Por Luis Manuel Aguana
¿Es Venezuela en realidad “un país inconstítuido”? Es ciertamente una proposición retadora la que nos presenta Eduardo Colmenares Finol con este interesante ensayo. Había oído expresiones como “Venezuela es un país desordenado”, o “Venezuela es un país solidario”, o mejor aún, “Venezuela es un país valiente”, mucho de eso asociado a las mismas características que se nos atribuyen como pueblo. Pero cuando leí por primera vez ese término aplicado al país, me sonó a “desarticulado” o peor aún, un país que nunca se ha podido constituir, permaneciendo como una sociedad extraviada que aun busca su lugar, en el medio de un desorden político y constitucional desde prácticamente su fundación en 1811. Y eso es gravísimo…
Si atendemos la historia que han seguido otros pueblos, cuya institucionalidad nace de un verdadero Pacto Social que se respeta, el “¡bochinche, bochinche!” del que hablaba el Generalísimo Francisco de Miranda en 1812 cuando Simón Bolívar lo ponía preso por traidor, nos indica que el título de la obra está bien fundamentado desde los orígenes de nuestra nacionalidad. Hemos logrado vivir más de 200 años “inconstituidos”. La gran pregunta sería ¿podríamos continuar en esa situación y esperar un cambio para mejorar nuestra condición de pueblo? No lo creo.
Si partimos del hecho que el Libertador tenía razón cuando en 1812 reconocía en el Manifiesto de Cartagena que “…el sistema federal, bien sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros recientes Estados…”, le estaba diciendo al mundo que lo que se había hecho constitucionalmente en 1811 había que cambiarlo, como en efecto fue cambiado en Angostura en 1819 para afrontar una guerra. Sin embargo decía al mismo tiempo que ello no invalidaba el sistema como sistema, solo que a su juicio no era aplicable a la realidad de nuestros Estados de ese entonces. A partir de 1819 Venezuela nunca dejo de ser un Estado centralizado, aunque siempre se respetaran las condiciones federales de la primera Constitución. Una contradicción con la que vivimos hasta el presente a pesar de una Guerra Federal de por medio.
Al planteamiento que hace Colmenares Finol, preguntándose si la sociedad civil de hoy está “preparada para asumir su papel soberano y protagónico”, a diferencia de aquella que en 1812 se desarrollaba dentro de un sistema que el Libertador consideraba “opuesto a los intereses de nuestros recientes Estados”, se podría decir que dos siglos después Venezuela ya está en capacidad para asumir ese papel desarrollado que diseñaron para nosotros nuestros fundadores el 5 de Julio de 1811 en la primera constitución. Pero eso tiene un costo.
El Maestro Simón Rodríguez sostenía una tesis según la cual es una contradicción desear Repúblicas pero sin republicanos ¿Cuál era la manera de resolver eso de acuerdo al Maestro Rodríguez? De la única forma que había: formándolos en las escuelas para que las Republicas que estaban naciendo y obteniendo su libertad de la espada de sus soldados, se pudieran sostener. De acuerdo al Maestro la materia más importante de esa formación debía ser “la sociabilidad”. Esto en palabras modernas se llamaría enseñar ciudadanía.
Al no contar con republicanos se hacía –y todavía se hace- muy difícil sostener la libertad conseguida con la sangre de los soldados porque como bien indicaba el Libertador en su Discurso en Angostura: “La Libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento, pero de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la Libertad…”. Una constitución presupone la existencia de la ética ciudadana en una sociedad civil madura como garante ético, como la llama el autor. Pero hemos carecido de ella como sociedad lo que nos ha llevado irremediablemente al fracaso del espíritu de nuestras constituciones, y no sin razón se han convertido en los trajes a la medida de tiranos y autócratas.
¿Por qué el Pacto Social establecido en la Constitución de 1961 duró más que ningún otro en nuestra historia republicana? Porque el Congreso Constituyente de 1961 respetó la forma federal de Venezuela “en los términos consagrados por esta Constitución” (Art. 2) hasta que el Pacto se rompió porque dejaron de cumplirlo los actores políticos cuando decidieron repartirse a Venezuela como un botín de manera centralizada.
Lo que sucedió en 1999 con una Constituyente prometida electoralmente por el golpista de 1992 no debió ocurrir si la Constitución de 1961 se hubiera modificado adecuadamente, profundizando el modelo federal que estaba en nuestra acta de nacimiento, y atendiendo las múltiples demandas que se hicieron de descentralización del país, más allá de una ley para elegir a Gobernadores y Alcaldes, matizado con un plan de descentralización persistentemente saboteado por todos los sectores políticos. Ahora todos estamos pagando las consecuencias.
¿Tiene razón el autor al endilgarle a Venezuela el calificativo de “país inconstituido”? Las pruebas que expone demuestran que tiene razón. Pero la pregunta más importante que responde es ¿y qué hacemos con eso? Y su respuesta que comparto plenamente es ¡debatamos al país! ¡Debatamos en una Constituyente Originaria el problema de Venezuela!
Sin embargo esto tiene que ver con de la calidad de los actores políticos. ¿Cómo es posible que esta no sea una materia de principalisima discusión en los círculos políticos del país? ¿Cómo es posible que todavía se le ofrezcan al país “programas de gobierno” para salir de la crisis cuando estamos ante un problema de carácter eminentemente estructural? ¿Cómo es que no lo ven?
Me resisto a pensar que estemos ante ignorantes. He llegado a la conclusión que el problema es mucho más grave que eso. Si fueran ignorantes podríamos educarlos e informarles de la situación. No. Estamos ante personas que sin ninguna consideración ética y moral están interesadas por razones de poder o corrupción, en utilizar su condición política para que un estado de cosas a todas luces inviable permanezca en pie en detrimento de la mayoría. De allí que la sociedad civil debe reaccionar y asumir su papel activo para el cambio de esa dirigencia política, que lamentablemente se ha convertido en el principal obstáculo para la transformación de Venezuela. De allí que trabajos como el que sigue a este Prólogo son invaluables para que nuestro país evolucione a estadios superiores de desarrollo.
Debemos debatir el país. Los debates planteados en este ensayo por Eduardo Colmenares Finol, comenzando por el porqué es necesaria la convocatoria al Constituyente Originario son imprescindibles porque van al sujeto principal de toda política en el mundo moderno, la sociedad civil.
Debatir acerca de la estructura política que debe tener un gobierno en la Venezuela actual, tomando en cuenta nuestras propias particularidades históricas, y sobrepasando el viejo concepto de los partidos de masas, pone en el sitio correcto la discusión de los criterios sobre los cuales se debe basar una nueva manera de distribuir el poder en Venezuela. Esto, al momento de una discusión constituyente acerca de la forma que debe tener el Estado es fundamental, y más aun cuando la propuesta principal es un cambio en la distribución del poder político bajo una forma de un Estado federal.
Son indispensables los debates acerca de la pobreza de las masas y sus problemas sociales derivados, que no se pueden abordar en la complejidad del mundo actual sin un cambio en la presente estructura del Estado. Es indispensable el replanteo del papel de los partidos políticos ante ese cambio, así como su nuevo rol en la intermediación social.
Los partidos deben modernizarse y adecuarse a las nuevas realidades. De lo contrario desaparecerán a favor de una nueva clase de partido que tenga en cuenta el paradigma de la sociedad civil. Hasta ahora lo que hemos contemplado de ellos es la cooptación de liderazgos desde otros sectores –por ejemplo el estudiantil- para deformarlos a una actuación que no se corresponde con las necesidades de la sociedad sino a la de su propia supervivencia. Hay que someter a profunda revisión lo que tenemos como armazón institucional que sostiene al Estado, así como un nuevo cuadro de interrelaciones institucionales.
Al considerar la sociedad civil como el verdadero poder popular, el autor diferencia claramente el ayer y el hoy en las relaciones políticas de la sociedad, creando un debate acerca del nuevo sujeto hacia quien deben ser dirigidas las políticas, y más aun, entre quienes se debería celebrar un nuevo Pacto Social. Esta sociedad civil va más allá y se ve reflejada e integrada geopolíticamente en sus pares naturales del continente, como una vez ocurrió con la Comunidad Andina de Naciones-CAN. Las relaciones económicas no las hacen los gobiernos, las realizan los privados en una sinergia exterior que crea riqueza y desarrollo. Ese debate tenemos que darlo urgentemente como lo sugiere la obra.
Muchas de las desviaciones en las que han incurrido los sectores políticos como consecuencia de una falla estructural del modelo de Estado que tenemos hasta ahora es el populismo. No deja de ser tentador debatir la necesidad de erradicarlo por la vía constitucional ya que no existe duda de que ha sido pernicioso en todos nuestros países con los cuales tenemos raíces comunes. Sin embargo si se corrige la falla estructural creando las condiciones para que se formalicen partidos con una orientación completamente distinta, abocados al concepto de sociedad civil, se erradicarán como consecuencia las prácticas del clientelismo, al existir un mayor control del ciudadano de las organizaciones políticas.
Sugerir un debate acerca del papel de las Fuerzas Armadas en el marco de un Estado con una sociedad civil fuerte es por decir lo menos, desafiante. No es ni será fácil tener una última palabra acerca de ese tema en un país donde la mayoría de los gobiernos de su historia han sido militares. De allí el reto de ubicar ese pasado que nos ha sesgado como pueblo, colocando como lo hace el autor a los militares en el lugar preciso de ser garantes de la civilidad y la seguridad de la Nación.
Debatir la alternabilidad democrática en un país que se dejo seducir por la reelección indefinida es mandatorio. ¿Por qué ocurrió eso en Venezuela? A pesar de la famosa intervención de Bolívar en Angostura, “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los Gobiernos Democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo Ciudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra á obedecerle, y él se acostumbra á mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía.”, se podría decir que hay un grave problema en un pueblo que permitió todo lo contrario, luego de esas palabras del Libertador. Y eso es parte de todo este análisis que con tino nos presenta el autor. Tenemos que ir al fondo de este problema que está muy consustanciado con la manera de asumir el poder político en Venezuela desde el punto de vista histórico.
El debate de la descentralización hace juego con el de la redefinición de la forma de Estado en Venezuela. Si nos planteamos la forma federal del Estado, está claro que deberemos enfrentar un cambio de 180 grados en la manera en cómo hemos concebido la historia de Venezuela. Creemos que el país ya ha madurado lo suficiente como para que cada región asuma sus responsabilidades, que más allá de asumir las funciones que ahora tiene el poder central en un proceso descentralizador, plantea encarar los retos del desarrollo desde la perspectiva regional y local, dándole respuestas a los ciudadanos para mejoramiento de la calidad de vida de cada pueblo, en cada municipio del país. Se dice fácil pero no lo será.
La sociedad civil deberá convertirse en la contraloría de sus representantes electos. No servirá la excusa “no me bajaron los recursos” si cada municipio dispone por construcción constitucional de lo necesario para resolver su calidad de vida. El desarrollo de la ciudadanía operará allí, en la práctica ciudadana. Es por eso que este debate sea insoslayable.
Debatir la propiedad es muy pertinente si consideramos que Venezuela ha sido “expropiada” como país por una banda de delincuentes. Celebro que el autor incluya este debate en su ensayo, no por un asunto ideológico, sino porque la propiedad está consustanciada con el desarrollo histórico del hombre. No será posible avanzar sin definiciones claras de cómo queda esa discusión, en especial lo que debe ser propiedad del Estado y lo que debe ser propiedad de los ciudadanos. Eso es clave dentro de un Pacto Social.
Si no se da una discusión de altura que defina lo que es de todos, como el caso de la renta petrolera, la tierra, los recursos naturales y su conservación, difícilmente acordaremos un Pacto Social perdurable. Y en el caso particular de los recursos naturales, Venezuela tiene mucho que decirle al mundo por la extensión de sus riquezas naturales. El caso emblemático del Arco Minero debe debatirse, comenzando por su conservación. Estas definiciones fundamentales deben marcar un antes y un después de un nuevo ciclo en la vida institucional del país que parta con la construcción de un nuevo Contrato Social. Ojalá que este extraordinario aporte de fácil lectura y mejor comprensión entusiasme a los venezolanos que de verdad luchan por un cambio en la situación del país, y pueda animarlos a participar en el diseño de lo que será la Venezuela de las nuevas generaciones.
Caracas, 24 de Noviembre de 2018