo en el Ministerio de Fomento, sino por el extraordinario analista político que es. Ese conocimiento transformado en novela política es lo verdaderamente valioso de esa producción.

Al ser una serie de ficción en un género que particularmente me fascina, que es la historia fabulada, los productores pueden darse unas licencias bien sabrosas basándose en la realidad vivida en la Venezuela de ese entonces, que aunque pasaron ya hace 25 años y algunos recordamos muy bien esos días, no dejan de reflejar el por qué razón Chávez resultó el fenómeno telúrico que fue en esa Venezuela y porque aun sigue teniendo la aceptación que tiene su causa en una gruesa capa de la población. Hay que entender ese fenómeno si se quiere lograr sobrevivir con éxito a esta pesadilla que representa ahora los antivalores más despreciables, lo más alejado de aquella idea de cambio que movió a muchos venezolanos a votar por él en 1998.

De la serie resaltan de inicio dos cosas muy importantes que todavía no se resuelven. Lo primero, el derrumbe del entonces sistema político y la percepción generalizada de los venezolanos que los políticos estaban tan distanciados de los problemas de la gente llana que vieron con muchísima simpatía que alguien irrumpiera haciendo algo para sacarlos. Naim me recordó lo que todos decíamos de los adecos y los copeyanos. La gente los mimetizó, eran a los ojos de todos la misma vaina corrupta. Caldera, al alejarse de su partido y aglutinar sin una base militante a una población descontenta logró ganar las elecciones presidenciales en 1993. Pero aún así, no tomo las decisiones necesarias para salvar un sistema que ya estaba condenado.

Lo segundo es que recordé algo que yo mismo había olvidado: “¡por fin llegó alguien que se responsabiliza por algo en Venezuela!”, al ver a Chávez con su “por ahora” en televisión. Todos los venezolanos queríamos, deseábamos esa irrupción. Para mí significaba una cosa, pero para la mayoría de los venezolanos se traducía en otra muy diferente. Yo era –y sigo siendo, aunque disminuido- de la clase media. Me eduqué en un estrato social diferente de esa gran mayoría de personas que sintieron al golpista como una suerte de héroe que venía a su rescate, y en consecuencia tenía una percepción distinta.

Uno de los personajes populares de la serie ya lo ponía el un altar con la Virgen para que nada le pasara en Yare. Y ese detalle es muy significativo. Allí empezó a gestarse un mito, una cercanía popular muy difícilmente igualada por otro dirigente político en Venezuela. Eso será tal vez lo más difícil de resolver en el futuro, aun cuando Chávez haya muerto. Es el mismo mito de los “descamisados” peronistas que todavía llevó hasta anteayer a Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia de Argentina.

Otro aspecto muy importante de la historia y que para pocos era conocido en ese entonces, es que Chávez no era solo un golpista cualquiera, era un conspirador ideologizado desde hacía muchísimo tiempo, proveniente de las mismas Fuerzas Armadas. Con el disfraz “bolivariano” escondía en el fondo la misma idea de transformación de la izquierda comunista que mueve a los movimientos guerrilleros en el continente, particularmente en Colombia.

¿Pero de donde vino eso? Del mismo lugar de siempre, de la pobreza en la que han vivido –o mejor aún, sobrevivido- nuestros países producto precisamente del olvido de la dirigencia política de gobernar para disminuir progresivamente ese cordón de miseria que nos ha rodeado históricamente. Chávez y sus sucesores se encargaron de usar esa mayoría en pobreza estructural para afianzar su poder y seguir generando más pobreza.

Llama particularmente la atención la importancia que le dio la producción de la serie a la pobreza que rodeó el origen del protagonista en el interior de Venezuela, donde sabemos que la necesidad es mucho mayor de la que se vive en Caracas. Las vicisitudes pasadas por ese niño pobre dan lugar a un resentimiento que persiste en su vida adulta y que se tradujo en una “viveza” que concibe el éxito de una manera distorsionada. Como dicen los expertos, la pobreza se lleva en la mente, pero aun cuando muchos se deslastran de ella, la mayoría sucumbe. Y Chávez encarnó ese sentimiento de venganza resentida de esa mayoría…

Pero ahora hay más pobreza y más resentimiento, que el régimen se está encargando de desviar muy astutamente desde ellos, que son los responsables, hacia donde siempre lo han hecho los comunistas (“el imperio” o “la derecha entreguista”), afianzando ese círculo vicioso que fue el origen del mal que nos acompaña. Se han agravado entonces esas dos cosas presentes en la Venezuela de 1992: a) la percepción generalizada que los políticos siguen aprovechándose de sus posiciones de poder para negociar y enriquecerse, y; b) esperan a que otro alguien aparezca para que los rescate.

¿Cómo enfrentamos eso? Es claro que no será fácil. Debemos volcarnos hacia nosotros mismos y entender que no podemos seguir haciendo lo mismo. Que la cosa no es simplemente decir que Chávez fue el malo de la partida –que lo fue- sino que el mal que lo creó sigue allí presente, vivito y coleando, exponenciado en muchos órdenes de magnitud, y que la cosa no es regresar a lo que había antes, porque eso fue precisamente lo que el venezolano despreció, abrazando a Chávez como su salvador.

El proceso constituyente tal vez no sea la panacea para resolver un problema de hondas raíces humanas, culturales y políticas, pero si ofrece la oportunidad de volver a empezar. Discutir con qué país debemos comenzar de nuevo. De allí debería salir una nueva clase política. Una muy diferente, no la que había antes ni mucho menos la que hay ahora. Nos debe permitir darles la oportunidad a voces que nunca han sido oídas, de todos los rincones del país, y provenientes de todos los sectores, no solo del político, que exigirán la reivindicación de sus luchas más sentidas.

Por otro lado, de esa discusión constituyente deberá salir una propuesta estructural y política que determine el comienzo de la solución de la pobreza, con una nueva manera de concebir al país. Nosotros proponemos una, la autonomía de las regiones y darle a cada venezolano a lo largo y ancho del país la oportunidad de explorar sus alternativas de desarrollo desde la entidad territorial más básica, el Municipio. El Proyecto País Venezuela es nuestra propuesta para sacar al país de la pobreza. Nos gustaría oír otras que no sean volver al pasado, a lo mismo que gestó a un fenómeno como Chávez. Tal vez esa sea la manera de evitar que otro muchacho, incapaz de deslastrarse de la pobreza de su mente y resentido de espíritu, recorra la historia de El Comandante convirtiéndose en Presidente de la República para desgracia de todos los venezolanos.

Caracas, 28 de Febrero de 2017

Twitter:@laguana

miércoles, 22 de febrero de 2017

Bases Constituyentes

Por Luis Manuel Aguana

El nombre fue sugerido por uno de los más respetables juristas venezolanos, quien al leer nuestra primera versión del documento “Bases Constituyentes, Propuesta de los Ciudadanos para la Reconciliación y el Cambio”, sentenció que eso representaba más que unas meras reglas para la elección de constituyentes para una Asamblea Nacional Constituyente, rebautizando el documento de trabajo, que antes llevaba el nombre de Bases Comiciales. Eso fue hace más de tres años. Así de largo ha sido el camino recorrido.

La primera versión de las Bases Constituyentes de la Alianza Nacional Constituyente se hizo pública durante su lanzamiento en el Colegio de Ingenieros de Venezuela el día 17 de Marzo de 2016 (http://ancoficial.blogspot.com/2016/03/lanzamiento-de-la-alianza-nacional.html). La siguiente versión se publicó el 12 de junio de 2016, y la que estuvo publicada hasta ayer correspondió a la versión del 12 de Noviembre de 2016. Se ha venido ajustando en base a las diferentes opiniones fundamentadas de muchos factores políticos y sociales del país en la medida que hemos avanzado en el proceso. Las Bases no están escritas en piedra.

Desde anoche publicamos en nuestro blog en la red, de fecha 21 de febrero de 2017, una nueva actualización más ajustada a las observaciones realizadas a las primeras versiones de la Alianza, que deseo comentar más allá de su contenido -porque las pueden ustedes mismos leer- sino en su significado en el proceso en el que nos hemos empeñado un importante número de venezolanos (pueden descargar el documento desde http://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html).

Pero, ¿por qué comentar este documento ahora y no antes? Porque las personas, que poco a poco han venido enterándose del proceso Constituyente de carácter Originario que estamos impulsando, están cayendo en cuenta de la importancia que este proceso tiene en el desenvolvimiento del problema político en donde estamos metidos en Venezuela y las razones que tenemos para proponerles esta ruta de acción a los venezolanos.

Lo primero que debo decir es que este es un documento inédito. Puede sonar presuntuoso pero posiblemente nunca antes en el mundo moderno nadie haya propuesto nada semejante. Tal vez el antecedente más cercano sea cuando en 1789 el eclesiástico y político francés Emmanuel Joseph Sieyès, propuso su tesis del Tercer Estado en el que indicaba que este se constituía como la “una nación completa y que no necesita a los otros dos estados: el clero y la nobleza” (ver https://es.wikipedia.org/wiki/Tercer_Estado). Veamos:

 “Cuando finalmente los Estados Generales de Francia se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 y se originaron las disputas respecto al tema de las votaciones, los miembros del Tercer Estado debieron verificar sus propias credenciales, comenzando a hacerlo el 28 de mayo y finalizando el 17 de junio, cuando los miembros del Tercer Estado se declararon como únicos integrantes de la Asamblea Nacional: ésta no representaría a las clases pudientes sino al pueblo en sí. La primera medida de la Asamblea fue votar la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano»….Ya el 27 de junio, los representantes de la monarquía se dieron por vencidos, y por esa fecha el Rey mandó reunir grandes contingentes de tropas militares que comenzaron a llegar a París y Versalles. Los mensajes de apoyo a la Asamblea llovieron desde París y otras ciudades. El 9 de julio la Asamblea se nombró a sí misma «Asamblea Nacional Constituyente».” (ver https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_francesa).

El pueblo pasó por encima de sus gobernantes –la monarquía- y se constituyeron en Asamblea Nacional Constituyente, con sus propias reglas de actuación. Nadie se paseó allí por la idea de que las reglas según las cuales se constituiría esa Asamblea Constituyente debían pasar por los poderes constituidos para poder deliberar y tomar decisiones respecto a qué hacer con el país. Eso era como que si se le hubiera preguntado al Rey que hacer para salir de él. De allí en adelante es un hecho sin discusión en el mundo que la categoría “pueblo” está por encima de aquellos que gobiernan pues estos devienen su poder precisamente de la Soberanía Popular.

El documento del que estamos hablando aquí y proponemos al pueblo venezolano tiene ese antecedente histórico, según el cual los Poderes Constituidos del Estado deben subrogarse al Poder Constituyente Originario –esto es, al Pueblo- y a sus propias reglas de actuación. Para algunos esto suena escandaloso, pero para sorpresa de muchos ese principio fundamental está contenido en el Artículo 347 de nuestra Constitución de 1999.

Las Bases Constituyentes constituyen el “aterrizaje” de nuestro Proyecto País Venezuela Reconciliada Vía Constituyente, la manera estructurada de hacerlo posible. No se puede soñar un nuevo país sin decir cómo se puede hacer realidad. Se han interpuesto innumerables obstáculos, no solo aquellos que devienen de la actual realidad política venezolana sino de la natural resistencia al cambio de aquellos que siempre han vivido de hacer mal las cosas. Muchos factores en contra de una propuesta que le abriría cauce a la creatividad de nuestro pueblo para resolver sus problemas. Pero hemos sido persistentes.

¿De qué se trata este documento? Con base a nuestro derecho a la participación política consagrado en la Constitución, un grupo de venezolanos redactamos un manifiesto para la historia denominado Bases Constituyentes, donde aquellos que lo suscriban -denominados Activadores- nos constituimos en todo el país en Juntas Activadoras del Poder Constituyente Originario (JAPCOs), cuya misión tiene tres objetivos fundamentales: 1) Recoger las manifestaciones de voluntad del 15% del Registro civil y Electoral en todo el país (Artículo 348); 2) Alcanzado y superado ese mínimo del 15% constitucional, proceder a convocar a un Proceso Constituyente de carácter Originario; 3) Estar en la disposición de defender la voluntad del pueblo de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente por encima de cualquier desconocimiento que haga el Poder Constituido al Poder Constituyente Originario.

Esa Asamblea Nacional Constituyente tendrá todos los poderes para proceder a destituir, si así lo considerara conveniente y necesario a los intereses del país, a todos o algunos de los Poderes Constituidos, procediendo en tal caso a instalar un Gobierno de Transición hasta culminar la redacción de un nuevo texto constitucional para luego convocar nuevas elecciones.

Las reglas para llevar a cabo ese proceso, están contenidas en ese documento, incluyendo cómo y quiénes lo conducirán, estableciendo los parámetros para la elección de aquellos que participarán como constituyentes en esa Asamblea Nacional Constituyente.  ¿De dónde sale la legitimidad de aquellos a quienes les toque conducir el proceso de acuerdo a esas Bases Constituyentes? Del mismo pueblo quien con su firma da su autorización para iniciar el proceso, con las reglas que ese mismo pueblo convocante aprueba a través de la Planilla de Recolección de Firmas, esto es, las Bases Constituyentes. Quien no las desee aprobar (están publicadas desde ya casi un año) está en su perfecto derecho de no firmarlas, pero de ser aprobarlas por un mínimo del 15%, del Registro Civil y Electoral, Venezuela debe entrar a un proceso de elección constituyente conducido por el Poder Originario, con esas Bases Constituyentes, tal y cual está establecido en la Carta Magna.

Dado el carácter novedoso de este proceso, y aun cuando la estructura fundamental sobre la cual está construida la propuesta no ha variado –Poder Constituyente sobre Poder Constituido- si han variado algunos aspectos relacionados con el detalle del cómo realizarlo en la redacción del documento desde su comienzo, siempre respetando el principio democrático y de representación proporcional. Es un dicho muy conocido “el diablo está en los detalles”, y permanentemente aparecen nuevas observaciones.

Pero eso no nos ha detenido en el proceso de la conformación de las Juntas Activadoras del Poder Constituyente Originario a nivel nacional. No es fácil conciliar la práctica –el levantamiento de las firmas- con el detalle de la implementación ya que nunca terminaríamos de arrancar. Esto nos lleva a estar ajustando el documento aun cuando haya firmas en proceso, y a explicar muy bien y permanentemente a los venezolanos las actualizaciones que hagamos de la implantación, y es por ello que las JAPCOs deben estar muy bien formadas e informadas de cada paso que de la Alianza para mantener actualizados a su vez a todos los que ya hayan firmado, en aras de garantizar la transparencia de todo el proceso constituyente originario.

“¿Dónde iremos a buscar modelos?  La América Española es original. Original han de ser sus instituciones y su Gobierno. Y originales lo medios de fundar unas y otro. O inventamos o erramos…” decía el Maestro Simón Rodríguez. Somos seres humanos y podemos equivocarnos y seguramente lo hemos hecho en este proceso. Sin embargo, de este gravísimo problema que tenemos los venezolanos solo saldremos con soluciones originales. Si alguien tiene alguna otra solución, bienvenida sea y la queremos conocer. Pero que su solución no sea destruir lo que hemos concebido, sin proponer otro camino que podamos seguir los venezolanos. Y lo menos que pedimos es que se nos muestre algo de la profundidad y seriedad con la que estamos planteando estas Bases Constituyentes, de una manera pública y abierta.

Desde la Alianza Nacional Constituyente creemos que esta es la vía constitucional, pacífica, democrática y participativa, muy concreta para recorrer el camino de lograr la libertad en Venezuela. Conlleva riesgos, esfuerzo, trabajo, costos de una manera continuada y permanente, en el desarrollo de una estrategia hasta conseguir el éxito. No es una manifestación espasmódica que pretenda salir en un día del régimen. Es un plan serio para reconstruir Venezuela, donde las movilizaciones tendrán su momento justo y serán para defender el principio universal de que es la Soberanía Popular la única que decide el destino de un país, incluyendo quitar y poner gobiernos, nadie más. Luego de tanta decepción, los venezolanos no nos merecemos menos que eso…

Caracas, 22 de Febrero de 2017

Twitter:@laguana