Por Luis Manuel Aguana
En algún momento mencioné que tal vez no exista mejor obra acerca de cómo ejercer y conservar el poder, que aquella escrita en 1513 por Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, que fuera dedicada al Magnífico Lorenzo de Médecis (1). Cualquier líder político que se respete, de cualquier época, debe tenerla como su manual de cabecera porque “presenta como característica sobresaliente el método de dejar de lado sistemáticamente, con respecto a las estrategias políticas, las cuestiones relativas a la moral y a la religión. Solo interesa conservar el poder” (ver texto de presentación de El Príncipe, en https://goo.su/UECtYpd).
Hay un capítulo muy revelador de esa obra dedicado a aquellos que llegaron a su Principado mediante crímenes. ¿Cómo accedieron al poder? ¿Qué consideraciones hace Maquiavelo a ese caso? En su opinión, ¿es posible conservar el Principado por mucho tiempo? ¿En qué condiciones? Es interesante ponerle la lupa a este caso, resaltando para ustedes la historia de Agátocles de Siracusa, referida por Maquiavelo en el Capítulo VIII, “De los que llegaron al Principado mediante crímenes”:
“El siciliano Agátocles, hombre no solo de condición oscura, sino baja y abyecta, se convirtió en rey de Siracusa. Hijo de un alfarero, llevó una conducta reprochable en todos los períodos de su vida; sin embargo, acompañó siempre sus maldades con tanto ánimo y tanto vigor físico que entrado en la milicia llegó a ser, ascendiendo grado por grado, pretor de Siracusa. Una vez elevado a esta dignidad, quiso ser príncipe y obtener por la violencia, sin debérselo a nadie, lo que de buen grado le hubiera sido concedido. Se puso de acuerdo con el cartaginés Amílcar, que se hallaba con sus ejércitos en Sicilia, y una mañana reunió al pueblo y al Senado, como si tuviese que deliberar sobre cosas relacionadas con la república, y a una señal convenida sus soldados mataron a todos los senadores y a los ciudadanos mis ricos de Siracusa. Ocupó entonces y supo conservar como príncipe aquella ciudad, sin que se encendiera ninguna guerra civil por su causa”.
Lo anterior nos muestra que en la historia existen de ejemplos que por su parecido con tiempos recientes asombra, no solo en las acciones criminales de sus protagonistas, sino de la “condición oscura”, “baja y abyecta” de quienes consiguieron el poder, de sus orígenes humildes, y muy en especial aquella de “llevó una conducta reprochable en todos los períodos de su vida”. Asimismo, el cómo se confabuló con otros para ejecutar sus crímenes, conservando sus posiciones de poder sin mayor obstáculo ni “guerra civil”.
Pero hay una cuestión crucial. La pregunta que el mismo Maquiavelo se hace: ¿Por qué ese tipo de individuo, como Agátocles, logra conservar a pesar de todo el poder, en comparación con otros que usando el mismo expediente de violencia no lo lograron? Veamos:
“Podría alguien preguntarse a qué se debe que, mientras Agátocles y otros de su calaña, a pesar de sus traiciones y rigores sin número, pudieron vivir durante mucho tiempo y a cubierto de su patria, sin temer conspiraciones, y pudieron a la vez defenderse de los enemigos de afuera, otros, en cambio, no sólo mediante medidas tan extremas no lograron conservar su Estado en épocas dudosas de guerra, sino tampoco en tiempos de paz. Creo que depende del bueno o mal uso que se hace de la crueldad. Llamaría bien empleadas a las crueldades (si a lo malo se lo puede llamar bueno) cuando se aplican de una sola vez por absoluta necesidad de asegurarse, y cuando no se insiste en ellas, sino, por el contrario, se trata de que las primeras se vuelvan todo lo beneficiosas posible para los súbditos” (resaltado nuestro).
¡Qué interesante! La clave se encuentra en un concepto no visto antes: la “administración de la crueldad”, o como dice Maquiavelo, del buen o mal uso que se haga de ella para la conservación del poder si llegaste a él mediante acciones criminales. Y su tesis indica que esa crueldad debe ser aplicada solo al comienzo y de una sola vez, sin insistir en ella. Había que tener la sangre fría de Maquiavelo para el estudio de esa bajeza humana, y establecer los límites hasta donde se puede llegar con el empleo criminal de la fuerza.
Pero el consejo a Lorenzo de Médecis va más allá, al indicar como graduar la crueldad a los súbditos so pena de perder el poder:
“Mal empleadas son las que, aunque poco graves al principio, con el tiempo antes crecen que se extinguen. Los que observan el primero de estos procedimientos pueden, como Agátocles, con la ayuda de Dios y de los hombres, poner, algún remedio a su situación, los otros es imposible que se conserven en sus Estados. De donde se concluye que, al apoderarse de un Estado, todo usurpador debe reflexionar sobre los crímenes que le es preciso cometer, y ejecutarlos todos a la vez, para que no tenga que renovarlos día a día y, al no verse en esa necesidad, pueda conquistar a los hombres a fuerza de beneficios. Quien procede de otra manera, por timidez o por haber sido mal aconsejado, se ve siempre obligado a estar con el cuchillo en la mano, y mal puede contar con súbditos a quienes sus ofensas continúas y todavía recientes llenan de desconfianza” (resaltado nuestro).
Es decir, con la crueldad administrada adecuadamente al principio, un criminal puede permanecer indefinidamente en el poder, cometiendo las atrocidades que le es preciso realizar de una sola vez en lo que es estrictamente necesario. Si se excede y la renueva día a día, le será imposible conservar el poder del Estado. Es increíble que en una época muy anterior a la lucha por los Derechos Humanos, Maquiavelo estableciera que un gobernante no puede conservar el poder indefinidamente si “se ve siempre obligado a estar con el cuchillo en la mano”, ya que no podrá contar con súbditos (en este tiempo los llamaríamos ciudadanos) que los toleren, “Porque las ofensas deben inferirse de una sola vez para que, durando menos, hieran menos; mientras que los beneficios deben proporcionarse poco a poco, a fin de que se saboreen mejor”. ¡Mejor explicación para una lucha permanente y sin descanso, imposible!
Lamentablemente estos consejos se dieron en su momento para la preservación en el poder de quienes acceden a él mediante la actividad criminal, como lo describió Maquiavelo en su obra, con el ejemplo de Agátocles de Siracusa. Pero también es una precisa descripción del mal para quienes se disponen a luchar en contra del flagelo de los Agátocles del mundo, que lamentablemente todavía existen, dejando al descubierto su despreciable naturaleza.
Ah, se me escapaba: cualquier parecido con la realidad de personas e instituciones, vivas o muertas, reales o ficticias en la República Bolivariana de Venezuela es pura coincidencia, aun cuando la realidad sea superada por la espantosa situación de este maltratado pero extraordinariamente valiente y heroico país, que con el favor de Dios finalmente conseguirá su libertad…
Caracas, 7 de Agosto de 2024
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(1) Maquiavelo, Nicolás, El
Príncipe, Luarna Ediciones, España (versión utilizada en esta nota, en https://tinyurl.com/y55y5d3c)