Por Luis Manuel Aguana
¿Cómo se le puede decir a un pueblo que pasa hambre que la
comida no es suficiente? ¿Cómo puedes convencer a la gente que aunque los
estantes de los supermercados estén repletos después de caer el gobierno, para
poder garantizar que sigan así es necesario hacer cambios que van más allá de satisfacer
las necesidades inmediatas?
Después que Maduro se vaya –y tengan la seguridad que se
irá- deberemos acometer los profundos cambios que el país requiere para
reconstruirlo. Y nos necesitaremos todos y de todos los colores, reconciliados
y en paz. ¿Creen que ese es un pensamiento “comeflor”? Muchos pensarán que es
así. Que debemos someter al “otro bando” y seguir haciendo lo mismo que se hacía
antes de venir Chávez. Pero el país cambió. Ya no somos los mismos de 1998. Y
el mundo también cambió, en especial ese mundo que nos garantizaba una renta petrolera
de la cual vivir.
Estamos -y estaremos después de Maduro- en el peor de los
mundos. Un mundo donde ya el paradigma planetario no apunta hacia la venta de
materias primas, la nación y nuestra principal industria proveedora de todas
las divisas, destruidas y endeudadas, la mitad del parque industrial inoperativo
y lo que queda de él mermado y sin recursos, y lo peor, una población llena de
expectativas hacia aquellos quienes resulten gobernantes después de Maduro.
Eso pone la lupa sobre la transición que el país necesita, no
la que posiblemente tenga como consecuencia de la coyuntura política que resulte
de las disputas de los partidos de la oposición oficial por alcanzar el Poder.
Hace unos meses hice referencia a que el país necesitaba una
Constituyente distinta (ver “No cualquier Constituyente” http://ticsddhh.blogspot.com/2016/05/no-cualquier-constituyente.html)
de aquella que podría provenir de acuerdos para llamarla desde los Poderes
Constituidos, particularmente desde la Asamblea Nacional: …si la Constituyente es rehén de los partidos, sin la participación
ciudadana, no tendremos nunca los cambios que requiere el país para que esa
nueva Constitución sea el verdadero reflejo de las aspiraciones del pueblo
venezolano, porque quedaría en manos de los jefes políticos de los partidos y
no en las manos de los representantes legítimos del pueblo. Entonces
necesitamos una Constituyente distinta a la que hemos tenido en el pasado, no
cualquier Constituyente.
Es por esa razón que desde la Alianza Nacional Constituyente
(http://ancoficial.blogspot.com/)
siempre repetimos que haya o no Referendo Revocatorio el llamado a una Asamblea
Nacional Constituyente constituye un imperativo para poder reordenar al país a través
de la instauración de un nuevo Pacto Social desde las bases mismas de la sociedad
venezolana, que conjuntamente con los partidos políticos, garanticen la
gobernabilidad durante una transición debatida y definida desde la misma Asamblea
Nacional Constituyente.
Eso le daría indiscutiblemente un piso político a cualquier
gobierno de transición que venga luego de la presidencia de Nicolás Maduro. Si
esa transición no nace desde una Asamblea Nacional Constituyente, esta deberá
ser convocada desde el mismo momento de un cambio de gobierno, ya bien sea que
este nazca a partir de un remoto Referendo Revocatorio, o bien a partir de la
renuncia del Presidente o incluso de un golpe de Estado. El próximo mandatario
deberá llamar al Constituyente, no porque quiera sino porque su sostenibilidad
dependerá de eso.
Tan conscientes están en la MUD de la necesaria
gobernabilidad futura del país que el actual Presidente de UNT, Enrique Márquez,
habla de garantizarla con un dialogo, pero con los delincuentes que nos desgobiernan,
asegurándoles su supervivencia: “Nosotros
estamos seguros que la transición política de Venezuela está en marcha, que a
lo mejor ni la oposición, ni el Gobierno lo han sabido llevar para acelerar ese
proceso, sino que lo hemos venido frenando, la oposición quiere acelerarlo pero
por un camino, en mi opinión, equivocado, que es aniquilar al Gobierno; el
canal más lento pero más seguro es tratar de entenderse con el Gobierno, para
poder empezar a pasar cosas del estadio en que estamos al otro que queremos…”
(ver Enrique Márquez en entrevista a Panorama en http://m.panorama.com.ve/movil/noticia.html?nota=/contenidos/2016/09/11/noticia_0007.html).
Si, coincidimos con Márquez que es necesaria la
gobernabilidad futura del país pero el enfoque que intentan aplicar es inviable,
creyendo que el tema se despacha dialogando con la gente que desarmó y atracó
al país, y a quienes precisamente hay que poner a la orden de los tribunales de
justicia una vez concluida esta tragedia. Pero quieren ser gobierno primero y
para eso prefieren negociar con el diablo. Y allí es donde se topan con los
delincuentes que nos desgobiernan que no se lo pueden permitir por razones
obvias. Resultado: juego trancado. Nadie gana y perdemos todos.
Hemos insistido que la mejor ruta para evitar precisamente
eso es la convocatoria misma del pueblo desde sus bases, esto es, una Constituyente
de carácter Originario (Artículos 347 y 348) ya que no solo nos ahorraríamos un
Referendo que solo cambia al Poder Ejecutivo, sino que discutiríamos al país
desde las bases, sus profundos problemas y sus grandes soluciones, sustituyendo
todos los poderes del Estado. Y eso no se haría solamente desde el partido que llegue
al poder sino desde todos sectores del país, de todos los colores, legítimamente
representados en una Asamblea Nacional Constituyente. Y esa misma Asamblea
nombraría en consenso a un Gobierno de Transición como primer acto oficial
luego de juramentarse.
Si un hipotético nuevo gobierno “democrático” que surja de
elecciones luego de un supuesto Referendo Revocatorio, o de la renuncia del
Ilegítimo, no convoca a un nuevo Pacto Social en una Constituyente que le
garantice estabilidad, los problemas se agravarán exponencialmente y su fragilidad
será la misma o peor que la que tiene ahora Maduro.
¿Y por qué? Porque un país no puede funcionar por la
imposición de una parte sobre la otra, como hizo Chávez en 1999. El 6D-2015,
5,6M de personas votaron por el oficialismo. Supóngase que 2M de ellos fueron
empleados públicos obligados. Aun quedarían 3,6M de personas, suficiente paja
seca para incendiar al país, en especial porque los problemas que nos estarían dejando
los delincuentes que se irán no se van a resolver de la noche a la mañana, en
especial sin la cooperación de todo el mundo.
Si la oposición cree que lo que paso aquí fue solamente un pésimo
gobierno y no se llega a un Pacto Social que nos incluya a todos, discutido en
el escenario político por excelencia como lo es una Asamblea Nacional Constituyente,
entonces no entendieron nada de lo que pasó en Venezuela en estos últimos 18
años, y tendremos a otro Chávez a la vuelta de la esquina. Recuérdese el
regreso triunfal de Daniel Ortega en Nicaragua.
En consecuencia no podemos darnos el lujo de llamar “transición”
a cualquier gobierno opositor que surja luego de revocar a Maduro o de su
renuncia por cualquier circunstancia, o ni siquiera de un golpe de Estado. Eso a
lo sumo solo sería el inicio del cambio, si sobre quienes recayó esa
responsabilidad lo entienden así. El Gobierno de Transición que requiere y
necesita Venezuela debe surgir del seno de una Asamblea Nacional Constituyente.
Si la contabilidad política de los partidos insiste en
negarle a Venezuela una oportunidad para discutir un Pacto Social incluyente, nunca saldremos de
esta lamentable manera de hacer política. Iremos inestablemente de mandamás en mandamás
-militares incluidos- en una transición interminable hasta que la dirigencia política
entienda y aprenda que no es suficiente con ponerle la mano al “coroto”, sino pensar
con sentido de transcendencia. Si ellos no lo han entendido, pienso que el
pueblo si lo entiende, al menos de una manera intuitiva. Entonces es al pueblo a
quien le toca decidir si se conforman con cualquier transición que signifique
pan para hoy y hambre para mañana.
Caracas, 12 de Septiembre de 2016
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