miércoles, 19 de junio de 2019

Plebiscito versus Elecciones

Por Luis Manuel Aguana

Una vez realizada la propuesta general para la realización de un Plebiscito a Nicolás Maduro Moros para definir su permanencia en el poder en Venezuela (ver Comunicado ANCO: Que el Soberano decida el futuro de Venezuela, PLEBISCITO SI, DIALOGO NO, en http://ancoficial.blogspot.com/2019/06/comunicado-anco-que-el-soberano-decida.html), nos hemos enfrentado a una lluvia de inquietudes, muchas de ellas descalificantes, acerca de la pertinencia o no de un instrumento como ese versus al planteamiento electoral que en  la actualidad negocia con el régimen la oposición oficial de la Asamblea Nacional. Y es razonable que la gente se pregunte porqué nace esa propuesta en contraposición a otras que ya habíamos realizado, favoreciendo la intervención humanitaria en Venezuela por la vía de la Responsabilidad de Proteger (R2P), e incluso la aprobación del Artículo 187#11 Constitucional. Y en realidad la propuesta plebiscitaria no excluye esos escenarios. Veamos porqué.

En Venezuela hemos llegado a un punto de no retorno de posiciones irreconciliables con el régimen y su oposición oficial. De hecho no existen puntos de convergencia que hagan que los venezolanos nos convenzan de tragarnos el régimen de Maduro de ninguna manera posible. Ha habido demasiada muerte, persecución  y destrucción de nuestro país para que el venezolano medio acepte otra cosa que no sea la expulsión de quienes nos han hecho tanto daño.

Por otro lado, quienes debieron seguir por una ruta que suponía la expulsión de la tiranía primero, para proseguir con un gobierno de transición y unas elecciones libres después, decidieron sin consultarnos que negociarían con el régimen para “cesar la usurpación”. ¿A quien pretenden hacerle tragar semejante cosa? De allí que la maquinaria comunicacional de la oposición oficial se este aprestando con sus anclas periodísticas conocidas para comenzar una campaña que intentará convencernos que si vamos a elecciones con el régimen los “arrasaremos”. ¿Les parece conocido ese discurso?

El discurso electoral esta fuertemente respaldado por importantes factores de toda la batería socialista europea y quienes en Latinoamérica aun creen que lo que sucede en Venezuela es solo un problema de orden político y no criminal. Si a esto le sumamos que los intentos fallidos del 23E y 30A le han restado una importante credibilidad internacional (léase Estados Unidos) al gobierno interino de Juan Guaidó, a este no le quedaría otra alternativa que plegarse a una negociación con un régimen que desea elecciones y una Comunidad Internacional que no ve otra manera de hacer que en Venezuela las aguas vuelvan a su cauce.

El único problema aquí es como se hace para convencer a un país entero que aun espera el “cese de la usurpación” prometido y que ahora se cocinan brebajes para transformarlo en un “cese de la usurpación por elecciones”.

Si el problema fundamental del país es un régimen de corte castrocomunista, que ha pretendido en 20 años someter a su población utilizando los inmensos recursos de la nación, arruinando y destruyendo todo a su paso, y todavía no ha logrado someterla completamente a pesar del éxodo y la crisis humanitaria, ¿de que manera cabria pensar que podamos convencerla que nos podemos deshacer de él por la vía de negociar “espacios de convivencia” a través de mecanismos electorales que solo funcionan cuando existe democracia? En otras palabras la solución electoral es un completo contrasentido cuando se realiza con quienes de suyo no creen en esa vía salvo cuando son ellos quienes cuentan los votos utilizando un sistema construido para favorecerlos. Es por eso que algunos creemos que la salida definitiva pasa por una solución de fuerza, pero que de la cual no tenemos la aprobación de la Comunidad Internacional en su conjunto.

Nos encontramos entonces atascados en la creencia de que solo nos queda la vía electoral para resolver el problema. Y esa solución, lejos de resolverlo, lo agrava. Es como ponerle un parche a un gran tanque de gasolina que gotea porque esta podrido por el oxido y si no se le pone remedio a la causa estructural del derrame, en algún momento y por alguna razón saltara el chispazo que lo hará explotar mas temprano que tarde. Es por eso que hay que ir a  resolver la causa estructural del problema, ya que el régimen ha distorsionado y destruido absolutamente toda la institucionalidad del país. Esto es, recurrir a la fuente donde nacen las instituciones, que no es otra cosa que la Soberanía Popular.

La Comunidad Internacional reconoce sin duda alguna que en Venezuela hay que recurrir a la Soberanía Popular para resolver nuestras diferencias. De allí que su instrumento sea el electoral. Sin embargo un Plebiscito es también un mecanismo electoral pero que pone en manos del pueblo una decisión trascendental. Y ese es precisamente nuestro caso en Venezuela, pero con una diferencia: con unas elecciones toleramos la existencia del régimen, con un Plebiscito no. ¿Y porque no? Porque de lo que se trata precisamente es de someter a la consideración de la Soberanía Popular la decisión acerca de la existencia misma de ese régimen, con todo lo que ello implica. ¿Se dan cuenta de la diferencia?

Pero, ¿como llevar al régimen a ese juicio de la Soberanía del pueblo? No será fácil de ninguna manera. Es claro que no deseará contarse con los mecanismos abiertos de la Comunidad Internacional, a sabiendas que el pueblo no lo quiere. Es allí donde la presión de todos los países debe comenzar a funcionar. Los países que nos respaldan deben ser los primeros convencidos de esta solución. Pudieran por ejemplo continuar con las mismas, o nuevas y peores sanciones hasta que el régimen acepte un Plebiscito.

La diferencia con el estado actual de las cosas es que habría entonces un lugar adonde llegar con esas presiones y sanciones: a que el régimen acepte contarse en un Plebiscito. Este se haría con la colaboración de la sociedad civil y sin la intervención del CNE, por no ser este instrumento de su competencia constitucional (Art. 70), por lo que su realización resultaría más ágil e inmediata que una elección, y contando siempre con el apoyo y supervisión de organismos internacionales (OEA y UE). Dependiendo de la presión que se ejerza de afuera hacia adentro, y desde las mismas entrañas del país, el régimen comenzará a solicitar “negociar” los términos de su sometimiento a la voluntad del pueblo. Es ESA la única negociación posible con ellos: la de los términos de su salida.

Pero, ¿cómo se haría para que el régimen cumpla con el resultado de ese Plebiscito? Esa pregunta va de la mano con la aceptación del instrumento: de no cumplir el mandato popular emanado de las urnas en ese Plebiscito, las puertas quedan abiertas para una intervención humanitaria que haga cumplir la decisión del Soberano, no teniendo la Comunidad Internacional manera alguna de evitar la Responsabilidad de Proteger (R2P) a Venezuela de acuerdo a los términos concebidos en la Asamblea General de la ONU del año 2005. Y para lograrlo de la manera mas expedita y con la colaboración del único poder legítimo en Venezuela, la Asamblea Nacional no tendría mas excusas para negarse a aprobar la presencia de fuerzas extranjeras dentro del país para apoyar lo decidido por el pueblo en las urnas, a través de su atribución establecida en la Constitución en el Artículo 187#11.

Como verán, un Plebiscito es una solución expedita versus las negociaciones encubiertas de la oposición con el régimen para asegurar su permanencia en las estructuras de poder en Venezuela por la vía electoral. Le daría continuidad a la promesa hecha a los venezolanos el 23E de terminar inmediatamente con la usurpación y continuar en la vía de la conformación definitiva de un gobierno de transición que nos lleve a elecciones libres, SIN EL RÉGIMEN O ALGUNA DE SUS ESTRUCTURAS. Y demuestra que si es posible un próximo gobierno sin cohabitar con Maduro, como nos ha pretendido vender como obligante la oposición oficial. Es una solución que le planteamos a Venezuela y al mundo para abandonar el limbo en que nos encontramos, que profundiza y alarga la muerte y la desesperanza del pueblo venezolano.

Caracas, 19 de Junio de 2019

Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana

martes, 18 de junio de 2019

Nuevos hombres, nuevos procedimientos y nuevos ideales

Por Luis Manuel Aguana

Lo verdaderamente grave del reciente caso de corrupción que la prensa ha dado en llamar “El Cucutazo” no es tanto que haya sido originado desde la oposición oficial –que ya es bastante escandaloso al provenir de quienes pretenden ser gobierno- sino de quienes fueron el objeto del robo. Es como si encontráramos a alguien meterle las manos a la limosna de la Iglesia: no es tanto lo que robas sino a quien se lo robas.

Lo escandaloso en este caso de corrupción es que descubrieron a quienes quieren administrar los dineros de la nación argumentando que el castro-chavismo-madurismo es ladrón, en una operación de ratería, escamoteando el dinero destinado a la ayuda humanitaria. Esto tiene un fondo mucho más profundo que unos simples ladrones pertenecientes a un partido político.

La corrupción vinculada al ejercicio del poder no es monopolio del PSUV ni del gobierno ilegitimo de Maduro, es desde tiempos inmemoriales de todos los partidos de Venezuela en posición de administrar lo que es de los venezolanos. Ese no es el problema –que lo es- sino de los mecanismos que se tengan para asegurarnos que los administradores no se roben el dinero público, así como del establecimiento de un mínimo de controles para que eso no suceda. Desde que el cartel delincuencial tiene secuestrado el poder en Venezuela se ha desmantelado toda la estructura mínima de control para evitar la corrupción. Pero eso lo sabemos y esa es una de las muchas razones por las cuales hay que desalojarlos del poder.

Sin embargo de lo que no se había tenido prueba hasta ahora, es que esa costumbre de desmantelamiento del control, al parecer también le es muy conveniente a quienes pretenden suceder a Maduro en el poder. Desde que la Asamblea Nacional fusiono el Poder Ejecutivo con el Legislativo a través de la Ley para la Transición, nadie sabe quién controla qué de los recursos de la República que se han ido recuperando del exterior, y que han sido retenidos en los diferentes países para la disposición del gobierno interino del Presidente Encargado Juan Guaidó.

La Asamblea Nacional siendo por naturaleza el órgano contralor del Ejecutivo, no ha presentado cuentas ni los mecanismos de control para preservar lo que se ha recuperado, ni quien está a cargo para hacerlo. El solo hecho que por una denuncia periodística se haya conocido del desorden administrativo y el robo de los fondos para la ayuda humanitaria de venezolanos en el exterior por parte del gobierno interino de Juan Guaidó, da cuenta de la existencia de un asunto tan grande que podríamos inferir que solo conocemos de eso la punta del iceberg, y que los venezolanos tenemos el pleno derecho de conocer. De otra manera difícilmente habría diferencia alguna en materia de corrupción entre lo que hay y lo que pretende venir.

Pero a mi juicio el problema va más allá. Salvo que importemos políticos o sean extraterrestres, la materia prima con la que se hace política en Venezuela es la misma que tiene el régimen. Si se pone una lupa sobre la militancia de absolutamente todos los partidos políticos, el régimen y su oposición, veremos a los mismos actores políticos en nuestro país, unos más jóvenes que otros, que han usado la política para favorecerse, porque eso es finalmente lo que ha pasado. Sin necesidad de citar nombres no se pueden justificar los bienes y los viajes internacionales de infinidad de personajes de la política nacional opositora que han aprovechado la grave crisis por la que atravesamos para mejorar sus condiciones de vida, sin haberle resuelto nada a los venezolanos, solamente mantener la ilusión de que algún día saldremos de esto. Todo esto nos induce a sospechar si realmente desean hacerlo para seguir viviendo de “eso” a costillas de nuestro sufrimiento. Y eso es lo verdaderamente aberrante.

Todo esto nos conduce un pesimismo natural que indica que nunca podremos resolver el problema que nos plantea un régimen y una oposición que negocia su permanencia para siempre. Que no recuperaremos la democracia y la libertad porque una sarta de corruptos desea hacerse y repartirse el botín de la República, dejando solo un pedacito para el resto de nosotros. En esas condiciones es imposible convencer a nadie que tenga alguna esperanza. Pero como siempre le digo a mis amigos: se necesita mucho más que un corrupto para declinar en mi optimismo incorregible.

En Venezuela, en mayor o menor medida los partidos políticos son clubes de amigos de su fundador o fundadores, en especial los nuevos. No señalaré a ninguno en particular pero lo único que le han ofrecido al país es su carisma y simpatía para luego montarse en esos atributos para solicitar el capital político necesario para acceder al verdadero botín que no es otro que administrar la Hacienda Pública de la Nación.

Luego de acceder al poder, si arruinaron al país no importa. El sistema está construido para volver a comenzar y poner la confianza en otro, en un círculo vicioso sin fin. El último de ellos fue Hugo Chávez en 1998 y los recientes acontecimientos políticos apuntan a la dupla Leopoldo López-Juan Guaidó. Como verán, esto es de una simpleza inenarrable que marca el estado de subdesarrollo político de nuestro pueblo. ¿Cómo resolver eso? Comenzando por entender el ciclo y corregirlo, aunque ya sea tal vez demasiado tarde para resolver el presente.

¿Qué podríamos hacer entonces? Apuntar más largo. No ofrecerle al país un liderazgo carismático y mesiánico sino una nueva estructura sobre la cual cimentar la República con una ruta clara que nos permita la distribución del poder, poniéndolo en las manos de muchos. Ofrecer una nueva concepción, que aunque le toque usar la misma materia prima defectuosa de la que se han servido todos los gobiernos desde 1811, le pueda garantizar a los venezolanos un mínimo de control sobre lo que es de todos, reduciendo el riesgo que significa entregarle el país a un líder mesiánico todopoderoso que invariablemente termine estafando a todo el mundo porque es imposible manejar un Estado moderno puesto en las manos de un solo ser humano.

Y eso no se puede enfrentar con un “programa de gobierno” como están acostumbrados los partidos y los venezolanos, sino cambiando el sistema de relaciones de poder entre quienes lo deben ejercer, para administrar con eficiencia lo que nos pertenece a todos, garantizando bienestar y calidad de vida para los ciudadanos. Un sistema que obligue a construir ciudadanía, corrigiendo en el largo plazo los defectos de la materia prima política. Y eso es posible hacerlo con un sistema que ha sido expuesto por años por los fundadores de ANCO, y que hemos luchado por dar a conocer, que lleva el nombre de  Proyecto País Venezuela Reconciliada vía Constituyente (leerlo en http://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html).

Es obligante decirlo después de 120 años: dado el estado ruinoso en que se encuentra la materia prima política del país desde el punto de vista ético, moral y político, se requiere del concurso de “Nuevos hombres, nuevos procedimientos y nuevos ideales”, consigna exitosa de la Revolución Restauradora de Cipriano Castro en 1899 que marcó la entrada de los andinos al poder, y que cambió el sistema de relaciones para ejercer ese poder por más de un siglo, luego de años de desorden político desde nuestra separación de la Gran Colombia. Si la historia ha de repetirse para entrar en una era distinta, no veo mejor momento para intentar un enfoque diferente…

Caracas, 18 de Junio de 2019

Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana