Una vez
escuché a Moises Naim, siendo Ministro de Fomento de CAP, dar una conferencia
en el Hotel Avila. Exponía el entonces Ministro, no en exactamente las mismas
palabras, que cualquiera que alguna vez llegara a esa posición siempre firmaría
algo sin darse cuenta, por el que lo inculparan de algún hecho ilícito, dada la
montaña de papeles que debía firmar y de la cual tenía inevitablemente que
hacerse responsable. Es imposible, decía, que un ser humano pueda en la
complejidad de los procesos que se manejan en organizaciones tan grandes, como
lo es un Ministerio, llevar cuenta exacta de todos los asuntos sin cometer alguna
equivocación que lo lleve a la cárcel sin ser culpable de nada. Imagínense el
caso de un Presidente…
Si se suma
eso a que todo el sistema está construido para que exactamente ocurra como
indicaba Naim, la conclusión obvia era que se debía rehacer completamente. Si,
por ejemplo, hay un sistema que le da la responsabilidad a un portero para que
administre la agenda de reuniones de alguien, este solo terminará atendiendo a
quienes el portero desee; incluso invariablemente llegará al extremo de cobrar
por las reuniones. Entonces no es el mono el culpable sino quien impuso un
sistema para entregarle las hojillas.
El sistema
que Venezuela ha tenido para “repartir” o “distribuir” el ingreso en la población
ha variado de época en época. Pero en todos, este se basa en que existe una “riqueza”
que repartir que administra quien gobierna. De allí se han derivado
fundamentalmente los afortunados y las fortunas que se han hecho en todos los
gobiernos. ¿Porque los partidos y sus políticos luchan por llegar al poder?
Para tener ese control que resulta sumamente apetecible. No hay ninguna
actividad comercial que produzca tales dividendos. Unos individuos que llegan
pobres y se hacen ricos de la noche a la mañana, en un ciclo interminable que
se repite de gobierno a gobierno.
Pero la
excusa es que todos los aspirantes al poder lo hacen con la válida intención que
ellos lo harán mejor que su antecesor, siendo correctos administradores y “repartidores”
de la riqueza que la naturaleza ha puesto en el subsuelo para nosotros. Pero
ese es el sistema; y hemos estado en eso, cambiando administradores una y otra
vez hasta ver si “la pegamos” consiguiendo a “alguien” honesto en el camino. Pero
nunca lo conseguiremos por una razón fundamental: no existe. ¿Existe un alma
completamente pura que no se corrompa ante tanta riqueza? Es el mismo caso del
portero. Y entonces le ponemos la chequera de la administración del Estado a
alguien nuevo y esperamos, por alguna razón extraña, que se comporte de una manera
diferente, comenzando de nuevo el ciclo.
La
Constitución de 1999 le dio super poderes al Presidente de la República, al que
ni siquiera le exige un diploma de 6to. Grado de Educación Primaria. ¿Qué podemos
esperar de eso? Una nueva Constitución debería exigir al Presidente al menos ser
un profesional de 4to nivel, porque este es un país lleno de universidades. No
podemos quejarnos entonces, si no cambiamos ese sistema, que quien nos gobierne
en cualquier momento no rebuzne de casualidad y dilapide o se robe lo poco o
mucho que haya.
Pero el
problema ahora es todavía más grave. Aun pensamos que hay algo “que repartir” después
de esta tragedia venezolana. Pues les tengo una mala noticia: se acabó la época
del reparto. Aun en el caso de que podamos resolver el grave problema de
quitarnos de encima este régimen comunista, forajido y malandro, aquí lo que
habrá son Cuentas por Pagar. Y lo poco que llegue será para cubrir las
necesidades básicas de la población. Ni hablar de reconstruir PDVSA con
recursos propios, que es nuestra actual fuente única de ingresos; ni con reales
ajenos por el nivel de hipoteca al que han dejado nuestro país. Los rojitos se
encargaron de sancochar y comerse la gallina de los huevos de oro. Nadie en
este momento puede cuantificar el nivel de destrucción de la industria para
equipararla con aquella que teníamos en el 2002.
Entonces
este sistema que se ha utilizado desde tiempos inmemoriales en Venezuela para “repartir”
o “distribuir” riqueza está tan moribundo como el Socialismo del Siglo XXI y no
funcionará más para los venezolanos, entre otras cosas porque ya no hay más nada
que repartir. Imagínense que los siguientes administradores hagan lo que
siempre hicieron los viejos: llevarse los reales, crear sus propios “ricos”, y continuar
en lo mismo que siempre han hecho con los reales del petróleo.
Ese modo de
actuar está destinado al fracaso por razones obvias: se acabó la guachafita
porque ya no alcanza. Y los partidos que conocemos han hecho caso omiso de esta
advertencia al actuar sin cambio alguno, pretendiendo continuar con el mismo
sistema y su “manera” de hacer las cosas que colapsó y nos trajo a Chávez primero
en 1992 y luego en 1998. Pero si hay algo en la naturaleza que es invariable es
el cambio…
Una máxima indica
que no se puede repartir lo que no existe. En Venezuela ha sido fácil gastarse el
Kino petrolero. No entraré a comentar que han hecho-o mejor dicho no han
hecho-, con las riquezas que le han entrado al país en la época de mayor
bonanza petrolera en el mundo. Pero lo que indican hechos es que Venezuela está
condenada a cambiar, inevitablemente, a una época de creación de riqueza, esta
vez no como el consejo de Arturo Uslar Pietri de “Sembrar el Petróleo”, sino
por una necesidad impuesta por una terca realidad como consecuencia de una manera equivocada de hacer las cosas.
Y eso
implica cambiar el sistema político y económico que hemos estado usando por más
de 200 años. Cuando se plantea un tema de tanta
importancia como la convocatoria a una Constituyente para cambiar el sistema
político, ajustado a un Proyecto País, en realidad se habla de cambiar el
mecanismo de funcionamiento sobre el cual descansa el Estado, la generación de
riqueza, las formas del poder y la manera de relacionarnos entre los
venezolanos. Estamos hablando de cambiar 180º el paradigma de Venezuela. Ese
cambio fundamental es la herencia que debemos dejarle a la siguiente generación
(ver https://docs.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDR29KUFBDQ0JPa2c/edit?pli=1)
que esta dejando su sangre en las calles por un cambio del sistema político.
La juventud ha dado un campanazo de una importancia mas allá
de la que se ve públicamente. Y eso ocurrió porque no están contaminados de ese
quehacer descrito que lleva siglos. Todavía no se han corrompido, y no podemos
dejar que eso ocurra alimentando un sistema que ya no funciona más. Si la dirigencia opositora del país
no ha entendido ese cambio trascendental por el cual están luchando los
estudiantes y que irremediablemente se dará, entonces es preferible que aprovechen
la cola del régimen y se vayan con él…
Caracas, 20
de Abril de 2014
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana