Por Luis Manuel Aguana
No deseo que se interprete esta
nota como una “defensa” a la candidatura del Embajador Diego Arria a
representar a Venezuela ante la ONU. No lo es. Entre otras razones porque el Dr.
Arria no la necesita. Quienes realmente necesitamos que el Embajador Arria sea
nuestro representante allí somos los venezolanos, no el. Quien es una Institución
en esa organización de Estados es él, no nadie que se le pueda siquiera ocurrir
a la mezquindad del G4 de la Asamblea Nacional, quienes están nombrando gente
sin preparación en el terreno diplomático. Y Guaidó es el que aparece al frente
pagando los platos rotos. Tiene que haber un culpable y él es el Presidente
Encargado.
Por eso es al revés la cosa.
Nosotros, los venezolanos, necesitamos de Arria, no él de nosotros. Arria es el
venezolano internacionalmente más reconocido del país. Sus logros
internacionales trascienden a un mero puesto burocrático en la ONU o cualquier
otro lugar. Sin embargo, sin necesitarlo estaría dispuesto a hacerlo, y lo
único que hace falta para que el se ponga al frente es que se lo pidan, pero
eso si, con absoluta independencia en el actuar a favor de Venezuela, no de
los partidos de la Asamblea Nacional.
Y estoy seguro que lo haría no
solo por el venezolano insigne que es, sino porque no le importaría hacer un
puesto que ya hizo por la sola vocación de ser útil a Venezuela en el peor
momento de su historia. Pero allí está el detalle, Cantinflas dixit. No necesitan a alguien que
trabaje para Venezuela, necesitan a alguien que trabaje para ellos, no con
ellos. Y por eso no lo designarán. Preferirán a alguien que “no los opaque”,
que “siga línea”, que “no quite el protagonismo”. Eso es muy propio de gente
insignificante, de la cual está muy plagada por cierto la Asamblea Nacional.
Lo que quiero poner de relieve en
esta nota es que eso que está sucediendo con el caso del Dr. Arria en la ONU es
tal vez la quintaesencia del problema que estamos padeciendo como pueblo y que
de continuar, no habrá intervención militar extranjera que valga para resolver
el fondo de este problema que llevamos por dentro los venezolanos.
Los venezolanos tenemos que
cambiar, y si esta tragedia que nos ha pasado no lo logra, no lo logrará
absolutamente nada. Los detalles del porque Arria no ha sido designado
Embajador de Venezuela en la ONU están mucho mejor expuestos de lo que lo que
este escribidor podría describir aquí, en el artículo del periodista Orlando
Avendaño en PanamPost (ver ¿Por qué Guaidó ha olvidado a las Naciones Unidas?,
en https://es.panampost.com/orlando-avendano/2019/04/10/por-que-guaido-ha-olvidado-a-las-naciones-unidas/).
Pero el problema tiene unas raíces más profundas.
Los venezolanos le tienen una
aversión muy honda a la independencia de criterio, a la competencia, a la
excelencia, a que la gente destacada en cualquier campo, aporte y brille con
luz propia. Es por eso que ustedes ven que los venezolanos alcanzan los mejores
puestos fuera del país, y no en Venezuela. Ejemplos sobran. Tengo la teoría que
como es tan extraordinariamente difícil hacer una carrera sorteando
mezquindades, zancadillas y bloqueos en Venezuela, cuando sales al exterior
-que también hay bastantes mezquindades, zancadillas y bloqueos- el grado es
tan comparativamente inferior que hace que un venezolano logre, con cientos de
veces mayor probabilidad, cualquier cosa que se proponga fuera de Venezuela. De
allí que veamos venezolanos brillando en todo el planeta dándonos orgullo. Pero
ni de casualidad que son respaldados después en su propio país. Por eso no
regresan y todos ellos fallecen afuera deseando hasta el final de sus vidas hacer
algo por su país. Y paradójicamente, sus propios compatriotas, por mezquindad,
no los dejan. ¡Qué increíble! Por eso escribí hace 5 años una nota especialmente
dedicada al caso de Diego Arria (ver La Fórmula Arria o cuando en la casa del
herrero los cuchillos son de palo, en http://ticsddhh.blogspot.com/2014/03/la-formula-arria-o-cuando-en-la-casa.html).
Pero en el campo político la cosa
toma matices exponencialmente brutales. Allí campean y florecen las
mezquindades, zancadillas y bloqueos, por razones del muy bajo nivel, personal,
cultural, educativo, etc., de la mayoría de los protagonistas de la política
venezolana. ¿Reconocerle a alguien algo en política en Venezuela? ¡Nunca! Si los
políticos venezolanos de la época no le reconocieron nada al mismísimo
Generalísimo Francisco de Miranda hasta siglos después de su muerte, nada más
ni nada menos que al único americano (¡no digo venezolano!) cuyo nombre está grabado
en piedra en el Arco de Triunfo de París, y a quien Francia otorgó el título de
héroe de la Revolución Francesa y Mariscal de Francia, ¿ustedes creen que los
políticos de ahora le van a reconocer algo al Embajador Diego Arria? Eso es un comportamiento
al que tenemos la obligación histórica de sobreponernos ahora mismo porque está
en juego la supervivencia de nuestro país.
Pero esto debe venir aparejado con
la mejora sustantiva de la calidad de quienes hacen política en Venezuela. Ustedes
ven que en otros países, como en el caso de los Estados Unidos, personalidades
que luego de hacer una larga carrera en la empresa privada (como el caso de Rex
Tillerson, ex Secretario de Estado, ex Presidente de la transnacional Exxon
Mobil), o después de haber ejercido la práctica de su profesión por muchos años
(como en el caso del ex Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, profesor
en la Universidad de Chicago y abogado de derechos civiles en la firma Davis,
Miner, Barnhill & Galland) se aprestaron para hacer servicio público a
través de carreras políticas en partidos que buscan los votos de los electores.
No llegan a ser políticos para servirse sino para servir. Es el justo término
de una carrera en la que ya han conseguido su estabilidad profesional y se
aprestan ahora a dar de lo que han aprendido a la sociedad.
Pero así no se plantean las cosas
en la política venezolana. Es justamente al revés. El sistema está basado en
servirse de la política, no en servir a la gente. En usarla para beneficio,
primero del partido y luego en el propio, para luego dejar lo que quede de eso
a la población. Hay gente que hace carrera en los partidos, comenzando por
pegar afiches en las calles, pasando por cargarle los maletines a los jefes, hasta
avanzar a punta de “viveza”, zancadillas y bloqueos a las más altas posiciones
políticas. Si no que se los diga Nicolás Maduro, que de chofer de Metrobus
llegó a Presidente de la República, sin tener ninguna calificación para eso, bajo
la sombra de un golpista. Y eso es exactamente el mismo comportamiento de la
oposición oficial que ahora maneja decisiones de la importancia de las que hay
que tomar ahora con la ONU. ¿Cuál creen ustedes que será la respuesta? ¿Una
persona del calibre del Embajador Diego Arria? Eso es como pedirle cambures a
una mata de mango.
Lamentablemente la política en
Venezuela es el campo de acción de oportunistas y filibusteros. Cuando los
muchachos de la generación universitaria del 2007 integraron los partidos,
entre ellos el Presidente Encargado Juan Guaidó, algunos pensamos que ellos
podrían representar algún cambio en la manera de hacer política en Venezuela.
Nos equivocamos. Fue todo lo contrario. Ellos fueron mimetizados en la manera
tradicional de los viejos políticos de “hacer política”, hasta el punto que en
este momento están convencidos que es la única manera de hacerla. ¡Qué
desperdicio de juventud política!
Muchos de esos jóvenes en la
Asamblea Nacional son seguidores ciegos de las prácticas y el pensamiento de
personajes como Henry Ramos Allup y el resto de toda esa gente que fueron
testigos y responsables, por acción u omisión, de lo que ocurrió en el país
antes de la aparición del golpista Hugo Chávez. Es por eso que la trampa en la
que se encuentran es muy grave porque no saben hacer otra cosa. No cuentan con
la experiencia profesional que solo dan los años y la práctica en el ejercicio
de una profesión, que al menos les pueda dar una orientación de hacia dónde
proyectar soluciones. Es lo que llamo haber tenido jefe. Ven por los ojos de
esos viejos que lo que quieren es terminar sus días con poder. Es verdaderamente
triste desperdiciar así una juventud.
Tenemos que voltear el paradigma
político de Venezuela. Eso tal vez pueda tardar una o dos generaciones si
comenzamos ahora, después que políticos como Ramos Allup, Barboza, Borges, Rosales
y muchos más hayan pasado a mejor vida dejando en paz a Venezuela. Pero
requiere también entender que tenemos que hacer de la política una actividad
digna de ser realizada y que gente capaz la entienda como en países más
desarrollados. Será tal vez por eso que la Comunidad Internacional no entiende
porque los venezolanos no han nombrado al Embajador Diego Arria como nuestro
representante en la ONU, cuando todos nos envidian que tengamos semejante
gigante de la diplomacia, un personaje extraordinario que se enorgullecerían
por tener, dispuesto a servir a nuestro país, y no lo pongamos al servicio de
Venezuela en la hora mas oscura de nuestro país. Más patético e indignante,
imposible...
Caracas,
11 de Abril de 2019
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana