Por Luis Manuel Aguana
Lo verdaderamente
grave del reciente caso de corrupción que la prensa ha dado en llamar “El
Cucutazo” no es tanto que haya sido originado desde la oposición oficial –que
ya es bastante escandaloso al provenir de quienes pretenden ser gobierno- sino de
quienes fueron el objeto del robo. Es como si encontráramos a alguien meterle
las manos a la limosna de la Iglesia: no es tanto lo que robas sino a quien se
lo robas.
Lo escandaloso en
este caso de corrupción es que descubrieron a quienes quieren administrar los
dineros de la nación argumentando que el castro-chavismo-madurismo es ladrón,
en una operación de ratería, escamoteando el dinero destinado a la ayuda humanitaria.
Esto tiene un fondo mucho más profundo que unos simples ladrones pertenecientes
a un partido político.
La corrupción
vinculada al ejercicio del poder no es monopolio del PSUV ni del gobierno
ilegitimo de Maduro, es desde tiempos inmemoriales de todos los partidos de
Venezuela en posición de administrar lo que es de los venezolanos. Ese no es el
problema –que lo es- sino de los mecanismos que se tengan para asegurarnos que
los administradores no se roben el dinero público, así como del establecimiento
de un mínimo de controles para que eso no suceda. Desde que el cartel
delincuencial tiene secuestrado el poder en Venezuela se ha desmantelado toda
la estructura mínima de control para evitar la corrupción. Pero eso lo sabemos
y esa es una de las muchas razones por las cuales hay que desalojarlos del
poder.
Sin embargo de lo
que no se había tenido prueba hasta ahora, es que esa costumbre de
desmantelamiento del control, al parecer también le es muy conveniente a
quienes pretenden suceder a Maduro en el poder. Desde que la Asamblea Nacional
fusiono el Poder Ejecutivo con el Legislativo a través de la Ley para la
Transición, nadie sabe quién controla qué de los recursos de la República que
se han ido recuperando del exterior, y que han sido retenidos en los diferentes
países para la disposición del gobierno interino del Presidente Encargado Juan
Guaidó.
La Asamblea
Nacional siendo por naturaleza el órgano contralor del Ejecutivo, no ha
presentado cuentas ni los mecanismos de control para preservar lo que se ha
recuperado, ni quien está a cargo para hacerlo. El solo hecho que por una
denuncia periodística se haya conocido del desorden administrativo y el robo de
los fondos para la ayuda humanitaria de venezolanos en el exterior por parte
del gobierno interino de Juan Guaidó, da cuenta de la existencia de un asunto
tan grande que podríamos inferir que solo conocemos de eso la punta del
iceberg, y que los venezolanos tenemos el pleno derecho de conocer. De otra
manera difícilmente habría diferencia alguna en materia de corrupción entre lo
que hay y lo que pretende venir.
Pero a mi juicio
el problema va más allá. Salvo que importemos políticos o sean extraterrestres,
la materia prima con la que se hace política en Venezuela es la misma que tiene
el régimen. Si se pone una lupa sobre la militancia de absolutamente todos los
partidos políticos, el régimen y su oposición, veremos a los mismos actores
políticos en nuestro país, unos más jóvenes que otros, que han usado la
política para favorecerse, porque eso es finalmente lo que ha pasado. Sin
necesidad de citar nombres no se pueden justificar los bienes y los viajes
internacionales de infinidad de personajes de la política nacional opositora
que han aprovechado la grave crisis por la que atravesamos para mejorar sus condiciones
de vida, sin haberle resuelto nada a los venezolanos, solamente mantener la
ilusión de que algún día saldremos de esto. Todo esto nos induce a sospechar si
realmente desean hacerlo para seguir viviendo de “eso” a costillas de nuestro
sufrimiento. Y eso es lo verdaderamente aberrante.
Todo esto nos
conduce un pesimismo natural que indica que nunca podremos resolver el problema
que nos plantea un régimen y una oposición que negocia su permanencia para
siempre. Que no recuperaremos la democracia y la libertad porque una sarta de
corruptos desea hacerse y repartirse el botín de la República, dejando solo un
pedacito para el resto de nosotros. En esas condiciones es imposible convencer
a nadie que tenga alguna esperanza. Pero como siempre le digo a mis amigos: se
necesita mucho más que un corrupto para declinar en mi optimismo incorregible.
En Venezuela, en
mayor o menor medida los partidos políticos son clubes de amigos de su fundador
o fundadores, en especial los nuevos. No señalaré a ninguno en particular pero
lo único que le han ofrecido al país es su carisma y simpatía para luego
montarse en esos atributos para solicitar el capital político necesario para
acceder al verdadero botín que no es otro que administrar la Hacienda Pública
de la Nación.
Luego de acceder
al poder, si arruinaron al país no importa. El sistema está construido para
volver a comenzar y poner la confianza en otro, en un círculo vicioso sin fin.
El último de ellos fue Hugo Chávez en 1998 y los recientes acontecimientos
políticos apuntan a la dupla Leopoldo López-Juan Guaidó. Como verán, esto es de
una simpleza inenarrable que marca el estado de subdesarrollo político de
nuestro pueblo. ¿Cómo resolver eso? Comenzando por entender el ciclo y
corregirlo, aunque ya sea tal vez demasiado tarde para resolver el presente.
¿Qué podríamos
hacer entonces? Apuntar más largo. No ofrecerle al país un liderazgo
carismático y mesiánico sino una nueva estructura sobre la cual cimentar la
República con una ruta clara que nos permita la distribución del poder,
poniéndolo en las manos de muchos. Ofrecer una nueva concepción, que aunque le
toque usar la misma materia prima defectuosa de la que se han servido todos los
gobiernos desde 1811, le pueda garantizar a los venezolanos un mínimo de
control sobre lo que es de todos, reduciendo el riesgo que significa entregarle
el país a un líder mesiánico todopoderoso que invariablemente termine estafando
a todo el mundo porque es imposible manejar un Estado moderno puesto en las
manos de un solo ser humano.
Y eso no se puede
enfrentar con un “programa de gobierno” como están acostumbrados los partidos y
los venezolanos, sino cambiando el sistema de relaciones de poder entre quienes
lo deben ejercer, para administrar con eficiencia lo que nos pertenece a todos,
garantizando bienestar y calidad de vida para los ciudadanos. Un
sistema que obligue a construir ciudadanía, corrigiendo en el largo
plazo los defectos de la materia prima política. Y eso es posible hacerlo con
un sistema que ha sido expuesto por años por los fundadores de ANCO, y que
hemos luchado por dar a conocer, que lleva el nombre de Proyecto País Venezuela Reconciliada vía
Constituyente (leerlo en http://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html).
Es obligante decirlo
después de 120 años: dado el estado ruinoso en que se encuentra la materia
prima política del país desde el punto de vista ético, moral y político, se requiere
del concurso de “Nuevos hombres, nuevos
procedimientos y nuevos ideales”, consigna exitosa de la Revolución
Restauradora de Cipriano Castro en 1899 que marcó la entrada de los andinos al
poder, y que cambió el sistema de relaciones para ejercer ese poder por más de
un siglo, luego de años de desorden político desde nuestra separación de la
Gran Colombia. Si la historia ha de repetirse para entrar en una era distinta, no
veo mejor momento para intentar un enfoque diferente…
Caracas, 18 de Junio de 2019
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana