lunes, 12 de noviembre de 2018

Angostura o el cambio del sistema

Por Luis Manuel Aguana

La Constitución de 1819 o Constitución de Angostura estableció por primera vez el centralismo en Venezuela, reflejando el pensamiento de El Libertador. ¿En dónde nace el carácter centralizador de nuestra clase política? En Angostura 1819. De allí nació el paradigma. Bolívar nunca rechazó el modelo descentralizado y federal establecido en la primera Constitución de 1811. Rechazó que ese modelo se aplicara a la realidad del país de ese momento:

“El Primer Congreso en su Constitución Federal consultó mas el espíritu de las Provincias, que la idea sólida de formar una República indivisible y central. Aquí cedieron nuestros Legisladores al empeño inconsiderado de aquellos provinciales seducidos por el deslumbrante brillo de la felicidad del Pueblo Americano pensando que las bendiciones de que goza son debidas exclusivamente a la forma de Gobierno y no al carácter y costumbres de los Ciudadanos” (ver Discurso de Angostura en https://storicamente.org/sites/default/images/articles/media/1880/Bolivar_Discurso_de_Angostura.pdf).

En la Constitución de Angostura aparece por primera vez en nuestra institucionalidad política que el “Presidente es el Comandante en Jefe de todas las fuerzas de mar y tierra” y es el “Jefe de la administración general de la República” (ver Sección Tercera, Artículos 1 y 4, Constitución Política del Estado de Venezuela de 1819, 15 de Agosto de 1819, https://tinyurl.com/y84ps5z3).

¿Cuál fue el fondo del planteamiento de Bolívar en su Discurso al rechazar un modelo que no se ajustaba a nuestra realidad política de ese entonces? Que el Congreso Constituyente de Angostura adecuara el sistema político a quienes éramos y los problemas que afrontábamos en 1819. Bolívar el ciudadano, Bolívar el Estadista, entrega el mando y el destino de Venezuela a la Soberanía del Pueblo representada en ese Congreso Constituyente de Angostura de 1819, explicándoles la importancia de ese cambio:

“Representantes del Pueblo! -Vosotros estáis llamados para consagrar, ó suprimir cuanto os parezca digno de ser conservado, reformado, ó desechado en nuestro pacto social. A vosotros pertenece el corregir la obra de nuestros primeros Legisladores; yo querría decir, que a vosotros toca cubrir una parte de las bellezas que contiene nuestro Código político; porque no todos los corazones están formados para amar a todas las beldades; ni todos los ojos, son capaces de soportar la luz celestial de la perfección.”… “Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debe reinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracteriza al Gobierno Federativo, he sido arrastrado á rogaros para que adoptéis el Centralismo y la reunión de todos los Estados de Venezuela en una República sola e indivisible. Esta medida, en mi opinión, urgente, vital, redentora, es de tal naturaleza que, sin ella, el fruto de nuestra regeneración será la muerte”.

Y ante esa solicitud el Constituyente cambió el sistema y el modelo político, centralizando el Estado y estableciendo un texto fundamental capaz de encarar la guerra de independencia, entregándole el poder al Presidente de la República, bajo el control del un Congreso.

La realidad política venezolana –y del mundo- cambió en 200 años. En menos de un año, el próximo 15 de Agosto de 2019 se cumplirán 2 siglos de la promulgación de la Constitución de Angostura y aún nuestra clase política no ha entendido que el país cambió, que a los venezolanos nos crecieron los pantalones y que es necesario adecuar de nuevo el sistema político y el texto político fundamental a las realidades del país. De allí la necesidad de convocar de nuevo a la Soberanía Popular y debatir los próximos 200 años de institucionalidad política. Eso lo entendió el Libertador en 1819, a solo 8 años de la primera Constitución.

¿Es exagerado ese planteamiento? El hecho de que no exista en Venezuela un genio político que se asemeje al Libertador no implica que no exista el problema y lo encaremos. Y no se trata aquí de evitar abordar el accidente histórico que representa Hugo Chávez y la Constitución de 1999, y mucho menos la posible Constitución comunista que está cocinando la Asamblea Nacional Constituyente espuria de Nicolás Maduro. ¡No! Es precisamente rechazar que ese accidente se convierta en un referente en nuestra línea de evolución histórica.

Cuando el grupo de venezolanos que constituimos la Alianza Nacional Constituyente-ANCO nos planteamos el rescate de la federación y la descentralización del poder, es porque creemos que Venezuela ahora si está preparada para lo que el Libertador indicaba en Angostura era el mejor sistema del planeta pero que rechazaba para la situación que tenía el país desde 1812:

“El sistema federal, bien sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros recientes estados”, Simón Bolívar, Manifiesto de Cartagena, 15 Dic. 1812.

¿Cuál es la situación actual? La exacerbación del centralismo en la Constitución de 1999, que suspendió un proceso de descentralización consistente que se venía desarrollando desde la Constitución de 1961, y que de haberse materializado con un cambio constitucional antes de 1998 hubiese detenido las aspiraciones de un golpista a la Presidencia de la República, arruinó y destruyó la Nación en 20 años. La Hacienda Pública en manos de una sola persona, quien quiera que esta sea –y peor si es un ignorante como el que tenemos ahora- en pleno siglo XXI, con todas las complejidades que ello involucra, es por decir lo menos una insensatez. Se requiere una revisión profunda de la distribución territorial y poblacional de los municipios para que estos puedan responder a las necesidades y calidad de vida de los ciudadanos. Se requiere que se invierta la pirámide de distribución del ingreso, estableciendo constitucionalmente a los municipios y al ciudadano el mayor grueso de los recursos y poder para su administración, luego a los Estados y al final a un poder central federado. Esa es la manera que funcionan bien los Estados modernos. El sistema federal es el que brinda la mayor la suma de felicidad posible en este siglo. Esa es la diferencia con el siglo XIX cuando vivió El Libertador.

Esos son solo pocos ejemplos de realidades de este siglo que no hemos encarado en nuestra Constitución, viviendo todavía anclados en el pasado. Pero lo encararon en Angostura cuando los constituyentes en su propio siglo cambiaron a instancias del Libertador el modelo y el sistema político a las realidades de su época ¡Hay que hacer eso de nuevo! La pequeña gran diferencia es que no contamos con el genio de Bolívar. Pero somos sus herederos y ese es el reto que nos ha impuesto la historia…

Caracas, 12 de Noviembre de 2018

Twitter:@laguana

viernes, 9 de noviembre de 2018

Angostura o cómo ganar una guerra con el enemigo dentro

Por Luis Manuel Aguana

Nunca como ahora a los venezolanos nos ha hecho falta volver a nuestras raíces. Recuerdo haber visto en algún documental como se ha recuperado una plantación de un cultivo especial después de un voraz incendio luego que se buscara de entre los restos chamuscados un tronco que peleo con el fuego y que conservo su verdor interior a pesar de la alta temperatura. Luego de colocarlo en germinación y cuidos intensivos, volvió a nacer la planta prácticamente desde sus cenizas. Algo así nos pasará a nosotros pero es absolutamente necesario conservar a toda costa lo verde peleando con el incendio. Y nos hallamos en el medio del más espantoso incendio.

La respuesta está en lo que somos –ese verdor interior- y que por múltiples razones y golpes lo hemos ido olvidando, hasta perder completamente la brújula. ¿Cómo saber hacia dónde ir si no sabes de dónde vienes? Sabemos en donde estamos aun cuando no sepamos al final como llegamos aquí. De allí mi insistencia de siempre de volver a los principios cuando sientas que te perdiste en el camino. Cuando te pierdas vuelve a tus principios. Te aseguro que retomas luego el camino.

El comienzo mismo del camino perdido entre tantos golpes de Venezuela se halla volviendo a lo que somos. Hemos venido recorriendo un hilo político que a mi juicio comenzó en Angostura el 15 de Febrero de 1819 cuando el Jefe Supremo de la República, Simón Bolívar, pronunció la pieza política más importante de toda nuestra historia, el Discurso de Angostura (ver en https://storicamente.org/sites/default/images/articles/media/1880/Bolivar_Discurso_de_Angostura.pdf).

¿Quiénes somos los venezolanos? ¿Cuál verdor interior debemos pelear para conservar? Bolívar lo describió en Angostura en 1819: “Multitud de beneméritos hijos tiene la patria capaces de dirigirla: talentos, virtudes, experiencia, y cuanto se requiere para mandar a hombres libres, son el patrimonio de muchos de los que aquí representan el pueblo, y fuera de este soberano cuerpo se encuentran ciudadanos que en todas las épocas han mostrado valor para arrostrar los peligros, prudencia para evitarlos, y el arte, en fin de gobernarse y de gobernar a otros”. Eso somos y eso debemos rescatar después del incendio.

Lo primero que hizo El Libertador fue asumir su condición ciudadana y convocar la soberanía nacional representada en ese Congreso:

“Dichoso el Ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional, para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los Representantes del Pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la Autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del Destino de la Nación”.

Bolívar devuelve al Congreso el mando Supremo de Venezuela: “Legisladores! Yo deposito en vuestras manos el mando Supremo de Venezuela.- Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros á la felicidad de la República: en vuestras manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria: ellas sellarán los Decretos que fijen nuestra Libertad En este momento el Jefe Supremo de la República no es más que un simple Ciudadano, y tal quiere quedar hasta la muerte. Serviré sin embargo en la carrera de las armas mientras haya enemigos en Venezuela”.

Léase bien la significación de esto. Bolívar devuelve al Congreso el mando para que este realice los Decretos necesarios que fijen la libertad de Venezuela, y asume su condición de ciudadano de la carrera de las armas para servir a Venezuela.

En 1819 todavía no se había alcanzado la liberación de Venezuela. En plena guerra y con el enemigo dentro del país, El Libertador concibió necesario reunir al Congreso y entregarles el poder a los ciudadanos para que estos establecieran la mejor formulación política para alcanzar la libertad y la felicidad del pueblo venezolano. Eso no lo harían los militares sino los ciudadanos:

“Meditad bien vuestra elección, Legisladores. No olvidéis que vais a echar los fundamentos a un Pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango que le espera. Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar de Venezuela que debe inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma de Gobierno que vais á adoptar para la felicidad del Pueblo; si no acertáis, repito, la Esclavitud será el término de nuestra transformación”.

Pero la responsabilidad de esta tarea se ve magnificada porque de acuerdo al Libertador si se concede la libertad a un pueblo pervertido muy pronto se vuelve a perder:

“Un Pueblo pervertido si alcanza su Libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud: que el imperio de las Leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son mas inflexibles, y todo debe someterse á su benéfico rigor: que las buenas costumbres y no la fuerza, son las columnas de las Leyes: que el ejercicio de la Justicia es el ejercicio de la Libertad. Así, Legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del error, y por incentivos nocivos. La Libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento, pero de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la Libertad. Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras, y aniquilados por las pestilencias serviles, ¿serán capaces de marchar con pasos firmes hacia el augusto Templo de la Libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina?”.

En otras palabras la libertad tiene prerrequisitos, no se le puede dar a cualquiera. No la puede entender un pueblo pervertido. Y ese es mi mayor temor. La vorágine de perversión y distorsión en la que se ha sumido al país como consecuencia del altísimo grado de corrupción al que se ha llegado en todos los órdenes de la vida nacional por la delincuencia que se ha alzado con el poder, podría ser el mayor obstáculo para alcanzar una libertad perdurable luego de salir de esta tragedia.

Cuando el Libertador se refiere a “nuestros débiles conciudadanos” no se equivoca si trasladamos al presente esas mismas inquietudes, y las preguntas hechas allí quedan sin respuesta. ¿Seremos capaces? En lo personal creo que si lo seremos. ¿Por qué? Porque esa corrupción no es de ninguna manera del pueblo, es de quienes en mala hora accedieron al poder. Si tocará educar y crear ciudadanía para evitar que esa perversión vuelva a ocurrir. Ese es el gran reto y la gran responsabilidad de quienes accedan al poder después..

Pero eso también tiene prerrequisitos. Solo necesitamos el desprendimiento ilimitado de quienes les toque conducir, ¡nada menos! De allí la sentencia categórica de Angostura: “Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!”. Estamos conscientes que no es lo sobresale de la escena política actual. Pero sabemos que existe. Las líneas maestras están en Angostura, en nuestros principios como Nación: el poder reside en el ciudadano y allí se encuentran las respuestas para lograr la libertad. Que la construcción del país y su organización está en manos del pueblo y sus representantes, “depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la nación” para enfrentar una guerra que no ha terminado, con el enemigo todavía dentro del país, como ocurrió en 1819.

¿Tuvo Bolívar temor de entregarle el poder a pueblo representado en el Congreso de Angostura para realizar lo necesario para alcanzar la libertad? El Libertador nunca le tuvo temor a la soberanía popular. Lo demostró en Angostura y lo reafirmo mas tarde en la Carta dirigida a Francisco de Paula Santander en Octubre de 1826:

“En una palabra, mi querido general, yo no conozco más partido de salud, que el de devolver al pueblo su soberanía primitiva para que rehaga su pacto social. Vd. dirá que esto no es legítimo: y yo, a la verdad, no entiendo qué delito se comete en ocurrir a la fuente de las leyes para que remedie un mal que es del pueblo y que sólo el pueblo conoce. Digo francamente que si esto no es legítimo, será necesario a lo menos, y, por lo mismo, superior a toda ley: pero más que todo es eminentemente popular, y, por lo mismo, muy propio de una república eminentemente democrática”.

Y al final esa fue la solución, devolverle al pueblo su soberanía primitiva y rehacer el pacto social. Hagámosle caso al Libertador, ha sido el único venezolano que ganó una guerra entregándoles el poder a los ciudadanos…

Caracas, 9 de Noviembre de 2018

Twitter:@laguana