Por Luis
Manuel Aguana
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Para sacar alguna conclusión provechosa para los
venezolanos de lo que está sucediendo en Chile con el proceso Constituyente, es
necesario revisar esa experiencia en las dos etapas que ha tenido,
confrontándolas con las expectativas que la gente tuvo de poder llegar a
solución de sus problemas a través de la vía Refundacional.
Un proceso Constituyente que se da en una sociedad
democrática y políticamente construida como la chilena, tiene una lectura
completamente distinta si se plantea en una sociedad deshecha y arrasada como
la venezolana, por lo que establecer comparaciones y sacar conclusiones de un
proceso como ese en Chile, tiene una distancia medida en años luz que hacerlo
en una Venezuela gobernada por delincuentes. Sin embargo, existen aspectos que
se pueden revisar sin generalizaciones equivocadas.
En primer lugar, sin ninguna duda los procesos
Constituyentes fueron utilizados de una manera artera por la izquierda internacional
del Foro de Sao Paulo para desestabilizar los gobiernos en Latinoamérica luego
del éxito obtenido por Hugo Chávez en 1999 en Venezuela. De allí que la
herramienta Constituyente para la Refundación del Estado se haya desnaturalizado
a los ojos de todo el mundo, y servido para perpetuar regímenes autoritarios
con la excusa de la soberanía popular. El Socialismo del Siglo XXI está
construido sobre esos cimientos, y ha provocado corrupción ilimitada, pobreza
extrema, hiperinflación y éxodo masivo de nuestra población.
En 2019, Chile se vio envuelto en una prolongada
protesta social provocada por los mismos factores radicales que hicieron
posible la llegada de Gabriel Boric al poder, blandiendo la carta constituyente
como respuesta a las diferencias sociales que sufría el país, y que utilizando
una narrativa semejante a la sostenida por el golpista Hugo Chávez en 1998,
convenció a la población de la necesidad de convocar al proceso Constituyente
para resolver esas diferencias.
Pero a
diferencia de lo ocurrido en Venezuela, la barbaridad planteada en el texto
constitucional sometido a la consideración del pueblo chileno por la mayoría
Constituyente, fue rechazado por el 62% de la
población, en fecha 4 de septiembre de 2022: “En retrospectiva, se puede decir que la Constitución propuesta tenía
fallas desde el principio y que intentaba cimentar una determinada visión
política del mundo en vez de encaminar las reformas tan importantes para el
país. En particular, puntos como la abolición del Senado, la restricción de los
derechos del Tribunal
Constitucional y la ponderación desproporcionada de los votos
de la población indígena provocaron resistencia en la mayoría de los chilenos.
También se criticó la falta de experiencia política de los miembros electos de
la Asamblea Constituyente…” (ver Diálogo Político, La derrota del gobierno
de Gabriel Boric, en https://dialogopolitico.org/agenda/derrota-para-gobierno-boric/).
Sin embargo, a pesar de la opinión de
algunos expertos que indicaban que el pueblo ya había zanjado con ese
plebiscito el cambio de la Constitución, los factores políticos del Congreso
chileno convinieron que Chile debía tener una nueva Constitución: “ya que el pueblo así lo había decretado en
el plebiscito del año 2020. Por lo tanto, se instaló que la idea colectiva de
una nueva carta magna no debía fracasar” (ver Diálogo Político, ¿Cómo llegó Chile a este punto?, en https://dialogopolitico.org/agenda/como-llego-chile-a-este-punto/).
Desde ese momento partió un proceso político complejo cuyo procedimiento abordé
en mi nota anterior (ver Constituyente
chilena, ¿cuestión de procedimiento?, en https://ticsddhh.blogspot.com/2023/05/constituyente-chilena-cuestion-de.html).
Este proceso tuvo un hito crítico
importante con la elección, el pasado domingo 7 de mayo, del Consejo
Constituyente de 50 representantes electos por el pueblo chileno, a los fines
de decidir aprobar o rechazar el anteproyecto presentado por una Comisión
Experta. Esos resultados le dieron un triunfo contundente a la derecha chilena
del partido Republicano, liderado por José Antonio Kast, principal contrincante
en las últimas elecciones del actual presidente del país, Gabriel Boric,
sacando definitivamente al proceso Constituyente de Chile en sí mismo de la
agenda de la izquierda latinoamericana del Foro de Sao Paulo, que llevo al país
precisamente a ese proceso.
Quedará en manos de esos nuevos
representantes del pueblo, con mayoría de derecha, cambiar o no la vigente
Constitución, basados en el Anteproyecto que presente la Comisión Experta, y
que no es “la Constitución de Pinochet”, como indica la narrativa del
radicalismo de la izquierda, ya que esa Constitución vigente ha sido modificada
en repetidas oportunidades desde 1980, ajustándola permanentemente a la
situación del país.
El caso chileno da algunas enseñanzas
al resto de los países latinoamericanos que estamos tratando de solucionar la
grave situación política que confrontamos, y donde en algunos casos, como el de
Venezuela, en la Alianza Nacional Constituyente Originaria, ANCO, creemos que
un proceso Constituyente podría resolver, no solo la crisis institucional
creada por Hugo Chávez y su nefasto sucesor, sino establecer las bases para la
reconstrucción del país.
Chile llegó al proceso Constituyente
de una manera forzada, no para resolver un problema económico porque ya de
hecho ostentaba -y ostenta- los mejores indicadores de desarrollo de
Latinoamérica, sino para resolver políticamente cómo permear esa riqueza equitativamente
entre la población, disminuyendo las diferencias sociales a través de un nuevo
Pacto Social de convivencia que les permitiera soluciones inmediatas en todos
los órdenes a sus ciudadanos, como salud, educación y seguridad social.
¿Necesitaban los chilenos una Constituyente para eso? No lo sé, pero las
fuerzas que eligieron el 7 de mayo para eso lo decidirán.
Pero de lo que sí estoy seguro, es que
los venezolanos no la necesitábamos en 1999, y nuestro resentimiento hacia la
clase política de ese entonces, por el olvido sostenido de ellos hacia los
problemas de la población, logró que Hugo Chávez con una bandera fatua acabara
con la institucionalidad conocida, metiéndonos en un hueco negro del cual aún
no salimos. Es por eso que si hay algún lugar del planeta donde hace falta un
proceso que haga borrón y cuenta nueva a lo que sucede aquí, ese es Venezuela.
Pero eso no puede pasar sin saber cuál
es la maqueta del Estado que deseamos construir después que esta mafia
delincuente destruyera la institucionalidad del país. No es posible construir
las bases de un Estado sin tener una idea precisa del Estado que se desea. Es
por eso que le planteamos a Venezuela previamente un proyecto de un nuevo
Estado, El Gran Cambio, muy diferente del que existía antes de 1999 y del que existe ahora,
que debe ser discutido y aprobado por una representación legítima del pueblo
venezolano a través de un proceso Constituyente (ver El Gran Cambio, Una propuesta para la Refundación
de Venezuela, en https://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html).
Lamentablemente, dejamos de ser un
país con las instituciones sólidas de Chile, ni la madurez de su dirigencia
política, porque estas fueron dinamitadas por quienes usurpan el poder. De allí
que sea imposible desde un Congreso de dos Cámaras tener previamente un
Anteproyecto constitucional de consenso entre todas las fuerzas políticas, como
el que se presentará a la consideración del Consejo Constitucional de Chile.
Pero si podríamos tener un consenso del país nacional en torno a un proyecto
Constitucional como una solución concertada, que refleje una decisión firme y
unificada de los venezolanos frente a una Comunidad Internacional que no acaba
de entender que el país nunca alcanzará una salida mientras exista una mafia delincuencial
que no desea abandonar el poder por ninguna vía, y menos la electoral. En otras
palabras, un Proyecto primero que todos acordemos, para debatirlo en una
Constituyente después. Y entre todos discutir el cómo llegamos hasta allá a
pesar de la tiranía. Esa es nuestra dura realidad. ¿Será eso mucho esperar de
lo que queda de la dirigencia política decente del país? Mientras no afrontemos
esa realidad, más tarde saldremos de la pesadilla…
Caracas, 11 de Mayo de 2023
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